A la rebelión del México profundo, como bien la denomina el doctor Lorenzo Meyer, empiezan a corresponderse nuevas actitudes y conductas de los actores políticos –pero todavía con torpes reacciones de no pocos que se obnubilan en la derrota–, y los vigorosos agentes económicos, destacadamente el medio centenar de magnates que se agrupan en el Consejo Mexicano de Negocios, pero que optaron desde la campaña electoral por presentarse a través del Consejo Coordinador Empresarial, sabedores del amplio rechazo –o cuando menos antipatía social– que todavía generan.

Sin duda, la reunión en Palacio Nacional entre el virtual candidato presidencial electo Andrés Manuel López Obrador y el titular del Ejecutivo federal Enrique Peña Nieto, estableció una línea de continuidad con el mensaje pronunciado la última hora del domingo por EPN y, según declaraciones reiteradas de AMLO, desde las últimas semanas de la contienda por despachar frente al lado poniente del Zócalo de la Ciudad de México.

Todo indica que sin la oportuna política de Peña Nieto para que el gobierno federal no metiera demasiado las manos en la contienda electoral, en buena medida por el previsible tsunami de votos que anunciaban las encuestas y que en Los Pinos se estudiaban diariamente, la tersura que hoy significa el arranque del martes 3 del proceso de transición entre el gobierno en funciones y el próximo, sería impensable y menos aún dable.

A todos los mexicanos beneficia una transición ordenada y sin sobresaltos, una cooperación institucional entre los que se van en menos de seis meses y los que los sustituirán. La revalorización del peso durante cuatro días y la reacción de los mercados (los plutócratas de la aldea global) son hechos que lo demuestran, a pesar de que algunos demagogos del PRIANRD y del oligopolio mediático anunciaban la catástrofe con López Obrador encabezando a México.

Todavía no ejerce como presidente y ya empieza a generar resultados positivos “don Andrés Manuel”, como lo llama Juan Pablo Castañón, el líder del CCE, después de regatearle el lunes 2 mencionarlo por su nombre al felicitarlo por el apabullante triunfo en las urnas.

Y de eso se trata con los dueños de México, los que se pasaron al otro extremo en la reunión-desayuno del martes, con las páginas que compraron en los diarios impresos y electrónicos para expresar que “reconocen” el triunfo, como si pudieran hacer lo contrario, y hasta una campaña con un video (“Creo en México”, del Consejo de la Comunicación), lleno de lugares comunes y voluntariosos deseos para el país. Entre los firmantes destacan varios de los magnates que se enfrentaron en forma abierta y grosera contra Obrador y maniobraron para que “sus” trabajadores votaran por lo que no pudo operar como PRIAN, gracias a los errores de Aurelio Nuño y compañía.

A todos conviene que la denominada “minoría rapaz”, que no otra cosa es, pacte con el gobierno que dirigirá AMLO, siempre que antepongan el interés nacional, el de las mayorías, a los muy particulares de la plutocracia.

Hasta Joaquín López-Dóriga estima como un despropósito el anuncio de los magnates de “colaborar” con el gobierno de AMLO, “pues qué pensaban” pregunta y concluye: “El interés tiene pies”.

Son muchos los mensajes que recibimos todavía del domingo 1 con la rebelión (electoral) del México profundo y será indispensable despojarse de “partidarismos políticos y prejuicios ideológicos”, como rezaba en los años 90 un anuncio radiofónico de la revista Forum, para aprender de ellos, interpretarlos y sacar las debidas lecciones.

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