Al final de la primera batalla

08/04/2003
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Me alegro que la guerra y ocupación de Irak esté en su recta final, ya son bastantes los muertos liberados. Nunca he tenido la tentación de querer que la resistencia iraquí se inmolara por completo sólo para que más miles de muertos me dieran la razón. Tras veinte mil bombas lanzadas como cortinas de fuego era sencillamente absurdo pensar que la batalla de Bagdad tuviera un desenlace distinto. De modo que su prolongación sólo podía traer más destrucción, más sufrimiento y más cadáveres inocentes. En realidad, las gentes del no a la guerra estamos cargadas de razón desde la primera bomba y el primer muerto. Este es un asunto que no se mide por el número de muertos –que ya son demasiados- y no puede ser valorado de ningún modo en función de quién es el ganador militar. Sabemos que la historia la escriben los vencedores; ellos son los dueños de la doctrina y de los grandes medios de propaganda y tratarán ahora de que los dudosos, los pusilánimes, se suban al tanque de las barras y estrellas. Para lograrlo, su mensaje insiste ya en que los invasores son libertadores al servicio de un objetivo altruista: acabar con una tiranía. Que esta ofensiva obscena basada en la mentira erosione en algún grado nuestra posición contraria a la guerra dependerá de la solidez de nuestros principios, de la interiorización de nuestras convicciones. En realidad la mentira y la intoxicación ha sido siempre arma preferida de la política exterior norteamericana. Bush hizo creer a la comunidad internacional que daba una oportunidad al Consejo de Seguridad, cuando lo cierto es que el 20 de enero había firmado ya la concesión de la reconstrucción de Irak a varias empresas estadounidenses y la guerra estaba decidida desde hace mucho tiempo como confiesa compungido el jefe de los Inspectores de la ONU, Hans Blix. George W. Bush y sus aliados han dicho en todo momento que actuaban para eliminar las armas de destrucción masiva de Sadam Husein, cuando lo cierto es que la guerra se pone en marcha precisamente porque no las tenía; de lo contrario, como en el caso de Corea del Norte, Washington se lo hubiera pensado más. Bush agita la bandera de la democratización de Irak y elige como dirigentes subordinados a un grupo de exilados tan corruptos y totalitarios como el propio Sadam. No se sabe que Estados Unidos haya hecho algo por democratizar Kuwait y Arabia Saudí, ¿por qué va a otorgar la soberanía el pueblo iraquí, cuando lo que desea es un régimen sumiso a sus intereses petroleros y geopolíticos? Sabemos que las verdaderas causas de esta guerra están en otra parte: el control estratégico del petróleo para el siglo XXI; la exhibición del poder desnudo tras el 11 de septiembre; el interés por modificar el mapa de Oriente próximo y medio de acuerdo con los intereses israelíes. Pero hay algo más: la Administración Bush, en manos de una extrema derecha que fusiona sus ambiciones económicas con el autoungimiento de una misión religiosa, persigue otro orden mundial bajo su mando. La guerra no ha hecho más que empezar como lo reconocen Bush y el inquietante Donald Rumsfeld. Pero, de momento, esta primera batalla de Irak traerá dos consecuencias que refutan netamente los supuestos pacificistas de Estados Unidos y sus aliados: el regreso a la carrera armamentística de Rusia y China y en particular el acopio de armas nucleares por decenas de países situados en el eje del mal, sabedores de que en la disuasión tendrán mayores oportunidades; la multiplicación de células y redes terroristas islámicas que querrán vengar la humillación del mundo árabe. Ahora bien, la pregunta es: ¿No será este justamente el escenario preferido por los extremistas norteamericanos? Tengo delante de mí un documento tenebroso: La Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos de América para el siglo XXI. Como una guía desveladora de secretos, la doctrina que imparte anuncia malos tiempos para el mundo: -Identifica el interés nacional como el núcleo central de su política exterior, lo que quiere decir dos cosas: todo el planeta es campo de juego de esos intereses; tales intereses se definen de manera unilateral y no son coincidentes con los de la comunidad internacional, pudiendo llegar a ser opuestos. -Entre los intereses nacionales clave se identifica un tipo de capitalismo que ve el mundo como un mapa de libre mercado y un banco de reservas naturales al que acceder para conservar el modo de vida americano. Naturalmente los intereses de las grandes corporaciones representan, mejor que otros, los intereses nacionales. -El pilar básico de esta política exterior de vocación imperial es la fuerza militar. Una fuerza que como el documento reconoce "no tiene paralelo" y debe desplegarse bajo la forma de bases militares por todo el planeta. -Los intereses nacionales que son la base doctrinal de la política exterior, tienen desde el 11 de septiembre un nuevo enemigo: el terrorismo de alcance global, cuyos contornos no limitados por un régimen o país concreto, exige actuar en todas partes durante un tiempo incierto y con medidas excepcionales como por ejemplo la guerra preventiva. -La guerra preventiva constituye la gran idea de la Estrategia de Seguridad Nacional. Permite a Estados Unidos, con o sin aliados, actuar siempre que lo considere necesario con el fin de evitar que "una amenaza llegue a nuestras fronteras". El documento reconoce que los Estados débiles pueden ser un enemigo poderoso ya que en ellos encuentra mayor refugio el terrorismo: Afganistán tuvo lo que merecía. -La guerra preventiva está fuera del derecho internacional, a menos que la amenaza sea inminente y comprobada. Estados Unidos se arroga la potestad de decidir cuando una amenaza es inminente. Esto significa que el derecho lo "legisla" y "lo interpreta" Estados Unidos. Es el gendarme del mundo quién dicta el derecho. Por el contrario, el derecho concertado, es un problema a evitar, cuando no una amenaza que pretende limitar la soberanía del Imperio. -La concatenación de los principios de la Estrategia de Seguridad Nacional deriva en un resultado final: el unilateralismo. La comunidad internacional y sus organismos multilaterales no pueden dictar los comportamientos norteamericanos. Las reglas las pone el nuevo soberanismo unilateral. Pero, de todo el documento, lo que revela mejor la tentación totalitaria del actual gobierno norteamericano es la afirmación reiterada de que su política exterior está fundada en una moral que debe hacerse universal. Una moral que es siendo la relevación de la verdad, expresa los designios de un pueblo elegido que debe imponer la "buena nueva" a escala global. Este enfoque redentorista propio de un fundamentalismo que fusiona la acción de gobernar con una misión religiosa es una bomba de relojería, un peligro real para la paz y estabilidad mundial. Neutralizada Irak como potencia petrolera, industrial y tecnológica, ¿cuál será la segunda batalla? Donald Rumsfeld, en un alarde de cinismo ha señalado a Siria como país destinatario de armas destructivas procedentes de Irak. Siria tiene un régimen perfectamente vulnerable. No es una amenaza real, pero es un grano para Israel. Por el contrario, Irán representa un enemigo más poderoso para el nuevo eje Irak-Kuwait- Arabia Saudí-Egipto-Israel, pero su capacidad militar le convierte en objetivo peligroso. Ciertamente no sabemos cúal será el siguiente movimiento norteamericano, pero una cosa es clara: en la implantación de un nuevo dispositivo militar en el Golfo, la estrategia de Estados Unidos es un juego solitario, autónomo, encaminado a defender intereses propios. Estos días, el pueblo iraquí paga un dramático precio por esa autonomía de la estrategia estadounidense. La guerra no ha hecho más que comenzar. El mundo es el campo de batalla.
https://www.alainet.org/de/node/107308?language=en
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