Sobre los magnicidios y las conspiraciones en Venezuela: una mirada histórica

08/06/2014
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Recientemente, el Alto Mando Político de la revolución bolivariana de Venezuela hizo claras y fuertes denuncias sobre presuntos (uso este término debido a recomendaciones jurídicas) planes magnicidas contra personajes gubernamentales destacados, incluido el mismo presidente de la República.
 
Los señalados y los de su espectro político salieron a desmentir o minimizar las denuncias, pero lo cierto es que la historia se repite una y mil veces y siempre volvemos a lo mismo.
 
No ha habido un solo gobierno en la historia de Venezuela, desde la independencia para acá, que no haya tenido planes conspirativos en contra. Incluso, al final del gobierno español, también los capitanes generales y comandantes militares sufrieron conspiraciones e intentos de magnicidios: ¿O acaso no fue una conspiración donde participó un clérigo la que hizo renunciar a Vicente Emparan el 19 de abril de 1810?
 
El Libertador Simón Bolívar fue objeto de innumerables conspiraciones de parte de las propias filas patriotas, sin tomar en cuenta los lógicos intentos de los enemigos realistas contra su persona y su causa. Mencionemos someramente los intentos de magnicidio y conspiraciones ocurridos contra el Libertador en Güiria, Cariaco, Valencia, Bogotá, Perú, Bolivia, etc. Entre sus salvadores destacan Manuelita Sáenz y Antonio José de Sucre, mientras que entre sus reconocidos contrarios contamos a Francisco de Paula Santander, Santiago Mariño, Pedro Carujo, etc.
 
El mismo José Antonio Páez fue objeto de conspiraciones, donde destacaron las de Juan Bautista Arismendi. El primer presidente civil, José María Vargas, fue obligado a renunciar después de reales amenazas. Los presidentes Monagas, Antonio Guzmán Blanco, Joaquín Crespo, y todos los gobernantes del siglo XIX, más algunos destacados opositores como Ezequiel Zamora y Antonio Leocadio Guzmán, todos, sin excepción fueron víctimas de magnicidios o intentos de magnicidios o conspiraciones.
 
El primero concretado fue contra el Vice-Presidente de Venezuela, Juan Crisóstomo Gómez, hermano del Benemérito Juan Vicente Gómez, magnicidio acaecido en el propio Palacio de Miraflores, y que llevó a eliminar ese cargo en todas las constituciones, hasta la de 1999, cuando vuelven a crear ese cargo bajo la figura de Vice-Presidente Ejecutivo, de libre nombramiento y remoción, y no fijo y compañero de fórmula del candidato presidencial, como sucede en Estados Unidos de América, Colombia o Argentina.
 
El otro magnicidio acaecido fue contra el Presidente Carlos Delgado Chalbaud, en 1950, asesinado por Rafael Simón Urbina. Uno que estuvo muy cerca fue el que se perpetró contra Rómulo Betancourt, cuando se le quemaron las manos, y del cual, además, fue culpado un gobierno extranjero, el del mandatario dominicano Rafael Leónidas Trujillo.
 
Y de conspiraciones, rebeliones y guerrillas, todos gobiernos que ha tenido Venezuela, absolutamente TODOS han sido víctimas de las mismas, incluyendo los breves mandatos de Octavio Lepage y Pedro Carmona Estanga, que terminó renunciando menos de 24 horas de haberse autojuramentado.
 
Otra característica común de todas las conspiraciones es que, mientras la están preparando, todos sus participantes la niegan, como se cansó de negarla el mismo comandante Hugo Chávez antes de la rebelión de 1992.
 
Motivos para conspirar
 
Es sabido, y circula mucha información y argumentos al respecto, que las personas exitosas son objeto de envidia, y con ello, según los instintos del “envidioso”, pueden ir desde solamente hablar mal hasta preparar ataques contra los cargos, bienes o la propia vida de las personas.
 
Y sin lugar a dudas, la persona más “exitosa” de un país, de Venezuela y de cualquier otro país del mundo, a lo largo de la historia (recuerden el magnicidio contra Julio César, en la antigua Roma), es el presidente, primer ministro o monarca de esa nación. Por eso las medidas de seguridad alrededor de los dignatarios nacionales son muy estrictas, siendo las que rodean al presidente de la mayor potencia del mundo, los Estados Unidos, las más estrictas del planeta, por razones obvias.
 
Ahora, en el caso de Venezuela, donde la conspiradera es un deporte nacional, siendo un país con abundantes, valiosos y codiciados recursos naturales, sumamos el control de los mismos a los factores que incentivan una conspiración, junto a los enemigos extranjeros (aunque por diplomacia, ninguno lo reconoce).
 
Por lo tanto, no tiene nada de raro anunciar conspiraciones y planes de magnicidios, aunque como es lógico, los involucrados lo nieguen, como o han negado a lo largo de la historia.
 
Algunos magnicidios
 
 Para quienes dudan, nombraremos algunos magnicidios. No todos en la lista eran presidentes al momento de su asesinato, pero eran figuras políticas con gran potencial, candidatos presidenciales, o ex-mandatarios aún activos. Veamos algunos.
 
En Venezuela tenemos a Ezequiel Zamora, Joaquín Crespo, Juan Crisóstomo Gómez (poco recordado, hermano de Juan Vicente Gómez), Carlos Delgado Chalbaud, Fabricio Ojeda. Sumemos los atentados y conspiraciones develadas, que prácticamente todos los presidentes las han sufrido.
 
En otros países, a lo largo de la historia, se han sucedido los magnicidios y atentados célebres. Mencionemos algunos históricos o de gran recuerdo en la opinión pública: Abraham Lincoln, John F. Kennedy, Martin L. King, Malcolm X, Robert Kennedy, Ronald Reagan, etc., sólo en Estados Unidos. El mismo Vladimir Lenin fue víctima de un magnicidio, y podemos sumar la ejecución del Zar Nicolás II y su familia, y los que ejecutó José Stalin durante las purgas, hasta alcanzar al mismo León Trotsky. En Francia decapitaron al Rey Luis XVI y la reina María Antonieta. En el Líbano liquidaron a Bashir Gemayel, René Moawad, Rashid Karame y Rafiq Hariri. Sumemos los que son matados por invasiones y/o revoluciones, como Saddam Husein, Moammar Gaddafi, Abdul Karim Qasim. En el Congo fue famoso el caso de Patrice Lumumba. Y podemos seguir nombrando casos a lo largo de la historia, que podemos empezar desde Tutankamón, y los 2 reyes mesopotámicos que se hicieron llamar Sargón, que llegaron después de liquidar a sus predecesores. Fidel Castro fue objeto de más de 600 intentos de asesinado, según reconoce el propio gobierno norteamericano, que los ha organizado. Calígula, Nerón, y Cómodo, entre otros, fueron emperadores que perdieron la vida abruptamente. Luis Donaldo Colosio en México, Jorge Eliécer Gaitán y Juan Carlos Galán en Colombia se suman a la lista. Y el ámbito religioso no se salva, porque entre los muertos podemos contar a Jesucristo, San Pablo y todos los papas y santos mártires, como San Pedro, hasta los atentados contra Mons. Arnulfo Romero y el Papa Juan Pablo II. Entre los musulmanes tenemos a Alí Ibn Abi Taleb, asesinado cuando era Califa. Y no hemos mencionado sino a una pequeña muestra de una lista muy larga.
 
Las consecuencias de los magnicidios no son siempre las que esperan sus planificadores: por la muerte del Archiduque de Austria se inició la Primera Guerra Mundial hace 100 años; por matar a Gaitán se inició el Bogotazo que sigue con la guerra civil más larga del continente; tras el asesinato de Anwar Al Sadat vino su sucesor que duró casi 30 años seguidos.
 
Con todo lo que se expone en este escrito, uno llega a la conclusión que ser Presidente, Primer Ministro, Rey, líder o figura prominente del mundo político es una de las profesiones más peligrosas del mundo. Y aún así, sobran los que se ofrecen por figurar.
 
Venezuela, 8 de Junio de 2014.
 
Simón Saba
Economista, M.Sc.
Twitter: @SimonSaba
 
https://www.alainet.org/de/node/86202?language=en
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