El medio tiempo y las elecciones en Argentina

El Frente de Todos sueña con recrear los años virtuosos que signaron la década kirchnerista: pero esta pretensión choca con una realidad hostil, distinta a la que acompañó en aquellos años a los gobiernos progresistas.

13/11/2021
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Este domingo 14 de noviembre se realizarán en Argentina las elecciones legislativas de medio término. Es la segunda vez en el año que se acudirá a las urnas, tras haberse realizado las elecciones Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) en septiembre: en ese entonces fueron elegidos los partidos y candidatos que competirán este domingo.

 

Estas elecciones se dan en un continente convulsionado social y políticamente, en donde ni las derechas ni los progresismos parecieran poder establecer una relativa estabilidad hegemónica. Los resultados de la contienda marcarán de manera sensible la suerte y el rumbo del oficialista Frente de Todos (FdT), así como la fisonomía de las oposiciones en su carrera hacia las presidenciales del 2023.

 

El objetivo de la contienda es renovar parcialmente los representantes legislativos. Se renueva la mitad de la cámara baja -127 bancas sobre un total de 257- y un tercio de la cámara alta -24 sobre un total de 72-. Son ocho las provincias que acudirán a las urnas para renovar sus senadores.

 

Actualmente el oficialismo ocupa una posición de clara ventaja parlamentaria, con 120 bancas en Diputados que representan el 46% de la cámara. De ese total, el FdT renueva 51 bancas. Al mismo tiempo, en el Senado posee quórum propio con 41 bancas, de las cuales renueva 15.

 

Por su parte, la principal oposición -nucleada en torno a Juntos por el Cambio (JxC)- actualmente ocupa 114 bancas en diputados, lo que representa el 44% de la cámara. De éstas, pondrá en juego unas 60. A su vez, en la cámara alta actualmente ocupa 25 lugares y tan solo podrá en juego 8.

 

De repetirse el mismo escenario que arrojaron los resultados de las PASO en septiembre pasado, en la cámara baja el oficialismo disminuiría sus bancas a 117, mientras que JxC aumentaría su presencia a 116 bancas. Sin embargo, lo más significativo es que el oficialismo perdería el quórum propio en el Senado, espacio clave para la gobernabilidad nacional y la aprobación de leyes. Sería la primera vez desde la transición democrática del ´83 en la que el peronismo no tendría mayoría en el Senado. La cuestión se vuelve especialmente sensible si se tiene en cuenta que, más allá de las implicancias en la dinámica parlamentaria ordinaria, las actuales negociaciones que el oficialismo viene llevando a cabo con el FMI deberán pasar por el Congreso para ser aprobadas.

 

Sin embargo, más allá de las aritméticas electorales que dirimirán el control del Congreso, lo que se manifiesta a nivel político es la crisis que atraviesa el sistema político en general y el oficialismo en particular. Los resultados electorales de las PASO fueron solo una manifestación de este escenario.

 

Si se observa la participación electoral, en un país donde es obligatorio votar, se registra que en las PASO de septiembre concurrió tan solo el 67% del padrón electoral, cinco puntos por debajo de las elecciones legislativas del 2017. Esto supone el piso más bajo de concurrencia de los últimos 10 años, década en la cual la tendencia marca una disminución de la asistencia electoral. Por otro lado, entre las PASO del 2019 y las del 2021,

 

el oficialista Frente de Todos perdió alrededor de 4 millones de votos. Esta es la razón que explica el por qué de la derrota en septiembre. Es decir, no se trata de que los adversarios hayan hecho una mejor performance electoral, sino de que el oficialismo sufrió un estrepitoso desmoronamiento.

 

Cabe preguntarse en este punto, ¿por qué quienes votaron al FdT en el 2019 no volvieron a hacerlo? ¿Por qué dejaron de ir a votar o, en tal caso, decidieron migrar su voto a otras expresiones políticas? Los resultados desmienten la formulación repetida hasta el cansancio por analistas, y por algunos sectores políticos, que planteaba que la unidad del peronismo era en sí misma una garantía de victoria electoral.

 

Lo cierto es que el voto al FdT condensó en el 2019 una buena parte de las aspiraciones populares de frenar el ajuste en curso. Sin embargo, fue esa misma aspiración la que se vio frustrada. Según un estudio realizado por la consultora PxQ, el salario real en septiembre de este año fue el más bajo en los años correspondientes a las últimas 6 elecciones. Ubicado en un 4% por debajo del nivel del 2019, donde se había registrado el último punto más bajo, y 21% por debajo a 2015. No resulta forzoso señalar que existe un vínculo entre la pérdida del salario real y el castigo al oficialismo de turno, en un contexto en sí mismo regresivo.

 

Esta situación se da en medio de un paisaje social que resulta cada vez más desesperante. Según datos oficiales correspondientes al primer semestre del 2021, en Argentina el 40,6% de las personas viven bajo la línea de pobreza, mientras que el 10,7% se encuentra en situación de indigencia. Esta situación se agrava entre los jóvenes: el 48,5% de la población entre los 15 y los 29 años está bajo la línea de pobreza, mientras que el 12,8% yace en la indigencia.

 

Van casi diez años de estancamiento económico, fenómeno que tiene como principal anclaje una baja tasa de inversión, lo que se registra ya desde el año 2012. A esta situación se le suma una crisis económica abierta que ya lleva, desde abril del 2018, tres años consecutivos. En este escenario, los sectores dominantes vienen reclamando profundizar el ajuste económico para permitir el relanzamiento del ciclo de acumulación del capital. Ese fue el principal objetivo del gobierno de la alianza Cambiemos: implementar un ajuste estructural mediante la tan mentada triple reforma (fiscal, laboral y previsional) que permita una transferencia de recursos de los sectores populares hacia los grupos dominantes como condición para restablecer la inversión.

 

Sin embargo, esas aspiraciones fueron parcialmente frustradas por una correlación de fuerzas desfavorable. Esto le impidió al macrismo que se llevara a cabo de manera íntegra su programa. Luego de ganar las elecciones de medio término del 2017, el gobierno de aquel entonces intentó finalmente aplicar el ajuste que el empresariado reclamaba. No obstante, al discutirse en el Congreso la reforma previsional, los sectores populares respondieron con multitudinarias protestas que dieron entierro a la capacidad del gobierno macrista de seguir avanzando en sus reformas estructurales.

 

Por su parte, el Frente de Todos fue exitoso en el 2019 en evitar que esa crisis económica estallara como una crisis política descarnada y abierta. Sin embargo, el tiempo no parece jugarle a favor, ya que el propio peso de la inercia tiende a la crisis política, en medio de una situación social que no aguanta más el impacto de la asfixiante situación económica.

 

En su propia constitución como espacio político el FdT tuvo que incorporar un conjunto de representaciones de diversos sectores sociales que expresaban intereses contradictorios. Se incluyeron en la coalición representaciones de fracciones tanto de la burguesía industrial y de la burguesía agroexportadora vinculada al extractivismo, así como de sectores populares expresados en sindicatos y movimientos sociales. Esta naturaleza le impone al propio gobierno presiones contradictorias, razón que explica sus movimientos zigzagueantes.

 

El FdT sueña con recrear los años virtuosos que signaron la primera década de los años kirchneristas: una moderada redistribución interna en donde nadie pierda. Pero esta pretensión choca de frente con una realidad objetiva muy hostil, fundamentalmente distinta a la que acompañó en aquellos años en la región a los gobiernos progresistas. Si en aquellos años los vientos políticos y económicos soplaban a favor, hoy lo hacen en contra.

 

En términos políticos, con un estilo más moderado y tendiente al diálogo, el oficialismo pretende “suturar" la tan mentada grieta por arriba y hacia el centro. Pero es ese mismo centro político el que está en crisis, producto de las profundas contradicciones sociales en la que se sumerge el país y que pareciera que nadie puede, quiere o sabe cómo solucionar.

 

Todo el "extremo-centrismo" entró en crisis, tanto el del gobierno como el de las "alas moderadas" de la oposición. Y es en ese contexto de cansancio social y proyectos sin capacidad de proyectar -más allá de la apelación a una memoria sensible de los buenos años que quedan cada vez más lejanos- en donde surge una particular tendencia a la polarización. Con expresiones por izquierda y por derecha, se trata de uno de los fenómenos más importantes de los que se manifestaron en estas elecciones.

 

Por un lado, se encuentra el surgimiento a la derecha de JxC de fenómenos autodenominados "libertarios", que combinan una visión en extremo neoliberal en lo económico con un profundo conservadurismo social. Una expresión local del fenómeno global de crecimiento de las extremas derechas, que en la Argentina pareciera tener un importante asidero en sectores juveniles urbanos.

 

Por el otro, se asiste también a un importante crecimiento de la izquierda trotskista. Con una extendida presencia a nivel nacional, esta fuerza logró conseguir en Jujuy, una de las provincias más empobrecidas del país, el 24% de los sufragios. Al mismo tiempo, el Frente de Izquierda-Unidad mantiene una extendida presencia en los conflictos sociales y altos niveles de organización con grados muy sólidos de cohesión interna.

 

Ambos polos, de repetirse los resultados electorales de las PASO, pasarían a tener una representación política en el Congreso para nada desdeñable. Por su parte, la izquierda podría aumentar su representación parlamentaria a 4 diputados. De igual modo lo haría la extrema derecha, que tendría otros 4 diputados. ¿Cómo se comportarán estas representaciones en un contexto donde ambas fuerzas mayoritarias, tanto el FdT como JxC, necesitan de esos votos para alcanzar mayorías o quórum? ¿Qué capacidad de incidencia tendrán en el debate político?

 

Todos los escenarios están aún por verse, mientras que el futuro aparece como algo cada vez más incierto. Dependerá de la capacidad que tengan los pueblos para construir un horizonte, que empieza aquí y ahora, donde se logre albergar las esperanzas y anhelos de emancipación. Y no que, por el contrario, sea el capital el que nos robe la capacidad de soñar. Al decir de Galeano, ojalá seamos dignos de la desesperanzada esperanza.

 

https://www.alainet.org/de/node/214353
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