Hacia definición realista cognitiva

Qué es la política?

03/03/2013
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Introducción

 

El siguiente texto intenta responder la pregunta ¿Qué es la política? Para ello recurriremos a dos realistas políticos que supieron desde su época determinar desde su lectura establecer la esfera autonómica de lo político.  Lo cual, nos permitirá finalmente esbozar un concepto lo más claro posible que responda a nuestra pregunta.

 

El primero, Nicolás Maquiavelo (1469-1532) con su texto El Príncipe (escrito hacia 1513 y publicado hacia 1532), el cual en el cual expone “mi conocimiento de las mayores y mejores gobernantes que han existido” (Maquiavelo, 1994:25) Conocimiento adquirido a través de sus experiencias como funcionario, diplomático y reclutador de fuerzas mercenarias para el Estado florentino, y a través, de sus dilatada lectura de la antigüedad greco-latina.

 

Nuestro segundo autor es Carl Schmitt (1888-1985) quien publicó El concepto de lo político (en 1932[1]), el cual según el mismo: se trata de “establecer un marco para determinadas cuestiones de la ciencia jurídica con el fin de poner orden en una temática confusa y hallar así una tópica de sus conceptos (…) de lo que trata fundamentalmente es de la relación y correlación de  los conceptos de lo estatal y de lo político por una parte, y de los de guerra y enemigo por la otra, para de este modo obtener la información que unos y otros pueden aportar al dominio conceptual” (Schmitt, 1998:39) Schmitt, fue jurista de Estado alemán. Adscrito a la escuela del llamado Realismo político. Escribió centrado en el conflicto como objeto de estudio de la ciencia política, y más concretamente la guerra. Su obra atraviesa los avatares políticos de su país y de Europa a lo largo del siglo XX.

 

Como se aprecia, ambos autores son hijos de su tiempo que intentaron cada quien con su estilo y recursos hermenéuticos sistematizar lo más claro a sus contemporáneos que se debía entender por conceptos y acciones  claves al campo de la política. 

 

Seguidamente expondremos nuestra investigación en tres apartados. El primero una reflexión de que se entenderá como realismo político, en este texto y sobre los recursos expositivos de los textos en estudio. El segundo aparatado, de definir que entienden por política Maquiavelo y Schmitt Finalmente, estableceremos los elementos que nos permitan dar una respuesta a nuestra pregunta.

 

1. Realismo político y métodos expositivos utilizados por los autores en estudio

 

          En la historia de la filosofía y de la ciencia política el carácter mismo de la política se ha explicado desde posiciones idealistas y realistas.

 

          El realismo se encontraría cercano al empirismo al prestarle mucha atención a los hechos concretos que se están generando en el plano político-histórico. No obstante el esfuerzo de un realismo político debe ir en el sentido de tratar de indagar y de explorar teóricamente, a partir de nuestro conocimiento fáctico las implicaciones que podría tener la adopción de ciertos valores y la puesta en marcha de las acciones correspondientes para concretarlos, en la modificación o mejoramiento de las acciones políticas[2]. Por tanto, el político de profesión ocupará no sólo su experiencia y conocimiento, sino, además la asesoría técnica de los expertos en política (filósofos, científicos sociales, etc.) para no sólo conocer mejor la realidad, sino igualmente para que le ayuden a tener más claro cómo luego actuar sobre ella desde sus valores como político y cuáles serían las consecuencias de su eventual accionar[3]. Así, la acción transformadora de la realidad será realizada por el político o por los ciudadanos

 

          En consecuencia, el realismo político de este carácter antes enunciado constituye un ámbito teórico legítimo (es decir el estudio de los hechos y valores políticos). Este tipo de realismo político, lo denomina Sartori (1988: 61-82) “realismo cognoscitivo”.

 

          Para este autor, la investigación sobre la política ha de conllevar tanto el componente del estudio fáctico de la política, como el estudio de las “fantasías políticas”, es decir, de los valores, de los ideales e ideologías con los que se trata de modificar las instituciones políticas existentes. Y ha de conllevar, asimismo y consecuentemente la exploración imaginativa y analítica de nuevas instituciones o aspectos de ellas y sus consecuencias sobre la realidad desde un punto de vista teórico (sea especulativo, o bien, fundamentado empíricamente). Para ello, no se desdeña el saber acumulado de carácter fáctico y las posibilidades interpretativas de los marcos hermenéuticos desde los cuales se comprende lo acontecido. En este sentido, se deberán integrar elementos de una teoría descriptiva (fáctica) y de una teoría normativa de las fantasías políticas que guían las acciones.

 

          Como se colige de la lectura de ambos textos en estudio, cada cual en su propia lógica expositiva, intenta logar ese realismo político antes acotado. En este sentido:

 

“Desde esta perspectiva, una teoría de lo político como la de CARL SCHMITT adquiere una profunda significación, ya que permite analizar tal distinción sin apasionamientos, considerando no las consecuencias en el nivel del deber ser, sino los análisis acerca de lo que constituye, en el plano de los hechos, al fenómeno político. El punto de partida de este autor es, sin duda, lo que comúnmente se denomina realista; es decir, parte de las relaciones de poder tal como él considera que están instaladas. De este modo, aun cuando se quisieran refutar las consecuencias autoritarias de su postura, resulta inevitable considerar con seriedad sus argumentos acerca de cómo son las relaciones de poder; en definitiva, de lo que él considera que define a lo político.” (Marcos, 2004:47)

 

          Por su parte, en el caso de Maquiavelo, éste garantiza, su lectura realista en su misma apuesta expositiva, es decir “un método fundamentado en la más limpia y desprejuiciada observación, repetición y comprobación, un método científico que aplicado a los insectos, a las enfermedades o a los astros, no sólo nos indigna, sino que nos hace sentir orgullos del libre espíritu del hombre moderno” (Lamberti, 1997:55) Dicha garantía de realismo objetivo que se denotan en sus características estilísticas:

 

a.   la obra es corta y fácil de leer por su precisa subdivisión en capítulos (XXVI, en total) en lógica progresión expositiva.

b.  La impostación del lenguaje es directa, por momentos en primera persona, como si fuese un diálogo con el lector/a

c.   Se omite toda teorización, toda reflexión abstracta.

 

          En esta obra, Maquiavelo, observa al ser humano (hombre principalmente) en términos naturalistas, como cualquier otro objeto que hace parte del cosmos. Los hechos históricos referidos son tramitados como constantes, como leyes. Es importante hacer notar, que a Maquiavelo le interesa con este método expositivo entresacar las leyes del quehacer político.  Así, cada ideal argumental se expone en tres tiempos:

 

-      Enunciación de un principio general

-      Observación de los hechos concretos sobre dos vertientes: las de la naturaleza humana[4] y las históricas

-      Comprobación del enunciado inicial.

 

Ahora procedamos a establecer que se entiende por política en estos autores.

 

2. La política Maquiavelo y Schmitt

 

            En primer lugar, a lo largo de sus 26 capítulos, Maquiavelo propone las condiciones que habían de caracterizar a un príncipe, entendida esta figura como la cabeza o jefe del Estado. Pese a que en el fondo es un escrito acerca del Estado mismo, las tesis que desarrolla hacen que se puedan identificar los conceptos Estado[5] y príncipe, en tanto que, de existir entre ambos alguna relación de subordinación, ésta favorecería al alto dignatario antes que a la entidad política. Ésa es la principal idea postulada en la obra: debe ser el príncipe quien, con su actuación, modele la esencia de su principado.

 

            No se debe olvidar que el modelo es construir estados monarquistas[6], aspecto al cual Schmitt no suscribe, dado que en su época el Estado ha decantado como constitucional, parlamentario y partidista. Maquiavelo eximía a los gobernantes de la sujeción a principios o normas emanadas de la moral o la ética. La justificación de los medios empleados para la consecución de los fines deseados otorgaba a la ‘razón de Estado’ el carácter de principio de rango superior.

 

            El aspecto central de dicha obra es definir que entiende Maquiavelo como política, no en cuanto a concepto, sino, en tanto las acciones necesarias para alcanzar y mantener el monopolio del poder estatal. En este sentido afirma:

 

“Pues los hombres, en general, juzgan más con los ojos que con las manos porque todos pueden ver, pero pocos tocar. Todos ven lo que parece ser, mas pocos saben lo que eres; estos pocos no se atreven a oponerse a la opinión de la mayoría, que se escuda detrás de la majestad del Estado. Y en las acciones de los hombres, y particularmente de los príncipes, donde no hay apelación posible, se atiende a los resultados. Trate, pues, un príncipe de vencer y conservar el Estado, que los medios siempre serán honorables y loados por todos; porque el vulgo se deja engañar por las apariencias y por el éxito; y en el mundo sólo hay vulgo, ya que las minorías no cuentan sino cuando las mayorías no tienen donde apoyarse” (Maquiavelo; 1994:112, Cap. XVII)

 

            Es decir, el príncipe debe actuar deslindando entre el león (fuerza) y la zorra (astucia)[7], aun cuando la diosa fortuna no le sea favorable. Lo determinante, es que, en la política, se deben tener claras las propias pasiones (que se tramitan como fines), los medios con los que se cuenta, y las fuerzas con las que se dispone (sus armas, sus ejércitos, sus aliados), así, como los obstáculos que le imponen en su camino, ante todo, otros hombres (príncipes) que aspiran como él. Estos, otros amenazantes, son sus enemigos, y como tales, son de quienes debe guardar mayor prudencia y la astucia necesaria para cooptarlos a sus intereses al encontrar enemigos comunes a q quien combatir. En resumen, para Maquiavelo, la guerra y la política son un mismo movimiento pendular. En ambos, es necesario la astucia, la fuerza, las alianzas y la fortuna.

 

            Por su parte, Schmitt se propone encontrar categorías capaces de ofrecer una definición conceptual de lo político. Ellas deberían constituir la “diferencia última” capaz de identificar la esfera política en su especificidad. Así como la ética se juega en la diferencia entre bueno y malo, y la estética lo hace en la distinción entre bello y feo, la política debe poseer su propia diferencia de fondo que delimite su campo de fenómenos. Esta diferencia es la de amigo y enemigo:

 

“La específica distinción política a la cual es posible referir las acciones y los motivos políticos es la distinción entre amigo (Freund) y enemigo (Feind). Ella ofrece una definición conceptual, es decir, un criterio, no una definición exhaustiva o una explicación del contenido” (Schmitt, 1998:26)

 

Esta distinción no es reducible a las diferenciaciones que corresponden a otros ámbitos de la vida humana, tales como la moral, la estética o la religión, y es independiente de ellas. No indica propiamente una esencia sino un grado de intensidad extremo, producto de una asociación o de una diferenciación que pueden ser provocadas por diversas razones o estar fundadas en múltiples hechos de la vida social. En definitiva, para Schmitt lo político alude a los conceptos de inclusión-exclusión, a partir de los cuales es posible diferenciar un nosotros que se manifiesta en la constitución de un Estado, frente y en contraposición a los otros que pertenecen a otra unidad política, es decir, a otro Estado. Mientras las categorías éticas, estéticas o afectivas corresponden al ámbito de la vida privada de los hombres, las categorías de amigo y enemigo corresponden y definen el ámbito estrictamente de lo público. De este modo, las determinaciones que intervienen en la definición del enemigo no resultan psicológicas o subjetivas, sino que son categorías que afectan sólo a lo público, son óntico-existenciales:

 

“Enemigo no es el competidor o el adversario en general. Enemigo no es siquiera el adversario privado que nos odia debido a sentimientos de antipatía. Enemigo es sólo un conjunto de hombres que combate, al menos virtualmente, o sobre una posibilidad real, y que se contrapone a otro agrupamiento humano del mismo género. Enemigo es sólo el enemigo público, puesto que todo lo que se refiere a semejante agrupamiento, y en particular a un pueblo íntegro, deviene por ello mismo público”.(Schmitt, 1998:57)

 

Schmitt considera que lo político está estrechamente vinculado al Estado, y que éste debe constituir el poder supremo. Por otra parte, considera que cada Estado es una unidad política; para determinar esa unidad es necesario contar con un criterio de inclusión y de exclusión. Esto significa que es necesario fijar una frontera entre los que pertenecen a una determinada unidad política, es decir a un pueblo, y los que no pertenecen a él; el criterio de pertenencia permite así identificar un Estado como distinto y contrapuesto a otro Estado. El problema de la exclusión se plantea sobre todo en el ámbito de la democracia. Si el pueblo como unidad política es el sujeto de la soberanía, es necesario establecer un criterio de demarcación para que tal unidad política sea posible. La exclusión es la condición de posibilidad de la unidad política; el fenómeno político sólo tiene sentido dentro de una lógica de la conflictividad capaz de establecer quién es el enemigo frente al cual un pueblo se constituye como unidad.

 

En estas contraposiciones se juega el campo de lo político propiamente dicho. Esto no implica concebir este ámbito a partir de una posible, supuesta o deseable armonía sino que, por el contrario, intenta captarlo desde la conflictividad, la cual, en su grado extremo, se expresa bélicamente. La guerra no es tomada en esta teoría como la acción real y manifiesta del enfrentamiento, sino como su posibilidad, como la amenaza presente y siempre actualizable de la lucha, ya que ella representa la posibilidad de la eliminación física de los hombres. Ahora bien, aun cuando la guerra no sea el elemento normal sino la excepción, es ella la que define las relaciones políticas, justamente por representar la amenaza última donde se juega la integridad de los hombres y, sobre todo, de los pueblos.

 

La guerra no es pues un fin o una meta, o tan sólo el contenido de la política, sino es su presupuesto, siempre presente como posibilidad real, y que determina de modo particular el pensamiento y la acción del hombre, provocando así un comportamiento político específico. (Schmitt, 1998:70)

 

De hecho, la guerra sólo tiene sentido entendida desde lo político. Ninguna causa noble ni humanitaria justifica matar o morir. Los motivos religiosos, económicos o morales por sí solos no determinan distinciones entre amigo y enemigo. Si la diferencia en esos campos se intensifica a tal punto de permitir agrupamientos según este criterio, entonces se habrá convertido en un asunto político. En resumen, lo político es para Schmitt la posibilidad de construir, cada quien:

 

“Una conducta determinada por la posibilidad real, en la clara comprensión de la propia situación y de su manera de estar determinada por ello, así como en el cometido de distinguir correctamente entre amigos y enemigos” (Schmitt, 1998: 67)

 

4. ¿Qué es la política?

 

            Como hemos ya enarbolado, ambos autores intentan establecer los límites claros de la esfera política cuya autonomía nos permita distinguirla de las esferas estéticas, éticas, religiosas, sociales, culturales, etc.

 

            Un segundo aspecto, es que el modelo antropológico de ambos autores es pesimista. Determinan a los seres humanos portadores de ambición, por ende, su actuar es de conquista y dominio. Los seres humanos para ambos autores, no son ni buenos ni malos (Cf. Velásquez; 1999-2000: 253-266), son producto de la interacción entre sus circunstancias históricas concretas (principio de realidad en Freud) y de su propia ambición, autodeterminación o deseo (principio de placer en Freud). Hacen acciones buenas o malas acorde a los valores (fines) y a los medios de los que disponen para ello. El político/a debe tener pasión y razón. En pocas palabras, para el modelo antropológico propuesto por Maquiavelo y Schmitt, respecto de la esfera política, vale la advertencia hecha por Weber:

 

“El que quiere hacer política, y sobre todo el que quiere hacer política como profesión, debe comprender esta paradoja ética. Debe saber que es responsable de lo que él mismo puede llegar a ser, bajo el dominio de esa paradoja. Repito que quien hace política se entrega a las fuerzas diabólicas que rondan en torno a toda violencia” (Weber 2003:448)

 

            Un tercer aspecto que divergen ambos autores es la identificación de Maquiavelo entre la política con El Estado (El príncipe). Esta lectura mimética entre los términos, se ajusta al proyecto moderno de la autonomía cohesionante de la institución estatal frente a la dispersión de la sociedad. (Cf. Martínez 2006:1-11) Por su parte, Schmitt acusa “la ecuación estatal=político se vuelve incorrecta e induce al error en la precisa medida en que el Estado y la sociedad se interpenetran recíprocamente, en la medida en que todas las instancias antes estatales se vuelven sociales y viceversa” (Schmitt, 1998:53)

 

            Un cuarto elemento, que nos interesa destacar es el tema de la guerra (violencia) que debe  ser aplicada para conseguir, conservar y defender el espacio político. Para ambos autores, un poder político logra su cometido si (parafraseando a Weber) logra monopolizar la violencia legítima a lo interno y logra defender los límites de lo conquistado.

 

            Finalmente, el elemento concomitante de la política en ambos autores es la determinación del adversario, del enemigo. Es el otro, quien determina las acciones y las resistencias. El otro/a es frente a quien se hace la política o la guerra. El otro[8] siempre inconmensurable, es quien me obliga a mí a establecer relaciones amistosas u hostiles. Ello, sin olvidar que para el otro/a “yo” soy el otro. En consecuencia, nuestras unidades políticas, nuestros espacios epistémicos de lucha (Gallardo) están constituidos ópticamente por sujetos otros, que encuentran elementos de aglutinamiento que les permiten imaginarse como unidades políticas específicas que potencias acciones y valores particulares en tensión permanente con otras unidades políticas, ducha trama sociohistórica se decanta como resultante histórico, a partir, de un espectro de fantasías y fuerzas políticas en disputa.

 

            Con todo lo expuesto podemos aventurar una respuesta a nuestra pregunta ¿Qué es la política?

 

            La política es el intento de establecer y consolidar un orden que garantice temporalmente la paz y la seguridad en un territorio, dado a través del monopolio legítimo de la violencia física y simbólica tanto en lo externo como a lo interno de los límites establecidos. Este orden temporal y espacial permite negociar los intereses de los diversos actores políticos que quedan a su abrigo. Es decir, establece contextos de toma de decisiones (marco de referencia legal y legítimamente reconocido) frente al otro que es reconocido como amigo, aliado, adversario, bien, como enemigo. Dado que no hay política sin resistencias el otro se debe presentar como esas posibilidades, cuando es un enemigo criminalizado, se extermina, esto trasciende la política.

 

            Además, en este contexto se negocian o imponen legal, ilegal, legítimamente ó ilegítimamente los intereses particulares como si fuesen universales. Es decir, este orden puede instaurar distintos tipos de regímenes políticos, que cubren el espectro totalitario al democrático.

 

            En todo caso, la política se funda en las desigualdades materiales entre los adversarios, quienes, desde sus acciones y valores apuestan por estrategias y tácticas que lleven a mejor puesto sus fantasías políticas en colaboración con otro/as o en su enfrentamiento sea como adversarios, bien, como enemigos.   

 

Bibliografía citada

 

ü       CAPLOW, THEODORE. Dos contra uno: Teoría de las coaliciones en las tríadas. Madrid. Alianza Editorial, 1974

ü       GAUTIER-VIGNA, Louis. Maquiavelo. México: Fondo de Cultura Económica., 1971

ü       GRANADA, Miguel A. El umbral de la Modernidad: Estudios sobre filosofía, religión y ciencia entre Tetrarca y Descartes. Capítulo 4: “Maquiavelo y César Borgia”. Barcelona, España, 2000 pp. 169-192

ü       Grüner, Eduardo “La astucia del león y la fuerza del zorro: Maquiavelo, entre la verdad de la política y la política de la verdad”  En: BORON, Atilio LA FILOSOFÍA POLÍTICA CLÁSICA De la Antigüedad al Renacimiento. (Colección de la Secretaria Ejecutiva) Argentina, CLACSO, 2001

ü       HURTADO, Gerardo César. “La Naturaleza Humana en Nicolás Maquiavelo” El Candil, No. 3, 1995 Pp.58-64.

ü       LAMBERTI, Mariapia. “El método científico como base del razonamiento en El Príncipe de Nicolás Maquiavelo” Iztapalapa No.41. Enero-Junio 1997. Pp.55-62

ü       MARCOS, Dolores. “Acerca de los conceptos de política y soberanía en Carl Schmitt y Thomas Hobbes” En, Foro Interno No.4, 2004. Pp. 45-58

ü       MARTÍNEZ GONZÁLEZ, Víctor Hugo. “Carl Schmitt y lo político inasible” En, Voces y contextos. Otoño, Tomo 2, Vol. 1, 2006 Pp. 1-11

ü       Maquiavelo, Nicolás. El Príncipe. Traducción de Octavio Manzini Ruiz. Barcelona: Ediciones Edicomunicación S.A. (Colección Fontana). 1994

ü       SARTORI, Giovanni Capítulo III: “Los límites del realismo político” En, Teoría de la Democracia (1. El debate contemporáneo) Madrid: Alianza Editorial S.A., 1988

ü       SAFRANSKI, R. El mal o el drama de la libertad. España: Tusquets editores, 2000.

ü       Schmitt, Carl. El concepto de lo político. Versión de Rafael Agapito. Madrid, España. Alianza Editorial, Colección Ensayo. 1998

ü       VELÁZQUEZ DELGADO, Jorge. “El Problema del Mal en la Filosofía Política de Nicolás Maquiavelo”. En, Cuadernos sobre Vico. 11-12(1999-2000) Pp. 253-266

ü       Weber, Max “La política como profesión” (Politik als Beruf) En: Obras Selectas. Traducción de  Carlos Alberto Samonta. Buenos Aires, Argentina. Ediciones Distal. 2003

 

- Javier Torres Vindas es Sociólogo costarricense.



[1] Una primera versión más reducida fue una conferencia dictada por Smith en 1927 en Berlín.

[2] Acusa Weber: “Al encarar el concepto de la política observamos en primer lugar su excepcional extensión, en tanto se refiere a toda clase de actividad humana directiva autónoma” (Weber, 2003:403)

[3] Esto es lo que se conoce en Weber como ética de la responsabilidad y que Mannheim elabora como racionalidad sustantiva, es decir, cuando en un curso de acciones se adecuan los medios a los fines, pero asumiendo los costos sociohistóricos de tales acciones y tales valores apostados.

[4] En Maquiavelo, el hombre no es malo por naturaleza, sino que es visto el mal como un concepto desde la experiencia histórica. Así, el hombre, tiene una inclinación que le viene de la animalidad, el deseo, la pasión, los instintos, el amor y el temor. Lo central es que es un ser moral, dado que posee conciencia de dicha inclinación, devenida de su naturaleza débil. Cf. Hurtado, 1995.  Sobre el  tema del mal ver Safranski, 2000.

[5] Si bien, el Estado es el espacio privilegiado para el ejerció de la política, nuestro argumento, se inclina por establecer un momento mimético entre este espacio y la institución sociohistórica del príncipe, aspecto que llega a su máxima expresión en los estados monarquistas europeos, recuérdese la afamada frase “El Estado soy yo”. En esta línea, de identificación mimética, a su vez, este ha sido el comportamiento y sensibilidad de los regímenes presidencialistas latinoamericanos, en especial los  dictatoriales, asentadas en el caudillismo y el clientelismo político. Aspectos que han, quedado refractados en la literatura latinoamericana, por ejemplo, Yo el Supremo, tirano Banderas, El Señor Presidente, El Otoño del Patriarca, etc.

[6] La obra está profundamente determinada por el contexto histórico en que fue concebida. La atomización política, fruto de la ruptura del equilibrio de poderes, en especial, la inflación del poder del papa; que caracterizaba a la Italia del siglo XVI. Ello, devino en la necesidad de requerir la actuación de estadistas poderosos, que consolidaran un Estado fuerte y unificado. Por este motivo, Maquiavelo reivindicaba al gobernante una política exterior agresiva; la guerra debía constituirse en instrumento básico de su política exterior para la constitución de su principado. En este último sentido, también reseñaba la importancia que, en la organización de un Estado, debía tener su ejército, el cual, para ser efectivo, tendría que estar integrado por los propios ciudadanos, y nunca por tropas mercenarias. Cf. Granada, 2000 y Gautier-Vignal, 1971.

[7] “(...) la política es ante todo, nos guste o no, dominación; que las estrategias de obtención tanto como las de conservación del poder de dominar suponen necesariamente una economía de la violencia con la que muy poco tienen que ver las declaraciones de amor a Dios y a la Humanidad abstracta, o las lágrimas de cocodrilo vertidas por el sufrimiento de las víctimas, o la hipocresía de los victimarios que, mientras pretenden hacer el Bien sin mirar a quien, aplastan a sangre y fuego a quienes tienen opiniones divergentes sobre qué cosa es el Bien; que, por lo tanto –y al contrario de lo que quisiera que creyésemos la clase dominante– hacer política no tiene un cuerno que ver con la búsqueda del Interés General, y mucho con la decisión de a quién (a qué clases, a qué grupos sociales, a qué perspectivas ideales y materiales de construcción de la polis ) se va a beneficiar, y a quién se va a perjudicar. Y que, una vez tomada la decisión y definido el objetivo, es necesario hacer lo necesario para satisfacerlo: es necesario darse la estrategia, la teoría, la técnica, la pragmática y la potencia para que la correlación de fuerzas –ya que si la política es la dialéctica entre dominadores y dominados, entonces es antes el reino del conflicto que el del consenso, consenso que no es sino el efecto de la correlación de fuerzas– nos sea favorable. Eso es la política (empezando por la propia política "burguesa" que Maquiavelo objetivamente favoreció) y no la mediocre declaración de principios a históricos y moralinas vagamente catequísticas tendientes a esconder lo que se hace detrás de lo que se dice.”Grüner; 2001:2.

[8] Podríamos decir que el otro, en términos de lógica matemática, es la variable independiente de cualquier ecuación posible. Ahora, este otro, me pone en interacción, la cual no es binaria, es siempre una relación tríadica, según, observo sociológica y pertinentemente Simmel, respecto de las funciones de un tercer miembro de interacción: a) mediador, b) tertius gardens, c) opresor. Dado que la tríada posee alcances catalíticos. Cada una de las relaciones binarias (amigo-enemigo) que se dan en la tríada pueden tener lugar tanto en ausencia como en presencia del tercer miembro (aliados). Son efectos sociológicos de primer orden: la presencia de un antagonista hace crecer nuestro afecto por un amigo y la presencia de un amigo fomenta nuestra hostilidad hacia el adversario. En este sentido, Cf. Caplow, 1974.

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