Vigencia de una idea centenaria
- Opinión
La Argentina adolece de políticas de Estado que administren con visión sistémica y de largo plazo, su capital humano, físico y ambiental. Una de las consecuencias más consistentes, por su raigambre histórica y tendencia secular, es el desequilibrio geodemográfico que padecemos. Desde los tiempos de Alberdi o Sarmiento, muy poco o nada se ha hecho para mantener un cierto balance de la relativamente escasa población total. Ya en 1940, Alejandro Bunge llamó la atención sobre la acelerada urbanización nacional: entre 1869 y 1938 pasó del 33 al 74% (Bunge 1987), llegando a un 90% en el año 2000 (INDEC). Dentro de este contexto, la Provincia de Buenos Aires (PBA) sintetiza las mayores contradicciones estructurales, con impactos internos y de proyección nacional. En efecto, constituye el distrito más rico, más grande, con mayor población y mayores asimetrías en su territorio.
Sumando la PBA con Capital Federal, arribamos a una proporción de habitantes cercana al 50%, en el 11% de la superficie nacional. El correlato de esta hiperurbanización es la desertificación social en el interior, entre otros impactos. Un investigador del IFPRI1, James Garrett, sentencia: “Si las áreas rurales no reciben apoyo y no se mejora el bienestar de la gente rural, las ciudades van a colapsar. La gente continuará emigrando a las ciudades, pero éstas no serán capaces de soportarlos, bien sea en términos de servicios o de empleos” (Citado por Wilson, 2002). Los países desarrollados cuentan con políticas de Estado que promueven la vitalidad rural, evitando la degradación social y territorial en esos ambientes, al tiempo que protegen las ciudades (Asseff, 2000).
Los efectos negativos de esta distorsión pueden medirse en términos económicos, sociales y ecológicos, a nivel urbano, rural, nacional o global (Loewy 2001). Asumiendo la entidad nacional del problema y esto es central, como enfoque, la PBA aparece como el área más fértil para iniciar su abordaje. La ya legendaria propuesta de una provincia nueva, que llamaremos proyecto sudoeste (PSO), nos remite -inexorablemente- a los temas esenciales de un eventual desarrollo nacional. Las demandas zonales contienen argumentos sólidos y suficientes para pretender esa autonomía. No obstante, analizaremos -además- las consistencias del proyecto, a nivel provincial y nacional.
Razones intrínsecas
El SO bonaerense, o la sexta sección electoral, ocupa unos 100.000 km2 (1/3 de la provincia total). Tiene una población y densidad humana 16 y 5 veces menor que los guarismos totales, respectivamente (INDEC 2000). Ubicada en la zona más alejada de la capital provincial, además periférica, ocupa el sector ecológicamente más marginal. La principal fuente de recursos es la ganadería y la agricultura, con escasas posibilidades de diversificación ante cambios en rentabilidad, de actividades o cultivos. Apenas disimulada esta debilidad relativa, tras un periodo de años más benignos (climáticamente), retorna a una realidad económicamente delicada.
La insustentabilidad del crecimiento agrícola se acentuó desde los años 90 y el SO no escapa a sus impactos (Loewy 2006a). Se mide en disminución de PyMES agropecuarias, creciente alquiler, contratismo y -en suma- pérdida de capital social, con todas las secuelas que esto implica. Por otra parte, sin sufrir el embate disolvente de la sojización (Lapolla, 2006; Loewy, 2005), padece una creciente deslocalización económica. Los nuevos dueños o gerentes de las escalas mayores no residen en la región y, frecuentemente, ni siquiera son agricultores.
Otra rémora sistemática, de la comunidad SO, es la exigua y sesgada recuperación de los aportes tributarios y productivos. Los patrones históricos de asignación de la obra pública, en la PBA, son los siguientes:
Porcentaje | Ámbito | |
60 | Conurbano | |
30 | Pampa húmeda | |
10 | SO bonaerense | |
| 5 | Bahía Blanca |
| 4 | Cabecera de partidos |
| 1 | Otras localidades |
Fuente: Néstor Bilbao (2001)
Se puede argumentar que la obra se encamina hacia donde está la gente. Sin embargo, si parte de los recursos proviene de otras zonas, estamos consolidando todas las asimetrías y comprometiendo los eventuales desarrollos locales.
Desde el punto de vista de la representación política, el PSO contaría con funcionarios del propio terruño. Esto no es un dato menor, teniendo en cuenta las características diferenciales del área. A su vez, podría sustentar un número de diputados y senadores (hoy altamente diluidos por el desbalance provincial), acorde a su población y participación económica.
Por último, los parámetros del SO como unidad, son muy equilibrados y deseables, tanto en términos absolutos como relativos. No presenta dudas en su viabilidad y potencialidad, más aun asumiendo la pertenencia de su regionalización natural.
Razones provinciales
A pesar de ser la PBA el distrito más rico, sus números fiscales no terminan de cerrar. Si recibiera una coparticipación federal, acorde a su número de habitantes, estaríamos institucionalizando la principal limitante estructural del país. Sería largo enumerar los vicios de esta mega provincia, desde la pobreza, el delito o la irrupción del Agronegocio, sin red ambiental ni social. Solo agregaré, sin comentarios, dos ejemplos sintomáticos: encabeza con holgura las estadísticas de accidentes de tránsito (Loewy, 2006 b), dentro de nuestro triste record nacional y se percibe una llamativa publicidad oficial a favor de los juegos de azar.
El PSO iniciaría una apertura a la racionalidad de un distrito excesivamente grande, polifacético e ingobernable, en su configuración actual. Los esfuerzos burocrático-administrativos, desde La Plata hasta el SO y viceversa, cesarían, con gran alivio para ambas partes. Al sector Norte le quedaría aun una amplia superficie, la más dotada y poblada, siempre con el síndrome del área conurbano. Le restarían varios problemas a resolver, pero tendría uno menos y no menor. Todo el esfuerzo actual de la Provincia para estabilizar y hacer más previsible la evolución del SO, debería ser confrontado, por todo concepto, con la idea de que esta zona administrase sus propios recursos.
Razones nacionales
De la misma forma que el PSO iniciaría la racionalidad en el distrito mayor, los mensajes positivos -a escala nacional- serían muy elocuentes. Cabe no subestimar las sinergias y retroalimentaciones entre estos niveles La historia que genera el impulso autonomista conlleva un modelo de desarrollo diferente. Tal empresa debe incluir un ordenamiento territorial, pero no cualquier ordenamiento. Uno que se aplique “en función de una convergencia de objetivos políticos, sociales, económicos, culturales y aun recreativos.” (Rabbinge y Latesteijn, 1992, citado por Viglizzo, 2001). Una de las demandas basales de este proceso incluye la reconstrucción de la ruralidad, más allá de un mero enclave productivo (Sili, 2004). Dicha tarea, finalmente no puede prescindir de un Proyecto Nacional de Desarrollo. Su ausencia inicial, empero, no debería ser limitante para la formulación e implementación de desarrollos locales, con coberturas provinciales.
Una virtud relevante de la transformación propuesta en la PBA, importa la puesta en agenda de temáticas nacionales y de largo aliento, superando lo coyuntural-electoral, que nos agobia y paraliza desde hace varias décadas. Esta nueva agenda, a partir de un enfoque sistémico, galvanizaría una reconciliación del país con su sentido de futuro (Loewy, 2002). Si admitimos la inviabilidad del actual perfil geodemográfico, la nueva ruralidad se constituye en un tema insoslayable. En ese terreno, los sistemas productivos (agrarios) se proponen como unidades críticas de análisis (Loewy, 2006 c). El diseño de estas unidades, con taxativos atributos multifuncionales, podría ser liderado en el PSO.
Paralelamente, el proyecto podría alimentar a nivel nacional una conceptualización más rigurosa del uso de las palabras “desarrollo” y “crecimiento” (Sevilla Guzmán, 2002). En esa instancia hablaríamos de un desarrollo no retórico, que incorpore demandas de sustentabilidad socio-culturales, ecológico-ambientales, económico-productivas y político- institucionales, simultáneamente. En este proyecto mayor, la autonomía de la sexta sección electoral sería sólo una “bujía de calentamiento” o un laboratorio piloto, de la ruralidad que el país necesita.
Hacer converger las mejores armas del Mercado con políticas de Estado, globalmente aceptables, es la asignatura pendiente para cualquier sociedad que pretenda construir un futuro más venturoso. El PSO bonaerense, por sus rasgos emblemáticos, podría ser un excelente comienzo de esta historia.
Conclusiones
El PSO se presenta como una inversión muy atractiva, con objetivos múltiples, en tanto se ponderen variables sociales, ecológicas y políticas, además de las económicas.
Las razones del proyecto podrían acreditarse -independientemente- en demandas zonales, provinciales o nacionales. El pensamiento sistémico nos permite apreciar los aportes de la iniciativa a distintos niveles, potenciando su pertinencia.
La implementación, sin embargo, implica el desafío de repensar el País en términos de un desarrollo que supere las actuales inercias políticas y económicas. Esto explica -en parte- la latencia secular de esta idea.
La PBA concentra, más que otras, las aristas críticas que convocan a una agenda nacional, con visión de futuro. El PSO representa la respuesta a una de ellas, apuntando al corazón de una estrategia de desarrollo.
Bibliografía:
Asseff, Alberto, “En procura de un renacer rural”, Diario La Nueva Provincia, Bahía Blanca. 30/12/00
Bilbao, Néstor, “Asamblea regional Proyecto Provincia Nueva”, Acta Taller: Centro de estudios, Coronel Pringles, 03/11/01.
Bunge, Alejandro E., Una nueva Argentina, Editorial Hyspamérica, 1940, 519 pp.
Lapolla, Alberto. La sojización encierra graves problemas ambientales, sociales y económicos. Revista de la facultad de Ciencias de La Comunicación Social. Universidad Nacional de Córdoba. Julio 2006
Loewy, Francisco, La Encrucijada, Argentina y su reencuentro con el futuro. Editorial Dunken, 2002, 93 pp. y www.proyectodepais.com.ar
Loewy, Tomás, “Geodemografía, urbanización y escala del predio rural”, Revista Forrajes y Granos, 2001, Nº 64: 44 – 45
Loewy, Tomás. Rotación de cultivos en la región pampeana. Volviendo a las fuentes. Actas de las III Jornadas Interdisciplinarias del Sudoeste Bonaerense (2-4 de septiembre de 2004) Universidad Nacional del Sur, 2005 Pag. 49-52
Loewy, Tomás. Campo y País. Algo diferente hay que hacer. Revista Agromercado. Nº 254, junio 2006 Página 64. 2006a
Loewy, Tomás, “Accidentes de tránsito, el lado oscuro de la cuestión”, Diario La Nueva Provincia 07/05/06 -. 2006 b
Loewy, Tomás, “Sustentabilidad social de las unidades productivas en el ámbito rural”, Actas III Congreso Iberoamericano del ambiente y calidad de vida, Catamarca, Argentina. 2006 c.
Rabbinge, R. y van Latesteijn, 1992, citado por Viglizzo, Ernesto F., en La Trampa de Malthus, Agricultura competitividad y medio ambiente en el siglo XXI, Editorial Eudeba, 2001, 187 pp.
Sevilla Guzman, Eduardo, “Agroecología y desarrollo rural sustentable: una propuesta desde Latinoamérica”, en Agroecología, el camino hacia una agricultura sustentable, Editor Santiago J. Sarandon, 2002, Cap. 3: 57 – 81
Sili, Marcelo E., “La reconstrucción de la ruralidad en Argentina. Agenda para una política de desarrollo rural”, en Desarrollo local y nuevas ruralidades en Argentina, co-ed. UNS, INRA-SAD, Mediations, IRD/UR 102 y Dynamiques Rurales, 2004, Parte 3: 293 – 311
Wilson, Ellen, “Urbanización y agricultura, hacia el año 2020”, en La Agenda inconclusa: perspectivas para superar el hambre, la pobreza y la degradación ambiental, Editorial Fe Pinstrup-Andersen y Rajul Pandya-Lorch. Instituto Internacional de Investigación sobre políticas alimentarias. Washington, D.C., 2002, Capítulo 12: 73 – 77
Trabajo publicado en las IV Jornadas interdisciplinarias del SO bonaerense.
UNS Bahia Blanca. 2007
1 Instituto Internacional de Investigación sobre Políticas Alimentarias (USA)
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