A los veinticinco años de la Revolución Sandinista
18/07/2004
- Opinión
El 19 de julio de 1979, luego de intensa lucha militar, los
Sandinistas, apoyados por personas en favor de la democracia en el
mundo entero, derrocaron a la dinastía de los Somoza, que había
ostentado el poder por más de 45 años. Esta lucha contó con la
participación plena de las fuerzas democráticas de Centroamérica y
se convirtió en punto de inflexión en las luchas de América Latina
por alcanzar la justicia social. Afortunadamente, el Presidente
Carter ocupaba la presidencia de los Estados Unidos y hacía gala de
su política exterior basada en los derechos humanos. Pese a que, de
manera equivocada, al principio intentó apoyar un gobierno de
transición, finalmente aceptó el hecho de que los Sandinistas
tenían la total confianza de su pueblo y estaban listos para
iniciar una nueva era en Nicaragua.
Desde el primer momento, los Sandinistas demostraron su convicción
en los derechos humanos y verdadera compasión. No el tipo de
"compasión Republicana" en los Estados Unidos, que envía numerosos
individuos a la pena capital y a miles de soldados a morir en el
Irak, al tiempo que matan en dicho país a decenas de miles de
civiles y militares iraquíes en aras de ganancias económicas y
políticas. Más bien, los Sandinistas procedieron a verdaderos actos
de reconciliación. Permitieron, por ejemplo, que funcionarios y
miembros de las fuerzas armadas y de seguridad de Somoza
abandonaran el país. No hubo secuela de sangre, luego del triunfo
de la revolución. Y después, demostraron con hechos su
determinación de transformar Nicaragua para el beneficio de las
grandes mayorías pobres del país. Para todos los progresistas
alrededor del mundo, las palabras del cantor nicaragüense Mejía
Godoy tenían mucho sentido: "Nicaragua, Nicaragüita....ahora que ya
sós libre, yo te quiero mucho más".
Desafortunadamente para Nicaragua y para el mundo entero, Ronald
Reagan fue electo Presidente de los Estados Unidos en 1980. Basado
en las premisas y recomendaciones del Grupo de Santa Fé, en forma
inmediata actuó contra los Sandinistas, nombrando a John Negroponte
como Embajador en Honduras y persona a cargo de la guerra de los
"contra". En la guerra contra los Sandinistas, los contras, con el
apoyo de la CIA, no escatimaron ninguna acción, incluidos actos de
terrorismo, para drenar las vidas de la juventud de Nicaragua --
hubo más de 30,000 bajas-- y los escasos recursos de un país pobre
del Tercer Mundo. No obstante, la Revolución Sandinista, pese a la
agresión de los Estados Unidos, fue capaz de brindar muchos
beneficios a la población nicaragüense, gracias entre otras cosas a
la generosa solidaridad mundial, incluidos los esfuerzos sostenidos
de miles de estadounidenses. En especial, la Revolución Sandinista
pudo llenar de esperanza al pueblo nicaragüense y a los otros
pueblos centroamericanos.
Por más de 10 años pudieron mantenerse los sueños y los esfuerzos
de los Sandinistas, hasta que las madres no pudieron soportar más
el dolor causado por las muertes de sus hijos. La población
nicaragüense votó a favor de encontrar una salida a la guerra que
los Estados Unidos había desatado contra su país, poniendo el
gobierno en manos de un nuevo grupo político. Los Sandinistas
respetaron el resultado, con la esperanza de que el nuevo gobierno
pudiera sacar a Nicaragua de la crisis impuesta desde afuera. No
obstante, la presión contra Nicaragua no desapareció y la
Presidenta Violeta de Chamorro nunca logró la confianza del
Gobierno de los Estados Unidos. Se le señaló el objetivo de
obedecer más los mandatos de su Constitución que las exigencias de
cambio de los Estados Unidos. Aún bajo los gobiernos más recientes
de los Presidentes Alemán y Bolaños, incondicionales de los Estados
Unidos, Nicaragua no ha pasado de ser un asterisco en las
preocupaciones de política exterior estadounidense. Como resultado,
Nicaragua ha vuelto a ser uno de los países más atrasados
económicamente en el continente americano, perdiéndose la mayoría
de los logros sociales del período Sandinista.
Hoy, veinticinco años después del triunfo Sandinista, algunos
pudiera pensar que fue una experiencia fallida. Sin embargo,
históricamente, siempre se dan avances y retrocesos. A pesar de los
retrocesos, lo que fue sembrado por los Sandinistas a partir de
1979 puede aún recuperarse; puede volverse a encender la revolución
pacífica. En primer lugar, los Sandinistas constituyen una vigorosa
segunda fuerza política, con la capacidad de volver a ganar la
presidencia. Se mantienen algunos de los logros del movimiento
social y de las transformaciones positivas de las fuerzas armadas y
de seguridad. Las fuerzas sociales siguen siendo agentes de cambio
de primer orden. Si bien la solidaridad internacional ha
disminuido, no ha desaparecido del todo. Finalmente, puede haber
capital fresco si los Estados Unidos obedece la decisión de la
Corte Internacional de Justicia de que debe pagar una indemnización
a Nicaragua de $ 1,700 millones de dólares por actos terroristas
contra Nicaragua en la década de 1980. Más importante todavía,
sigue estando viva, desde Chiapas hasta Panamá, la convicción de
que Centro América necesita una revolución real, no necesariamente
violenta, para transformar tanto los estados como las sociedades de
la región.
Nueva York, 19 de julio de 2004
* Raúl Molina Mejía. Red por la Paz y el Desarrollo de Guatemala
(RPDG). Profesor Adjunto de la New York University y la Long
Island University.
https://www.alainet.org/de/node/110273?language=es
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