<I>The Monument Men</I>: Saqueo y colonialismo cultural

13/05/2014
  • Español
  • English
  • Français
  • Deutsch
  • Português
  • Opinión
-A +A

 

Hace poco fue estrenada la cuarta película dirigida por George Clooney y su segundo trabajo como guionista junto al también actor Grant Heslov. Operación Monumento, como se conoce la cinta en español, está basada en el libro homónimo escrito por Robert M. Edsel, en el que se revive la misión de rescate que durante la segunda guerra mundial tenía como objetivo recuperar las obras de arte robadas por el ejército alemán. Entre los actores se encuentran Matt Damon, Bill Murray y Cate Blanchet. En general podemos decir que el filme entretiene, no es una obra maestra y posiblemente la historia podía haber sido mejor contada. Ya la crítica se ha encargado de descargar su pesado juicio sobre el trabajo de Clooney. Pero a nosotros nos interesa caracterizar acá el tema de fondo, un discurso que encubre la larga historia del saqueo occidental y el eurocentrismo recalcitrante como tribuna cultural.
La historia transcurre a finales de la guerra, cuando el ejército nazi se encuentra en franca retirada. Un equipo de expertos en arte tienen la misión de buscar las piezas robadas por los alemanes, que originalmente era llevado a Austria donde formaría parte del museo más grande del mundo, una colección personal seleccionada por el propio Adolf Hitler, Führermuseum. Pero la inminente derrota de los alemanes hace que la situación se vuelva más crítica, ya que El Führer ordena que todo el arte sea destruido si muere.
 
Según Clooney la película no pretende exaltar el patriotismo sino honrar a estos personajes que hicieron una labor fundamental para la humanidad, “salvar el arte universal de ser destruido por el fascismo”. Lo que pasa por ser una narración sobre los peligros de la guerra, sobre la amenaza al arte como un riesgo de que se pierda la historia y la identidad europea, termina siendo una vulgar exaltación de la cultura occidental como único valor universal de la humanidad. Resulta curioso cómo un momento más de la relación histórica entre guerra y saqueo cultural en occidente, es descrita desde la pretensión de que la cultura occidental es la única valiosa.
 
El personaje histórico y protagonista del film Stout (Clooney), restaurador de arte, es el que se encargado de expresar a Roosevelt la preocupación de que la guerra termine destruyendo los íconos artísticos de Europa. De esa manera, surge la propuesta de que una comisión de expertos en el área viaje a Europa para impedir que las tropas aliadas bombardeen lugares históricos, mientras a la vez se encargan de rescatar las pinturas y esculturas robadas por Hitler. A lo largo de las casi dos horas que dura la película, Stout irá justificando la misión, sobre la base de que Occidente no puede permitir que su historia sea destruida, que su arte sea robado por los alemanes, ya que estos quieren eliminar la identidad de esos pueblos, que el totalitarismo se mueve en este afán de desaparición cultural del otro. Desde esa perspectiva es necesario que se arriesguen vidas para evitar que lo peor suceda.
 
Lo que olvida en su momento Stout, así como los realizadores tanto del libro como del film, es que Hitler no es una personalidad ajena a la historia de occidente, el nazismo no está fuera de la cultura occidental, ni es una anomalía. El fascismo italiano y el nazismo alemán son la máxima expresión del espíritu moderno europeo, representan el desarrollo a niveles insospechados del control por vía de la ciencia y la técnica, así como el gobierno de una racionalidad única que aspira a hegemonizar la historia. Finalmente, la pretensión de universalizar una cultura que es sólo una más en el abanico de las expresiones humanas.
 

Irak: destrucción de lugares históricos

 
 
La historia del saqueo cultural va de la mano de la historia militar occidental. La destrucción indiscriminada del patrimonio histórico de los pueblos, así como el robo de sus obras de artes y expresiones culturales en general, forma parte la política de guerra colonialista de Europa así como de Estados Unidos. Cada una de las guerras emprendidas por los Imperios occidentales, ha venido acompañada por la destrucción de los elementos identitarios centrales en aquellos pueblos que han padecido las invasiones. Por un lado, una sistemática y planificada eliminación de la historia de las naciones, supresión de textos, ritos religiosos, sustitución de costumbres. Por otro, saqueo masivo de todo aquel objeto que pueda ser valioso artísticamente, lo cual implica que pueda ser vendido o trasladado a los museos ubicados en las metrópolis.
 
Casi la totalidad de los museos occidentales son producto del saqueo cultural a otras naciones. En la historia reciente basta recordar cómo Napoleón Bonaparte desvalijó Egipto, dónde no sólo se llevó todo lo que pudo sino que llevó a cabo una actividad organizada, con una institución creada para esos fines, la comisión de Ciencias y Artes del Oriente. Seguro a Stout y Roosevelt en los 40's no se les ocurrió pensar que Hitler hacía lo que los franceses hicieron con el norte de África. Pero el Imperio Británico lleva varios siglos saqueando al mundo para alimentar el British Museum, que se funda sobre la base del despojo en lugares como Grecia, Nigeria y la vieja Constantinopla. Hoy en día estos museos europeos y norteamericanos siguen alimentando sus colecciones con piezas robadas en el contexto de conflictos bélicos. A tal punto llega el saqueo de arte a nivel mundial hoy en día, que la Interpol considera que es el segundo ingreso para el crimen organizado luego del narcotráfico.
 
En su dimensión colonialista, el saqueo cultural se suma al saqueo material. Los imperios europeos se lanzan a la conquista del atlántico, no como una actividad aventurera sino motivados por una necesidad histórica. Gevin Menzies ha demostrado que este viaje fuera de la Europa asediada viene guiado por el conocimiento de que hay unas nuevas rutas comerciales que conquistar, además de la presencia de un territorio antes de Asia. El colonialismo en esta etapa de la historia surge por la urgencia de expansión territorial europea, producto del asedio que el Imperio Otomano ha hecho sobre este continente, impidiendo que pueda desarrollar rutas comerciales por la vía terrestre. La que se lanza a la conquista del atlántico es una Europa subdesarrollada y periférica frente a los centros del comercio mundial.
 
La conquista del “nuevo territorio”, todavía no visto en su dimensión continental, se lleva a cabo por la vía militar. La guerra y el genocidio bañan de sangre las ancestrales tierras indígenas. Culturas milenarias fueron destruidas completamente, otras dominadas y reducidas a la condición de servidumbre. Posteriormente, se consolida una política de extracción de materias primas, el saqueo material del “nuevo mundo”, el oro y la plata son explotados si ninguna contemplación o límite. Nada más en los primeros 150 años se saquearon 185.000 kg de Oro y 16 millones de kg de Plata. Esa acumulación de riquezas, sumada a la apertura de nuevas rutas comerciales le permitió a Europa salir de su encierro forzoso. Es la conquista de América la que permite el surgimiento del capitalismo producto de los acelerados niveles de acumulación.
 
 Pero el colonialismo y el saqueo no fueron sólo en la dimensión material sino también en el ámbito cultural. La invasión europea vino acompañada de la destrucción de las culturas originarias del continente. En algunas excepciones importantes se evitó la destrucción de objetos y templos. La dominación material se consolida como dominación cultural. Es necesario para garantizar el control político de una población invadida, no sólo tener fuerza militar sino dominio de su propia subjetividad. Para lograr esto es necesario eliminar o manipular la historia, minar los fundamentos de la identidad, desplazar las creencias, el lenguaje y los hábitos. Pero el saqueo cultural se consolidó en la extracción de todos aquellos objetos que pudieran tener un valor artístico, muchos de ellos hoy integran los depósitos de los museos norteamericanos y europeos.
 
Muchos creen que el colonialismo culminó con las guerras de independencia que se dieron en nuestro continente a comienzos del siglo XIX. Tal como sostiene Lenin, la política colonial se reactiva con la fase imperialista del capitalismo a comienzos del siglo XX. Mientras que a lo largo del siglo XIX los imperios europeos empezaron a considerar que la relación comercial con naciones libres podría ser mucho más beneficiosa que una sangrienta guerra, el desarrollo del capitalismo hace retroceder esta pretensión. La alta concentración de capital en las metrópolis, de mano de los nuevos monopolios, conlleva a la necesidad de conquistar nuevos territorios con el objetivo de exportar capital financiero. Esta nueva relación colonialista del imperialismo significó la creación de nuevas relaciones de dependencia. Pero también ha tenido su expresión en la continuidad del saqueo cultural, por medio de la guerra y de la conformación de mafias que aprovechan situaciones de crisis para robar arte, tal es el caso actual de Egipto.
 
Numerosas organizaciones activaron sus alarmas cuando la guerra de Irak produjo la destrucción de muchos lugares históricos, así como los múltiples robos en el Museo Nacional de Irak. Hay que recordar que Irak se encuentra ubicado en donde se desarrolló la maravillosa Mesopotamia, albergando mucha de su herencia cultural. Sucedió lo mismo en Afganistán, donde la guerra sirvió de pretexto para activar saqueadores de arte. Ninguna de estas situaciones fue preocupante para el gobierno norteamericano ni para los políticos de peso en ese país. Sólo la Unesco intentó hacer algo al respecto. Se nota la diferencia con la misión recreada en Operación Monumento.
 
En América Latina no continúa el colonialismo tradicional pero permanece la colonialidad como dominación cultural y epistémica. El imperialismo con sus instrumentos ideológicos permea en la cultura de los pueblos, hace todo lo posible por impedir la formación de una identidad autónoma al poder cultural hegemónico. De igual manera, siguen funcionando las redes de comercio ilegal de arte, acompañadas de la penetración de expertos que son los que estudian los espacios arqueológicos. Basta recordar el caso de la piedra Kueka, robada al pueblo Pemón en La Gran Sabana, por un artista plástico con el permiso del gobierno de Rafael Caldera, aún espera por ser devuelta al país ¿Con qué derecho cree un artista alemán que puede venir a llevarse piedras de Venezuela? Una nueva forma de saqueo es el de las farmacéuticas, que se encargan de privatizar los saberes ancestrales indígena por medio de la creación de patentes.
 
Estados Unidos es heredero del occidentalismo europeo. Esta herencia se expresa plenamente en The Monument Men, donde como dijimos, se universaliza el arte occidental, especialmente europeo, se le da un valor único dentro de la historia mundial del arte. Es el único arte con valor universal entre los aportes de la humanidad. Hacia el final de la película, el rescate se plantea como una defensa universal del arte frente a los peligros del comunismo y el nazismo. Resulta un descaro total la valoración que se hace de la situación en la Segunda Guerra Mundial, cuando ese tipo de crímenes fueron cometidos antes por Europa y siguen siendo realizados contra los países árabes hoy en día, por los miembros de la OTAN. Pero nada de eso es valioso para occidente y su visión excluyente de la cultura.
 
Finalmente, si los miembros del grupo de rescate estuvieran realmente preocupados por el valor universal del arte debieron plantear la devolución de las obras a sus lugares de origen. Al contrario, se planteó el retorno a los museos y a las colecciones personales, muchas de las cuales se forman de manera inmoral. Hoy en día siguen apareciendo miles de obras que desaparecieron en la guerra, guardadas por alemanes o vendidas a colecciones privadas. Ojalá algún día la maquinaria de propaganda cinematográfica de importancia al saqueo y la destrucción cultural fuera de occidente.
 
 
https://www.alainet.org/pt/node/85531
Subscrever America Latina en Movimiento - RSS