Soberanía alimentaria:

Propuesta de las organizaciones campesinas del mundo

09/04/2007
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Artículo publicado en la Revista América Latina en Movimiento No. 419: América Latina en Movimiento Nº 419 06/02/2014

 

La soberanía alimentaria es el derecho de cada pueblo a definir sus propias políticas agropecuarias y en materia de alimentación, a proteger y reglamentar la producción agropecuaria nacional y el mercado doméstico a fin de alcanzar metas de desarrollo sustentable, a decidir en qué medida quieren ser auto-suficientes, a impedir que sus mercados se vean inundados por productos excedentarios de otros países que los vuelcan al mercado internacional mediante la práctica del ‘dumping’….  La soberanía alimentaria no niega el comercio internacional, más bien defiende la opción de formular aquellas políticas y prácticas comerciales que mejor sirvan a los derechos de la población a disponer de métodos y productos alimentarios inocuos, nutritivos y ecológicamente sustentables.
Declaración sobre la Soberanía Alimentaria de los Pueblos, por Vía Campesina y otros

A medida que la globalización económica guiada por las grandes corporaciones multinacionales, y las políticas desmedidas de libre comercio devastan las comunidades rurales y el medio ambiente en todo el mundo, las organizaciones campesinas se están uniendo en un clamor conjunto por la soberanía alimentaria.

La soberanía alimentaria afirma que la alimentación de un pueblo es un tema de seguridad nacional, de soberanía nacional.  Si una nación depende de los caprichos del mercado internacional para alimentar a su población, o de la voluntad de una super-potencia al utilizar los alimentos como instrumentos de presión internacional, ese país no está seguro, ya sea con respecto a la seguridad nacional o a la seguridad alimentaria.

La soberanía alimentaria va más allá del concepto de seguridad alimentaria, el cual establece que cada niño, cada mujer y cada hombre deben tener la certeza de contar con el.  alimento suficiente cada día.  Pero el concepto no dice nada sobre la procedencia del alimento o la forma en que se produce.  De ese modo, el concepto ha perdido su significado original ya que ahora se argumenta, en los debates internacionales, que la importación de alimentos baratos desde Estados Unidos (u otro país gran productor) es la manera que tienen los países pobres de lograr su seguridad alimentaria, mejor aun que si ellos produjeran sus propios alimentos.  Al no especificar la forma en que se producen los alimentos, se promueven alimentos producidos con tecnologías altamente dañinas para el medio ambiente, para los trabajadores del campo y los consumidores, beneficiando la producción a gran escala.

La soberanía alimentaria, pone énfasis en que los mercados y economías locales son esenciales para luchar contra el hambre y la pobreza.  Si lo que los agricultores producen es exportado a precios del mercado internacional (precios bajos), y si la mayor parte de lo que compran es importado (a precios altos), todas las ganancias del sistema son extraídos de la economía local y contribuyen sólo al desarrollo de economías lejanas.  Además, la importación masiva de alimentos baratos arruina a los agricultores locales, ya que baja los precios de sus productos tanto que su trabajo ya no es redituable y muchos abandonan sus tierras y migran a las ciudades temporal o permanentemente.  La única solución duradera para eliminar el hambre y reducir la pobreza es a través del desarrollo económico local/regional.  Una forma de lograr dicho desarrollo en las áreas rurales es crear circuitos locales/regionales de producción y consumo, donde las familias de agricultores vendan sus productos y compren lo indispensable en poblaciones locales.  El dinero circula varias veces dentro de la economía local/regional, generando empleo en los pueblos y permitiendo a los agricultores ganarse la vida.  Esto se plantea para zonas rurales tanto en países del Sur como en países del Norte.

Dos modelos en disputa

De acuerdo con la Vía Campesina, el movimiento internacional de agricultores y agricultoras familiares y campesinas, “la soberanía alimentaria da prioridad de acceso al mercado a los productores locales.  El comercio agrícola liberalizado, que brinda acceso a los mercados sobre la base del poder en el mercado y a bajos, a menudo subsidiados, precios, niega a los productores el acceso a sus propios mercados” (2002).  Lo que la Vía Campesina y otros dicen es que enfrentamos una verdadera confrontación entre modelos económicos en el mundo rural.  El contraste entre el modelo dominante, basado en la agroexportaciones, las políticas neoliberales y el libre comercio, versus el modelo de soberanía alimentaria.

Donde un modelo ve a los agricultores familiares como un anacronismo ineficiente que debería desaparecer, el otro los ve como la base de las economías locales y del desarrollo económico nacional, tal como lo fueron para el mercado interno que originalmente permitió desarrollar a los actuales poderes económicos de los Estados Unidos, Japón, China y Corea del Sur.

Con respecto al hambre, el modelo dominante ve la estimulación a las exportaciones como la forma de generar las divisas necesarias para importar alimentos baratos que evitaran el hambre.  Sus adherentes dicen que los cultivos de exportación también generan empleo.  El modelo alternativo ve la conversión de las tierras a grandes monocultivos para la exportación como la fuerza principal que impulsa el crecimiento del hambre y la miseria en las áreas rurales.  Los adherentes a la soberanía alimentaria señalan que la agroexportación en gran escala genera mucho menos empleos que la agricultura familiar, y los generados son trabajos mal pagados y precarios.

Y mientras el modelo dominante se basa en monocultivos a gran escala que requieren de gran cantidad de insumos químicos, y que utilizan semillas genéticamente modificadas (OGMs), el modelo de soberanía alimentaria ve estas prácticas agrícolas industriales como las que destruyen la tierra para las generaciones futuras, y propone una reforma agraria genuina, y una tecnología de producción que combina el conocimiento tradicional con nuevas prácticas basadas en la agroecología.

La Vía Campesina y otros adherentes a los principios de la soberanía alimentaria exigen la exclusión de los alimentos y la agricultura de los acuerdos comerciales como la Organización Mundial del Comercio (OMC), el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) y otros acuerdos regionales y bilaterales.  Ellos ven a la liberalización descontrolada del comercio, como una fuerza que conduce a los agricultores a abandonar sus tierras, y como un principal obstáculo para el desarrollo económico local y a la soberanía alimentaria.

Sin embargo, los gobiernos de los grandes países agroexportadores, tanto del Norte como del Sur, continúan su puja por lograr tales acuerdos, aunque entre ellos puedan discutir los detalles que determinan la distribución de los beneficios entre estos relativamente pocos países.  Los gobiernos a menudo son rehenes de sus grandes exportadores y de las corporaciones transnacionales.  Estas corporaciones ven a los alimentos como meras mercancías para comprar y vender.  No obstante, los alimentos implican la administración de los recursos naturales productivos: son cultura, agricultura, y salud.  Los alimentos son la vida misma.

Los gobiernos de las grandes naciones agroexportadoras del Tercer Mundo correctamente señalan una grave desigualdad en la economía mundial: que los subsidios y protección de parte de Estados Unidos y la Unión Europea dificultan que las elites del Tercer Mundo pueden competir con las elites del Primer Mundo en la extracción de riquezas.  Pero la posición de estos gobiernos no desafía al modelo total.  Más bien ellos buscan incrementar ligeramente el número de aquellos que se benefician de él, los que aún así serían una pequeña fracción de la humanidad.

Subsidios y precios

Mientras los agroexportadores del Tercer Mundo demandan mayor acceso para sus exportaciones a los mercados del Norte, las organizaciones de agricultores familiares y campesinos replican: “¿Acceso a los mercados?.  ¡Si! Acceso a los mercados locales” lo que significa “no” a la apertura de los mercados locales a la inundación con alimentos baratos importados (Vía Campesina, 2002).  Esta postura con respecto a la soberanía alimentaria también dice que los subsidios per se no son el enemigo.  Su mérito depende de cuanto sea su valor, quienes los reciben, y para que son.  De ese modo, los subsidios otorgados sólo a los grandes productores y corporaciones del Norte, que conducen al dumping y a la destrucción de los modos de vida rurales en el Tercer Mundo, son malos.  Pero los subsidios otorgados a agricultores familiares para mantenerlos en sus tierras, y para generar economías rurales pujantes, y los subsidios para la conservación del suelo, la transición a prácticas agrícolas sostenibles y la venta directa a los consumidores locales, son buenos.

El enemigo real de los agricultores son los precios bajos.  Y los precios de las cosechas siguen cayendo aún cuando los precios al consumidor suben y suben.  Esto es porque las fuerzas principales que dictan los bajos precios para los agricultores son las mismas que dictan los precios altos para los consumidores: el control monopólico que corporaciones como.  Cargill, Archer Daniels Midland, Dreyfuss, Bunge, Nestlé, y otras ejercen sobre el sistema alimentario.  Eso significa que prohibir estos monopolios, decretando y aplicando leyes anti-monopolio a nivel nacional e internacional, es un paso clave hacia la seguridad de que todos los agricultores, a lo ancho del mundo, puedan ganarse la vida con sus tierras, y que los consumidores puedan tener acceso a alimentos nutritivos a precios asequibles.

La soberanía alimentaria es un concepto que debería tener sentido para los agricultores y para los consumidores, tanto en los países del Norte como en los del Sur.  Todos enfrentamos crisis rurales y la falta de alimentos asequibles, nutritivos y producidos localmente.  Debemos luchar de manera conjunta contra las políticas actuales del comercio internacional, y en favor de la reforma agraria verdadera y los sistemas alimentarios más participativos, sustentables y controlados de manera local.  Debemos recuperar nuestros alimentos y nuestras tierras.


Bibliografía

“Declaración Final del Foro Mundial sobre Soberanía Alimentaria.  ” Habada, Cuba, Septiembre 7, 2001.  http://www.movimientos.org/cloc/show_text.php3?key=1178

Food First/Institute for Food and Development Policy.  2002.  “Policy think tank reports find agricultural trade agreements hurt family farmers and the poor.  http://www.foodfirst.org/media/press/2003/aoarelease.html

Via Campesina.  2002.  “Food Sovereignty.  ” Panfleto distribuido en la Cumbre Mundial de la Alimentación +5, Roma, Italia.

Via Campesina, et al.  Sin fecha.  “Declaración sobre la Soberanía Alimentaria.  de los Pueblos.  ”.  http://www.peoplesfoodsovereignty.org


Sitios Web Recomendados
Vía Campesina, http://www.viacampesina.org
La Soberanía Alimentaria de los Pueblos: La Red de Comercio Agrícola.  http://www.peoplesfoodsovereignty.org/
Comisión Internacional NGO/CSO para la Soberanía Alimentaria http://www.foodsovereignty.org


- Peter Rosset es investigador del Centro de Estudios para el Cambio en el Campo Mexicano (CECCAM), y co-coordinador de la Red de Investigación-Acción sobre la Tierra (http://www.acciontierra.org).  María Elena Martínez es investigadora y profesora del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropologia Social (CIESAS, Unidad Sureste).  Ambos residen en Chiapas, México.

 

https://www.alainet.org/de/node/126265
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