Vigencia de la multifuncionalidad agrícola
- Opinión
Resumen
El paradigma dominante ejerce un tratamiento sectorizado, productivista y tecnológico de la agricultura. Un cambio medular de visión, en Europa desde 1990, distinguió la producción de bienes privados (comercializables) y bienes o males públicos, usualmente desatendidos por el mercado. Así progresó el concepto de multifuncionalidad agrícola (MFA), implicando un paso enorme hacia la sustentabilidad. Su adopción, como un ingrediente territorial estructurante y con impactos positivos en el metabolismo social, interpela la vigencia de políticas de Estado. El objetivo de este trabajo es analizar este concepto, en términos de su aporte al desarrollo y a las demandas de viabilidad global.
Palabras claves: Multifuncionalidad, Agricultura, Desarrollo, Sustentabilidad
Abstract
The dominant paradigm has a sectorized, production-based and technological approach of agriculture. Since 1990 a radical change of vision, in Europe has differentiated production of private (marketable) goods and public goods, usually neglected by the market. Thus the concept of agricultural multifunctionality (MFA) has evolved, implying a huge step towards sustainability. Its adoption, as a territorial structuring ingredient, with positive impacts on social metabolism, questions the validity of state policies. The objective of this work is to analyze this concept, in terms of its contribution to development and to the demands of global viability.
Keywords: Multifunctionality, Agriculture, Development, Sustainability
Trabajo publicado en la Revista Interdisciplinaria de Estudios Sociales. Bahía Blanca. CEISO: colectivo de estudios e investigaciones sociales. Enero-Junio 2014. Nº 9: 9-25
“Hoy, la redistribución social no basta porque afrontamos un grave
problema ecológico. Es necesario asociar ambos aspectos
y actuar desde la doble perspectiva Ecosocial”
Antonio Elizalde1
Introducción
La cuestión agroalimentaria siempre fue relevante por sus implicancias en el trabajo, el comercio y la salud humana. Los conflictos y problemas principales, de larga data, se asocian a la pobreza, desnutrición, productividad, rentabilidad, proteccionismo o liberalización comercial. Más cercanamente, crece la atención sobre la inocuidad y calidad de los productos, relación con el ambiente, migraciones internas y condiciones de trabajo.
En los últimos años asistimos a lo que se dio en llamar el súper ciclo de las commodities (agrícolas), por los sostenidos altos valores de mercado. La promoción de agrocombustibles y la demanda consolidada de alimentos, liderada por China y la India, son ingredientes centrales que complejizan las relaciones económicas y sociales en el planeta. El mayor precio de los productos también presiona fuertemente sobre lo social, sumando escollos para los objetivos nacionales de seguridad y soberanía alimentaria. Latinoamérica exhibe una impronta particular de estos procesos2
No es casual, entonces, que la producción primaria hoy se encuentre al tope de las agendas globales. Este hecho, de por si auspicioso, depende de nuevos enfoques de análisis y abordajes innovadores, para rendir sus frutos. Actualmente, con el discurso de la modernización y la práctica de la racionalidad instrumental, el poder económico ejerce un tratamiento sectorizado, productivista y tecnológico de la agricultura. Ante las crisis alimentarias se apela a estrategias asistencialistas y focalizadas, sin reparar en las causas profundas, sólo para mitigar protestas y salvaguardar objetivos macroeconómicos o electorales.
El problema que enfrentamos hoy -por todo concepto- no califica ya como una crisis sino como una encrucijada. Ella reclama de la sociedad cambios sustanciales, desde lo local a lo global y viceversa, para rehabilitar otro balance de los capitales en juego y de la relación sociedad-naturaleza. Un presupuesto, en ese camino, incluye recuperar la política, reintegrando la facultad de ‘agencia’ del sujeto, el dominio del espacio público-privado y la autonomía de las comunidades3. En el marco de adjudicar a la problemática agroalimentaria un carácter no sectorial, el objetivo de este trabajo es analizar el concepto de multifuncionalidad de la agricultura (MFA), en términos de su aptitud para el desarrollo a distintas escalas.
Contexto global y MFA
Dentro de los parámetros de la globalización, acentuada a partir de 1990, hubo una restricción de los sistemas de producción, prevaleciendo la agricultura industrial, homogeneizante, en detrimento de la agricultura familiar, diversa. La biotecnología, ejemplificada en la transgénesis, en conjunto hizo un aporte negativo a la aptitud ambiental de estos sistemas4. Asumiendo el avance de tal modalidad, con una creciente intensificación agrícola, la proyección hacia el futuro nos describe un dramático panorama en términos de biodiversidad y recursos naturales5. Dichas transformaciones, además, conllevan un fuerte aumento de pasivos ambientales y sociales, catalizados por una alta concentración y deslocalización económica.
Citando la presente evolución de la agricultura latinoamericana, Gudynas6 concluye que los cambios son sustanciales y radicales, más que de grado. Al respecto analiza la transnacionalización de lo agroalimentario a través de grandes corporaciones que gestionan las cadenas de valor a escala mundial. Ellas promueven “paquetes” tecnológicos (cerrados) con expansión, por ejemplo, de monocultivos (soja) y ganadería intensiva (feed lots). Simultáneamente, se verifican crecientes niveles de primarización y extractivismo de estas economías, independientemente de la orientación política de sus gobiernos. Toda esta estrategia se ejecuta a partir de la provisión de insumos, el comercio exterior y la distribución de alimentos, centralizada en un reducido grupo de empresas multinacionales.
Existen muchas y variadas reacciones a este modelo, más o menos dispersas, entre las que podemos mencionar Vía Campesina, Agricultura Familiar, reivindicaciones de pueblos originarios o emprendimientos agroecológicos. Recientemente, la Asamblea General de las Naciones Unidas ha declarado el 2014 como Año Internacional de la Agricultura Familiar7.
En Europa, desde 1990, destacamos un cambio medular de visión y tratamiento de la actividad. Allí comenzaron a relacionar la fertilización nitrogenada de cultivos con la contaminación en napas de agua, destinadas a consumo humano. A partir de esta externalidad -emblemática- contabilizaron otras y de distinto signo. Ellas involucraban temas tan esenciales como el ambiente, el desarrollo y la calidad de vida de la sociedad en su conjunto. Discriminaron el papel de la agricultura en la producción de bienes privados (comercializables) y bienes o males, públicos, usualmente desatendidos por el mercado. La implementación de políticas activas, por parte de la Comunidad Europea (CE), se concentró en atender esos dos pilares.8, 9 Al promover unidades agrarias con atributos que superaban lo meramente productivo, la MFA implicó un paso enorme hacia la sustentabilidad rural.
El sostenimiento de la MFA, frecuentemente requiere ingresos o subsidios adicionales a los agricultores involucrados. Esto deviene de una concepción a largo plazo y para toda la sociedad. Es inevitable que tal concepto, frente a la exclusiva producción de alimentos, genere distorsiones en el mercado mundial. Cabria preguntarse, empero, si el alimento es una mercancía mas o requiere otro tratamiento. Estas cuestiones no se discuten en este trabajo, pero la literatura sobre el tema es abundante10.
Enfoques agroalimentarios
a.- Dominante
Desde los gobiernos, las grandes empresas y los organismos multilaterales, lo agroalimentario es planteado con una visión sectorial y economicista, descartando el enfoque sistémico, humano y multiescalar. La economía convencional -por otra parte- no internaliza el capital natural, asumiendo su disponibilidad ilimitada. Cada aumento o inestabilidad de los precios agrícolas, proyecta millones de personas que ingresan, estadística y literalmente, a niveles de exclusión y desnutrición11. La perspectiva de las instituciones supranacionales de crédito y comercio insiste en la necesidad de producir más alimentos, con énfasis en países “pobres”, a pesar de que tal déficit hasta ahora no existe: el problema no es de disponibilidad sino -esencialmente- de accesibilidad.
En coherencia con esta hipótesis lineal y reduccionista sólo se apuesta a la innovación tecnológica y científica, de las distintas “Cadenas Productivas”. Este tratamiento, por rubros económicos y separados entre sí, se inscribe en el objetivo excluyente del crecimiento económico. Tal visión minimiza, deliberadamente, la potencialidad creativa a nivel del primer eslabón de las cadenas: los sistemas de producción, donde la connotación humana es más evidente. La inclusión de un adecuado balance de las dos perspectivas (vertical y horizontal, respectivamente) es una de las condiciones para el desarrollo.
Queda claro que estamos en presencia de un abordaje por los síntomas, focalizando la ayuda en los puntos más calientes (focopolítica). También resulta innegable que los conflictos actuales, ya crónicos, responden a problemas estructurales que superan largamente el objetivo alimentario. Una evidencia elocuente de esta tendencia se puede ver en un informe de la evaluación de los ecosistemas del milenio (MEA)12, que sintetiza lo siguiente: en la segunda mitad del siglo XX hubo una pérdida sustancial y con frecuencia irreversible, de la diversidad sobre la tierra. Un 60% (15 sobre 24) de los servicios ecosistémicos están siendo degradados y ya no puede asegurarse que el planeta mantenga la capacidad de sustentar a las generaciones futuras. Muchos servicios ambientales podrían recuperarse, con acciones apropiadas, pero los cambios en las políticas y en la práctica son sustanciales y aun no están en curso13.
b.- alternativo
La dicotomía entre el llamado sistema económico y ecológico podría, asumiendo cada uno sus limitaciones, trascender en un enfoque eco-integrador. Mientras tanto, la economía ambiental y la ecológica, intentan plasmar una coevolución. La primera disciplina es un intento tibio de internalizar algunas externalidades, siempre bajo el criterio crematístico. La segunda, en cambio, ubica a la economía como una parte del entorno biofísico total: la considera un sistema abierto, reconociendo su naturaleza entrópica y las implicancias ambientales, sociales y políticas emergentes; progresó, avanzada la segunda mitad del siglo pasado, a partir de los aportes que ligaban la economía con las leyes de la termodinámica14.
Tsakoumagkos nos advierte de la complejidad de los estudios ambientales. No basta con enfoques de la economía ambiental, ecológica o política sino que se requiere del concurso de las ciencias sociales. De esta forma se postula una interacción de éstas con las ciencias naturales, conformando un campo pluridisciplinario y transdisciplinar15.
El metabolismo social (urbano, rural e industrial) es una metodología moderna para estudiar las relaciones sociedad-naturaleza. La mitad de la población humana, aproximadamente, está involucrada en el metabolismo rural, lo que enfatiza la importancia del perfil de la apropiación que se hace de los ecosistemas naturales y domesticados. Actualmente es posible medir los flujos energéticos y materiales, del proceso metabólico, a cualquier escala16.
Los ecosistemas terrestres proveen un número de servicios vitales para la gente y la sociedad, tales como biodiversidad, alimentos, fibras, recursos hídricos, secuestro del carbono y recreación. La vigencia y funcionalidad de tales servicios dependen significativamente, entre otras variables, del un uso apropiado de la tierra y de las buenas prácticas agrícolas.17,18
La huella ecológica es un parámetro vinculante a la sustentabilidad local o global19. Las condiciones y modelos de producción agropecuaria tienen una enorme influencia sobre los servicios ecosistémicos y en el nivel de la huella alimentaria que hoy aporta un 40 % de la total. Surge de allí la enorme reserva y potencialidad del medio rural para contribuir a la seguridad ambiental20.
Multifuncionalidad agrícola
a.- Aproximaciones
Muchas actividades humanas (agricultura, minería, industria, turismo, etc.) introducen efectos no deseados, a nivel social y/o ambiental, más o menos previstos. Económicamente, estas externalidades se asumen como “fallas del mercado” o “del Estado”. Analizado desde el enfoque del metabolismo social, empero, tales impactos adquieren un carácter sistémico inevitable21. La MFA se presenta como un recurso para prevenir o atenuar estas “fallas”, protegiendo los efectos que son demandados por la sociedad (externalidades positivas). El concepto surge explícitamente en la Cumbre de la Tierra, en Río de Janeiro (1992) siendo ratificada y fundamentada 6 años después en Francia22.
Inicialmente los pioneros de la idea fueron la CE y cinco países mas (Noruega, Japón, Corea, Suiza e Isla Mauricio), luego adhirieron 36 países adicionales que no incluyen USA, Canadá, Australia y Argentina, entre otros23. Desde su implementación, durante los años 90, surgieron reacciones que acusaron al modelo de disturbar la libre competencia en el mercado mundial. Ello motivó arduas negociaciones económicas, aun en marcha. La dificultad de los acuerdos y su cumplimiento quedó centralizada, desde 1995, en la Organización Mundial del Comercio (OMC).
b.- Coberturas
En relación al ambiente, los países que respaldan la MFA adoptan el modelo output, donde los productos agrícolas son complementarios a las demandas del ambiente y la sociedad. Otros países como USA o Australia adscriben al modelo inputs, considerando el impacto ambiental como un costo externo, pasible de regular con los precios y niveles de insumos utilizados24. El modelo europeo de agricultura (MEA) involucra el reconocimiento de un rango de funciones económicas, sociales, culturales y ambientales. En una revisión25 se exponen cuatro tipos de funciones públicas, que remiten a cuatro colores (tabla 1).
Tabla 1. Clasificación de potenciales funciones públicas de los sistemas agrícolas
Color | Coberturas de la Multifuncionalidad Agrícola |
Verde | gestión y conservación del paisaje y de la vida silvestre, creación de hábitat de vida silvestre y bienestar animal, biodiversidad, mejor reciclaje de nutrientes y limitación de los sumideros de carbono |
Azul | gestión del agua y su calidad, control de inundaciones, captación del agua y de energía eólica |
Amarillo | cohesión y vitalidad de las zonas rurales, ambiente y desarrollo, patrimonios culturales e históricos, creación de identidad regional, agro-turismo, caza y agro-entretenimiento |
Blanco | seguridad alimentaria |
La política de desarrollo rural de la CE, para el periodo 2007-2013, coincide con estos bienes públicos y sistematiza los siguientes cuatro ejes de acción26.
1.- Competitividad en la producción de alimentos
2.- Ambiente y manejo de tierras
3.- Diversificación económica y calidad de vida
4.- Desarrollo local, desde abajo hacia arriba, con participación de los actores
c. Sistemas productivos
La amplitud y el alcance de los bienes públicos, asociados o no con los privados, dependen de las formas y estilos productivos. Aun no se han jerarquizado -suficientemente- los patrones productivos, como insumos del desarrollo rural o nacional. Históricamente, además, la investigación agronómica ha privilegiado los componentes disciplinarios27.
Ya en el presente siglo, Marsden28 describió tres dinámicas productivas: la agro-industrial, la post-productivista y la de desarrollo rural. Analizando la producción de soja en Brasil, Ortega et al29 desglosa el modelo industrial y el biológico, concluyendo que el segundo acredita notables ventajas ambientales, sociales y económicas. Desde otro enfoque, Porter et al30 proponen un modelo de producción combinado de alimentos y bioenergía, que ofrecen un aumento en el producto neto de cultivos, energía y servicios ecosistémicos no comercializables. Estos ejemplos, ilustran que tanto la producción como las externalidades (buenas y malas) remiten a las estructuras agrarias y a las tecnologías adoptadas.
La diversificación, la intensificación o el riego, por caso, producen reasignaciones relevantes en la expresión de la MFA. El estudio y cuantificación de estos sistemas y procesos, a través de adecuados indicadores, puede dar lugar a acciones correctivas y preventivas31. La elección de modelos productivos, empero, no se restringe a una cuestión técnica: incluye variables sociales, culturales, contractuales e institucionales. Asumiendo su carácter crítico para el desarrollo, hay un alto potencial para la investigación, el diseño y la promoción de sistemas sustentables32
Desarrollo Rural
a.- Globalización-Localización
Uno de los indicadores sensibles del subdesarrollo de un país es no distinguir, deliberadamente o no, crecimiento y desarrollo. Aunque algunos aun sostienen que el crecimiento es un prerrequisito, el desarrollo excede holgadamente lo económico. En los casos en que coincidan estas dos variables, una de las diferencias es que -en el desarrollo- la acumulación de capital es simultánea a la distribución del ingreso y la reproducción de la sociedad33.
La globalización de las últimas décadas fue condicionando los estilos y las posibilidades del progreso humano, mutando -entre otras cosas- la percepción del espacio y del tiempo. El poder global comprime o disuelve estos parámetros, en aras del crecimiento y la expansión financiera. El desarrollo, en cambio, debe trabajar en toda su complejidad estas variables, desde lo local, endógeno y participativo, sin descuidar la coherencia con las demandas sociales y ambientales. Actualmente transitamos una polarización entre una elite global y una mayoría globalizada. Dicho de otra forma, mientras la globalización se “oculta” en una desterritorialización, el desarrollo pugna por un territorio diverso y multidimensional.34
Frente a este panorama, es factible y necesario enarbolar el paradigma de la “localización”: no como una mera oposición sino como una reacción de lo local, humano e identitario, para alcanzar una relación dialéctica con las fuerzas y necesidades globales. Convenientemente, este proceso debe ir acompañado de una mayor densidad institucional y capital social, contribuyendo a la competitividad local.35
b.- Agricultura y territorio
Las visiones sectoriales y territoriales de la agricultura deben integrarse con las nacionales y globales. En cada país se debe respetar la secuencia jerárquica de territorios, medio rural y agricultura. Lo rural debe ser abordado desde una perspectiva multidisciplinaria, analizando las estructuras agrarias y las tipologías de productores y otros actores sociales. La presencia de muchos hogares rurales, asociados a la diversidad, otorga una dimensión más a la MFA en cuanto a la modelación del tiempo y del espacio. El éxodo de estas unidades, además del problema específico, incluye la especialización y homogeneidad de otro tipo de empresas.36
La construcción del espacio está generada, en buena parte, por asentamientos agropecuarios. No será lo mismo un patrón de agricultura industrial, uniforme y oportunista, que una agricultura familiar, diversa y arraigada. Las consecuencias de este balance, con todos los matices intermedios, se pueden medir en un amplio espectro de variables que hacen a la calidad de vida y la viabilidad sistémica de los territorios.37 En tal ecuación también se juega la (dis)funcionalidad de las unidades prediales y del modelo rural, que las políticas públicas podrán potenciar o neutralizar38.
En este contexto, los roles de la agricultura, además de la provisión de fibras y alimentos, deben sostener los valores o capitales patrimoniales (diversidad biocultural e histórica), físico territoriales y paisajísticos.39 Tales cometidos hoy se ven seriamente afectados por el inusitado impulso de los intereses multinacionales, con sus métodos extractivistas y contaminantes. Los procesos descriptos están, hasta cierto punto, controlados en algunos países desarrollados y más específicamente en aquellos que reivindican la MFA, tutelando paisajes, trazabilidad de alimentos, ambientes y poblaciones rurales. En Latinoamérica, en cambio, el avance del agronegocio sobre las pymes agropecuarias es devastador y revela la incompatibilidad de ambos modelos40. Además de las consecuencias humanas y ambientales directas e indirectas, en Argentina, profundiza fuertes desequilibrios geodemográficos.41 En la región, empero, es un dato sugestivo que el concepto de MFA no figura en ninguna agenda pública, mediática o parlamentaria.
c.- Sustentabilidad y MFA
Hasta el informe de las Naciones Unidas en 1987 (Comisión Bruntland) el tema del desarrollo se debatía como una oposición ecología – economía. A partir de este año quedó instalada la integridad y temporalidad del concepto de sustentabilidad. A pesar de admitirse las componentes sociales, económicas ecológicas e institucionales, la visión compartimentada de estas esferas sigue prevaleciendo. De esta forma se produce una pérdida de complejidad para el análisis de los fenómenos en estudio42.
Dentro de lo abarcativo del concepto, algunos autores establecen grados de rigurosidad, donde lo técnico transita hacia lo político, lo antropocéntrico a lo biocéntrico y el capital natural al patrimonio natural43. La implementación de las MFA seria, en ese caso, un indicador privilegiado. En efecto, esta cualidad aparece como una premisa relevante, ya que nunca separa las funciones productivas de las sociales y ambientales.44 La sustentabilidad de la agricultura, sin embargo, sigue siendo objeto de múltiples ambigüedades comunicativas: inducido por los intereses económicos dominantes, fragmenta y diluye -dramáticamente- la operatividad del término.45
Una de las dificultades hermenéuticas, para seleccionar indicadores de sustentabilidad agrícola, es incorporar los atributos sociales e institucionales de los sistemas agrarios. Los aspectos productivos, se asocian más fácilmente a los componentes económicos y ecológicos. La evolución y empleo del concepto de MFA ejemplifica, taxativamente, los rasgos o cualidades no productivas, convergentes, para diagnosticar unidades rurales.46
Conclusiones
Si bien la agricultura es multifuncional de hecho, la cantidad y calidad de los bienes públicos que puede ofrecer, es un atributo de los modelos productivos, los sistemas de producción y su gestión tecnológica.
La MFA se encuadra en las demandas de sostenibilidad de los sistemas agrarios y representan, entre otras cosas, un aporte consistente a la definición, comprensión y operatividad de sus componentes sociales e institucionales.
A pesar de la universalidad de los criterios de la MFA, en Latinoamérica el concepto no figura en ninguna agenda pública
La jerarquización de esta herramienta, como un ingrediente territorial estructurante y con impactos positivos en el metabolismo social, reclama la presencia de políticas de Estado, enmarcados en proyectos no sectoriales del Desarrollo.
- Tomás Loewy es investigador (ex INTA Bordenave). Universidad Nacional del Sur. Bahía Blanca. tloewy@bvconline.com.ar
Actalización del trabajo “Multifuncionalidad agrícola y Desarrollo”, presentado en el V congreso Iberoamericano sobre Desarrollo y Ambiente y V jornadas de la Asociación Argentino-Uruguaya de Economía Ecológica. 12, 13 y 14 de Septiembre de 2011. Santa Fe.
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