El presidio político en Estados Unidos (I)
01/10/2013
- Opinión
Las injustas y crueles condenas a los cinco héroes cubanos, cuatro de los cuales aún permanecen en las prisiones de Estados Unidos, constituyen el motor impulsor de estas denuncias. Considero que contribuir modestamente a que el mundo conozca los horrores del presidio político estadounidense es el mejor homenaje que puedo rendirles.
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Introducción
El encarcelamiento por razones políticas ha sido la norma no la excepción a través de la historia de Estados Unidos. Sin ir demasiado lejos en el tiempo, recordaré que a partir de 1955, cuando el movimiento afro-norteamericano por los derechos civiles con el “Montgomery Bus Boycott” se convirtió en movimiento de masas, Rosa Parks fue encarcelada por violar las leyes segregacionistas de Alabama y, a partir de esa fecha, comenzó una nueva etapa de represión en la larga lucha de los negros norteamericanos por ocupar el lugar que les corresponde en la sociedad.
Hacia 1960, cientos de estudiantes negros fueron arrestados por su participación en “sit-ins” y en otras protestas masivas. El Dr. King y otros líderes del movimiento por los Derechos Civiles fueron golpeados y arrestados con frecuencia, numerosas iglesias en los barrios negros quemadas, miles de activistas despedidos de sus trabajos sin compensación alguna y muchos asesinados.
La violenta represión condujo al surgimiento de la auto-defensa armada y, posteriormente, de organizaciones revolucionarias. En la segunda mitad de la década del 70 la ola represiva adquirió mayor violencia y fueron asesinados Malcolm X, el Dr. Martin Luther King Jr., Fred Hampton, Mark Clark y muchos otros. Cientos de militantes y colaboradores del “Black Panther Party” y de “Republic of New Africa” fueron condenados a prisión.
En esa década del 70 estallaron rebeliones en numerosas prisiones de todo el país, la más notable fue la de septiembre de 1975 en Attica. George L. Jackson, asesinado por los guardias varias semanas antes de los sucesos se convirtió en bandera de los prisioneros afro-norteamericanos.
Actualmente, hay más afro-norteamericanos en prisión que nunca antes. Su tasa de encarcelamiento ha crecido exponencialmente desde la Rebelión de Attica. De acuerdo con el Departamento de Justicia (2009) “Aproximadamente el 12-13 % de la población de Estados Unidos es afro-americana, pero conforma el 40.1 % de los 2.1 millones de reclusos en cárceles y prisiones.” Se ha señalado que la tasa actual de encarcelamiento de afro-norteamericanos es tres veces mayor que la que tuvo Sudáfrica en el apogeo del Apartheid.
Pero no son los afro-norteamericanos los únicos que han sido reprimidos y encarcelados sólo por ser diferentes o para mantenerlos sometidos al sistema. El presidio político de Estados Unidos se nutre también de indios, chicanos y otras minorías que luchan igualmente por sus derechos civiles; objetantes de conciencia que se han negado a participar como soldados en las guerras imperiales; inmigrantes indocumentados cuyo único delito ha sido cruzar hacia la tierra que le fue robada a sus antepasados, en busca de trabajo digno para sostener a sus familias; obreros sindicalistas; militantes de izquierda; puertorriqueños que sueñan con la independencia de su patria; miembros del movimiento “Occupay” que luchan contra la corrupción, el desempleo y las crecientes desigualdades sociales y económicas; etc.; a los que hay que añadir los secuestrados y torturados en violación flagrante de acuerdos internacionales y de las propias leyes de Estados Unidos, en Abu Ghraib, Guantánamo, Bagram, y en toda una red de cárceles secretas dispersas por el mundo.
Al sistema penal de Estados Unidos se le ha llamado “Prison-Industrial Complex” (PIC) debido a la creciente privatización de las instituciones y servicios penitenciarios y a las ganancias billonarias de las corporaciones involucradas en el pingüe negocio de privar de libertad a las personas. Un ejemplo es la “Arizona’s Kitchell Construction” que ha recibido contratos para la edificación de más de 70 instalaciones carcelarias. Los dueños de las cárceles privadas lucran a costa de los presos que se les asigna. Mientras mayor es el número de presos mayores son las ganancias.
En Estados Unidos el encarcelamiento se ha convertido en un sistema clasista de control social. Una ideología racista del castigo suplantó a la antigua política de rehabilitación. Una gran parte de los presos no lo están por haber cometido crímenes sino por no cumplir con leyes promulgadas para perpetuar el control sobre los sectores de la población que ocupan los peldaños inferiores en la escala social. Esta criminalización de los pobres y de las minorías convierte en prisioneros políticos a cientos de miles de los que componen la población penal de Estados Unidos, la mayor del mundo.
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