Una huelga general para defender nuestro futuro
11/11/2012
- Opinión
Las organizaciones sindicales han convocado, junto a una extensa y diversa plataforma de organizaciones sociales, una huelga general (HG) el próximo día 14 de noviembre. Deseamos, a través de estas líneas, expresar nuestro más firme apoyo a la misma, contribuyendo con una modesta reflexión sobre el gran significado social y político, en el sentido más amplio, que esta HG representa.
A nuestro entender, la HG del 14-N trata de expresar tres cuestiones decisivas para nuestro futuro colectivo.
1. La primera es que los problemas que está sufriendo la sociedad española, que están condicionando para décadas nuestro futuro, y que están retrotrayendo, en términos de bienestar, a la mayoría de la población a épocas muy lejanas, tienen su origen en la política impuesta por la UE bajo el dictado del gobierno alemán.
Una política basada en un diagnóstico erróneo. Es una política de austeridad –llamada de “devaluación interna”– que en más de dos años de aplicación ha fracasado completamente, que no tiene referencias de éxito en la historia de las crisis, y que está siendo aplicada actualmente con fervor y de la forma más retrógrada posible por el Gobierno del PP. En una construcción europea desequilibrada y que sólo puede tener salida si se responde rápidamente a los problemas de financiación y de crecimiento de muchos países de la UE y de ésta en su conjunto. Y si se orienta a medio plazo, marcando la hoja de ruta desde ahora, hacia una UE de carácter federal.
De ahí la necesidad de una movilización que sea europea, como han planteado los sindicatos españoles y la Confederación Europea de Sindicatos. Las huelgas generales en España, Grecia y Portugal y las acciones en otros países son, a la vez, el comienzo de esa imprescindible respuesta sindical, social y política europea, y la manifestación de sus dificultades en un marco de clara diferencia de intereses entre la parte de la UE que está siendo beneficiada por la crisis: Alemania, Austria, Finlandia, Holanda y una parte de los, típicamente partidarios del asilamiento, países escandinavos. Aunque hay otra parte muy importante de ciudadanos de esos mismos países que es también claramente perdedora con la crisis. Y, de otra parte, los países llamados periféricos (los del sur, Irlanda), y aquellos con una situación intermedia, como Francia, que están sufriendo un fuerte deterioro industrial y están amenazados por el contagio de la crisis.
2. La segunda cuestión es que, aprovechando la crisis, desde la UE y desde los gobiernos nacionales se están deshilachando y desmantelando, a través de los recortes y las llamadas “reformas estructurales”, los elementos definitorios del modelo social europeo: la negociación colectiva y los derechos laborales, la protección social –incluidos los sistemas de pensiones y de sanidad-, la educación pública gratuita y universal, los servicios públicos (a través de medidas que se añaden a la persistente reducción de impuestos directos, a las rentas del capital y a las empresas desde hace más de veinte años).
En España, la extrema desregulación laboral producida por la reforma del mercado de trabajo, las rebajas en la protección por desempleo, los múltiples recortes y privatizaciones en la sanidad pública, la anunciada vuelta de tuerca al recorte de las pensiones, y tantas otras medidas, son claros ejemplos de una forma muy deliberada de aprovechar la situación para aplicar aquí también – como en Grecia, en Portugal, en Irlanda, en Italia, sin olvidarnos de los ocho millones de trabajadores alemanes que ganan salarios de miseria - el desmantelamiento del Estado social.
Es por ello, que esta HG no es una huelga típica como las que suelen afectar y dirigirse, en una situación normal, a los trabajadores y a los problemas de éstos. En esta ocasión, la HG va sobre todo dirigida a defender un modelo de sociedad que está siendo descuartizado. Y que afecta, por supuesto a los trabajadores con trabajo, que son el cimiento de nuestra sociedad, pero que afecta también a los pensionistas, a los jóvenes que no tienen trabajo –no por culpa, como se venía diciendo, de la legislación laboral sino porque no hay ofertas de trabajo-, a los parados, etc. Es, por tanto, una huelga que afecta a toda la sociedad y en consecuencia deberá entenderse como el rechazo de la misma a este desmantelamiento social, y no sólo por sus efectos sobre la actividad productiva o el consumo energético, por ejemplo.
Es en este sentido, también, en el que cobra toda su significación y valor la propuesta de las organizaciones sindicales pidiendo un referéndum frente a una política que es la contraria de la que figuraba en el programa del gobierno actual. Política que es la expresión de una de las mayores aspiraciones del capitalismo: la primacía de la economía sobre la política. ¿Cuántas veces no escuchamos, expresada de una u otra manera, esa queja de que los gobiernos no pueden realizar las políticas “correctas” porque tienen que rendir tributo a las elecciones?
3. La tercera cuestión es que nos enfrentamos a un doble desafío: a la acentuación de las políticas neoliberales y al hecho de que, ahora, las mismas se pilotan y se imponen desde instancias, especialmente, transnacionales. Como es la famosa Troika, aunque incluso una pata de la misma, como el FMI, ha planteado objeciones importantes a la política de austeridad euro-germánica. Ese doble reto nos indica con toda nitidez la dificultad y la amplitud de la batalla a la que hemos de dar respuesta. Un desafío de tipo ideológico, de reconstrucción de la izquierda, de replanteamiento de las estrategias sindicales, de necesidad de afrontar una lucha continuada a corto, medio y largo plazo.
Podríamos decir, inspirándonos en el artículo de Cándido Méndez “En boca cerrada no entran moscas” –titulado así justamente para venir a decir que el silencio es la peor de las políticas en una situación en la que se hace la política contraria a la que se prometió y en la que la defensa de los principios democráticos consiste exactamente en dejar que hable el pueblo– que la protesta social que más fracasa es aquella que no se hace.
Por ello necesitamos: a) hacer entender que las soluciones se tienen que buscar en el ámbito europeo, b) que estamos enfrentados a una lucha por la defensa de un modelo de sociedad, y c) que sólo la movilización masiva, consciente, articulada, crecientemente en el ámbito europeo, y basada en propuestas alternativas a las políticas que se están llevando a cabo, podrá recuperar el empleo y los equilibrios económicos, defender las conquistas sociales, preservar la unidad de la UE y consolidar ésta sobre otras bases.
Al movimiento obrero le costó mucho tiempo pasar en Europa del miedo –del miedo a la enfermedad, a la vejez, a la ignorancia, al paro, a la caridad frente a los convenios y los derechos, a la carencia de derechos civiles y políticos para todos– al Estado social, a una mayor seguridad y bienestar, a la ciudadanía social. Ahora, el neoliberalismo nos está llevando, desde hace más de 30 años y en estos tres últimos años con una aceleración exponencial, de nuevo desde el bienestar al miedo. Se suele decir, con razón, que cuando creíamos que teníamos todas las respuestas nos cambiaron las preguntas. También podemos decir que cuando creíamos que ya teníamos para siempre un modelo social consolidado y ya estábamos, la mayoría, más o menos instalados en él, de nuevo vamos a tener que luchar por domesticar al capitalismo y vamos a tener que, como antes se decía, militar, realizar una lucha continuada para lograrlo. Para hacer posible el predominio de la democracia sobre los mercados.
- José María Zufiaur y Antonio González son, respectivamente, miembro del Comité Económico y Social de la UE, y miembro del Consejo Económico y Social de España, en representación de la UGT.
https://www.alainet.org/de/node/162596
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