Perú: ¡es la hora de la unidad!
- Opinión
El convulso proceso peruano está llegando a extremos no previstos. Por encima, y más allá, de las maniobras golpistas de provocadores y aventureros, la situación exige del movimiento popular, de la izquierda política y de los trabajadores una conducta responsable que sólo tiene un camino: el de la unidad, capaz de enfrentar los retos de nuestro país y salvar al país derrotando a las mafias y recuperando la vida nacional.
Un gobierno eficiente y honrado, es lo único que reclama hoy la ciudadanía. Y ese debe ser el paso que tenemos al frente todos los que luchamos, en una u otra etapa de la vida peruana, por los intereses de nuestro pueblo.
A sólo 8 meses de los comicios presidenciales y parlamentarios que tendrán lugar en abril del próximo año, el escenario resulta preocupante no tanto por los chispazos que lanzan quienes están empeñados en patear el tablero para dar rienda suelta a afanes subalternos; sino por el cuadro general marcado por el desaliento, la dispersión y la ausencia de liderazgos calificados.
Que la derecha política y sus distintas vertientes no encuentren una alternativa que los una, no debiera sorprendernos. Ellos han hecho de la política un chantaje cotidiano y han buscado, finalmente, imponerse por la fuerza del dinero y del Poder mal habido.
Hoy transitan husmeando en procura de fortuna política. Juegan con propuestas deleznables, como Roque Benavides o Hernando de Soto y hasta Keiko Fujimori, pero no tienen más programa de gobierno que alentar la inversión extranjera y proteger los intereses del capital. No obstante, no se ponen de acuerdo, porque asoman devorados por la ambición y la codicia.
Hay también lo que comúnmente se llaman “fuerzas intermedias” que buscan un protagonismo propio, sin asumir compromisos de fondo. Se distancian de la derecha más reaccionaria, porque saben que huele a pescado descompuesto; pero no se acercan a la izquierda porque no se sienten capaces de dar el salto definitivo que la realidad exige.
Buscan “mejorar” la vida de los peruanos manteniendo, sin embargo, la Constitución de la Dictadura, que la envileció; y prometen “cambios” sin abandonar los clásicos límites del neoliberalismo bajo el espurio argumento que éste nos proporcio0na “estabilidad económica” y “solvencia financiera”.
Esas fuerzas, podrían marchar más en positivo si percibieran realmente la profundidad de la crisis nacional y tomaran el pulso a los peruanos que han vivido las iniquidades del “modelo económico” legado por el fujimorismo, y dócilmente aplicado por las administraciones que le sucedieron. Incluso la pandemia que agobia hoy a los peruanos, podría servirles de transparente lección.
La izquierda no tiene realmente compromiso con la “herencia” recibida. Puede, entonces, asumir la causa del Perú y ofrecer una alternativa viable capaz de interesar realmente a las grandes mayorías nacionales. Pero su prédica sólo podría hacerse tangible, si resulta capaz de concretar lo que el Perú les exige a gritos: la unidad.
Para que haya Unidad se requiere realmente poco. En primer lugar, una voluntad unitaria que se afirme en acciones. Y, en segundo lugar, un Programa básico que recoja las más elementales demandas ciudadanas.
La voluntad política presupone renunciamientos al individualismo y al caudillismo, a las deformaciones electorales y a las ambiciones personales y de grupo. La unidad exige renunciamiento incluso a expectativas legítimas si ellas obstruyen el camino del entendimiento entre fuerzas naturalmente confluyentes.
La Unidad tiene que forjarse sobre la base de las coincidencias, y no de las diferencias. Por eso el Programa que la sustente debe ser flexible y amplio. Sustentarse en los requerimientos básicos de la población: empleo pleno, atención sanitaria y educación solvente; respeto a la vida y a las libertades básicas de los trabajadores y de la población, integración e inclusión nacional y social y una política exterior independiente y soberana.
¿Qué hay varios candidatos en las filas de la izquierda? No está mal que surjan opciones diversas. Estaría mal, que ellas generen la división, porque debe exigirse la unidad. Sería malo que resten, o dividan; cuando se impone la suma y la multiplicación de voluntades y esfuerzos.
Es imperioso que los candidatos ya conocidos y los que asomen en la etapa que se inicia, convengan un acuerdo básico: elecciones primarias con votación universal, y aceptación de sus resultados. Quien gane esos comicios, deberá ser el candidato de la izquierda con el apoyo de todos. Así se concretará la unidad.
Y, es que, como lo dijera recientemente el Centro de Estudios “Democracia, Independencia y Soberanía” (CEDIS) lo fundamental, es la Unidad. Y el Programa que la norme. No el candidato, que puede ser, finalmente, uno u otro.
Las ubicaciones personales, los intereses individuales o la supremacía de un grupo u otro, serán aspectos subalternos ante el objetivo principal.
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