Esplendor de la Cuarta Fase
05/06/2012
- Opinión
Gozosa primera plana de El Comercio del 31 de mayo: guardias armados aplicando grilletes al señor Oscar Mollohuanca, Alcalde de Espinar.
Es un golpe de estado. El alcalde de Espinar representa la voluntad popular en el nivel provincial. Apresar al Alcalde es igual que apresar al Presidente, sólo es cuestión de dimensiones.
Los Gutiérrez arrestando a Balta (siglo XIX), Benavides derrocando a Billinghurst, Odría deponiendo a Bustamante y Rivero, Velasco expulsando a Belaunde de Palacio. Distintas épocas, motivos diferentes. Hoy es la Alcaldía de Espinar, mañana puede ser el palacio presidencial.
Antes dije que hemos entrado en la Cuarta Fase, la inserción de la lógica guerrera en el gobierno y el estilo castrense en la conducción de pública. Ciudades ocupadas por miles de soldados, estados de emergencia, juzgados ad hoc para perseguir a líderes sociales, confiscados los fondos de gobiernos regionales y locales, periodistas sustituidos por arpías de las corporaciones, un congresito permitiendo que tropas norteamericanas entren y salgan como por su casa, un Gabinete de ex militares, abogados de empresas y consultores del FMI, Banco Mundial y BID. Hoja de ruta hacia la derecha dura. Elecciones escamoteadas. Eso ya se puede llamar dictadura pero nadie menciona la soga en casa del ahorcado.
Buen castigo contra Canchayas, Rosamarías, Altauses, Cayetanas, Aldos, Mónicas y anexos, sería condenarlos a que beban el agua de Espinar por el resto de su vida. Agua perpetua para ellos, pero de las mineras.
Artola (primera fase); Morales y el “gaucho” Cisneros (segunda fase); Fujimori – Montesinos (tercera fase), en diferentes circunstancias, aplicaron esta lógica. Ollanta (cuarta fase) trata de hacer lo mismo. Morales tuvo que emprender la retirada, Fujimori – Montesinos terminaron en la cárcel. El abuso debilita al que lo comete, el que a hierro mata a hierro muere.
En la conducta militarista más extrema, la razón de Estado se explica por sí sola, no tiene que dar cuenta a nadie sino al superior. Se cree que la democracia es ineficiente. Como para Sun Tzu, todo el arte de la guerra se basa en el engaño. Allá afuera la división de la sociedad puede ser entre pobres y ricos, izquierda y derecha; pero en la estrategia es entre amigos (los que están conmigo) y enemigos (los que están con el otro). La lealtad es entendida como subordinación al superior, no como fidelidad a principios que no existen porque lo que vale es la astucia. Como el orden es valor fundamental, los que desordenan son enemigos. La paz es la de los cementerios. Matar, apresar, torturar o espiar, son métodos profesionales para vencer al adversario – enemigo. El robo es falta admisible si la hacen los amigos. La ley es para los demás. Los “rojos” son la obsesión inoculada desde la guerra fría. Fue la razón de Saddam, Mubarak, Gadafi. Es también la racionalidad de la CIA.
Como los ricos son fuertes, aunque algunos sean detestables hay que estar bien con ellos mientras sea necesario. Los subversivos pueden ser buenos, pero son enemigos porque discuten la autoridad. No mandan las ideas, la bondad o maldad, sino la lógica amigo – enemigo.
No son excesos, errores ni claudicaciones, es un sistema. Resucita entre nosotros después de cierto languidecimiento porque no existen los anticuerpos de un poder ciudadano serio, sostenible. En la base social hay resistencias pero no Resistencia. Como decía Basadre, se oscila entre la parálisis y la epilepsia. En el sistema político, los pedidos de renuncia de ministros o primeros ministros solo sirven para mantener presencia en la política menuda y continuar disfrutando de un alojamiento precario en cualquier sucursal lejana o cercana de Palacio. ¡Y qué silencios! Ningún alcalde ha salido en favor del burgomaestre de Espinar. Qué vergüenza. Solo tartamudeos, medias palabras. Lamentaciones, tímidos llamados a no hacer olas.
Nada significativo sucederá si las plurales protestas contra el abuso no abonan un poder alternativo, amplio, democrático, social y político, respetable por su calidad y cantidad. Ésa sería la verdadera Gran Transformación. La nuestra, la de los ciudadanos del Perú.
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