El Reino de Dios desde los pobres
Tanto el Papa Francisco, como la Opción Preferencial por los Pobres, que hoy calan en el mundo, han nacido en la periferia, en lo marginal y pequeño del mundo: Latinoamérica.
- Opinión
En marzo 2013, Jorge Mario Bergoglio, es elegido Papa y asume su pontificado como Francisco I, en honor a San Francisco de Asís (1181-1226). Por eso su papado se ha identificado con la vida de pobreza y ha encarnado un estilo austero, frugal, sencillo de vivir el evangelio, imitando a San Francisco, quién a su vez imitó a Cristo. Sin embargo, la Edad Media fue un tiempo de gran poder económico, político y militar de la Iglesia, por lo que la vida y obra del santo quedaron como signos nobles, distantes y ajenos al quehacer eclesial.
Tras Vaticano II (1962-1965), que tuvo la apertura al mundo, el diálogo ecuménico y la pobreza, como rasgos sustantivos, la II Conferencia Episcopal Latinoamericana realizada en Medellín (1968), habló de la pobreza del continente y de su fe. Continente pobre y creyente se dijo. Este mensaje, luego es retomado por el Papa Juan Pablo II en la III Conferencia Episcopal Latinoamericana de Puebla (1979)1, cuando señaló que la pobreza estructural creaba “ricos cada vez más ricos a costa de pobres cada vez más pobres”.
Tanto el Papa Francisco, como la Opción Preferencial por los Pobres, OPP, que hoy calan en el mundo, han nacido en la periferia, en lo marginal y pequeño del mundo: Latinoamérica. Luego de cerca dos mil años de “apropiación” del “viejo” mundo de la práctica, del mensaje y de la estructura de la iglesia, el “nuevo” continente, Latinoamérica, le aporta una nueva práctica, hermenéutica y revelación de la vida y obra de Jesús.
El mensaje de los obispos latinoamericanos del amor universal de Dios expresado en la opción preferencial, no exclusiva, por los pobres ha sido ratificado en la IV y V Conferencia Episcopal, Santo Domingo, 1992, y Aparecida, 2007, respectivamente. Si la vida de San Francisco marcó el rumbo en muchos religiosos y laicos del mundo, el mensaje de los obispos latinoamericanos retomó esa vida y la práctica evangélica de Jesús desde una perspectiva teológica2.
Así, la vida y mensaje del Papa Francisco están imbuidos, preñados, marcados, tanto por la vida de San Francisco, como por la interpretación evangélica de la teología de la liberación. En el fondo la experiencia vivencial de San Francisco se unimisma con la perspectiva de la OPP en el sentido de que la salvación pasa por la identificación con los pobres, y de que en ellos se revela, vive y se expresa Dios y su amor.
Cambio copernicano
Hoy la Iglesia universal, encarnada en el Papa, cabeza y mayor vínculo con Dios y Jesús, está dando un cambio copernicano, tanto a la vida como a la práctica de la Iglesia. Hoy es evidente que la vida de Jesús estuvo identificada con los pobres, que reivindicó que eran los preferidos, no los únicos, de Dios, que en ellos se revela su vida e historia, y que en los pobres se puede ver los diferentes rasgos y rostros sufrientes de Cristo3.
Por eso el centro de la revelación de la salvación está en tener una relación sólida con Dios y Cristo, expresada en la práctica de la justicia para con los demás, especialmente con los más pobres y excluidos. Esta interpretación de la práctica de Cristo, subvierte el anterior centro de la revelación: mi salvación pasa únicamente por tener una fuerte relación personal con Dios y Cristo. Este cambio en el fundamento de la salvación, tomará seguro décadas en ser una verdad sólida, consolidada y universal4.
Sin duda este cambio hermenéutico demandará una transformación de la Iglesia, de los cristianos y de la sociedad global, que no sin resistencias se dará en las próximas décadas. Cambio de paradigma de la vida del creyente, el cual pasa hoy por ser gratuitamente un buen samaritano que se sale de su “camino” y va al encuentro del prójimo herido, (Lc. 10). Y que para entrar en el Reino de los Cielos, debe libre y gratuitamente, visitar al encarcelado, vestir al desnudo, dar de comer al hambriento, porque allí está Cristo (Mt. 25).
Se trata de vivir austera y sencillamente, sin lujos5 que puedan ofender la justicia y la creación de Dios. Tras atender al prójimo en su dignidad, y tras eliminar estructuras injustas que reproducen la pobreza y los pobres6, viene la salvación. Ésta no viene sólo rezando, teniendo una buena relación con Dios y Jesús, lo cual hay que hacer y está muy bien, sino centralmente atendiendo al hermano más pobre y postrado, porque es un mandato de Cristo y Dios.
El camino y el mensaje
Si bien esta nueva práctica cristiana que hoy a través del Papa Francisco ilumina la vida de los creyentes, y también de los no creyentes, es un paso históricamente significativo y revelador del futuro de la Iglesia. La Iglesia no será la misma después del Papa Francisco y sus documentos a favor de los pobres y del planeta en destrucción. Textos como “La alegría del Evangelio” (2013); “Laudato si’, sobre el cuidado de la casa común” (2015); y “Hermanos todos, sobre la fraternidad y la amistad social” (2020); marcarán, si se logra que haya un cuerpo eclesial y social que lo difunda y sostenga, la vida de la Iglesia y de los fieles por décadas.
Pero el camino, la práctica de Jesús por los pobres, que define una nueva espiritualidad del creyente, le da sentido al mensaje que vino a traer Cristo: la acogida del don del Reino de Dios, RdD. A proclamar y dar testimonio del RdD es a lo que vino Jesucristo, cuyo escenario es el planeta, cuya hondura es la vida entera, cuyos actores principales son todos los hombres y mujeres. El Reino de Dios es la plenitud de la vida, la fraternidad que parte desde los pobres, de y entre todos.
Así, camino y mensaje son uno. Sin la OPP, el RdD no podría expresarse en su plenitud. No tendría hondura histórica. El RdD se expresa en la fraternidad de todos, en la amistad social, en la OPP. Pero no se acaba en ellos. Lo expresa y revela, pero el Reino de Dios lo trasciende. Y su vínculo es el método vital. Por ello cabría distinguir entre el camino, el método y el mensaje. Los tres son complementarios, indisolubles e interdependientes. Son tres conceptos distintos, pero unificados en el servicio a Dios y a los hombres y mujeres.
El camino, el método y el mensaje
La OPP es un caminar junto al prójimo más necesitado. Es atender al pobre en la forma que Cristo nos enseñó a vivir el evangelio. El método es el puente, vínculo, nexo entre ese camino y el mensaje, éste último, el Reino de Dios, que lo abarca todo. El RdD presupone un actuar en la historia humana, pero no se agota en ella. Como diría Gutiérrez (1975: 265): “Situarse en la perspectiva del reino es participar de la lucha por la liberación de los hombres oprimidos por otros hombres.”
Por ello el camino de atención al pobre es total, integral, general, y hay que vivirlo integralmente, básicamente en tres ámbitos de la vida7. El primero, en la vida personal, íntima, psicológica, liberándose de aquellas estructuras internas e influencias de discriminación, racismo, opresión, etc., que la sociedad, racista, explotadora, machista, etc., impone, creando copias de personas a su imagen y semejanza. Hay allí una lucha por una transformación personal fundamental, sin la cual no se puede vivir a cabalidad el RdD. Se trata de una lucha por cambiar los paradigmas subjetivos a través los cuales nos hacemos personas. Ello porque somos hechura social. Como dice Martuccelli, la subjetividad es “una posibilidad histórica anclada en una certeza íntima”. Además, la subjetividad “está llena de lo social” (2007: 391).
Pero, en un segundo plano, hay también una lucha, que proviene de la conciencia y que se expresa socialmente en cambiar el rol social, económico, cultural, y sobre todo político, que esta sociedad, hoy neoliberal, nos propone e impone a través de sus estructuras hegemónicas como la arquitectura de la globalización, la expansión de los mercados, el sistema financiero, los medios de comunicación, entre otros.
Este segundo ámbito de nuestra vida es crucial, pues la posición que hoy ocupamos o a la cual aspiramos en la sociedad, es igualmente una construcción social, un hecho que en gran medida se nos “impone” para tener estatus, lograr privilegios, alcanzar la felicidad, etc. Y donde quiera que estemos, el rol en el que actuemos, la técnica o profesión que ejercemos, es un instrumento o para mantener una sociedad desigual e injusta, contraria al Reino de Dios, o para contribuir, grano a grano, reforma tras reforma, a promover y producir grandes transformaciones para crear un mundo más justo, solidario, humano, sin hambre y sin muerte.
Finalmente, en el ámbito de la fe que da fuerzas y sentido a los anteriores inevitables conflictos, y teniendo como trasfondo el evangelio, la vida y obra del Papa e interpretaciones teológicas recientes, se vive una disputa en la relación con Dios: la superación de la codicia, la avaricia, el egoísmo, que es la fuente última del pecado como ruptura con el hermano, como quiebre por tanto de la relación con Dios. Porque si no amo a mi prójimo que me necesita, me distancio de Dios.
El pecado de la concupiscencia8 es cambiar a Dios por uno mismo. Es hacer de uno un dios. Si uno se centra en sí mismo, se rompe con Dios. Y el pecado no es otra cosa que el quiebre de la relación con Dios. Para evitarlo muchos viven en comunidades cristianas de reflexión y animación de la fe, pues por nuestra condición humana, como dice el Papa, estamos expuestos a la concupiscencia, al egoísmo, la avaricia. Y en lo íntimo de la fe, sólo Dios puede actuar, cuando nosotros actuamos a su favor. Dios nos libera en el acto de liberar a sus hijos e hijas.
1 “Cuando Pablo VI declaraba que “el desarrollo es el nuevo nombre de la paz” (Populorum progressio, 76), tenía presentes todos los lazos de interdependencia que existen no sólo dentro de las naciones, sino también fuera de ellas, a nivel mundial. Él tomaba en consideración los mecanismos que, por encontrarse impregnados no de auténtico humanismo sino de materialismo, producen a nivel internacional ricos cada vez más ricos a costa de pobres cada vez más pobres.” Discurso del Santo Padre Juan Pablo II, en la inauguración de la iii Conferencia General del Episcopado Latinoamericano. Puebla, México. Domingo 28 de enero de 1979. Véase en: http://www.vatican.va/content/john-paul-ii/es/speeches/1979/january/docu...
2 Cabe precisar que la propuesta de opción preferencial por los pobres se alentó y sustentó desde la perspectiva de la Teología de la Liberación, cuyo fundador es el padre Gustavo Gutiérrez, con su libro de ese nombre publicado en 1971.
3 Conclusiones de la 3ª Conferencia General del Episcopado Latinoamericano. Allí se dice: “Esta realidad exige, pues, conversión personal y cambios profundos de las estructuras que respondan a legítimas aspiraciones del pueblo hacia una verdadera justicia social; cambios que, o no se han dado o han sido demasiado lentos en la experiencia de América Latina. 31.La situación de extrema pobreza generalizada, adquiere en la vida real rostros muy concretos en los que deberíamos reconocer los rasgos sufrientes de Cristo, el Señor, que nos cuestiona e interpela”.
4 Sobre todo porque tras casi dos mil años, la salvación se definió con la mentalidad de la distinción de planos, cielo y tierra como excluyentes salvo el vínculo de la relación personal con Dios. Por eso la vida, voz y mensaje del Papa Francisco o es silenciada, o es tergiversada o es rechazada virulentamente o es ocultada por quienes tienen esa concepción, y por quienes teniéndola o no, defienden intereses contrarios a crear un mundo más humano, más justo, más solidario, más fraterno, o sea más cristiano.
5 En el documental “Lujo para magnates” (DW 2020), un multimillonario dice que se gastó más de un millón de dólares en toallas, ropa de camas, utensilios de cocina, etc., de su yate. Con sencillez y algo de cinismo agrega: “si el resto del mundo supiera cómo vivimos en un yate así, desempolvarían la guillotina.” (risas). Minuto 2. https://www.youtube.com/watch?v=Sku8Bsy3VAk
6 El Papa Pablo VI en su Encíclica Populorum Progressio (1967) dice: “Menos humanas: las estructuras opresoras, que provienen del abuso del tener o del abuso del poder, de la explotación de los trabajadores o de la injusticia de las transacciones.”
7 En la Encíclica Populorum Progresio (1966), el Progreso de los Pueblos, se habla de un deber personal, un deber comunitario, y una escala de valores sin la codicia, para promover el desarrollo con justicia. Este esquema, ajustado, es retomado en “Teología de la Liberación, Perspectivas” (1975) donde el término desarrollo no es apropiado para expresar las ansias nuevas de salir de las injusticias, y se precisa “tres niveles de significación, que se interpenetran recíprocamente, del término liberación”: 1. Liberación social y política, 2. Liberación del hombre de todo lo que le oprime y degrada, y 3. Liberación del pecado, “raíz última de toda ruptura de amistad, de toda injusticia y opresión…”. Estos tres niveles de liberación, marcados por la presencia del pobre como referente y sustento, son un método para la construcción de una sociedad más justa y humana, que permita que esta sociedad y la masa humana que la sostiene, pueda acoger el don del Reino de Dios. En la oración del Padrenuestro, Cristo dice: “…venga a nosotros tu Reino…”. Pues el Reino de Dios, trascendente y divino, se expresa en una sociedad más justa y humana, pero no se agota en ésta. Como don es un regalo de Dios a su creación y descendencia. Por eso el hombre y la mujer deben estar a la altura de ese don.
8 En Fratelli Tutti el Papa Francisco dice: “El asunto es la fragilidad humana, la tendencia constante al egoísmo humano que forma parte de aquello que la tradición cristiana llama “concupiscencia”: la inclinación del ser humano a encerrarse en la inmanencia de su propio yo, de su grupo, de sus intereses mezquinos. Esa concupiscencia no es un defecto de esta época. Existió desde que el hombre es hombre y simplemente se transforma, adquiere diversas modalidades en cada siglo, y finalmente utiliza los instrumentos que el momento histórico pone a su disposición. Pero es posible dominarla con la ayuda de Dios.”
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