Biden Vs Sanders
- Análisis
El 3 de noviembre se elige al hombre más poderoso del mundo. Uno podría esperar que el mandatario que administra a la mayoría de las armas nucleares, espaciales y químico-bacteriológicas del planeta, así como del único que puede mandar tropas a invadir decenas de naciones en todo el globo y cuya moneda y economía es la que domina la humanidad, es alguien quien debería ser electo por los alrededor de 5 mil millones de adultos que somos en el orbe.
Sin embargo, dicho gobernante solo es electo por menos del 3% de dicha masa. En las elecciones pasadas, de noviembre 2016, el ganador fue Donald Trump quien apenas obtuvo 62, 984,828 votos, casi 3 millones menos que los 65, 853,514 que logró su rival Hillary Clinton. Dicha cantidad de sufragios no solamente ex exigua en relación a la población mundial, sino incluso de los propios EEUU. Entonces el ausentismo oficial fue de más del 44%, aunque en realidad es mayor pues hay al menos una docena de millones de personas que residen en dicha potencia y que carecen de todos los derechos o de ciudadanía.
Los dos presidentes de este siglo del Partido Republicano debutaron en la Casa Blanca tras haber perdido en las urnas ante sus contrincantes demócratas. Esto pasó con George W Bush en el 2000 y se volvió a repetir con Trump 16 años después.
A diferencia del resto de repúblicas americanas donde el presidente se elige en una sola vuelta (como pasa en México) o aceptando el mecanismo de las dos rondas (como en la mayoría de la región), en EEUU el mandatario es nominado indirectamente mediante un colegio electoral. La gente vota por los delegados de su respectivo Estado para dicho organismo, todos los cuales de manera homogénea son adjudicados al vencedor. Así, pese a que los republicanos perdieron ante los demócratas en el 2000 y 2016, al final terminaron imponiéndose gracias a la avalancha de colegiados de Estados menores y la inclinación de pocos Estados vacilantes (como Ohio o La Florida), los cuales se han convertido en los verdaderos electores reales.
No importa que los dos Estados más poblados y poderosos (como California o Nueva York) voten usualmente contra la derecha dura, esta última puede imponerse porque el número de delegados al colegio electoral es proporcionalmente muy inferior en relación a Estados chicos y tradicionalmente conservadores.
De esta manera, el hombre que va a regir la economía y política globales termina siendo electo sin que en dicho proceso puede participar para nada el 97% del electorado mundial y sin que importe tanto la gran mayoría de los alrededor de 130 millones de votantes norteamericanos, pues la clave está en pocos Estados oscilantes.
A eso hay que sumarle el hecho que en EEUU uno cualquiera no puede llegar a la presidencia o al congreso. Para lograr eso se requiere de cientos o miles de millones de dólares que solamente pueden proporcionar las grandes corporaciones privadas y el aparato de uno de los dos partidos que siempre se alternan en el poder: republicanos y demócratas.
Trump
Una de las peculiaridades del sistema estadounidense son las elecciones internas para designar a los presidenciales de ambos partidos, proceso en el cual pueden participar hasta más de 60 millones de personas y que tiene un calendario en el cual gradualmente una serie de Estados nominan a sus delegados, muchas veces con sus propias reglas particulares. A medida que avanza la competencia una serie de precandidatos menos favorecidos se va retirando para negociar sus votos.
El partido que atrae más votantes es el demócrata. En las primarias del 2016 éstas terminan definiéndose entre Hillary Clinton, quien sumó 16,9 millones de votos (55%), frente a Bernie Sanders con sus 13,2 millones de (43%).
Entonces Sanders se convirtió en el primer precandidato presidencial de masas que se reclame “socialista”. Nunca antes una persona que se auto-proclame como izquierdista había llegado tan lejos. Sin embargo, Sanders no pudo lograr la nominación partidaria pues todo el establishment se unió en torno a la que había sido 8 años la primera dama del ex presidente Bill Clinton y también la Secretaria de Estado del entonces presidente Barack Obama.
Mientras que el candidato anti-sistema fue derrotado dentro del partido demócrata, el que propugnaba rechazar al establishment tradicional (aunque desde la derecha) sorpresivamente ganó la nominación republicana. Con apenas 14 millones y el 45% de los votos, Trump derrotó a los políticos históricos de su partido.
Trump es un multimillonario que no había tenido ninguna experiencia como congresista, ministro o jefe militar. Además, era un conocido presentador televisivo advenedizo a la política y recientemente afiliado al republicanismo. Su fuerza estuvo en que él empalmó con un sector muy significativo dentro de las capas laborales varoniles y blancas. Su discurso se centraba en lograr que “América sea grande otra vez” lo que implicaba eliminar el libre comercio y la globalización de Obama y dar paso a altos controles de importaciones así como de restricciones de inmigración. A los trabajadores de empresas y fábricas afectadas por la competencia china y extranjera les ofrecía altos aranceles y proteccionismo económico. Además propuso reactivar la economía dando estímulo a las grandes corporaciones a las cuales se les recortan impuestos.
Dicho programa patriota va de la mano con una agenda socialmente conservadora hostil a los derechos al aborto y al matrimonio gay y favorable a la privatización extendida del uso de armas. En política exterior Trump prometió menos guerras y menos rivalidad con Rusia, lo que le diferenciaba del curso de mayor guerra fría de los demócratas contra Moscú.
A pesar que Trump se convirtió en el primer presidente de la historia universal en haber llegado a la Casa Blanca con casi 3 millones de votos menos que el de su competencia, él logró llegar al gobierno gracias al apoyo de los Estados tradicionalmente más reacios al liberalismo político y económico.
Hoy, si bien Trump es impopular a escala global, él mantiene un significativo número de simpatizantes en casa quienes creen que él ha logrado relanzar la economía y que les gusta su forma tan “macho” y “franca” de hacer política.
Tras la derrota del impeachment propuesto por la mayoría demócrata de la cámara de los representantes, Trump se perfila para aprovecharse de ello para revitalizarse buscando convertirse en el primer presidente que ha sufrido tal proceso en buscar ser re-electo. Él ha logrado evitar que cualquier republicano le haga la sombra y viene ganando las internas de su partido sin mayor oposición y casi por aclamación.
Biden Vs Sanders
Mientras Trump prácticamente ya tiene asegurado su lugar como el candidato oficial republicano, los demócratas han venido reduciendo sus opciones a solo dos cartas: Joe Biden y Bernie Sanders. Esto implicaría que si cualquiera de esos dos o Trump triunfan en las elecciones, quien regirá la Casa Blanca sería un blanco nacido en la década de los cuarenta.
Pese a que esos 3 aspirantes son septuagenarios, entre ellos hay grandes diferencias. Joe Biden fue el anterior vicepresidente de Barack Obama en 2009-17 y es el candidato que representa su política. El endose del primer ocupante negro de la Casa Blanca hace que Biden vaya conquistando el voto de los africanos americanos y el apoyo de todo el aparato político, organizativo y mediático del establishment demócrata logró que Biden venciera el súper-martes 2 de marzo. En dicha fecha Biden ganó en las internas demócratas de 10 Estados, mientras que Sanders se impuso en 4, incluyendo California (el Estado más poblado). Hasta poco antes de ello, Sanders parecía imbatible, pero después de ello Biden se ha venido imponiendo apelando la unidad de todo el sector histórico de los demócratas.
Biden implica un regreso a las políticas de Clinton de fines del siglo XX y de Obama de hace un cuatrienio. A nivel de política exterior puede conllevar a que EEUU reanude sus alianzas con la Unión Europea y la OTAN adoptando una línea más hostil contra Vladimir Putin y reacia al Brexit, retorne al liberalismo globalizante y busque aplacar al chavismo y castrismo con una serie de acuerdos diplomáticos y comerciales.
En el caso de la política interna Biden va a buscar dar concesiones a los movimientos femeninos y de minorías étnicas y sexuales, así como extender el servicio médico gratuito que Trump restringe y el control de armas.
Si en 2016 Trump aparecía como el candidato más contestatario, ahora tal sitial lo tiene Sanders, quien de llegar a la presidencia lo haría cumpliendo los 80 años de edad y convirtiéndose en el primer judío y socialista en detentar tal cargo.
Sanders, quien es senador de Vermont desde el 2007, se define como un “socialista democrático” quien aplicará un modelo distinto al venezolano aunque ha elogiado al sistema de salud cubano en la anticastrista Florida. Él es popular dentro de los jóvenes y latinos proponiendo un modelo socialdemócrata inspirado en el Nuevo Trato de Roosevelt y el de Escandinavia.
Plantea la introducción por primera vez en EEUU de una salud y educación gratuitas, universales y de alta calidad, así como la extensión de seguro al desempleo y enfermedad y derechos de paternidad. Al promover mayores empleos y el elevamiento de los salarios y el poder adquisitivo de la población quiere ampliar el mercado interno y con ello favorecer a la producción. Demanda la abolición de las leyes que penalizan al aborto o al matrimonio gay y liberalizan el uso de armas.
Acusa a Trump de poner en peligro al planeta con sus guerras y “cambio climático” y exige una “revolución tecnológica verde” para crear empleos salvando al medio ambiente global. En política exterior defiende la creación de un Estado palestino pese a ser judío y promueve más dialogo y cooperación mientras se reduce el presupuesto militar.
Si Sanders lograse la nominación demócrata sería un fuerte rival contra Trump, a quien podría disputar sus bastiones laborales y abrir la posibilidad que la mega-potencia tenga su primera administración socialdemócrata. Sin embargo, por el momento Biden viene ganando las internas demócratas, pero su triunfo no está garantizado. Mientras que Trump va a querer enfrentarse a Biden acusándolo de volver al pasado, una polarización con Sanders sería extrema e histórica.
Isaac Bigio
Analista internacional
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