La guerra falsa en Bolivia

20/11/2013
  • Español
  • English
  • Français
  • Deutsch
  • Português
  • Opinión
-A +A

En Bolivia, Luis Cutipa Salva, director general de la Coca e Industrialización (DIGCOIN), ex dirigente cocalero y diputado suplente de Evo Morales, fue detenido hace pocos días, acusado de desviar 45.000 toneladas de hoja de coca incautada a zonas rojas donde opera el narcotráfico; el año pasado el general René Sanabria Oropeza quien dirigía una división de inteligencia del Ministerio de Gobierno, una especie de “zar antidrogas”, fue capturado en Panamá y trasladado a Miami por el Departamento Estadounidense Antidrogas (DEA) acusado de enviar un cargamento de 144 kilos de cocaína a EE.UU. escondido en un contenedor de zinc; años antes el amauta Valentín Mejillones quien posesionó como Presidente a Evo Morales en la mítica población de Tihuanacu también fue detenido portando más de 350 kilos de droga líquida.

 
Los ejemplos mencionados que involucran a personajes del actual régimen con el narcotráfico son apenas algunos porque se han convertido en noticia diaria, se han multiplicado en el Estado Plurinacional de Bolivia. ¿La razón? Una excesiva permisividad sino complicidad en la actividad ilegal.
 
Estudios recientes aseguran que más de 10.595 hectáreas equivalentes a 25.000 toneladas de coca son consideradas excedentarias, es decir, están destinadas al narcotráfico. Según la Ley 1008 sólo se requieren 12.000 hectáreas de coca para el masticado, rituales y medicina, la Unión Europea en su estudio estima que se requieren 14.705 hectáreas, pero según el gobierno en este momento existen 25.300 hectáreas.
 
En septiembre, se descubrió que la totalidad de las viviendas de una población del altiplano de Oruro a 240 kilómetros de La Paz, cerca a la frontera con Chile, estaba dedicada a la elaboración de cocaína, sólo en la pequeña iglesia y la escuela no se encontraron evidencias del narcotráfico; en octubre, desde una avioneta en vuelo rasante fue lanzada hasta una pista clandestina de Santa Cruz una bolsa que contenía 26 paquetes con más de un millón de dólares que correspondía a una banda de narcotraficantes y, en noviembre, se denunció que a la zona peruana del Valle de los Ríos Apurímac, Ene y Mantaro logran ingresar por día entre seis y ocho avionetas de bandera boliviana para recoger y transportar hasta cuatro toneladas de droga cada 24 horas. Las noticias ligadas al narcotráfico se expanden como reguero de pólvora.
 
En todo este período de “nacionalización” de la lucha contra las drogas entre la infinidad de casos se conocen narco-alcaldes, narco-dirigentes, narco-cholas, narco-generales, narco-amautas, narco-funcionarios, narco-empresarios, narco-cocaleros, narco-políticos y muchos, muchos otros que lamentablemente, una vez más, satanizan o criminalizan al boliviano y boliviana.
 
En este país ubicado en el corazón del continente latinoamericano, anualmente se erradican miles de hectáreas de cultivos de coca, diariamente se realizan operativos de interdicción, periódicamente se llevan adelante programas de prevención, pero los casos se multiplican: el consumo de drogas especialmente entre la juventud ha crecido de manera desmesurada, los cultivos nuevos continúan deforestando las áreas protegidas, los detenidos no son los denominados peces gordos y la delincuencia ya se torna incontrolable.
 
La serie de casos tienen similitud con lo descrito en el libro “La Guerra Falsa” del ex agente de la DEA, Michael Levín, donde se afirma que la denominada lucha contra el narcotráfico es un show de las esferas de poder destinado a mantener dominio político, territorial y económico pero que no pretende acabar con ese flagelo. Más bien al narcotráfico se lo protege, se lo incentiva y se lo disfruta.
 
En este país la violencia y delincuencia, a pesar de todas las políticas de seguridad ciudadana van en ascenso, antes no se conocían noticias diarias de ajuste de cuentas, secuestros expresos, contratación de sicarios, lavado de dinero y otras actividades que son propias del circuito coca-cocaína.
 
Datos oficiales
 
Según datos oficiales del gobierno, entre 2006 y 2012 se erradicaron o eliminaron en total 52.914 hectáreas de coca ilegal en las zonas de Los Yungas de La Paz y Trópico de Cochabamba: 5.070 en 2006, 6.268 en 2007, 5.483 en 2008, 6.341 en 2009, 8.200 en 2010, 10.509 en 201 y 11.043 en 2012. Sin embargo, los cultivos se mantienen, reproducen y desvían.
 
En la actualidad existen 25.300 hectáreas y en 2006 cuando el MAS asumió el mando del poder existían 25.400 hectáreas, es decir, 100 hectáreas más. Estas cifras reflejan que mientras las Fuerzas de Tarea Conjunta del gobierno eliminan los cultivos de coca ilegales, se ha instruido “desde arriba” una política de permitir nuevos cultivos la mayoría para fines ilícitos.
 
El estudio que fue financiado por la Unión Europea con contraparte del Tesoro General de la Nación estima que la población estimada de consumidores para el año 2012 fue de 3.082.464. En cifras globales, la encuesta determinó que al menos tres de cada 10 bolivianos y bolivianas consume hojas de coca de forma habitual y tradicional: 1.125.483 personas consumen coca para el pijcheo, 961.349 para usos medicinales, 30.006 para usos rituales, 14.484 en acontecimientos e interacción sociales y 28.709 en otros usos.
 
Llama la atención que 922.433 (30%) dijo no saber de qué manera consume la hoja de coca.
 
“Hay un 30% que no  responde esta pregunta: ‘¿cuál es el motivo que justifica (su consumo)?’, no responde y es un dato también significativo que hay que tenerlo en cuenta, porque si no responde es que probablemente la utiliza para el mercado ilegal”, reconoció el mismo ministro de Gobierno, Carlos Romero.
 
Según reporte oficial de las Naciones Unidas, en Bolivia anualmente se producen 45 mil toneladas de coca,  el ministro de Gobierno confirmó que 20 mil toneladas de coca se comercializan en el mercado tradicional de coca, por tanto las restantes 25 mil se desvían a la producción de cocaína y al narcotráfico.
 
El volumen de consumo alcanza a 20.690 toneladas y los principales consumidores son los varones (78%); además, el principal uso sería el pijcheo o masticado (37%) y los grupos de mayor consumo: agricultura, comercio, manufactura y transporte
 
Más allá de las cifras y datos que conlleva un estudio sobre el consumo tradicional de la coca, en Bolivia se ha desatado una fuerte polémica respecto a la “hoja sagrada”: la coca es considerada en varios sectores sociales como alimento, medicamento y ritual; pero también se ha constatado que la coca para otros sectores es sólo la materia prima de las actividades ilegales ligadas al narcotráfico…
 
Alex Contreras Baspineiro
Periodista y escritor boliviano.
 
 
https://www.alainet.org/de/node/81025?language=es
America Latina en Movimiento - RSS abonnieren