Rutilio, Nelson, Manuel y Cosme en camino a la ejemplaridad universal cristiana
Los “santos de la puerta de al lado” que viven en el pueblo.
- Opinión
Los mártires Rutilio Grande, Manuel Solórzano, Nelson Rutilio Lemus y Cosme Spessotto, ya tienen una fecha y lugar para ser beatificados: 22 de enero de 2022 en El Salvador. Así lo confirmó la Conferencia Episcopal de El Salvador. El padre Rutilio Grande sj., fue asesinado el 12 de marzo de 1977 cuando se dirigía a celebrar la Misa a El Paisnal. Le acompañaban don Manuel Solórzano y Nelson Lemus. En el camino fueron emboscados y su carro ametrallado brutalmente. Fray Cosme Spessotto OFM, por otra parte, fue asesinado el 14 de junio de 1980 en el templo parroquial de San Juan Nonualco, donde fue párroco durante 27 años.
Respecto a Rutilio, debemos reiterar un texto de Ignacio Ellacuría escrito en 1977 a raíz del asesinato. Ahí asegura que al padre Tilo lo mataron por hacer lo que hizo Jesús de Nazaret y por hacerlo como Jesús de Nazaret lo hacía. Y en seguida describe a Rutilio como un “hombre de paz, que rechazaba toda forma de violencia; […] un seguidor de Jesús, que estaba decidido a juntar el anuncio de la fe con la promoción de la justicia, que estaba comprometido a ser voz de los que no tienen voz”.
Ellacuría admiró y valoró el hecho de que el padre Rutilio hablara a los campesinos con un lenguaje y un modo que hacía recordar a los padres de la Iglesia. Y con la seriedad de las convicciones profundas declara: “[Rutilio] estaba tan cerca de Dios y tan cerca de los campesinos que no le era difícil poner en comunión a los campesinos con Dios. No predicaba una fe muerta, sino una fe operante; no quería opio para el pueblo, sino esperanza activa”.
Y al situar la misión pastoral (liberadora) del padre Grande en aquellas circunstancias históricas de injusticia y represión, Ellacuría sostiene que era previsible que se desatara la cólera y la rabia de quienes se veían amenazados por el anuncio del reino de Dios y su justicia.
De Manuel Solórzano y Nelson Lemus – dos laicos campesinos – hablaron el provincial de los jesuitas de aquella época y monseñor Romero. Para el primero eran mártires por causa de su fe. Y para Romero eran “co-trabajadores en la liberación cristiana”. Don Manuel había nacido y vivido bajo un régimen de opresión e injusticia y Nelson era un joven que mantenía la esperanza de una vida mejor.
Su testimonio podemos hoy enlazarlo con lo que el papa Francisco ha llamado “los santos de la puerta de al lado”. Es la santidad en el pueblo de Dios expresada con su vida de fe y caridad. Es la santidad mostrada en la constancia para seguir adelante día a día a pesar de las adversidades. En una línea más amplia el padre Jon Sobrino ha hablado de la santidad primordial manifestada en un estilo de vida guiada y animada por la compasión solidaria.
En cuanto al padre Spessoto, también a él le tocó vivir los tensos y violentos años previos a la guerra civil que azotó el país durante doce años y que dejó más de 80 mil muertos y enormes pérdidas en infraestructura. En ese contexto se caracterizó por denunciar las injusticias y crueldades cometidas contra la población. Según las autoridades de la Iglesia fue asesinado por miembros de la fuerza militar oficial.
En su diario espiritual escribió: «Presiento que, de un momento a otro, personas fanáticas me pueden quitar la vida. Pido al Señor que en el momento oportuno me dé fortaleza para defender los derechos de Cristo y de la Iglesia. Morir mártir sería una gracia que no merezco. Lavar con la sangre, vertida por Cristo, todos mis pecados, defectos y debilidades de la vida pasada, sería un don gratuito del Señor.
De antemano perdono y pido al Señor la conversión de los autores de mi muerte. Agradezco a todos mis feligreses que, con sus oraciones y con sus manifestaciones de aprecio, me han animado a darles el último testimonio de mi vida…”.
Uno de los hermanos frailes muy cercano al padre Cosme lo define como un “hombre con un corazón dispuesto para Dios y para su gente”.
La ejemplaridad de estos futuros beatos debe animarnos hoy a unificar fe y vida, conversión personal y transformación de estructuras sociales, pensamiento crítico y pensamiento propositivo. Y desde la inspiración cristiana hay que insistir en la necesidad de poner en contacto la Biblia con la realidad histórica.
Los futuros beatos pueden ser fuente de inspiración para desarrollar un nuevo modo de estar en la realidad. Cultivar la compasión solidaria con los empobrecidos, como Rutilio; mantener la lucha cotidiana por la vida digna, como Manuel y Nelson; fomentar la disponibilidad para hacer el bien, como el padre Cosme.
Desde luego que este mundo necesita de referentes creíbles —de palabra y de vida— que, recios en la entrega, en la compasión y en el servicio a los demás, especialmente a los pobres, inspiren al compromiso por una civilización humanizada e interpelen las diferentes formas de injusticia y egocentrismo en las que podamos encontrarnos.
Afirma el padre Jon Sobrino, que la entrega, la voluntad de verdad, el amor a los pequeños, el olvidarse de sí mismo de los mártires, están y se manifiestan en lo profundo de la realidad salvadoreña. Las circunstancias harán que salgan más o menos a la superficie. Pero ahí están y siempre permanecen como reserva de verdad, de fe y de compromiso…
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