Homenaje a un cura de los pobres

Enrique Angelelli: Padre Obispo, “El Pelado”

05/08/2010
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El 4 de agosto se cumplieron 34 años del asesinato de hombre que desde la base, se animó a desafiar a la cúpula católica y militar.
 
Después de besar el altar improvisado se persigna y saluda con sus brazos abiertos a la asamblea reunida frente al cardón viejo de la placita del barrio Benjamín Rincón a las afueras de la ciudad de la Rioja. El 24 de diciembre de 1971, poco antes de las doce una multitud, procedente de las barriadas más humildes de la provincia, se congregó para asistir a la Misa de Gallo celebrada por el Obispo Enrique Angelelli al calor de un farol colgado de un viejo algarrobo. 

Era la primera vez que un Obispo salía de la Catedral riojana y decidía recibir la navidad junto a los más pobres, esta celebración también es conocida como misa de los pastores y dónde mejor que celebrarla sino frente a su rebaño. Porque el Obispo Angelelli, o Padre Obispo, o “El Pelado”; había elegido hacía tiempo este camino, la de salir al encuentro de los desprotegidos, los desheredados de esta tierra y no esperar manso a la promesa de heredad eterna. 

El pasado miércoles la presidenta Cristina Fernández volvió a ese lugar y se detuvo frente al viejo algarrobo. Desde 2006, a instancias del ex Presidente Néstor Kirchner, el 4 de agosto, día del asesinato de Angelelli por la última dictadura genocida, es día de duelo nacional y en el marco del año del Bicentenario, se eligió la Provincia de La Rioja para llevar a cabo las actividades más importantes de la Semana Nacional de los Derechos Humanos. Pañuelos blancos y chicos de las escuelas riojanas se mezclaban con los vecinos para recordar al Obispo a 34 años de su asesinato. 

Más tarde, en el Polideportivo Municipal la Presidenta ante un auditorio lleno de estudiantes secundarios diría: “Hoy tuve un momento de mucha emoción, allá en el árbol en el que él había celebrado la misa de Gallo el 24 de diciembre de 1971” y prosiguió: “Es que el compromiso de Angelelli con los pobres no era de discurso, no era de retórica, no era de homilía, era un compromiso de vida todos los días y el compromiso con los pobres lo llevó también a enfrentar los intereses de los que necesitan tener pobres para seguir explotándolos en la tierra y en el trabajo.”

Un año y medio antes de la histórica misa, designado por Pablo VI, Angelelli asume el Obispado de La Rioja. El ala más conservadora de la Iglesia había intercedido para alejarlo de su trabajo pastoral en Córdoba, de la capilla Cristo Obrero, lugar de reunión para jóvenes obreros y estudiantes, de la dirigencia de la Juventud Obrera Cordobesa y de su popularidad que lo había llevado a convertirse en Vicario General de la Arquidiócesis. Sin embargo, Angelelli, según diría el mismo años más tarde, encontraría su misión y su destino en esas tierras.

En su primera homilía riojana anunció que venía a servir a los pobres, hambrientos y sedientos de justicia. El mismo día de su designación, 24 de agosto de 1968, se iniciaban las deliberaciones en Medellín del Episcopado Latinoamericano. Que culminaría con la presentación de los llamados Documentos Finales de Medellín, cuyo “Mensaje a los pueblos de América Latina” reconocía la historia común de nuestros pueblos y señalaba la hora latinoamericana: “el presente nos pone en una coyuntura decisiva y el futuro nos exige una tarea creadora en el proceso de desarrollo.” Unión, solidaridad fraternal y acción aparecen como directrices para revertir el signo trágico de América Latina: “Pese a los esfuerzos que se efectúan, se conjugan el hambre y la miseria, las enfermedades de tipo masivo y la mortalidad infantil, el analfabetismo y la marginalidad, profundas desigualdades en los ingresos y tensiones entre las clases sociales, brotes de violencia y escasa participación del pueblo en la gestión del bien común.”. 

Los obispos reunidos en Medellín proponían “Queremos sentir los problemas, percibir sus exigencias, compartir las angustias, descubrir los caminos y colaborar en las soluciones”. Y concluían: “Llamamos a todos los hombres de buena voluntad para que colaboren en la verdad, la justicia, el amor y la libertad, en esta tarea transformadora de nuestros pueblos, al alba de una era nueva.”

Los jóvenes latinoamericanos fueron llamados a ser motor de esta nueva era, en Argentina los grupos de revolucionarios cristianos se entregaron a una militancia de base en sectores obreros que derivaron en la formación de distintos grupos, como elPeronismo de Base, el Comando Camilo Torres, el Peronismo Revolucionario y Montoneros.

Con el espíritu de Medellín y del Concilio Vaticano Segundo, el ahora Obispo de La Rioja encabezó la elaboración de un documento que denunciaba las desigualdades a las que era sometido el pueblo trabajador y proclamaba que la tierra debía ser para quién la trabaje. En La Rioja promovió la creación de sindicatos mineros, peones rurales y cooperativas de producción y consumo. En Famatina junto a un grupo de monjas organizó el sindicato de empleadas domésticas, monjas de distintas partes del mundo llegaban para trabajar en el servicio doméstico y organizar a las mujeres y concientizarlas de sus derechos. Ayudo a los trabajadores rurales de Aminga en la creación de la Cooperativa de Trabajadores Rurales de Aminga (CODETRAL) y el reclamo por las tierras ociosas de un predio abandonado, que anticipando lo que vendría décadas más tarde, el entonces Gobernador de La Rioja, Carlos Menem, prometió adjudicar a los trabajadores y una vez ganadas las elecciones traicionó y vendió a los mismos dueños de siempre.

Su actividad política y su compromiso con los más humildes era parte de su acción pastoral, que consistía, también, en sentarse con las viejitas rezadoras a rezar el rosario o a viajar por toda la provincia confirmando a los chicos de Vichigasta, Chilecito o Antinaco. “Con un oído en el evangelio y el otro en el corazón del pueblo” era su frase.

En enero de 1974, la Triple A, fuerza parapolicial de extrema derecha en la Argentina, envió a los medios de prensa su primera lista de condenados a muerte. Entre los nombres aparecía el del Obispo Angelelli. El comunicado rezaba: “Los mencionados serán ajusticiados en el lugar donde se encuentren”. 

El historiador y periodista argentino, Osvaldo Bayer, cuenta una anécdota relatada en su estadía en la Rioja siguiendo los pasos de Angelelli. En uno de sus habituales viajes en su viejo auto al interior de la provincia, el Obispo llega a la zona de bosques riojanos y se encuentra en el camino con un cortejo fúnebre. Un grupo de trabajadores de la madera llevaban en una camilla improvisada el cuerpo de un joven trabajador muerto por el Mal de Chagas. El obispo detiene el auto y pregunta por el ataúd. La gente avergonzada le responde “No tenemos dinero señor Obispo”. Él se suma al cortejo y ese domingo en una misa en la capital riojana proclama una omilía que precipitaría la embestida contra el Obispo y su gente. Desde su púlpito dice: “¡Qué pecadores que somos que ni siquiera en nuestra tierra los trabajadores de la madera, de la leña, de los árboles, pueden tener un ataúd para los hombres de trabajo, para sus compañeros de trabajo”. En primera fila se encontraba el vice Comodoro Lázaro Aguirre junto a otros militares y sus familias. Aguirre se levanta y dice: “Señor Obispo hemos venido a escuchar la santa misa y no a escuchar discursos políticos” Angelelli le contesta: “Usted deje el templo que usted no pertenece a nuestra religión”. 

El jueves siguiente matan a dos curas que trabajaban en la Pastoral. El francés Gabriel Longeville, y Juan de Dios Murias, son secuestrados y sus cuerpos sin vidas tirados al costado de las vías. Una semana más tarde matan a Wenceslao Pedernera, trabajador rural y colaborador de Angelelli, en la puerta de su casa frente a su familia. 

Días más tarde, el 4 de agosto, el Obispo volvía en su camioneta junto al padre Pintos desde Chamical donde había ido a investigar los asesinatos de los dos curas, cuando un peugeot 504 les cerró el paso provocando el vuelco de la vieja camioneta. El cuerpo sin vida del Padre Obispo Enrique Angelelli se encontró tendido en la ruta. Dicen que tenía los brazos abiertos como un cristo. 

El miércoles pasado, 34 años después de éstos hechos, la Presidenta Cristina Fernández, celebró junto a los chicos, los pañuelos blancos y el pueblo riojano la conmemoración de su muerte y levantó a Angelelli como bandera, ya no sólo de los riojanos sino de todos los argentinos.
 
APM | Agencia Periodística del Mercosur | www.prensamercosur.com.ar
Facultad de Periodismo y Comunicación Social. Universidad Nacional de La Plata.
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