Y nosotras… ¿hasta cuándo, pues?
- Opinión
Hoy se celebra, en todo el mundo, el Día Internacional de las Mujeres. La mayoría de la gente no tiene la más pálida idea de qué se celebra. Para ilustración de ustedes y de nosotras, los orígenes del Día Internacional de la Mujer están ligados a los partidos socialistas de Estados Unidos y Europa, en particular al protagonismo de las mujeres del Partido Socialista Norteamericano que, desde 1908, instauraron unas jornadas de reflexión y acción denominadas Woman's Day. La primera tuvo lugar el 3 de mayo de 1908, en el teatro Garrick de Chicago, con el objetivo central de hacer campaña por el sufragio y contra la esclavitud sexual.
Este día fue propuesto por primera vez por Clara Zetkin, una representante de la Conferencia de Mujeres Socialistas, celebrada en Copenhague en 1910. La propuesta llegó al comienzo de un período de gran transformación social y política en el mundo. Europa estaba al borde de la Guerra Mundial, los imperios coloniales de Asia y África estaban sufriendo las primeras conmociones de la revuelta nacionalista y, en Norteamérica, el movimiento por el sufragio femenino estaba cuestionando algunas de las presunciones de las relaciones humanas. La llamada de Clara Zetkin a las mujeres para unir su lucha por la igualdad de derechos con la lucha por preservar la paz mundial topó con un coro sensible. Cuando se conmemoró el primer Día Internacional de la Mujer en 1911, más de un millón de mujeres participó públicamente en él. Además del derecho al voto y a ocupar cargos públicos, demandaban el derecho a trabajar, a la enseñanza vocacional y el fin de la discriminación en el trabajo.
También la Revolución Rusa, de 1917, tuvo una gran influencia a todos los niveles en el Día Internacional de la Mujer. Aunque el 8 de marzo se celebraba en Rusia desde 1914, en el año 1917 las mujeres rusas se amotinaron ante la falta de alimentos, dando inicio al proceso revolucionario que acabaría en el mes de octubre de ese mismo año. Las Naciones Unidas, con ocasión de la celebración, en 1975, del Año Internacional de la Mujer, ofrecieron una versión incompleta de los hechos que habían conducido al nacimiento del Día Internacional de la Mujer, por lo que este día se asocia a sucesos acontecidos en Estados Unidos de Norteamérica que, sin desmerecer su valor histórico, son algunos y no todos, pues la lucha de las mujeres por la igualdad de derechos se ha dado en diversas partes del mundo, en todas las épocas y, más visiblemente, desde el siglo XIX.
En Bolivia, este día suele pasar casi desapercibido, con “flores para las flores” y unos cuantos actos de reconocimiento, cuando debiera ser un día de movilización general de las mujeres como lo es el primero de mayo. Y es que las mujeres tenemos muchos motivos para movilizarnos el ocho de marzo y cada día del año. Movilizarnos a fin de poner en alto nuestras propias reivindicaciones y no sólo las concernientes al “interés general”. Así, nos lo enseñan los propios “patriarcas ilustrados”, quienes aplauden la presencia de las mujeres en los movimientos sociales y deniegan cualquier acción conducente a cambiar la situación de las mujeres respecto de los hombres, en este y en todos los gobiernos que se sucedieron en los últimos treinta años, para no ir más lejos en la historia.
La creación de un mecanismo público por el avance de las mujeres se dio por primera vez en 1993, y no fue concesión alguna. Fue el resultado del trabajo de decenas de miles de mujeres, de las amas de casa mineras que posibilitaron el paso de las dictaduras a la democracia; de las mujeres organizadas primero en clubes de madres y luego en juntas barriales para hacer frente a la hiperinflación de los años ochenta y sus efectos sobre la economía familiar; de organizaciones no gubernamentales que pusieron en alto las luchas feministas. Desde entonces, se formularon, al menos, seis planes nacionales de desarrollo orientados a mejorar la situación de las mujeres. Todos estos planes se ejecutaron parcialmente, porque los gobiernos nunca tuvieron una auténtica voluntad política para llevarlos adelante, retacearon la inversión pública, manosearon el mecanismo público nacional, llevándolo de un ministerio a otro y subiéndolo y bajándolo de rango cuantas veces quisieron.
Lo mismo sucede en el nivel departamental, donde las unidades de género son instancias sin recursos, sin personal idóneo, sin jerarquía institucional para tomar a cargo la responsabilidad de ejecutar políticas públicas a favor de las mujeres. Ni qué decir del nivel municipal donde, por mandato de la ley de municipalidades y de la ley contra la violencia en la familia o doméstica, se constituyen servicios de atención prioritaria a mujeres víctimas de violencia y luego se los fusiona con las defensorías de la niñez y adolescencia, y donde las inversiones públicas son francamente risibles.
¿Hasta cuándo, pues? ¿Cómo se puede entender que el mismo gabinete que aprobó el Plan “Mujeres Construyendo la Nueva Bolivia, Para Vivir Bien” mediante Decreto Supremo Nº 29850 el 10 de diciembre de 2008, hubiera reducido el 7 de febrero de 2009 (ni dos meses más tarde) el mecanismo público – desde ya disminuido e insuficiente para llevar adelante un plan de esta naturaleza – a un “Viceministerio de Igualdad de Oportunidades” donde la única instancia específicamente responsable de estos asuntos resulta ser una “Dirección de prevención y eliminación de toda forma de violencia en razón de género y generacional”? ¿Es que ni siquiera leyeron lo que aprobaron en diciembre? ¿Es que no se enteraron que ese plan contiene una línea estratégica de fortalecimiento institucional del mecanismo público por el adelanto de las mujeres? ¿Cómo se puede entender que el mismo instrumento político que aprobó una nueva Constitución Política del Estado que enarbola los principios de equidad e igualdad entre mujeres y hombres, a la hora de aprobar la ley electoral transitoria ponga candados y barreras a la participación de las mujeres, so pretexto de que nosotras debemos “ganarnos nuestro espacio como lo hacen ellos”? No me voy a cansar de protestar contra estas contradicciones inauditas.
Pero, tampoco me voy a cansar de protestar contra otros “patriarcas”, senadores de la República como Guiteras y Villavicencio, sobre quienes pesan denuncias públicas de violencia contra sus esposas, y que ahora aparecen como abanderados de la equidad de género ¡Vaya, qué caretas oportunistas! Nosotras no podemos ni debemos permitir que semejantes sujetos nos arrebaten nuestras banderas de lucha. Una cosa es que enrostremos a las autoridades sus contradicciones y otra cosa muy distinta es que permitamos que sujetos sin autoridad moral alguna aparezcan como nuestros “aliados”.
¿Hasta cuándo, pues? Las cosas van a seguir más o menos iguales mientras las mujeres continuemos ofreciéndonos como segundonas de los hombres (como senadoras, diputadas, concejalas suplentes), mientras sigamos creyendo ingenuamente que nuestra situación cambiará radicalmente por efecto secundario de otros avances históricos, mientras no aunemos fuerzas para exigir nuestros derechos, mientras no modifiquemos la hermenéutica del poder, mientras neguemos que hoy tenemos oportunidades para acceder a algunos puestos de decisión gracias a la lucha mundial de las mujeres y no sólo gracias a nuestros méritos particulares.
Que este día internacional de las mujeres, sea un día de reflexión, un día de movilización de las mujeres, un día en que los hombres se tomen a cargo las responsabilidades domésticas para que nosotras podamos dedicarlo a celebrar con nuestras amigas, compañeras y hermanas de lucha de todos los rincones del planeta. Si al menos hoy ellos agarraran planchas, escobas y cacerolas, nosotras podríamos salir a las calles a manifestar nuestras reivindicaciones; pero, hoy, las calles están vacías de movilizaciones de mujeres, es un domingo cualquiera, en el que estamos dedicadas a lo que mejor sabemos hacer y eso es “ser para los demás”.
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