Capriles: El resentimiento de la debilidad
17/04/2013
- Opinión
Con ocasión del proceso electoral presidencial que vivió Venezuela en el 2012, la agudeza política del presidente Hugo Chávez bautizó al ex-candidato de la masonería sionista, como “majunche”. La cría más débil de una parición de zorros. Pero no por débil la menos astuta. La cría enfermiza, pero no por esto la menos peligrosa.
Viendo los acontecimientos de los últimos días, cuánta precisión hubo en el juicio del Comandante Chávez. Capriles no es sino un ser típicamente enfermizo, de aquellos que no pueden sanar, menos aún sanarse a sí mismo. Un “decadente”, que acepta lo que le imponen, a sabiendas que lo perjudica.
Cuando Chávez lo desmerecía como contrincante político, aludía a quien, como dijera Nietzche, no está “tallado en madera a la vez, dura, suave yolorosa”; “a quien no le hace bien a sus sentidos, a quien le es ajena la desgracia y la culpa”. A quien resulta sabio en el arte de predisponer a los demás en contra de cualquier valor que se sitúe por encima de su mezquindad y egoísmo. A quien honra con creces a los judíos de la sinagoga de Satanás.
Chávez se refería con lo de “majunche” a quien carecía de una naturaleza fuerte como para poder ser su adversario. A quien apenas le reconocía el pathosde la agresividad nutrida en los instintos de venganza y de rencor que forman parte de su debilidad.
Es esta debilidad la que ha reblandecido su tino político frente al triunfo de Nicolás Maduro. La que lo hace incapaz de distinguir entre los intereses de la Patria que hay que defender y los intereses de los dueños del imperio del mercado, del consumismo y de la violencia que quiere imponer en Venezuela el sionismo imperialista. Su debilidad lo hace al propio tiempo un enfermo de resentimiento.
No debería llamarnos a sorpresa. Pues, quienes digitan a los “lideres”, candidatos y presidentes en la mayoría de nuestros países lo hacen de entre los débiles y resentidos. Los hombres y mujeres que dirigen la construcción de la Patria Grande no están entre los que adolecen de coraje frente al Imperio e incluso frente a la muerte. No son hijos de la siniestra oscuridad de los iluministas, rosacruces y masones del “nuevo orden mundial”.
El enojo, la susceptibilidad enfermiza, la impotencia para reconocerse dignos, identifica a quienes hoy quieren vengarse de su propia debilidad, ocultándose en el crimen alevoso contra gente indefensa, en el placer del odio, en la forma más ruin de reaccionar frente a una derrota electoral. El pueblo no le aseguró triunfo alguno a Capriles. ¿Por qué entonces su reclamo? Tiene los votos que identifica a quienes se han hecho cuerpo e instinto de su debilidad y resentimiento. Tiene los votos de un líder impuesto por el imperialismo, a la medida de David.
Ajena a todo afecto de amistad, los resentidos, para cuya cura no existe remedio alguno, han hecho de los médicos cubanos el blanco de sus debilidades. Cuba ha sido y sigue siendo el único país que a la enemistad diseminada por el poder norteamericano entre nuestros pueblos y en el mundo, ha opuesto la amistad, frente al odio el amor, frente a la muerte la vida, frente a la enfermedad la salud.
La resistencia del pueblo venezolano es hoy contra los instintos de venganza, de rencor, de resentimiento. Es la resistencia frente a quienes se sienten decadentes y débiles; frente a quienes no aceptan el avance victorioso de un pueblo joven, sano, vigoroso.
Nada anima a este pueblo a ser belicoso. Atacar forma parte de los instintos que identifica a los resentidos. A los agresores externos e internos que fundan en el terror el ejercicio de la política. No sólo en el terror físico de los asesinatos, los atentados, la quema de locales, la persecución, la violencia, sino también el terror mediático de una prensa mezquina y torpe nacional e internacional. En las dos formas de terror de lo que se trata es de atacar: atacar las causas justas del pueblo venezolano apoyándose en los aliados de siempre (la OEA, los gobiernos serviles); atacar a su Presidente vendiendo la idea de una situación de peligro general para “la” democracia; atacar la memoria de su líder pretendiendo hacer creer que se trata de una dictadura.
Sembrar el terror atacando ha sido su práctica de siempre. Lo hicieron ayer en Guatemala, después en Cuba, en Chile, en Perú, en Grenada, en Panamá, en Nicaragua, en El Salvador, en Honduras. Lo intentaron en Bolivia, en Ecuador y hoy están buscando los adversarios propicios en Venezuela. No los encontrarán porque aquí la Patria Nueva se construye sobre la base de la armonía, la paz, la igualdad, el bienestar de quienes hasta ayer no sabían lo que era salud, educación, trabajo, vivienda, soberanía, dignidad.
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