Confrontación en el PRIAN

11/06/2018
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A los asesinados y heridos el 10 de junio de 1971.

 

Si el candidato puntero en todas las encuestas, Andrés Manuel López Obrador, asegura desde San Cristóbal de Las Casas que no sabe los porqués del divorcio político entre Ricardo Anaya Cortés y Enrique Peña Nieto, pues el asunto es demasiado grave como para que ambos pongan en riesgo la continuidad y reproducción del modelo macro que comenzó en 1982 con Miguel de la Madrid y fue relanzado a fondo con Carlos Salinas, en 1988, por las dirigencias de los partidos Revolucionario Institucional y Acción Nacional, el PRIAN.

 

El interés superior de ambas dirigencias y el entramado de intereses políticos y financieros que representan, no primará sobre los desacuerdos coyunturales y todo apunta a que la propaganda negra contra el queretano que busca desde un lejano segundo sitio despachar en Los Pinos, tendrá nuevos capítulos como lo adelanta el nombre del video “Caso Anaya Primera Parte”, en el que resurge su relación empresarial con los hermanos Barreiro, difundido con gran despliegue y ante el que no pudieron y no supieron hacerle un contrapeso los estrategas de Anaya.

 

Por allí debe de estar listo también el tema de “los moches”, el mecanismo de corrupción creado en la Cámara de Diputados por Luis Videgaray como secretario de Hacienda a fin de obtener el apoyo de los diputados panistas al Pacto por México de Peña Nieto, como documenta Álvaro Delgado en el semanario Proceso (10-VI-18). Y en el afán de impulsar las carreras políticas de Ricardo Anaya y Damián Zepeda a toda velocidad, aprovecharon el esquema de corrupción para recabar votos por las reformas estructurales que, según el hoy confrontado PRIAN, modernizaron a México.

 

Del amasiato a la confrontación (“está a todo lo que da y se llevan fuerte”) en unos cuantos años. Pero julio de 2018, si nos atenemos al pronóstico del tabasqueño de Macuspana, “Los panistas y los priistas están muy divididos, pues no es como en 2006, cuando (Vicente) Fox coordinó el fraude e hizo acuerdo con el PRI. Se unieron para robarnos, y en 2012 se unieron (Felipe) Calderón y Fox para ayudar a Peña (Nieto). Ahora no se pusieron de acuerdo, lo intentaron muchas veces, fueron a tratar de convencer a Peña y no sé por qué motivo o razón Peña no aceptó. Yo infiero que hubo traición” (La Jornada, 10-VI-18).

 

Si la agudeza de AMLO no alcanza para escudriñar las entrañas del conflicto Anaya-Peña, y ambos están dispuestos a destrozarse antes que negociar y poner en riesgo la obra “nacional” del PRIAN de los últimos 30 años, entonces el desencuentro tiene mayor aliento y alcance.

 

Eso sí, Obrador pide que “resuelvan sus asuntos de manera pacífica y no nos metan a nosotros”, como si advirtiera riesgos de violencia, pero sin abundar. Cuando es él, Andrés Manuel, al que le urge ser más mucho más precavido con su persona y si bien el “pueblo me cuida”, como asegura, resulta del todo insuficiente.

 

Anaya exhibe su naturaleza política verdadera, ajena a la sonrisa congelada, cuando con ese lenguaje conciso, directo y efectista que tan bien emplea, jura y perjura que encarcelará a Peña Nieto si resulta responsable de actos de corrupción. Por supuesto que existen, son abundantes y varios están bien documentados periodísticamente, pero ¿sería mucho pedir que Ricardo Anaya empezara con los que Enrique Peña favoreció al PAN y su persona, aunque el empresario bodeguero sólo resulte algún día presidente de la capital de Querétaro?

 

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