La actualización del socialismo cubano y A. Latina

30/05/2011
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Artículo publicado en la Revista América Latina en Movimiento No. 465: Cuba: "transformaciones necesarias" 06/02/2014
En abril pasado los ojos del mundo se volcaron sobre Cuba. El Partido Comunista, el máximo nivel de dirección política de la mayor de las Antillas, celebraba su VI Congreso Nacional Ordinario, en el marco de un proceso destinado a actualizar el proyecto socialista.
 
Existían varias razones para que se desplegara tan concentrada atención: primero, era el primer congreso que se iba a desarrollar sin la conducción del líder histórico de la revolución, Fidel Castro; segundo, se producía, respecto de los anteriores, en un momento en que en América Latina hay en curso un proceso político de convergencia de nuevos paradigmas emancipatorios que, en distintos grados, tienen a Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua como a los de avanzada, así como un surgir latinoamericanista que busca, al mismo tiempo, frenar la contraofensiva de los Estados Unidos y, tercero, la necesidad de actualizar el modelo socialista que ha llegado al límite de su ejecución.
 
A lo anterior hay que agregar un hecho no menor: una campaña mediática transnacional se activó con inusitada fuerza apenas el nuevo presidente de Cuba, Raúl Castro, convocara al VI Congreso, para construir en el imaginario colectivo mundial la percepción que en la Isla se estaba produciendo una marcha –para unos abierta y para otros encubierta- hacia el predominio de la economía de mercado; es decir hacia el capitalismo. Los objetivos de la orientación de la campaña consiste –pues no ha concluido- en generar un ambiente de incertidumbre en la sociedad cubana a pesar de los altos grados de cohesión social y política, pero también de poner en entredicho las medidas de clara orientación anti-imperialista adoptadas, en distinto grado, en los procesos políticos de avanzada en Nuestra América. No pocos dirigentes de estos países han caído en la trampa.
 
Como contexto histórico de largo aliento, que explica la importancia estratégica de lo que está sucediendo en Cuba, habrá que apuntar lo siguiente: la mayor de las antillas y Puerto Rico fueron los dos únicos países de Hispanoamérica que no pudieron conquistar su independencia formal en el ciclo revolucionario del siglo XIX por la prematura intervención de los Estados Unidos, pero al mismo tiempo es el pequeño país que ha alcanzado su independencia plena en 1959 –que podría asumirse como su fundación real- y en 1961 se convierte en el primer Estado socialista del continente, a 90 millas del imperialismo más grande que ha conocido la humanidad hasta ahora.
 
Siempre, dentro de su importancia histórica, Cuba ha desempeñado una innegable referencia política y moral en la lucha de los pueblos de América Latina, Asia y África. Sin su ejemplo e internacionalismo difícilmente Sudáfrica hubiese alcanzado su victoria frente al Apartheid; América Latina no habría tenido poderosos movimientos guerrilleros en las décadas de los 60 y 70 y, para no abundar en detalles, no estaría abriendo hoy a través del ALBA nuevos caminos de unidad e integración latinoamericanos, así como de nuevas formas de articulación extra-continentales con otros países del “Sur”.
 
Su impacto en los procesos latinoamericanos
 
El proceso de actualización del sistema cubano se está desarrollando en tres tiempos. El primero se cumplió entre noviembre de 2010 y febrero de 2011 con la discusión en seminarios y talleres de “Los lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución”. El 16 de abril, con la inauguración del Congreso del PCC –donde participaron unos 1.000 delegados elegidos en reuniones y asambleas- arranca la segunda etapa. La tercera etapa de este proceso, necesario y urgente para que el socialismo no se hunda, como ha sostenido Raúl Castro, se llevará a cabo en enero de 2012 para aprobar medidas de perfeccionamiento de la democracia socialista.
 
La ruta seguida por el PCC está siendo observada de cerca por todo el mundo. De los peligros que se enfrentan está consciente la dirección y el pueblo cubano que, advirtiendo sobre el desafío que significará la implementación de las medidas adoptadas en el Congreso el presidente cubano sostuvo ya el 18 de diciembre pasado: “O rectificamos o ya se acabó el tiempo de seguir bordeando el precipicio, nos hundimos, y hundiremos, como dijimos con anterioridad, el esfuerzo de generaciones enteras, desde el indio Hatuey, que vino de lo que hoy es la República Dominicana y Haití -el primer internacionalista en nuestro país-, hasta Fidel, que nos ha conducido genialmente por estas situaciones tan complicadas desde el triunfo de la Revolución”.
 
El VI Congreso del PCC también ha servido para negar cualquier tránsito hacia el capitalismo. El 1 de agosto de 2009, Raúl Castro, ante la Asamblea Nacional de Poder Popular sostuvo: “A mí no me eligieron Presidente para restaurar el capitalismo en Cuba ni para entregar la Revolución. Fui elegido para defender, mantener y continuar perfeccionando el socialismo, no para destruirlo”.
 
¿Cuáles son, empero, las lecciones que Cuba le manda a los procesos emancipatorios de América Latina?
 
Primero, la unidad, como condición de la victoria. Fidel lo ha repetido innumerables veces y hasta el cansancio. En la revolución, como resultado de una dinámica creadora de la sociedad, hay contradicciones y tensiones, pero sobre todo hay que tener la capacidad de resolverlas e identificar a las amenazas que acechan al proceso, dentro y fuera del país.
 
La revolución cubana, sin la férrea unidad de la trilogía: Partido, pueblo y gobierno, no habría sobrevivido. Lo ha demostrado al enfrentar y vencer a todo plan desestabilizador que el imperio ha puesto en marcha en más de medio siglo de revolución. 
 
Segundo, la capacidad permanente de renovar el socialismo. Esta no es la primera vez que lo hace y siempre en condiciones de adversidad y peligro. Para ejemplo solo hacer referencia al proceso de rectificación de errores y tendencias negativas emprendido a partir del III Congreso, con medidas, en algo parecidas, aunque en circunstancias distintas, a las aprobadas en este VI Congreso, como las de luchar contra el burocratismo, la ineficiencia, el robo de bienes del Estado y el desestímulo moral a partir de desequilibrios en los estímulos materiales. Aconteció lo mismo en 1991 con el IV Congreso.
 
Esta permanente renovación del socialismo –ocultada sistemáticamente por el aparato transnacional de la información, que ha mostrado a una Cuba estática y errática en el tiempo- se encuentra en varias comparecencias públicas de Fidel Castro, como la que hizo en la Universidad de La Habana en 2005, cuando sostuvo que si hay un error cometido por la dirección del país a poco de triunfar la revolución era creer que se sabía de antemano cómo se iba a construir el socialismo.
 
Tercero, el socialismo como creación heroica. En la línea del peruano Mariátegui, el VI Congreso del PCC hizo suyas las palabras de Raúl Castro, quien sostuvo en diciembre de 2010 que “La construcción del socialismo debe realizarse en correspondencia con las peculiaridades de cada país.  Es una lección histórica que hemos aprendido muy bien. No pensamos volver a copiar de nadie,  bastantes problemas nos trajo hacerlo y porque además muchas veces copiamos mal”.
 
Renovar el socialismo es no confundirlo con idealismo, paternalismo e igualitarismo. “Hoy añado que las medidas que estamos aplicando y todas las modificaciones que resulte necesario introducir en la actualización del modelo económico, están dirigidas a preservar el socialismo, fortalecerlo y hacerlo verdaderamente irrevocable, como quedó incorporado en la Constitución de la República a solicitud de la inmensa mayoría de nuestra población en el año 2002”, ha sostenido Raúl Castro.
 
Cuarto, la consulta permanente al pueblo. Los congresos del PCC concentran la atención más que las sesiones de la Asamblea Nacional del Poder Popular. Siempre ha sido así, no solo por el tiempo que separa a un congreso de otro, sino porque se produce un nivel de participación del pueblo a través de los organismos de masa como no ocurre en otras partes del mundo. La socialización de los Lineamientos y su amplio debate es una señal de participación popular y de democracia.
 
No es nuevo ese estilo de hacer política en Cuba y que explica la fortaleza de su proceso. A eso hizo referencia Fidel, por ejemplo, al clausurar el IV Congreso en la provincia de Santiago de Cuba el 14 de octubre de 1991, cuando en alusión de las restricciones de la democracia burguesa sostuvo: “Nuestro congreso ha sido un ejemplo, hemos dicho que es el congreso político más democrático que ha habido nunca en nuestro país; pero podemos decir que es el congreso político más democrático que ha habido nunca en el mundo. La amplitud con que se discutió, la libertad con que se discutió, la sinceridad, la franqueza, la confianza no recuerdan otro ejemplo en la historia; la honestidad con que se discutió y, además, la unidad con que se discutió; cada criterio, fuera cual fuese, el respeto con que se discutió. A los que hablan de democracia, podemos decirles: Vengan a nuestro congreso, vean nuestro congreso y verán lo que es democracia; desde el Llamamiento del Partido, su discusión por millones de personas, hasta la elaboración de los documentos, las incontables reuniones previas en el análisis de esos documentos, hasta el último minuto del congreso”.
 
Quinto, la necesidad de contar con un Partido (o aparato político) y de su permanente renovación. No hay revolución ni mucho menos dirección política, moral y colectiva sin un aparato político que sale del pueblo, no pierde la relación con las masas, no se distancia de la sociedad y tiene autoridad moral para decir y hacer lo necesario para defender el socialismo.
 
Raúl Castro ha sido muy claro desde que asumió la conducción de Cuba y mucho más enérgico cuando se lanzó la convocatoria al VI Congreso y durante su propia realización y clausura. De ahí el llamado a encarar la Conferencia Nacional de enero próximo con la misma seriedad con la que se encaró el VI Congreso, ya que su desarrollo será dedicado exclusivamente a cambiar los métodos y estilos de trabajo del Partido.
 
Sexto, la capacidad de defender la revolución. En la línea de las palabras de Lenin, el teórico y constructor de la primera revolución socialista del mundo en el siglo XX, que dijo que revolución que no sabe defenderse, es una revolución que se muere, la mayor de las Antillas es algo que nunca ha perdido de vista, aunque como dijera el actual presidente de Cuba, Raúl Castro, en diciembre de 2004: “la mejor manera de ganar la guerra es evitándola”.
 
El punto de partida es claro. Agravada por estar a una distancia no mayor a 90 millas del corazón del imperialismo, Cuba ha estado siempre preparada para defender su proceso a través de la estrategia de “la guerra de todo el pueblo”, lo cual implica a sus Fuerzas Armadas y a la sociedad toda. El ejercicio Bastión 2004 y el desfile militar que precedió a la inauguración del VI Congreso en abril pasado son una prueba de ello, además de las victorias conquistadas en medio siglo de acciones de sabotaje, boicot y contrarrevolución. La más importante fue la victoria de Playa Girón en 1961, cuando se produjo la primera derrota militar del imperio en territorio latinoamericano.
 
Séptimo, la autocrítica, como método de reinvención. No hay revolución que perviva en el tiempo si no tiene la capacidad de identificar sus errores y los mecanismos, además de la voluntad política, para enmendarlos en el momento que tiene que hacerlo. En septiembre de 2010, ante la pregunta de un periodista estadounidense de “si todavía creía importante exportar el modelo socialista cubano”, el líder histórico de la revolución cubana manifestó, no sin antes aclarar que "Es evidente que esa pregunta llevaba implícita la teoría de que Cuba exportaba la revolución”, que “el modelo cubano ya no funciona ni siquiera para nosotros. Se lo expresé sin amargura ni preocupación".
 
Pero si hay algo que despeja toda duda sobre la capacidad de autocrítica de la revolución cubana y su dirección son las palabras de Raúl Castro, cuando dijo que en 50 años se habían cometido muchos errores y que “no hay que temerle a las discrepancias de criterios”.
 
Octavo, siempre decir la verdad. En su intervención ante la Asamblea Nacional del Poder Popular y luego en el VI Congreso, Raúl Castro ha sostenido que las mentiras le hacen daño a los procesos revolucionarios. “Hay que luchar para desterrar definitivamente la mentira y el engaño de la conducta de los cuadros, de cualquier nivel. No por gusto el compañero Fidel en su brillante definición del concepto Revolución, entre otros criterios, señaló: “No mentir jamás ni violar principios éticos”.  Conceptos que aparecen reflejados en la primera página de los lineamientos que hemos estado discutiendo, en el folleto que se imprimió”, sostuvo el actual presidente de los Consejos de Estado y de Ministros.
 
Noveno, separar la gestión política de la gestión administrativa. Si algo ha retomado con fuerza, pues sus iniciales reflexiones se las vio en el III Congreso de 1986, es la separación de las funciones del Partido (o aparato político) de las tareas administrativas. Es decir, cuando Raúl Castro sostiene “El Partido debe dirigir y controlar y no interferir en las actividades del Gobierno, a ningún nivel, que es a quien corresponde gobernar, cada uno con sus propias normas y procedimientos, según sus misiones en la sociedad”, lo que está diciendo es que el Estado no puede convertirse en botín de guerra del partido y que en la administración estatal deben intervenir las personas más idóneas.
 
Décimo, el mercado subordinado a la planificación. Quizá, como aporte a la teoría revolucionaria en las condiciones del siglo XXI, la revolución cubana le aporte a otros procesos como los que se conocen hoy en América Latina la necesidad de encontrar una respuesta a la relación conflictiva entre Planificación y mercado. El actual presidente de Cuba, sin desconocer el papel que jugará el sector “no estatal” de la economía y la necesidad que las empresas estatales o mixtas sean eficientes, ha sostenido con firmeza: “La planificación y no el libre mercado será el rasgo distintivo de la economía y no se permitirá, como se recoge en el tercero de los lineamientos generales, la concentración de la propiedad. Más claro ni el agua, aunque no hay peor ciego que el que no quiere ver”.
 
Esto implica asumir que en el socialismo (y aquí sirve el concepto marxista de formación social) es posible y necesario desarrollar varias formas de propiedad e inversión, pero donde la estatal, que bien se acompaña con otras formas sociales no privadas como las asociativas, cooperativas y comunitarias, deben ser las predominantes.
 
A manera de síntesis: la revolución cubana es y continuará siendo la referencia para América Latina en una perspectiva emancipatoria. De eso ya ha dado pruebas irrefutables.
 
 
- Hugo Moldiz Mercado es periodista, abogado, magíster en relaciones internacionales, director del semanario La Epoca de Bolivia y miembro de la Red de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad.
 
* Este texto es parte de la revista América Latina en Movimiento, No. 465 de mayo de 2011, sobre Cuba: "transformaciones necesarias" (http://alainet.org/publica/465.phtml)
 
 
https://www.alainet.org/de/node/150848
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