Son y razón de Cuba

En medio de privaciones, austeridad y racionamientos, Cuba garantiza para todos Educación, Salud y Seguridad Social.

04/01/2021
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Foto: Luis Britto García
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Cuba revolucionaria

 

A mediados del siglo XX se sostenía que en la América Latina de patio trasero las rebeliones eran imposibles o efímeras. Parecíamos una equivocación de la Historia: repúblicas banana, con políticos y braceros baratos, destinadas a ser noticia sólo cuando Estados Unidos intervenía para imponer al dictador de turno o frustrar la esperanza del momento.   Latinoamericanidad y caribeñidad parecían por momentos enfermedades vergonzosas, que a falta de cura se debía disimular con paños calientes o reformas. En esta perspectiva Cuba replantea el tema de la Revolución. 

 

Ideología revolucionaria

 

Lo dijo Lenin con diafanidad: No hay Revolución sin partido revolucionario, no hay partido revolucionario sin ideología revolucionaria. En La Historia me absolverá plantea Fidel problemas que sólo admiten soluciones radicales. El desembarco del Granma y la defensa de Playa Girón son momentos de definición y no de acomodo. Si el Imperialismo viene con violencia, el pueblo tiene derecho legítimo a la fuerza revolucionaria.  La lucha es de clases, de campesinos contra terratenientes, de explotados contra explotadores, de semicolonizados contra Imperio. Vencer es expropiar los medios de producción fundamentales y desarticular o poner en fuga a la clase dominante. Toda vacilación tiene su costo. Como decía Saint Just­­: Quien hace una revolución a medias, cava su tumba. 

 

Ejército revolucionario

 

No hay revolución sin ejército revolucionario. La cubana no depende de la benevolencia o tolerancia de fuerzas armadas conservadoras. Forja una nueva milicia enteramente radical en lucha contra una dictadura. El absoluto descrédito de Batista quizá contribuyó a que la contienda no fuera tan prolongada ni sangrienta como la de Colombia, Nicaragua, Guatemala, El Salvador o Perú. El ejército revolucionario terminó de forjarse en Playa Girón, la Crisis de los Cohetes y la lucha en el Escambray. Pero no es un ejército de poco más de 40.000 efectivos con pertrechos anticuados lo que ha disuadido de intervenir a la primera potencia militar del planeta. Es la extensión de esa milicia en más de un millón de reservistas, incontables Comités de Defensa de la Revolución y redes de resistencia lo que hace imposible asaltar Cuba sin aniquilar su pueblo en armas.  

 

 Ética revolucionaria

 

No hay sociedad nueva sin Hombre Nuevo. Más que proponerlo, el Che lo ejemplificó. Fue el primero en rechazar privilegios y hacer trabajo voluntario. Cuba revolucionaria prohibió los casinos. En el socialismo, cada quien aporta según su capacidad y recibe según su trabajo. A pesar de este principio, en más de medio siglo se han filtrado privilegios y desviaciones; no parecen ostentosos ni obscenos, y se trata de corregirlos. Cito casos que conozco. A la hija de dos próceres de la Revolución le faltaba medio punto para ser admitida en la prestigiosa Secundaria Lenin: ni fue admitida, ni sus padres movieron un dedo para lograrlo. Un funcionario manejó indebidas influencias para instalarle baños de lujo a su residencia: fue enjuiciado y encarcelado. Un general se implicó en narcotráfico: fue condenado a pena capital. Erradicar toda transgresión es imposible: sancionar de manera frecuente y ejemplar es indispensable, y hasta donde sé, se hace.

 

Cultura revolucionaria

 

No hay revolución sin cultura revolucionaria. Toda rebelión es anticipada, modelada y defendida por una vanguardia cultural. La de Cuba reivindica la identidad con el rescate de las melodías tradicionales y la creación de formas musicales inéditas como la Nueva Trova; con obras maestras en el cine, en el afiche y sobre todo en la literatura, que atrajeron el interés europeo sobre América Latina y facilitaron la maniobra editorial del Boom. Cuba fue quizá el resorte que disparó el auge de las contraculturas en Estados Unidos y por rebote en el mundo. Hippies y yippies adoptaron melenas,  barbas y utopías de guerrilleros; los discriminados negros lucieron agresivos afros y la juventud intentó tomar el cielo por asalto desde Los Ángeles a París.  La Revolución crea institutos culturales y multiplica ediciones y festivales. Por momentos funcionarios sin brillo intentaron opacar una cultura deslumbrante. La opacidad terminó disolviéndose en su propia nada. Algunos desertaron de Cuba: Cuba no desertó de sí misma, y perdura. Hoy los jóvenes cubanos trazan una narrativa mordaz, vitriólica, sin límites, los documentalistas son invariablemente críticos, y confío en que el mismo aire de libertad se respire en todos los ámbitos de la cultura. 
 

Praxis revolucionaria

 

En medio de privaciones, austeridad y racionamientos, Cuba garantiza para todos Educación, Salud y Seguridad Social. El analfabetismo en Cuba es cero, mientras que  su bloqueador Estados Unidos cuenta 16 millones de iletrados (BBC);  la esperanza cubana de vida es de 79,6 años, mayor que la de 79,2 en Estados Unidos (PNUD); el índice de mortalidad infantil es de 4,0, menor que el de 5,6 en Estados Unidos (Index Mundi); el último índice de Gini disponible de 0,22 revela a Cuba como uno de los países con menor desigualdad del mundo; el de 40,5 descubre a Estados Unidos como el segundo país más desigual del planeta (Cepal.org).

 

Internacionalismo revolucionario

 

Toda revolución se afirma en un plano nacional para postular principios universales. El ejemplo cubano inspiró democracias radicales en República Dominicana, Panamá, Chile y Granada, y luchas armadas en Venezuela, Perú, Uruguay, Argentina, Bolivia, Nicaragua, Guatemala, República Dominicana, El Salvador, Honduras. La extensión y duración de tales movimientos demostró que tenían su propia dinámica y razón propia de existir. La solidaridad con Venezuela costó a Cuba la expulsión de la OEA; Venezuela terminaría abandonando por propia voluntad ese ministerio de colonias. La cooperación médica de la isla caribeña con otros países es ejemplar: en Venezuela hizo posible la Misión Barrio Adentro.  La insularidad cubana facilitó el bloqueo del Imperio pero también definió campos. Hizo imposible la cotidiana infiltración de contras que demolía Nicaragua o la de paramilitares que progresivamente ocupa Venezuela. Cuba tuvo un importante aunque no perfecto apoyo del bloque socialista; aprovechó los resquicios de la bipolaridad para sobrevivir y elaboró su propia autonomía, que demostró sobradamente durante las décadas negras de la unipolaridad. Mientras tanto, fue motor fundamental del movimiento Tricontinental y vencedora del racismo en Sudáfrica. Hoy ejerce la solidaridad con Venezuela, con los países del ALBA, con Unasur, con la Celac, con el Movimiento de los No Alineados, con el Tercer Mundo, con la Humanidad.  Repito palabras mías que Hugo Chávez me hizo el honor de citar en la IX Comisión Mixta Cuba-Venezuela de cooperación bilateral enmarcada en la Alternativa Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA),  en el sentido de que el ejemplo de Cuba “no hay forma de calcularlo, es una revolución que fue capaz de crearse a sí misma y mantenerse como una llama encendida en el horizonte oscuro”. La debacle del capitalismo que durante más de medio siglo se estrelló contra Cuba disipa tinieblas. Si Cuba es posible, otro mundo es inevitable.

 

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