Armamentismo: El excelente negocio de los mercaderes del dolor
31/10/2006
- Opinión
La compraventa de armas convencionales es uno de los negocios más lucrativos y atrayente en el globalizado mundo de hoy, con un mercado que factura miles de millones de dólares al año.
El comercio y uso de esas herramientas de muerte, a diferencia de otras mercancías que generan bienes y servicios, deja al año una estela de víctimas del orden de las mil diarias, según investigaciones de organizaciones humanitarias internacionales.
Desde principios de los 90 hasta la actualidad más de cuatro millones de personas, 90 por ciento de ellas civiles no beligerantes, han perdido la vida en conflictos de baja intensidad o delitos en los cuales se han empleado armas de bajo calibre compradas a mercaderes del dolor.
Los jóvenes, las mujeres, las niñas y niños son las principales víctimas de la violencia que sustenta su adquisición por parte de delincuentes de varios tipos.
La facilidad para adquirirlas y manipularlas son factores determinantes en su proliferación desde África, Asia, Medio Oriente y América Latina: los principales destinos de productores y traficantes.
De esas áreas geográficas salieron hacia las arcas de los vendedores de armas, sólo en 2004, unos 22 mil 500 millones de dólares, según estadísticas disponibles.
Más de 600 millones de armas ligeras circulan en el orbe, de acuerdo con estimados, y en su inmensa mayoría son producto del tráfico ilegal, en el que los grupos terroristas y las transnacionales del crimen organizado tienen un desempeño clave como clientes y proveedores.
Si existe un comercio mundial creciente para ellas es porque hay también un mercado paralelo que, fluyó del norte hacia el sur, con más del 80 por ciento de las transacciones realizadas en 2005.
Expertos aseguran que al finalizar el 2006 el gasto militar global ascenderá a 1,1 billones de dólares, muy superior a lo invertido en cualquier etapa de la Guerra Fría.
La desaparición de la Unión soviética y la comunidad socialista de Europa oriental favoreció el desarrollo del contrabando de armas como fenómeno socio político e incentivó la producción, que ascendió casi 34 por ciento en la última década.
A pesar de que el comercio de armamentos es de alcance universal, las exportaciones fundamentales emanan de apenas seis países: Estados Unidos, Rusia, Reino Unido, Francia y Alemania, según investigaciones de la universidad norteamericana de Georgetown.
Dos empresas estadounidenses marchan a la cabeza en las comercializaciones: la Boeing, con 27 mil 500 millones de dólares, y la Lockheed Martín, con 26 mil 400 millones, buena parte de los cuales son en armas y no sólo aviones, como podría pensarse.
El valor de las ventas de las 100 principales compañías productoras -38 están en EE.UU.- creció en los primeros cuatro años de la presente centuria en alrededor del 60 por ciento, indicó un informe del Instituto de Investigaciones de Estocolmo para la Paz Internacional.
África: mercado atrayente
El continente africano no sólo es atrayente para los países ricos del norte por sus recursos naturales tradicionales como el petróleo, el oro y otros minerales deficitarios, y los más modernos como el coltan, empleado en la industria del teléfono móvil, sino también por el negocio de las armas.
En África convergen fenómenos históricos, sociales, culturales y políticos que favorecen la compraventa de armamentos, y que sitúan a la zona entre las predilectas de productores y comerciantes ilegales.
La existencia de ejércitos mercenarios, movimientos tribales, fuerzas paramilitares organizados por intereses estatales o privados, estimula ese negocio.
A comienzos de este siglo el Reino Unido suministró a la región armas por valor de cuatro mil millones de libras esterlinas (más de siete mil 443 millones de dólares) a países como Malawi, Eritrea, Etiopía, Sudán, Zambia, Uganda, Namibia y Nigeria, acorde con el diario The Guardian.
Estados Unidos, entretanto, en un lapso de siete años, registró ganancias por más de 15 mil millones de dólares y Rusia obtuvo unos 700 millones entre el 2000 y 2003.
El próspero negocio condujo a que en algunos estados africanos, inspirados por las naciones desarrolladas, floreciera la industria del armamento como en Uganda, Nigeria, Ghana, Tanzania, Zimbabwe, Namibia, Egipto y Sudáfrica.
Armas ligeras, minas antipersonales y antitanques, granadas, municiones, proyectiles de mortero y otros ingenios castrenses se comercializan en el continente o son exportados hacia otras regiones.
Las inversiones en armamentos sobrepasan 15 veces el monto de la asistencia al desarrollo y la ayuda humanitaria de que tan necesitados están los países de la zona.
Un reciente informe de la organización Oxfam Internacional señaló que el descontrol en las ventas de esos artilugios aumenta la pobreza, los conflictos y la violación de los derechos humanos.
La afirmación está apoyada en el hecho de que, en África, 61 países son escenarios de guerras civiles y o afrontan crisis alimentarias, recordó la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO)
La tragedia en la región sudanesa de Darfur es un buen ejemplo para ilustrar la aseveración del ente humanitario.
La muerte violenta de unas 300 mil personas en dos años y medio y el desplazamiento de más de dos millones son el resultado de choques armados entre grupos rebeldes y tropas del gobierno sólo en Darfur.
A comienzos de este año Dennis McNamara, consejero especial de la ONU, expresó que la mitad de los 12,5 millones de refugiados existentes en el mundo proceden de estados africanos.
El funcionario fue diáfano al acusar a las potencias productoras de armas de suministrarlas de forma indiscriminada y, así, de alimentar los conflictos en el continente.
Por el desarme global
Los graves problemas de seguridad mundial obligaron a los miembros de la ONU a crear un mecanismo para evitar, combatir y eliminar el comercio ilegal de las armas pequeñas y ligeras.
Así surgió en julio de 2001 un Programa de Acción, cuya carta establece compromisos políticos y medidas específicas de los Estados a escala regional y global para contener el tráfico ilícito.
La falta de cooperación del gobierno norteamericano ha impedido la adopción de acuerdos que resultan importantes en frenar el descontrol de esos artefactos, afirmó el cubano José Menéndez, Director del Centro de Estudios sobre Desarme y Seguridad Internacional.
Washington se opone a regular la posesión privada de esos tipos de armas con fines militares, a la creación de un organismo jurídico supervisor y a la necesidad de que sólo los gobiernos realicen transacciones de esos dispositivos.
A pesar de los inconvenientes, organizaciones humanitarias y pacifistas, junto a la mayoría de los países miembros de la ONU insisten en la urgencia de aprobar una Convención que regule el vertiginoso crecimiento de un comercio cuya cosecha es la muerte y la devastación.
- Juan Carlos Díaz Guerrero es periodista de la Redacción de Africa y Medio Oriente de Prensa Latina
El comercio y uso de esas herramientas de muerte, a diferencia de otras mercancías que generan bienes y servicios, deja al año una estela de víctimas del orden de las mil diarias, según investigaciones de organizaciones humanitarias internacionales.
Desde principios de los 90 hasta la actualidad más de cuatro millones de personas, 90 por ciento de ellas civiles no beligerantes, han perdido la vida en conflictos de baja intensidad o delitos en los cuales se han empleado armas de bajo calibre compradas a mercaderes del dolor.
Los jóvenes, las mujeres, las niñas y niños son las principales víctimas de la violencia que sustenta su adquisición por parte de delincuentes de varios tipos.
La facilidad para adquirirlas y manipularlas son factores determinantes en su proliferación desde África, Asia, Medio Oriente y América Latina: los principales destinos de productores y traficantes.
De esas áreas geográficas salieron hacia las arcas de los vendedores de armas, sólo en 2004, unos 22 mil 500 millones de dólares, según estadísticas disponibles.
Más de 600 millones de armas ligeras circulan en el orbe, de acuerdo con estimados, y en su inmensa mayoría son producto del tráfico ilegal, en el que los grupos terroristas y las transnacionales del crimen organizado tienen un desempeño clave como clientes y proveedores.
Si existe un comercio mundial creciente para ellas es porque hay también un mercado paralelo que, fluyó del norte hacia el sur, con más del 80 por ciento de las transacciones realizadas en 2005.
Expertos aseguran que al finalizar el 2006 el gasto militar global ascenderá a 1,1 billones de dólares, muy superior a lo invertido en cualquier etapa de la Guerra Fría.
La desaparición de la Unión soviética y la comunidad socialista de Europa oriental favoreció el desarrollo del contrabando de armas como fenómeno socio político e incentivó la producción, que ascendió casi 34 por ciento en la última década.
A pesar de que el comercio de armamentos es de alcance universal, las exportaciones fundamentales emanan de apenas seis países: Estados Unidos, Rusia, Reino Unido, Francia y Alemania, según investigaciones de la universidad norteamericana de Georgetown.
Dos empresas estadounidenses marchan a la cabeza en las comercializaciones: la Boeing, con 27 mil 500 millones de dólares, y la Lockheed Martín, con 26 mil 400 millones, buena parte de los cuales son en armas y no sólo aviones, como podría pensarse.
El valor de las ventas de las 100 principales compañías productoras -38 están en EE.UU.- creció en los primeros cuatro años de la presente centuria en alrededor del 60 por ciento, indicó un informe del Instituto de Investigaciones de Estocolmo para la Paz Internacional.
África: mercado atrayente
El continente africano no sólo es atrayente para los países ricos del norte por sus recursos naturales tradicionales como el petróleo, el oro y otros minerales deficitarios, y los más modernos como el coltan, empleado en la industria del teléfono móvil, sino también por el negocio de las armas.
En África convergen fenómenos históricos, sociales, culturales y políticos que favorecen la compraventa de armamentos, y que sitúan a la zona entre las predilectas de productores y comerciantes ilegales.
La existencia de ejércitos mercenarios, movimientos tribales, fuerzas paramilitares organizados por intereses estatales o privados, estimula ese negocio.
A comienzos de este siglo el Reino Unido suministró a la región armas por valor de cuatro mil millones de libras esterlinas (más de siete mil 443 millones de dólares) a países como Malawi, Eritrea, Etiopía, Sudán, Zambia, Uganda, Namibia y Nigeria, acorde con el diario The Guardian.
Estados Unidos, entretanto, en un lapso de siete años, registró ganancias por más de 15 mil millones de dólares y Rusia obtuvo unos 700 millones entre el 2000 y 2003.
El próspero negocio condujo a que en algunos estados africanos, inspirados por las naciones desarrolladas, floreciera la industria del armamento como en Uganda, Nigeria, Ghana, Tanzania, Zimbabwe, Namibia, Egipto y Sudáfrica.
Armas ligeras, minas antipersonales y antitanques, granadas, municiones, proyectiles de mortero y otros ingenios castrenses se comercializan en el continente o son exportados hacia otras regiones.
Las inversiones en armamentos sobrepasan 15 veces el monto de la asistencia al desarrollo y la ayuda humanitaria de que tan necesitados están los países de la zona.
Un reciente informe de la organización Oxfam Internacional señaló que el descontrol en las ventas de esos artilugios aumenta la pobreza, los conflictos y la violación de los derechos humanos.
La afirmación está apoyada en el hecho de que, en África, 61 países son escenarios de guerras civiles y o afrontan crisis alimentarias, recordó la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO)
La tragedia en la región sudanesa de Darfur es un buen ejemplo para ilustrar la aseveración del ente humanitario.
La muerte violenta de unas 300 mil personas en dos años y medio y el desplazamiento de más de dos millones son el resultado de choques armados entre grupos rebeldes y tropas del gobierno sólo en Darfur.
A comienzos de este año Dennis McNamara, consejero especial de la ONU, expresó que la mitad de los 12,5 millones de refugiados existentes en el mundo proceden de estados africanos.
El funcionario fue diáfano al acusar a las potencias productoras de armas de suministrarlas de forma indiscriminada y, así, de alimentar los conflictos en el continente.
Por el desarme global
Los graves problemas de seguridad mundial obligaron a los miembros de la ONU a crear un mecanismo para evitar, combatir y eliminar el comercio ilegal de las armas pequeñas y ligeras.
Así surgió en julio de 2001 un Programa de Acción, cuya carta establece compromisos políticos y medidas específicas de los Estados a escala regional y global para contener el tráfico ilícito.
La falta de cooperación del gobierno norteamericano ha impedido la adopción de acuerdos que resultan importantes en frenar el descontrol de esos artefactos, afirmó el cubano José Menéndez, Director del Centro de Estudios sobre Desarme y Seguridad Internacional.
Washington se opone a regular la posesión privada de esos tipos de armas con fines militares, a la creación de un organismo jurídico supervisor y a la necesidad de que sólo los gobiernos realicen transacciones de esos dispositivos.
A pesar de los inconvenientes, organizaciones humanitarias y pacifistas, junto a la mayoría de los países miembros de la ONU insisten en la urgencia de aprobar una Convención que regule el vertiginoso crecimiento de un comercio cuya cosecha es la muerte y la devastación.
- Juan Carlos Díaz Guerrero es periodista de la Redacción de Africa y Medio Oriente de Prensa Latina
Fuente: Crónica Digital (Santiago de Chile)
https://www.alainet.org/de/node/117912?language=es
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