Salvo para los economistas y otros tecnócratas obnubilados por las tasas de crecimiento del PIB, la situación del pueblo senegalés en particular y la de los pueblos africanos en general, sigue siendo dramática. Esta situación no se explica por holgazanería o una desorganización “natural” cualquiera de los pueblos del continente africano, sino por una longeva tradición de pillaje, de explotación y de opresión en el marco del sistema capitalista.
“Ante-ayer”, la dominación por la esclavitud: pillaje de los recursos humanos
Entre los siglos XV y XVIII, Senegal ha constituido para las potencias europeas una lonja rotativa de negocios del comercio triangular. Con Benin y su puerto de Ouidah, Senegal ha pagado un muy pesado tributo a la trata negrera: de la isla de Gorée, justo enfrente de Dakar, han salido más de un millón de esclavos hacia el “nuevo” mundo.
“Ayer”, la dominación por la colonización: pillaje de los recursos agrícolas y mineros
En el siglo XX, las riquezas naturales del país (fosfatos, cacahuete – maní -) son explotadas en beneficio de la metrópoli francesa. Durante las dos guerras mundiales, Francia utiliza sus colonias como reservorio de hombres para sus fuerzas armadas. En total, son centenas de miles de senegaleses que defienden los intereses de Francia. Eso no le impide en lo absoluto al poder colonial de reprimir muy duramente los movimientos de emancipación que se desarrollan en Senegal después de la Segunda Guerra mundial. Habría que esperar hasta 1960 para que Senegal llegara a ser formalmente “independiente”.
Esas dos partes de la historia no pueden ser olvidadas bajo el pretexto de dejar de quejarse del pasado y “echar p’alante”. Por una parte, África no sería lo que es hoy día si no hubiera habido la trata negrera. Merece la pena aun recordar que ante ese verdadero pillaje de las fuerzas vivas africanas, existieron en África muy grandes civilizaciones, con buen nivel de desarrollo social, político y cultural. Por otra parte, los Estados Unidos de Norteamérica y Europa tampoco serían lo que son hoy día si no hubieran existido la esclavitud y la colonización.
Los países del Norte han sido en efecto construidos en gran medida, su riqueza y su pujanza, sobre la base de una política extremamente agresiva y violenta hacia las poblaciones del Sur y contra la naturaleza. Esta parte de la historia es por sí sola suficiente para afirmar que son los pueblos africanos quienes son acreedores de una deuda histórica y ecológica gigantesca con respecto a las potencias del Norte. Sin embargo el “sistema deuda” que se hizo vigente a principios de la década de 1960 vino a invertir el mecanismo: son los pueblos (del Sur) que van a encontrarse endeudados...
De 1960 a 1980, la seudo-independencia: la dominación y el pillaje continúan
Las fuerzas sociales senegalesas, que habían combatido valerosamente la colonización, son exhortadas, en nombre de la construcción nacional, a hacer un paréntesis en sus luchas y a aceptar la necesaria colaboración con el viejo poder colonizador. Como en muchos otros países africanos, aparte de una bandera, un himno nacional y un Presidente (frecuentemente escogido por los antiguos poderes coloniales) para reemplazar el anterior Gobernador colonial, las independencias no van a significar verdadero cambio. Por un lado, la economía senegalesa continúa siendo orientada hacia la explotación de unos cuantos productos primarios (fosfato, maní y productos de la pesca). Por el otro, las relaciones de sumisión política son mantenidas, por vía de la consolidación de la red Francia-África. Antiguo diputado francés y amigo íntimo de Georges Pompidou, el presidente Léopold Sedar Senghor va a permanecer en el poder durante dos décadas, en estrecha colaboración con la ex metrópoli. Tales nexos serán conservados por su sucesor designado, Abdou Diouf, quien va a presidir a Senegal durante los veinte años siguientes. Presentado por algunos como ejemplo de democracia en África, el país no conoció pues ninguna alternancia durante sus primeros cuarenta años de independencia.
Desde 1980 hasta el día de hoy, el neocolonialismo: la dominación por la deuda
Durante la década de 1970, en el marco de la crisis económica mundial, la deuda de Senegal estalla. El reciclamiento de petrodólares por los bancos del Norte, la compra masiva de productos importados por medio de préstamos vinculados (que sirvieron para relanzar las economías del Norte entonces en crisis de superproducción) y la caída de los precios de las materias primas van a multiplicar la deuda por diez en sólo diez años: la deuda pública externa pasa de US$114 millones en 1970 a US$1,11 millardos en 1980.
A partir de 1979, fueron impuestas una serie de medidas por los “expertos” del FMI y del Banco mundial (bloqueo de los salarios de los funcionarios públicos, supresión de las subvenciones a los productos de primera necesidad e incremento de los impuestos), pero, cuando las cotizaciones del fosfato se derrumban y las tasas internacionales de interés levantan vuelo, los bancos paralizan sus créditos y la crisis de la deuda se abate sobre Senegal, propagándose por todo el Sur de nuestro planeta.
En 1984, financieramente asfixiado, Senegal, a cambio de la reprogramación de su deuda, pone en práctica su primer plan de ajuste estructural para el período 1985-1992. En el programa: reducción de los presupuestos de educación y sanidad, incremento de las exportaciones y privatización de los sectores rentables. Un nuevo plan de ajuste estructural es puesto en marcha en 1994, mientras el país sufre en pleno rigor el latigazo de la devaluación del 50% del franco CFA (lo que implica una fuerte disminución de los salarios reales y un alza correspondiente de los precios de las importaciones) y se producen nuevamente motines y... represiones. El paro y el endeudamiento crecen incansablemente. Un tercer plan de ajustes es firmado en abril de 1998, esta vez con el objetivo de extender los programas de privatización a todos los sectores (energía, telecomunicaciones, transporte, agua, etc.). En el 2000, Senegal integra la iniciativa PPME (Países pobres muy endeudados). Aboliciones microscópicas de la deuda están en el horizonte, pero con la única condición de que el país profundice aún más sus reformas neoliberales, tan dramáticas para las poblaciones.
Balance: el sufrimiento de los pueblos sigue y se incrementa…
Lo que en otro tiempo fuera su principal producto de exportación y fuente de ingresos de los campesinos, el sector del maní (cacahuete) está hoy siniestrado. El Estado ya no apoya casi nada a los pequeños productores, los que continúan produciendo en ese sector están condenados a luchar contra los industriales del aceite y los intermediarios que manipulan los precios del mercado.
Los agricultores en general de otros rubros no están en mejor situación. Las recientes iniciativas gubernamentales, como el plan REVA (Retorno hacia la agricultura - 2006) supuesto de “fijar las poblaciones” y contener las migraciones etiquetadas como clandestinas[1], y la GOANA (Gran ofensiva para la agricultura, la nutrición y la abundancia), iniciada en respuesta a la crisis de la alimentación de 2008, no han dado ningún resultado probado. En realidad, esos programas agravan la situación del pequeño campesinado siendo de provecho a los próximos al régimen presidencial que acapararon centenas de hectáreas de tierras agrícolas y transforman a los agricultores en obreros agrícolas asalariados.
Los criadores también sufren los tormentos y pagan los costos de las políticas y los programas neoliberales. Por ejemplo, como a un millar de granjeros de la región de Dakar, les han sido expropiadas sus tierras y han sido empujados hacia zonas hostiles. Las zonas de labranza y de pastoreo están destruidas a causa de proyectos inmobiliarios y de una fuerte especulación en bienes raíces. Eso, sin mencionar el déficit de personal veterinario y de agronomía calificado a causa del desentendimiento del Estado en ese sector.
El sector educativo está en el suelo. Los educadores sufren regularmente retrasos en los pagos de varios meses en sus magros salarios. Los padres, que difícilmente llegan a empatar los extremos, logran cada vez menos hacer frente a los costos de inscripción instaurados en las escuelas públicas y en la universidad. Los estudiantes padecen extorsiones de fondos o mafias, mientras que, en un país con una tasa de paro en la vecindad del 50%[2], los y las estudiantes que logran graduarse tienen muy pocas posibilidades de encontrar un empleo, tenga o no relación con su formación académica.
En fin, los hogares sufren duramente el aumento constante de los precios de los productos básicos. Como ilustración, el precio de una bombona de gas butano de 6Kg usada cotidianamente por la gran mayoría de los hogares urbanos, se ha casi duplicado en el espacio de cuatro meses, pasando de 2 500FCFA a 4 000FCFA. Las facturas del agua y de la electricidad, pese a las incesantes interrupciones del servicio, aumentan constantemente.
Los acreedores se frotan las manos
El discurso dominante afirmaba que si las medidas “propuestas” por el FMI y el Banco Mundial eran aplicadas al pié de la letra, las economías del Sur iban a enderezarse y ver disminuir el nivel de sus deudas. Senegal, aun cuando muy buen alumno de la lógica neoliberal, no ha, ni de lejos, transitado tal camino. No solamente la deuda exterior pública no ha disminuido sino que se ha multiplicado por tres entre 1980 y 2009, pasando de 1,11 a 2,96 millardos de US dólares[3].
En tanto, durante ese mismo período, Senegal ha reembolsado sumas considerables: el monto transferido por Senegal en título de reembolso de su deuda en el curso del período 1980-2008 se eleva a US$ 5,03 millardos[4]. Concretamente, eso quiere decir que Senegal, después de haber reembolsado (5) cinco veces lo que debía en 1980, está hoy día (3) tres veces más endeudado. El “sistema deuda” ha jugado pues un papel clave en el mantenimiento de la transferencia de enormes riquezas africanas hacia los ricos acreedores del centro capitalista. Y ese negocio tan provechoso para algunos, salvo cambio revolucionario, está programado para durar mucho tiempo.
El FMI y el Banco Mundial aplauden a cuatro manos
El 14 de diciembre 2010, el FMI declaró: “Es conveniente felicitar a las autoridades senegalesas por la satisfactoria aplicación de su programa económico apoyado por el instrumento de sostenimiento a la política económica (ISPE). El crecimiento económico se rectificó en 2010 y debería reforzarse adicionalmente aún en 2011. Se han registrado progresos considerables en materia de políticas (públicas) y las autoridades están determinadas a proseguir las reformas destinadas a afrontar los retos de importancia que subsisten[5]” Declaraciones de este tipo abundan en los medios de comunicación, donde el crecimiento de la precariedad no puede competir frente al crecimiento del PIB.
Reconstruir la esperanza a partir del pueblo
Una cosa es segura: la solución no vendrá “de arriba”. Los capitalistas africanos, los gobiernos y las instituciones regionales a su servicio, hacen todo lo posible para que la situación vigente perdure, y todo ello con la bendición del capital internacional cuya sed de ganancias no tiene límite. Tal sed se manifiesta hoy día de manera más y más agresiva, no solamente en África, sino en todas las partes del mundo. Y también en las sociedades del Norte, que, después de la crisis que estalló en 2008, están viviendo la dura experiencia de los ajustes estructurales con, no dudamos, las mismas consecuencias sufridas por los pueblos del Sur durante los últimos treinta años. Construir una sociedad de igualdad y de justicia social, alternativa al capitalismo neo-colonial, es perfectamente posible. Mas ello no será realidad sino en la unidad de los pueblos y el éxito de las luchas locales e internacionales. Esperemos que el próximo Foro Social Mundial, que llevaremos a cabo del 6 al 11 de febrero 2011 en Dakar, estará a la altura de todo lo que está en juego.
Traducción solidaria por Paulino Núñez, CADTM Venezuela.
Notas:
[2] La tasa de desempleo era del 49% en 2008 según la Agencia Nacional de Estadísticas y Demografía del Senegal.
[4] Fuente: Banco Mundial,
Global Development Finance.
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Adama Soumare (CADTM Senegal) y Olivier Bonfond (CADTM Bélgica)