Israel: Un estado teocrático, racista y excluyente

23/07/2018
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Hace unos días, el parlamento israelí aprobó por estrecho margen de votos la Ley del Estado-Nación. Una norma que consolida e intenta “legalizar” un proyecto de colonización iniciado hace 70 años en el territorio palestino.

 

Contexto histórico del conflicto

 

Los gobiernos israelíes han sabido utilizar siempre las favorables coyunturas internacionales para extender su territorio y su control militar. Lo hicieron al término de la Segunda Guerra Mundial, cuando el sionismo consiguió que los vencedores de la contienda cedieran parte del territorio palestino, hasta entonces región colonizada por el Reino Unido. La resolución 181 de la ONU de noviembre del 1947 recomendó la partición de Palestina en un estado judío, un estado árabe y una zona bajo régimen internacional (Jerusalén). Fue decisivo el peso de EE.UU que influyó en otros 32 países para conseguir una votación favorable. La partición otorgó el 56 % del suelo palestino a los judíos, que en ese entonces representaban solo un tercio de la población total. Los árabes rechazaron esa decisión unilateral que afectaba gravemente su territorio. Se inició entonces una serie de enfrentamientos armados con los judíos. La población palestina, aunque claramente mayoritaria, era de origen campesino, sin ninguna organización militar y prácticamente desarmada porque la administración británica había prohibido a los árabes la posesión de armas (135 palestinos fueron ejecutados por desobedecer esa orden). Los judíos ya disponían de fuerzas perfectamente equipadas y entrenadas militarmente con las cuales se formó luego el Ejército de Israel. El suceso más grave fue en abril del 48, la masacre de Deis Yasin, cuando dos compañías judías entraron en ese pueblo y asesinaron a 250 de sus 400 habitantes, la mayoría ancianos, mujeres y niños, porque los hombres adultos estaban trabajando en Jerusalén. Hay testimonios de los sucesos, presentados por el entonces delegado de la Cruz Roja Internacional Jacques Reynier. Gran Bretaña anunció su retirada de la región para el 15 de mayo de 1948. Un día antes, el Consejo Nacional Judío, proclamó la formación del estado sionista, generando una confrontación generalizada en la región de Medio Oriente. En los años posteriores, y como consecuencia de distintos conflictos armados, Israel, con el permanente respaldo, financiación y armamento del gobierno de los Estados Unidos, fue ocupando nuevos territorios árabes.

 

Gamal Nasser

 

En 1956, un joven oficial egipcio, Gamal Nasser, derroca a la monarquía y nacionaliza el Canal de Suez por el que pasaba casi todo el comercio europeo-asiático. Inglaterra, Francia e Israel, se unieron para -con diferentes argumentos- atacar a Egipto y recuperar el control geoestratégico de la región. El conflicto se inició con la entrada del ejército israelí en el desierto del Sinaí. Luego intervinieron paracaidistas de los países europeos. Finalmente y ante la presión de la Unión Soviética las tropas invasoras se retiraron. Paralelamente aumentaba la resistencia a Israel en Palestina, y en la región, Siria y Egipto respaldaban esa lucha. Creció la popularidad de Nasser y de sus políticas panarabistas, a la par que declinaba la influencia del Reino Unido y Francia en la región. Rápidamente Estados Unidos comenzó a ocupar ese espacio y a sentenciar el futuro de las posiciones anticolonialistas de Nasser, influenciando para ello a las monarquías árabes productoras de petróleo, que dependían de los países occidentales.

 

Constante expansión territorial

 

En Junio de 1967 se inicia la llamada “Guerra de los seis días”, durante la cual el ejército israelí muy superior a sus oponentes y dotado de moderno armamento occidental, destruye en tierra a la aviación de Egipto y de Siria, y ocupa con sus tropas Cisjordania, Gaza y las colinas del Golán. A partir de entonces, el gobierno israelí promovió asentamientos, y controles militares. Numerosas aldeas fueron arrasadas con excavadoras y expulsados sus habitantes. Otro medio millón de palestinos se desplazó a Jordania. La resolución 242 de las Naciones Unidas, de noviembre de 1967 exigió “la retirada israelí de los territorios ocupados”. Nunca se cumplió. Nadie la hizo cumplir. Israel con la protección de los Estados Unidos, tiene total impunidad y actúa al margen de las normas internacionales. Hoy se calcula que unos cinco millones de palestinos están dispersos por el mundo, muchos en países de Medio Oriente, en campos de refugiados.

 

Gaza, prisión a cielo abierto

 

En Gaza desde hace 11 años, malviven un millón y medio de palestinos en la que se considera la prisión a cielo abierto más grande del planeta. Están cercados por tropas israelíes que controlan y restringen el paso de alimentos, medicinas y materiales. La situación de subsistencia y sanitaria es crítica. Las fuerzas israelíes de ocupación, les racionan el suministro eléctrico, de gas y de agua. Recientemente redujeron la ya mínima zona de pesca de los palestinos en las costas de Gaza. Las protestas y la resistencia en los últimos años han sido aplastadas con bombardeos que han dejado cientos de muertos y heridos y destrozado viviendas, escuelas y hospitales.

 

Cifras de la ocupación ilegal de tierras palestinas.

 

Cuando se suscribieron los Acuerdos de Oslo, en 1993, el censo elaborado por el gobierno israelí, indicaba que unos 250.000 colonos ya poblaban los territorios ocupados. Actualmente se estima que serían más de 800.000 extendiéndose los asentamientos ilegales principalmente en la zona de Hebrón y en el Valle del Jordán acompañados por puestos militares de los ocupantes, que restringen y controlan el paso de palestinos en sus propia tierra. A eso se suma el gigantesco muro de Cisjordania en cuyo entorno han sido destruidas plantaciones y cultivos de los árabes, y miles de casas palestinas podrían ser demolidas por decisión del gobierno de Israel.

 

El veto norteamericano en la ONU: impunidad israelí.

 

Las resoluciones de las Naciones Unidas condenando la ilegalidad de los procedimientos y acciones de Israel son sistemáticamente anuladas por el veto de los Estados Unidos. ( un privilegio anacrónico que comparte con Rusia, China, Francia y Reino Unido). La última de las resoluciones de la Asamblea General de la ONU en sesión de emergencia, declaraba el estatus de Jerusalén como capital de Israel como “nulo y sin valor”. Pero el gobierno de Tel Aviv siguió adelante reprimiendo las protestas de los palestinos y militarizando la ciudad. Días después, el perturbado presidente Trump, visitó Jerusalen y “legalizó” la violación de los acuerdos existentes, anunciando que trasladaría allí su embajada de Tel Aviv. Ese día, las manifestaciones de protesta de los palestinos, con hondas y piedras, fueron reprimidas con disparos por fuerzas israelíes provocando 60 muertos -entre ellos varios niños - y decenas de heridos. Las Naciones Unidas iniciaron una investigación para aclarar los posibles crímenes cometidos por Israel, pero hasta ahora no se conoce ningún resultado.

 

El nuevo y decisivo paso de los ultranacionalistas.

 

En este resumido contexto histórico, se llega al pasado jueves 19 de julio. Ese día la Knesset (parlamento), aprobó la ley que define oficialmente a Israel como Estado Nación del pueblo judío. Una vez más la extrema derecha y los sectores religiosos radicales, aprovechan la situación internacional y en particular, el respaldo de Donald Trump a los sectores ultranacionalistas, en este caso para dar un paso histórico, que pretenden que sea irreversible. La Ley aprobada reserva exclusivamente a los judíos el derecho a la autodeterminación y establece que el hebreo será la única lengua oficial. Discrimina a casi el 20% de la población árabe que tiene el país. Y entre otras cosas, faculta que en caso de duda, la ley religiosa judía supla principios generales del derecho. La controvertida ley se aprobó por 62 votos a 55. Se opusieron no solamente los diputados de origen árabe, sino también aquellos que consideran esta decisión un error, y que legaliza el “apartheid”.

 

Y el mundo no hizo nada

 

El ex canciller israelí Shlomo Ben Ami, y luego vicepresidente del Centro Internacional Toledo por la Paz publicaba en marzo del 2015 en el diario español “El País”, un artículo titulado “La victoria del miedo en Israel”. En uno de los párrafos finales escribía: “Si queremos que los palestinos eviten el triste destino de los kurdos, la mayor nación sin estado del mundo, e Israel consiga apartarse de su avance suicida hacia un estado con régimen de apartheid, las dos partes necesitan que el mundo las salve de sí mismas.” Y a continuación se preguntaba : “¿ Pero tiene el mundo la voluntad y la sabiduría suficientes para actuar ? “ Han pasado poco más de tres años de su reflexión. Ahora ya sabemos que no. La norma promulgada establece claramente una forma de apartheid.

 

Rechazos dentro de Israel

 

La oposición política en el parlamento israelí, criticó duramente la nueva Ley. La presidenta del partido izquierdista Meretz, Tamar Zandberg, afirmó que se había aprobado una ley racista, con la que se pretende desviar la atención sobre la crítica situación en Gaza. Por su parte, la Lista Conjunta (árabe) calificó la ley como “antidemocrática, colonialista, racista y con claros rasgos de apartheid”. Ayman Odeh, jefe de la bancada afirmó que el régimen “está cavando un pozo de miedo, racismo y autoritarismo para dividirnos el uno del otro”. Prometió luchar por un futuro para todos con democracia, igualdad y justicia. El presidente israelí, Reuven Rivlin, una figura protocolaria sin apenas atribuciones, se dirigió a los diputados criticando que la Ley del Estado Nación fijara la discriminación y la exclusiòn en función del origen étnico o religioso. Por su parte, el letrado mayor del Parlamento, Eyal Yinon, comunicó también a los diputados que el texto “se desvía significativamente de los controles legales exigibles”. “No hemos hallado equivalencias en ninguna otra Constitución del resto del mundo”. Nada de esto tuvo eco alguno entre los 6 partidos que integran la coalición ultranacionalista que lidera Netanyahu.

 

Alianzas inquietantes

 

En el horizonte inmediato, en esta Europa sin norte ni principios, tengamos en cuenta el vínculo de Israel con la Hungría racista y totalitaria de Viktor Orbán, que lidera el llamado “Grupo de Visegrado”, que integran también Polonia, Eslovaquia, y la República Checa. Estos gobiernos están imponiendo en Europa el cierre de fronteras y el abandono de los refugiados que huyen de las guerras y el hambre, provocadas en la mayoría de los casos por las intervenciones militares o el expolio de los países occidentales. A esa política excluyente y retrógrada, acaba de sumarse el gobierno italiano del ultraderechista Mateo Salvini, que reinventa un nacionalismo basado en falsedades, en un revival del fascismo mussoliniano. Hace dias, durante su visita a Jerusalén, el autócrata húngaro Víktor Orbán, refiriendose a Netanyahu proclamó: “nosotros somos la primera línea que protege a Europa”. ¿Y quién o quienes nos protegerán a nosotros? … es la pregunta que nos hacemos los ciudadanos europeos.

 

El “Gran” Halcón: Lieberman

 

El ministro de defensa israelí, Avigdor Lieberman, conocido por sus frases a favor del exterminio de los palestinos como solución al “problema” territorial, advirtió que el uso de cometas y globos incendiarios utilizados por activistas palestinos en la franja de Gaza, “forzará a Israel a llevar a cabo otro ataque militar a gran escala” contra el enclave donde malviven un millón y medio de personas. Esos artefactos artesanales de los palestinos no han provocado víctimas, solo algunos pequeños incendios. Pero al parecer, eso podría justificar una respuesta absolutamente desproporcionada, como las grandes operaciones similares de bombardeo realizadas en los últimos años. La más devastadora fue la que el ejército israelí bautizó como “Plomo Fundido” en el 2008, y que dejó 1.300 palestinos muertos y más de 5.000 heridos, la destrucción de miles de viviendas e infraestructuras básicas en Gaza. Al parecer, el ultraderechista Lieberman, se inspira en la frase que pronunció el 18 de noviembre del 2012 el entonces ministro del interior israelí, Eli Yisahi, cuando dijo “El objetivo de la operación es que Gaza vuelva a la Edad Media. Solo entonces Israel mantendrá la calma durante 40 años.”

 

La flagrante injusticia alimenta el conflicto

 

Negar o destruir la posibilidad de una paz negociada, además de ser una profunda y trágica injusticia con el pueblo palestino, es garantizar que el conflicto se eternice y mantenga desestabilizada esa estratégica región de Medio Oriente. Las balas, las bombas, las ocupaciones, la destrucción de cultivos y viviendas y las humillaciones sobre la sociedad palestina, no pueden menos que generar la voluntad de lucha, resistencia y odio al ocupante. Un odio que ya explicaba en abril de 1965 quien ocupaba la jefatura del ejército de Israel. Decía Moshe Dayan en el entierro de un colono judío muerto durante un ataque de la resistencia palestina: “No les echemos la culpa. ¿Por qué deplorar su odio y su rabia contra nosotros ?. Durante años han estado esperando en campos de refugiados en Gaza y frente a sus propios ojos han visto cómo sus tierras y aldeas, aquellas que ellos y sus padres habitaron, se transformaron en nuestro estado.” Dayan, ya retirado de su función militar, dedicó los últimos años de su vida a la negociación y bregando por la consolidación de la paz con los palestinos. Muchos años después, la situación sigue igual o peor. La violencia sistemática solo generó más muertos y destrucción. Dolor y sufrimiento. Es imperioso exigir paz y justicia. El silencio de los gobiernos y de los organismos internacionales significa complicidad.

 

- Carlos Iaquinandi Castro, Redacción de SERPAL

 

http://serpal.info/noticias/Israel-un-estado-teocratico-racista-y-excluyente_523

 

https://www.alainet.org/de/node/194256?language=en
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