Buena parte del submundo de la comentocracia, la industria de la opinión le llaman algunos –que a la vez estiman que existe sobreoferta de opinadores y acaso por ello cobra carta de naturalidad el trabajo gratuito, esclavo–, hace referencia al estilo personal de gobernar para entender y justificar las formas y los sellos de cada presidente de la república, incluido el electo que tomará posesión dentro de 70 días, pero no pocos ciudadanos le exigen como si ya despachara en Palacio Nacional y Enrique Peña Nieto radicara en Londres.

Esto se comprende en un país que en bancarrota o no, tiene enormes rezagos sociales (9.5 millones de mexicanos en la miseria y más de 40 millones en pobreza), un endeudamiento público sin paralelo por el monto y el ritmo en se contrajo por el gobierno de Peña (de 1.7 billones con Vicente Fox a 10 billones ahora) y un crecimiento (“mediocre”, Luis Videgaray dixit) promedio de 2.2% en 36 años con todo y las 13 reformas estructurales y el endeudamiento sin precedente en la historia de México. Aparte del baño de sangre, impunidad, desaparecidos y la corrupción pública y privada, pues la primera no es dable sin la segunda.

Que cada quien le llame como su buen saber y entender se lo permita, mas también que nadie pontifique, como Rafael Pérez Gay sobre el correcto empleo de de las “conceptualizaciones”. ¡Un crítico literario excelente venido a columnista y con seudónimo!

Y si nadie desea correr el riesgo de que lo encajonen en el marbete de la prensa “fifí”, pues que informe y no descontextualice los pronunciamientos de Andrés Manuel López Obrador y su estilo personal de pre-gobernar. Porque también él tiene derecho a opinar y defender su “verdad”. ¿O nada más los comentócratas del poder? De los que no tengo duda que la mayoría terminará por “alinearse” porque sin la pauta publicitaria federal las empresas para las que trabajan y las propias no subsistirán.

Otra cosa es la reacción de los partidos opositores ante cada punto de vista o hecho de AMLO, es su papel y trabajo, magnificar los presuntos o reales errores, pero no es el rol el de los medios de comunicación por influyentes que sean, porque se convierten en parte, como sucede con mexicana frecuencia.

Y en todo caso que prevean que el gobierno de Obrador reaccionará, que no procederá bajo la hipócrita frase de “lo políticamente correcto”, del “presidente de todos los mexicanos” cuando en realidad lo era de los dueños del país. Esos que con la contracción económica y la caída en la demanda de crédito, obtuvieron utilidades entre enero y julio por un monto récord de 89 mil 133 millones de pesos, superiores en 14.72% a las que lograron los bancos en el mismo lapso de 2017.

Bancarrota o no, AMLO adjetivó con esa palabra los 38 años del modelo neoliberal y los magros resultados económicos que beneficiaron básicamente a la plutocracia mexicana y las minorías, a las trasnacionales estadunidenses, que volvieron muchísimo más dependiente a México del mercado y las inversiones de USA. Tanto es así que Leo Zuckermann concluyó hace semanas en Es la Hora de Opinar (cito de memoria) “El mundo para México es Estados Unidos”.

El mismo analista tiene razón cuando apunta que AMLO con el discurso de la bancarrota lo que hizo fue empezar a bajarle a las muy altas expectativas que de él tiene la gente para resolver muchos de sus problemas. Y por supuesto que es una operación política indispensable y a cargo del presidente electo, quien sin embargo dejó muy claro en La Paz, Baja California Sur: “Voy a cumplir todos mis compromisos (de campaña), pero quiero que se tenga conocimiento del punto de partida”.

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