Entre esperanza y expectativa

18/04/2008
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Asunción

El Paraguay el 20 de abril celebrará la quinta elección nacional del proceso de transición a la democracia que se iniciara con un golpe militar palaciego asistido el 2 de febrero de 1989, que derribó la más cruel y longeva dictadura de toda su historia independiente. Este pequeño país hoy cuenta con un poco más de seis millones de habitantes y un poco menos de tres millones de ellos, están habilitados para ejercer su constitucional derecho al sufragio.

La esperanza, que nunca se pierde, está centrada en la posibilidad real de acelerar nuevamente un proceso de cambios en la administración del poder a través de la alternancia democrática. Un cambio de guardia, del tradicional conservadurismo del partido colorado a un moderado progresismo pluripartidario. El partido de gobierno, es también un partido de Estado, su carácter es hegemónico, y como lleva en el poder más de sesenta años ininterrumpidos, no hay grandes diferencias entre su estructura y la estructura de la administración pública, departamental o municipal en toda la extensión de la República. Ambos crecen juntos, y conservan el mismo código genético.

Y a tal punto el Estado está construido a imagen, semejanza y necesidad del partido de estado, que los grandes partidos y movimientos opositores que intentan el recambio, también más temprano que tarde, tienden a imitarlo, borrando en la práctica, una buena parte de las diferencias originales.

La esperanza de alternancia y cambio al mismo tiempo parecen ser objetivos aún lejanos. Un paso a la vez, parece indicar el soberano en su intención de voto. Primero la alternancia, reaprender a respirar en democracia sin tutelas ni sombras autoritarias, y luego el cambio, aunque sea a cuentagotas o a cuentajarros. Pues la sociedad paraguaya no termina de cansarse del quietismo conservador y clientelar con la que duerme todos los días desde hace décadas, que mantiene aún un alto nivel de consenso, al mismo tiempo que no termina de surgir con fuerza una alternativa de cambio real con sentido estratégico con planes y proyectos realizables, por lo menos, para los próximos veinte años de necesaria y profunda reforma hacia una democracia con especial sentido de inclusión y sensibilidad social, que incorporen en forma orgánica a las mejores corrientes del pensamiento progresista, dispersos e invisibles en todas las corrientes y comunidades políticas, sin excepción.

La tensa expectativa parece centrarse, en que efectivamente el gigante partido estatal, que accedió al poder en forma violenta, que dominó más de medio siglo en forma cruel y arbitraria durante la dictadura, y continuó liderando la transición durante los dieciocho años en forma holgada, amoldándose a ciertas exigencias y garantías democráticas, pero conservando y reproduciendo en su interior las formas esenciales y primitivas del control totalitario y paranoico del poder, por muy escaso margen, de un paso al costado en la administración del poder ejecutivo central.

Esperanzas y expectativas que se unen en este paso necesario, que pondrá a prueba la vigencia y salud del sistema democrático del Paraguay. Esperanzas y expectativas en la que confluyen comunidades y estados democráticos de la región latinoamericana en la histórica búsqueda de la autodeterminación y la segunda independencia. Esperanzas y expectativas en la incorporación efectiva de los derechos humanos, en su acepción amplia e incluyente, derechos fundamentales, históricos y transversales a los derechos económicos, sociales y culturales, como medio y fin del modo de vida democrático. Esperanzas y expectativas en la recuperación de la memoria histórica de la nación paraguaya, cuyos grandes y aún invisibles héroes civiles, a pesar de la adversidad, el aislamiento, la desproporción, y a veces, la extrema soledad, no han dejado de luchar un solo día, regando generosamente su sangre en toda su geografía.

https://www.alainet.org/de/node/127063
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