Yemen, las metástasis de un genocidio
- Análisis
El genocidio iniciado por Arabia Saudita, en marzo de 2015, contra el pueblo yemení, no se detiene. La hambruna afecta a más de 13 millones de personas; epidemias como la del cólera se ha convertido en la peor que se ha registrado en la historia y avanza desbocada por todo el país; mientras los combates siguen sumando nuevas víctimas a las más de las 120 mil que ya se han producido en esta guerra que se ha empantanado y a la que Riad creía iba a resolver en unas cuantas semanas de bombardeos, se ha convertido en el problema más acuciante para la familia saudita ya que los houthis, no solo han resistido a la guerra, sino que han pasado a la ofensiva atacando con misiles en varias oportunidades a objetivos militares dentro del reino, incluso muy cercanos a Riad.
El rey Salman y su heredero, el príncipe Mohamed bin Salman, el verdadero hombre fuerte del reino, no pueden escapar del lodazal en el que solo se mantienen a flote gracias a los miles de millones de dólares con que pagan el silencio de Occidente, al tiempo que el pueblo yemení resiste ya no solo a la coalición saudita, sino también a sectores nacionales, que responden a intereses extranjeros, que harán que, finalizada la guerra, si alguna vez el milagro sucede, Yemen emerja de ella fraccionada en dos o tres estados.
Esos estados podrían conformarse con el remanente de las fuerzas del depuesto presidente Abd-Rabbu Mansour Hadi, a quien, tras su renuncia, en el marco de la guerra civil, Riad obligó a reasumir su cargo para tener una cobertura más o menos atendible antes de iniciar las acciones contra las fuerzas houthi en 2015. Otro de los estados podría formarse con las fuerzas houthis que han llevado al extremo la capacidad de resistencia en una de las guerras más asimétricas que se recuerden y que cuentan con el apoyo de la comunidad chií, los sunitas pobres del país y, de alguna manera, el soporte discreto de Irán y el Hezbollah. En el marco de la fragmentación del país aparece un viejo protagonista que recién se muestra ahora y son los separatistas del sur, quienes desde el principio de la guerra apoyaron Riad.
Los separatistas, conocidos como el Consejo de Transición del Sur (CTS) liderados por Ali Salem al-Huraizi, el 10 de agosto pasado, tras cuatro días de combate tomaron la ciudad de Adén, junto a varios campamentos militares en la provincia vecina de Abyan. Adén está considerada como la capital de facto del país, ya que Sanaa, la histórica capital, se encuentra en poder de los houthis.
La guerra finalmente también ha devorado el acuerdo de paz respaldado por las Naciones Unidas, firmado en diciembre pasado en la cumbre de Estocolmo, entre los hutíes y el “gobierno” yemení respaldado por Arabia Saudita que permitiría la retirada de tropas de ambos bandos del estratégico puerto de al-Hodeidah, por el que se estuvo combatiendo desde mayo del año pasado. En junio último, el principal aliado de Arabia Saudita, los Emiratos Árabes Unidos (EAU) anunciaron una importante reducción de sus fuerzas en al-Hodeidah, con la excusa de “fomentar la confianza” para estimular el proceso de paz, sin ninguna consecuencia más que los avances del Consejo de Transición del Sur (CTS), contra las posiciones de sus viejos aliados, acciones que los hutíes, al margen de esos choques, utilizan políticamente, como la evidencia que el hombre de los sauditas, el ex presidente Mansour Hadi y los separatistas no están en condiciones de gobernar el país.
Abu Dhabi financió y entrenó a cerca de unos 100 mil yemeníes, entre ellos, muchos de los que hoy conforman el CTS, que desde su improvisada base en Mahra, una provincia del sudeste yemení, lanzaron las operaciones para conquistar la ciudad de Adén, hecho que paralizó a las fuerzas de Mansour Hadi, no solo rompiendo la alianza con Arabia Saudita, sino iniciando una guerra dentro de la guerra, como las metástasis que extiende el mal y solo preanuncia la continuidad del genocidio yemení.
El CTS libró fuertes combates con las tropas pro sauditas en la provincia de Shabwah, al este del país, al mismo tiempo, que reunía a líderes tribales en Hadramout, la provincia más extensa del país y fronteriza con Mahra, tratado de incorporarlos a sus filas. Mientras, efectivos hutíes utilizaron drones y misiles contra Adén, matando a unos cincuenta hombres de las fuerzas separatistas, entre ellos Abu Yamamah (Munir Mahmoud al-Yafi) unos de los más antiguos y conocidos comandantes de las fuerzas del sur. Algunas versiones responsabilizaron de esta última acción al integrista Islah (Congregación Yemení por la Reforma), el principal partido político de la oposición vinculado con la Hermandad Musulmana.
Una guerra entre el norte y el sur
El paradigma de la guerra en Yemen está virado de la confrontación entre las fuerzas Houthis que resisten a la coalición Arabia Saudita y sus aliados locales a una guerra real, que está comenzando entre el norte y el sur del país. Según algunas fuentes locales, los renovados bríos con que actúan los separatistas del sur, estarían vinculados a intereses de los Emiratos Árabes, que identifica prioridades diferentes a los de sus socios sauditas. Para los emiratíes es clave aniquilar la influencia cada vez más importante de los Hermanos Musulmanes, junto a varios batallones de al-Qaeda para la península islámica y el Daesh que, según han detectado diferentes comandantes de las fuerzas emiratíes, tienen cada vez más presencia en el conflicto y su influencia tarde o temprano podría llegar a los Emiratos. Mientras que los sauditas consideran como fundamental exterminar la resistencia houthi, a quienes consideran aliados de Teherán.
Desde siempre se ha sabido que entre Mansour Hadi y los EAU, existe una fuerte tensión, y que Abu Dhabi, si bien acompañó a los sauditas desde la hora cero en su guerra en Yemen, nunca estuvo de acuerdo con mantener a Hadi en el poder, ahora el depuesto presidente yemení, ha responsabilizado públicamente a los EAU de respaldar a los separatistas, acusación que los emiratíes rechazaron; a pesar de esa negativa surgieron fricciones entre Riad y Abu Dhabi, por lo que, a mediados de agosto, el príncipe heredero de Abu Dabi, Mohammed ben Zayed, se reunió con el rey Salman bin Abdelaziz y el príncipe heredero Mohammed bin Salman en La Meca, para salvar la coalición.
El sur tiene una largar tradición separatista, recordemos que entre 1967 y 1990 en el marco de la guerra fría, el país estuvo dividido entre Yemen del norte pro occidental y Yemen del sur, que se convirtió en el primer estado marxista del mundo árabe. En 1994, estalló un nuevo intentó separatista que desde entonces se mantuvo larvado. En 2018, se produjeron algunas protestas en el sur contra el gobierno de Hadi; pero este nuevo estallido se inició el 7 de agosto pasado, durante un cortejo fúnebre por los soldados del sur muertos tras un bombardeo houthi unos días antes. Al pasar por el palacio presidencial la guardia reprimió violentamente a los manifestantes que coreaban consignas anti Hadi, lo que dio inició a este nuevo desborde segregacionista. Lo que obligó a la fuerza aérea saudita a bombardear a quienes unas pocas horas antes contaban como aliados.
En Muscat, la capital de Omán, se ha conocido la aparición de otro grupo yemení, el Movimiento Revolucionario para el Sur también separatista pero enfrentado al STC, por su cercanía a los EAU, que temen que esa región del país se convierta en un nuevo teatro de operaciones donde se jueguen los intereses de las naciones del Golfo y no de Yemen.
A más de cuatro años del inicio de la guerra, la paz sigue siendo mucho más remota, que la posibilidad de una nueva guerra que se extiende como metástasis en un cuerpo cada vez más enfermo.
-Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC
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