La sordidez de esta guerra genocida
31/03/2003
- Opinión
En medio de tanta miseria humana y de tantas cobardes complicidades y
silencios, creo que los aspectos más sórdidos, hipócritas y mezquinos
de esta invasión genocida que desde hace ya once días llevan a cabo
los Estados Unidos contra el heroico pueblo de Irak son tres: la
manipulación y la mentira mediática descaradas, la llamada ayuda
humanitaria, y la conducta cobarde y cómplice del Consejo de
Seguridad de las Naciones Unidas y de la propia Unión Europea.
I. La manipulación y la mentira mediática.
La manipulación y la mentira mediática por parte del poder anglo-
estadounidense y de quienes le sirven en todo el mundo han alcanzado
esta vez niveles difícilmente superables. El tema es inagotable y
sólo vale la pena referirse a unas pocas cosas.
La política del miedo y la mentira
Me parece inútil detenerme a detallar los innumerables mecanismos
empleados para esa manipulación: presión a los medios de
comunicación, control de los mismos, expulsión y condena de
periodistas, intelectuales y artistas críticos; creación de histerias
patrioteras y belicistas a lo largo de los Estados Unidos y del
mundo; fabricación de miedos patológicos entre los ciudadanos
estadounidenses contra supuestos ataques terroristas por parte de
Saddam Hussein y contra absurdos lanzamientos desde Irak contra el
territorio yankee de misiles provistos de armas químicas y
bacteriológicas; uso descarado de informes falsos que hablan de armas
biológicas ocultas que los inspectores de la ONU no encontraron nunca
pero que Colin Powell sí sabe donde están; fabricación de supuestas
conexiones entre Al Qaeda y el gobierno irakí sabiendo que aquélla es
enemiga declarada de éste; apariciones del inefable Bin Laden, que
vuelve de su tumba o de su escondite cada vez que su antigua
empleadora la CIA lo necesita para crear más terror entre los
manipulables y manipulados norteamericanos, etc.
Lo que sí debe tenerse en cuenta es la creación por parte del
Pentágono de una oficina de manipulación estratégica de la
información, cuya siglas en inglés son ISO y cuya misión declarada es
difundir mentiras a los medios de comunicación, a menudo con la
abierta complicidad de éstos. Las mentiras han sido clasificadas por
los estrategas del Pentágono en negras y blancas. Las negras ¿cómo
iba a ser de otra manera en ese país racista? son las peores, las más
sucias, las mentiras totales; y las blancas, por supuesto, aquellas
más fácilmente creíbles porque combinan -como es más corriente-
mentiras y medias verdades.
El lenguaje mediático: complicidades y mentiras
De cualquier modo lo principal, lo que todos vemos a diario, son las
muestras de la complicidad asquerosa de las cadenas gringas de
televisión, no sólo del deplorable canal de la FOX, que es una vulgar
agencia del Pentágono y de la Fundación Heritage, sino de CNN, que
con la mayor cara dura sigue pretendiendo ante el mundo ser ejemplo
de profesionalismo y de objetividad. Hoy como nunca CNN es un
apéndice del Pentágono y del Alto Mando Militar estadounidense, que
sirve de intermediaria entre éstos y los demás canales del mundo para
que éstos copien su señal; un canal cuyos periodistas, como loros
amaestrados, repiten por horas y horas las manipulaciones y mentiras
útiles a los invasores estadounidenses y que periódicamente, cuando
dejan por un momento de mostrar en toda su prepotencia imperialista a
esos genocidas que son Bush, Rumsfeld y Powell (y el primer mayordomo
Blair), o a los generalotes del Pentágono o del Alto Mando gringo,
con sus uniformes planchaditos e impecables, como si fueran para la
celebración del triunfo final en la Casa Blanca, nos presentan
entonces a algunos supuestos analistas que se autodefinen como
'independientes', latinos y gusanos casi todos, a los que lo único
que les falta es que, en medio del discurso 'objetivo' que vomitan,
se les caiga al suelo el carnet de la CIA que llevan oculto en el
bolsillo.
El lenguaje que usan esos corresponsales, y no sólo los de CNN sino
también quienes los siguen o copian por doquier, incluso en Europa,
es abiertamente manipulador y está dirigido a defender los patrones
ideológicos y políticos impuestos por los Estados Unidos e Inglaterra
y favorables a ellos y a sus intereses.
Cuando mencionan a los invasores gringos e ingleses nos hablan
siempre de los 'aliados' para hacernos digerir, igual que hicieron en
la Guerra del Golfo, la idea de que se está recreando la alianza de
la Segunda Guerra Mundial contra el nazifascismo, que en ese entonces
encarnaba el mal, igual que hoy lo encarna entre otros Saddam
Hussein. O si no, nos hablan de 'coalición' cuando no hay tal cosa,
y en el plano dirigente y en el terreno militar ésta sólo la integran
dos países, Estados Unidos y sus mayordomos ingleses, siendo
estadounidenses la casi totalidad de las tropas. El resto es una
triste colección de lamebotas. (Hoy por cierto se ha sumado otro
país importante a la coalición, la isla de Tonga. Lástima que no se
puso del lado de Irak, porque habría cambiado militarmente la
correlación de fuerzas a su favor.) Sí, se trata de una colección de
indignos comparsas. ¿O es que alguien piensa que los Estados Unidos
consultan las decisiones a tomar con el pobre Aznar, con la
Presidenta de Panamá, o con el reyezuelo de Tonga? ¿Se reunió alguna
vez Bush a discutir el nuevo reparto del Medio Oriente con Taufa'ahau
Tupou IV? Salvo Inglaterra, los otros miembros de la supuesta
coalición no están presentes, ni hacen falta. Apenas hay unos
soldaditos australianos de adorno mandados por el servil gobierno de
su país. ¿Dónde están las tropas de Honduras, las de Etiopía o las
de Uzbekistán? ¿se imaginan la falta que hacen? ¿por qué cuando los
invasores anglogringos logran a duras penas conquistar una ciudad
irakí izan la bandera de los Estados Unidos y no la de Tonga, la de
Naciones Unidas, o la de República Dominicana? ¿Se acuerdan por
cierto los gobernantes dominicanos de lo que hicieron los Estados
Unidos en su país en 1965, o ya lo olvidaron? ¿Se acuerda la
Presidenta de Panamá de la invasión estadounidense de 1989 y de la
destrucción genocida del barrio de Chorrillos, o es que ésta fue obra
de Saddam Hussein?
Pero no es sólo la manipulación: es la mentira, la mentira cínica,
vendida como información cotidiana. Los ejemplos sobran; y cada día
se suman otros, sólo que como todas las mentiras, se las descubre
algo después, de modo que las informaciones de hoy son las mentiras
de mañana igual que las mentiras de hoy fueron las informaciones de
ayer. Es pues impresionante cómo se oculta la verdad, cómo se
miente, cómo se desinforma y confunde a la opinión pública. Quiero
dar sólo unos pocos ejemplos y situaciones y hacer al respecto
algunos comentarios acerca de cómo, gracias a lo que se filtra de
fuentes irakíes, gracias a la labor de Al Jazeera, y sobre todo
gracias a que los hechos son tercos y la verdad siempre se descubre,
se ha ido desmoronando la mayor parte de esas mentiras.
Castillo de naipes y guerra de liberación
Bush, Cheney, Rumsfeld y el Alto Mando gringo le aseguraron al mundo
que al llegar sus tropas a Irak el régimen de Saddam Hussein se
derrumbaría como un castillo de naipes, y que la guerra iba a durar
unos pocos días (razón de más para invadir a Irak al margen del
derecho internacional y de las Naciones Unidas. Si los irakíes se
rendían en unos días, éstas terminarían aceptando los resultados y
tratando de entrar en el reparto del país). Le transmitieron ese
optimismo imperialista al mundo rico: la guerra iba a ser un paseo
militar y el pueblo irakí, que odiaba a Saddam Hussein, los iba a
recibir cantando, con flores y banderitas yankees. La resistencia
que encontraron, la lucha heroica de los irakíes, los dejó
desconcertados. Hubo, sí, algunos casos en que la población los
recibió con banderitas gringas. Pero era sólo una trampa: los
soldados gringos o ingleses bajaron la guardia y apenas entraron al
pueblo donde los recibían, soldados o resistentes ocultos abrieron
fuego cerrado contra ellos. Lo ha denunciado el indignado Rumsfeld.
Ahora, tanto él como Bush, dicen, con la cara dura de siempre, que
'algunos creían que la guerra sería corta', como si los primeros no
hubiesen sido ellos. Hasta sus siervos de CNN, difusores de la
optimista idea, han admitido que su patrón se equivocó.
Dijeron que el pueblo irakí sólo esperaba que ellos, los
'libertadores', llegaran, para alzarse contra el régimen de Saddam
Hussein, y que no se había alzado antes por el terror que inspiraba
este último. Aquí acertaron a medias: el pueblo irakí se alzó, en
efecto, pero no contra Saddam Hussein, sino contra ellos, contra los
'libertadores', contra los invasores que quieren colonizar su país y
apoderarse de su petróleo. Para escándalo de los estrategas yankees,
enceguecidos con su superioridad militar, en Irak hoy se está
llevando a cabo una guerra popular en la que se combina lo
convencional con lo no convencional, con la guerrilla, con la
emboscada, en la que el ejército se confunde con el pueblo, única
forma que tienen un pueblo y un ejército más débil de enfrentar en
terreno propio a un invasor que tiene superioridad militar pero al
que el pueblo invadido rechaza porque no es la primera vez que lucha
contra los colonialistas que lo han ocupado y explotado.
Y esto plantea una pregunta interesante: ¿qué clase de dictadura es
la de Saddam Hussein? ¿cómo se explica que ese régimen supuestamente
odiado por todos los irakíes haya repartido miles de armas al pueblo
y que éste no las esté usando contra su gobierno sino contra los
invasores gringos e ingleses? Extraña dictadura o extraña situación.
¿Se atrevería la dictadura de Arabia Saudita, o la de Pakistán,
serviles aliados de Estados Unidos, a repartirle armas a sus pueblos?
¿cuántos de los gobiernos que se autocalifican de 'democráticos' se
atreverían a hacerlo? ¿cuántas horas durarían en el poder? ¿por qué
el pueblo irakí, armado como está, no dirige sus armas contra el
gobierno dictatorial de Saddam Hussein sino contra sus supuestos
libertadores?
Esta pregunta es imposible de responder para quienes dirigen la
política yankee y para quienes, como los estadounidenses corrientes,
tienen el cerebro macerado y convertido en gelatina de neuronas como
producto de la manipulación mediática. Nadie duda de que el régimen
de Saddam Hussein sea una dictadura ni de que éste haya cometido
crímenes contra su pueblo. No, el problema no es ese. El problema
es que los irakíes han visto claro. Y que entre el régimen de Saddam
Hussein y el protectorado colonial al que piensan someterlos los
'libertadores' anglosajones para robarles el petróleo, prefieren al
primero. Quiéraselo o no, guste o no, Saddam Hussein encarna hoy la
lucha para resistir al colonialismo anglosajón, para evitar que su
país sea desintegrado y convertido en una colonia. Eso lo ha
entendido el gobierno irakí y por eso ha dado armas al pueblo. Eso
lo ha visto el pueblo irakí y por eso está luchando al lado de su
ejército, el mismo que lo ha reprimido muchas veces, en contra de los
invasores norteamericanos e ingleses.
El fenómeno no es demasiado difícil de comprender, salvo para débiles
mentales como Bush y Rumsfeld, intoxicados por su propia propaganda.
También Stalin era un dictador y había reprimido duramente al pueblo
soviético. Pero éste libró una guerra de liberación bajo su jefatura
contra los invasores nazis. Y al producirse la invasión, muchos
rusos pidieron salir de las cárceles o de los campos de concentración
en que se hallaban para ir a combatir, armas en mano, al invasor.
Aunque Bush y Rumsfeld no puedan entenderlo, para los irakíes, con
toda razón por lo demás, hoy los Bush, los Rumsfeld y los Blair, por
más que comparen a Saddam Hussein con Hitler, por más que se
autocalifiquen de demócratas y de libertadores, se parecen mucho más
a Hitler que lo que pueda parecérsele Saddam Hussein.
Mentiras que se caen una tras otra
La lista de mentiras que se han ido derrumbado una tras otra es
larga. Una división entera del ejército irakí, la 51, integrada por
cerca de ocho mil soldados, se rindió apenas los invasores se
acercaron a Basora. Pero dos días más tarde, mientras Basora
resistía, mientras Rumsfeld declaraba que la 'coalición' había
capturado un total de mil irakíes (cuando deberían haber sido por los
menos nueve mil), apareció la división capturada encabezada por su
general y luchando contra los invasores. De haber estado cerca Don
Luis Mejías, el personaje de Don Juan Tenorio, podría haberle dicho
burlonamente al mentiroso Rumsfeld, a quien ya empezaba a crecerle la
nariz como a Pinocho: 'los muertos que vos matáis gozan de buena
salud'.
Otra mentira similar fue la de la insurrección chiita. Se repitió
por varios días que los chiitas de Basora se habían alzado contra el
régimen de Saddam. Pero empezó a pasar el tiempo y como no
aparecieron los chiitas rebeldes la mentira se fue disolviendo sola,
mientras al mentiroso Rumsfeld le seguía creciendo la nariz.
Lo mismo sucedió con las tomas de ciudades. Al principio, los
primeros días, fueron cayendo en cadena las ciudades irakíes, sin
resistencia: primero el puerto estratégico de Oum Qsar, luego Basora,
y poco después las ciudades de Nassiriya y Najaf. Pero cuando ya los
invasores parecían a las puertas de Bagdad, a la que venían
bombardeando en forma implacable desde el mismo día del comienzo de
la guerra, se descubrió que no habían tomado nada. Todo era mentira.
En cada una de esas ciudades se libraba una feroz batalla y la
encarnizada resistencia irakí había logrado pararlos. La falsa
'toma' de Basora se siguió proclamando día tras día, pero ahora, diez
días más tarde, los invasores reconocen al fin que no la han
capturado aún, aunque 'están cerca de lograrlo', y que apenas la
tienen cercada, lo que está matando de hambre y de sed a sus
habitantes. Al parecer los libertadores ingleses pretenden
liberarlos de todo, comenzando por la vida, comenzando por estas
mezquinas ataduras terrenales. El puerto de Oum Qsar fue capturado
al fin, pero la resistencia continúa. Y en cuanto a Nassiriya y
Najaf ha sido imposible tomarlos. La resistencia irakí es tan
encarnizada que la ofensiva de los invasores ha debido detenerse por
varios días mientras les llegan refuerzos (otra división gringa) y en
espera de que se restablezca la logística.
Mentiras y cinismo
A menudo las mentiras de los jerarcas yankees se combinan con el
cinismo más descarado, con una desvergüenza que supera todo límite.
De los bombardeos masivos que han desencadenado las tropas invasoras
contra Badgad han dicho de todo. Antes de comenzar la guerra,
Rumsfeld y sus acólitos dijeron con la mayor naturalidad del mundo
que en los dos primeros días del conflicto dejarían caer tres mil
misiles inteligentes sobre la capital irakí (más que todos los que se
lanzaron en la pasada Guerra del Golfo) a fin de que los bagdadíes
"se sobrecogieran de miedo y de pavor", lenguaje del mejor estilo
hitleriano, que no es terrorista sólo por ser el de ellos, los
genocidas gringos, los 'libertadores', pero que de ser empleado por
algún otro lo convertiría de inmediato en reo del Tribunal Penal de
La Haya, el mismo que el gobierno yankee desconoce.
Han arrojado sobre Bagdad hasta ahora, día tras día y noche tras
noche, miles de toneladas de bombas. Han destruido buena parte de la
ciudad y matado a varios miles, quizá decenas de miles, de personas,
civiles en su mayoría. Pero en cuanto a aterrorizar a la población
el resultado es más bien magro, porque los bagdadíes han resistido y
siguen resistiendo, y los únicos aterrorizados son los niños, que,
por supuesto, no cuentan para nada (¿no dijo acaso hace unos años
Madeleine Albrigh, entonces Secretaria de Estado de los Estados
Unidos, que la muerte de medio millón de ellos a causa del bloqueo
anglo-estadounidense contra Irak era el precio a pagar por mantener
la paz en la región?).
Esos bombardeos, por cierto, tienen un costo impresionante. Cada
misil cuesta, según el Pentágono, un millón y medio de dólares. De
modo que los casi seis mil misiles que han arrojado en los primeros
ocho o nueve días de guerra sobre la ciudad equivalen a la increíble
cifra de nueve mil millones de dólares. Esto es casi la mitad del
presupuesto anual de Venezuela, que es un país petrolero. Sí, nueve
mil millones de dólares derrochados en ocho días sólo para causar
pavor y muerte. (La guerra, por supuesto, cuesta mucho más, esta es
sólo una pequeña parte. Bush acaba de solicitarle al Congreso
estadounidense setenta y cinco mil millones para financiarla y, dada
la resistencia irakí, parece que va a quedarse corto.)
Apenas comenzados los bombardeos, los genocidas del Pentágono dijeron
no sólo que eran selectivos sino que estaban dirigidos 'a demoler los
palacios de Saddam Hussein'. Algo realmente insólito, porque han
lanzado hasta hace unos días seis mil misiles y siguen lanzando más.
De modo que, si suponemos -por los incendios y explosiones tremendas
que se aprecian a diario en las imágenes de la televisión- que los
misiles son de alta potencia, entonces, o bien Saddam Hussein tenía
cinco o seis mil palacios en Bagdad, más o menos uno por misil, es
decir, que estamos en tiempos de Las Mil y una Noches, en una Bagdad
abasida llena de palacios, y todavía quedan unos cuantos más por
derribar, o bien los palacios son sólo unos pocos, que es lo que
suena más probable, lo que equivale a decir que los misiles son
técnicamente deplorables y que se requieren cientos de ellos para
acertarle a un palacio. O, tercera posibilidad, la real, la
original, la única que no es ridícula: que los misiles, que son de
alta potencia, bien mortíferos, dignos del millón y medio de dólares
que vale cada uno, están dirigidos a destruir la ciudad para causar
terror, y que la cifra de muertos, heridos y mutilados civiles es en
verdad monstruosa, la que corresponde a un terrible genocidio. Las
impresionantes imágenes que nos ha hecho ver el canal qatarí Al
Jazeera, de destrozos, de escombros humeantes y sobre todo de
hombres, mujeres y niños bagdadíes muertos, heridos, descuartizados,
todos civiles, no dejan ninguna duda a este respecto.
Ejemplo impactante de este genocido que cometen fríamente los
jerarcas del Pentágono dirigidos por Bush y Rumsfeld es lo ocurrido
en los mercados de Bagdad en días recientes. En el primer caso, hace
ya cinco días, en un mercado situado en una zona humilde de la
ciudad, un par de misiles 'inteligentes' (que seguramente se copiaron
en el examen o que por descuido confundieron el humilde barrio con
uno de los palacios de Saddam Hussein) cayeron sobre unas calles de
la zona dejando unos veinte civiles destrozados, volados literalmente
en pedazos. El gobierno irakí denunció de inmediato el crimen y
también lo hizo Al Jazeera. Pero Rumsfeld y sus generalotes
desmintieron el hecho (es claro, ni ellos, que son dioses, ni sus
misiles, que son su obra, pueden equivocarse). Y cuando ya no
pudieron negarlo, ripostaron acusando a Saddam Hussein de haber
disparado los misiles con el simple propósito de asesinar a su propio
pueblo para culpar a los libertadores norteamericanos del horrible
crimen.
Nada de que asombrarse. Hace trece años, en tiempos de Bush I, padre
del actual Presidente fraudulento de los Estados Unidos, en la misma
Bagdad, durante la Guerra del Golfo, uno de esos misiles inteligentes
disparados por el Comando militar yankee fue dirigido una noche
contra un abrigo antibombas lleno de civiles, y al explotar mató
cerca de doscientas personas, todas civiles: hombres, mujeres y
niños. Cuando el gobierno irakí denunció el hecho, los estrategas
del Pentágono, infalibles como siempre, viendo que no podían ocultar
lo ocurrido, dijeron con el mayor desparpajo que el verdadero
culpable era Saddam Hussein, porque el abrigo era en realidad un
objetivo militar que el criminal gobernante irakí había llenado de
civiles para hacer que murieran y así poder acusar a los Estados
Unidos de su muerte. Al parecer la fijación del hijo con el padre,
de Bush II con Bush I, es tal que no sólo hace la misma guerra y
repite los mismos crímenes sino que al deber responder por ellos se
escuda dando las mismas mentirosas y cínicas respuestas.
Por suerte, en este caso, Robert Fisk, corresponsal del diario
británico The Observer, que se encuentra en Bagdad reportando la
guerra y que fue testigo del bombardeo y de sus resultados, nos ha
dejado un espeluznante relato de lo ocurrido. Y en él las víctimas
no son sólo víctimas anónimas, como es usual en los medios de
comunicación occidentales cuando se trata de árabes o palestinos, o
de afganos, sino seres de carne y hueso, que tienen historia, que
tienen nombres y apellidos. Basándose en el testimonio de las gentes
del lugar, Fisk pudo informarnos a qué seres humanos pertenecían los
sesos regados o las manos o piernas dispersas por calles o por casas.
Pero es que no hubo sólo un mercado sino dos. Hace tres días, el
bombardeo diurno sobre Bagdad, entre los centenares de víctimas que
produjo, mató alrededor de cincuenta personas, todas civiles, en un
mercado de una zona residencial. Las imágenes de muertos y
descuartizados fueron aún más impresionantes. En este caso los
mentirosos profesionales del Pentágono, no sabiendo qué hacer,
prefirieron dejar correr el hecho sin decir nada. Ni siquiera
admitieron que era otro 'error'. En lugar de mentir, prefirieron
callar. Ahora parece que están chequeando algunos de los tipos de
misiles porque éstos se han 'desviado' varias veces en direcciones
imprevistas y no sólo han caído 'por error' en Irán y en Siria, donde
volaron un autobús civil de pasajeros, lo que es comprensible porque
son países que están en la lista de próximas invasiones, sino también
en Turquía y hasta en Arabia saudita, cuyos gobiernos son cómplices
de la invasión. Todo esto sin contar los misiles que han tumbado
aviones o helicópteros propios o ingleses mediante eso que de manera
eufemística los brillantes estrategas del Pentágono llaman 'fuego
amistoso', 'friendly fire'.
De todos modos, el principio cada vez más desprestigiado es que los
misiles 'inteligentes' no se equivocan. Los bombardeos no tienen
fallas, son selectivos y van directo al blanco. El cínico genocida
que es Rumsfeld, experto en dirigir guerras a control remoto, acaba
de ratificarlo en estos días. Ha dicho sin parpadear que el
bombardeo de Irak ha sido y es el bombardeo 'más selectivo de la
Historia'. De nuevo el cinismo es ilimitado, de nuevo la
contradicción es flagrante. Todos los informes señalan que se han
producido hasta ahora miles, probablemente decenas de miles de
muertos irakíes en esta invasión que se hace llamar guerra. Una
buena parte de ese total es atribuible a los bombardeos 'selectivos'
de que habla el inefable Secretario de Defensa yankee. Entonces, de
dos una. O bien los bombardeos no han sido selectivos sino que han
matado y destrozado gente, sobre todo civiles, a diestra y siniestra,
por millares. O bien sí han sido selectivos y entonces los miles de
muertos estaban incluidos en la 'selección', es decir, que el plan
claramente consistía en masacrar en masa a la población civil irakí
sin la menor piedad. Lo único que resulta indiscutible de todo esto
es que se trata de un genocidio, que Bush y Rumsfeld son responsables
directos del mismo y que si hubiera justicia en este planeta ambos
deberían ser detenidos y juzgados por crímenes de guerra.
Más cinismo y más mentiras: la guerra aséptica
Las muestras del cinismo y de la capacidad de mentir que tienen los
promotores yankees de este genocidio no parecen tener límite alguno.
La idea que nos han vendido desde la pasada Guerra del Golfo -idea
que va dirigida al único público que les importa, el estadounidense,
pero que también a los demás nos afecta porque ellos son los dueños
de la televisión mundial y por tanto la suya es la misma que nosotros
recibimos- es la de que las guerras que ellos hacen no son tales
guerras sino meros juegos de computadora: limpios, perfectos e
impecables como éstos. Y por tanto sin errores, sin sangre, sin
muertos, sin heridos. (Sin muertos y heridos del lado de ellos, por
supuesto, aunque también los hay; y se trata justamente de ocultarlo.
Los otros muertos, los del adversario, se cuentan por miles o decenas
de miles, pero esos no importan. Son muertos del enemigo, de los
malos, de los inferiores. Además la idea del juego de computadora es
justamente no tener que mostrar muertos, no ensuciar la pantalla del
televisor con su sangre.)
Esas guerras parecen, pues, virtuales y no reales, y pueden ser
vistas con toda tranquilidad por teleespectadores pasivos,
acostumbrados a ver películas de guerra o matanzas urbanas en las que
hay mucha más violencia; y que han perdido además toda capacidad de
pensar o discernir, como producto de la manipulación diaria de que
son objeto. Así ingieren junto con el almuerzo o la cena las
mentiras que les venden los noticieros, todos ellos repetidores de
CNN, que es a su vez una estación de repetición del Alto Mando
gringo. Esos espectadores manipulados y descerebrados, sobre todo
los estadounidenses, no tienen la menor duda de que la televisión les
informa y les dice la verdad, y sobre todo de que el gobierno de los
Estados Unidos es confiable, bueno y justo, y de que por principio
nunca se equivoca. De hecho, los teleespectadores de estas guerras
reales hechas virtuales, asépticas, limpiadas por la censura oficial
de toda violencia, pueden disfrutar de ellas sin cargos de
conciencia, en sus casas, con toda comodidad, porque ocurren en
países lejanos y enemigos, descritos por la propaganda como
peligrosos para su seguridad, y porque comparadas con la violencia
diaria que muestra la televisión, en ellas no se ven muertos ni
heridos, apenas imágenes de gentes y soldados, pero siempre lejos de
los frentes de combate, y sobre todo muchos generalotes gringos con
cara de triunfadores declarando y declarando en ruedas de prensa que
siempre parecen ser la misma.
Al cabo terminan aburriendo a los televidentes, que tras pocos días
de interés prefieren su dosis diaria de violencia real y que ven esas
guerras asépticas como frías y distantes, sin sangre, sin muertos,
sin violencia. Las televisoras, siempre sensibles al rating,
disminuyen la información sobre esa guerra nada interesante y vuelven
a las series llenas de violencia real y a la mentira publicitaria
cotidiana. El terreno queda entonces servido para que los estrategas
del Pentágono puedan hacer lo que quieran, continuar ante la
indiferencia de su público las masacres de pueblos distantes y
débiles que la televisión ha ocultado cuidadosamente, e 'informar' de
vez en cuando acerca del avance de una guerra que parece tener lugar
en Marte o en Mercurio y que de todos modos carecía de interés porque
ya estaba ganada desde el primer día.
Es esta mentira de la 'guerra aséptica' la que, desde la reciente
invasión de Afganistán, ha venido a desmontar la cadena televisiva
qatarí Al Jazeera, verdadera contrapartida de CNN en alcance de
difusión y en calidad de imagen. Las imágenes de Al Jazeera, que
está presente en el terreno de los hechos, que quiere informar acerca
de lo que ocultan CNN y el Alto Mando gringo junto con sus cómplices
ingleses, y que no tiene el menor interés en censurar la crueldad
genocida de esta guerra contra el pueblo irakí, le han echado a
perder otra vez a los generalotes del Pentágono la burda mentira de
su guerra impecable de computadora, de sus misiles inteligentes que
no fallan y de sus bombardeos selectivos y quirúrgicos. La furia de
los militares yankees e ingleses es tal que han intentado sabotearla
por diversas vías. Han censurado sus imágenes para que no lleguen al
telespectador estadounidense. Han obstaculizado el trabajo de sus
reporteros en las zonas militares que controlan. Hackers apoyados
por el gobierno estadounidense y que se hacen llamar cínicamente
"Freedom Hackers", esto es, 'Piratas Electrónicos de la Libertad',
han saboteado su página de Internet y la han cubierto de banderas
gringas. La furia ha llegado a tal punto que tropas inglesas
dispararon hace unos días, en las cercanías de Basora, contra los
vehículos y reporteros plenamente identificados de Al Jazeera. Todo
esto dentro de la mejor tradición democrática, como la que
caracteriza al gobierno de Bush y al de su primer mayordomo Tony
Blair.
Algunos hipócritas por lo demás, todos serviles lamebotas de los
Estados Unidos, todos defensores abiertos o solapados del genocidio
actual, todos mudos ante la agresión estadounidense, se permiten en
cambio criticar a la cadena qatarí en nombre de un rechazo de lo que
ellos consideran como excesivo amarillismo. Sí, demasiados muertos,
demasiadas imágenes chocantes de cuerpos despedazados, de niños y
mujeres inocentes, muertos o agonizantes. Sí, eso desmonta la idea
tranquilizadora e hipócrita de guerra aséptica, eso molesta, eso hace
que la guerra incomode, que se vea fea, con esa multitud de cuerpos
destrozados, de sesos desparramados, de niños llorando o muertos, de
mujeres hechas pedazos. Como si la guerra fuera otra cosa, como si
ocultar esta horrible realidad criminal no fuera hacerse cómplice de
ella, convertirse en defensor de la idea de los genocidas yankees del
Pentágono, que pretenden ocultar las masacres y los muertos para
seguirle vendiendo al mundo -y en especial a sus conciudadanos- la
idea de una guerra limpia y aséptica que no les genere cargos de
conciencia ni les lleve a protestar mientras ellos bombardean
ciudades, masacran civiles y destruyen países enteros que les
estorban en el camino hacia el control de las fuentes de energía
mundiales y hacia el dominio absoluto, imperialista e imperial, de
este planeta.
Pilotos derribados y Convención de Ginebra
Es dentro de esa óptica que resulta comprensible el furor histérico
de Rumsfeld y de Bush cuando la televisión irakí mostró hace casi una
semana ante el mundo a los primeros prisioneros yankees capturados
por las tropas de Saddam Hussein no lejos de la bombardeada Bagdad.
Fue en ese momento cuando empezó a caerse bruscamente la mentira no
sólo de la guerra aséptica, sin víctimas del lado estadounidense,
sino también la del desmoronamiento como un castillo de naipes del
régimen irakí. Todo en uno. Hay que imaginarse en ese momento al
par de desesperados genocidas yankees. Un helicóptero derribado, el
primero, y cuatro soldados presos. Por fortuna los soldados no eran
rubios, eran vulgares negros del Sur, entre ellos una muchacha y un
'latino', todos ellos estadounidenses de segunda, de esos que tratan
de ganarse en el campo de batalla la condición de ciudadanos plenos,
siempre que sobrevivan a la guerra, de esos cuya captura o muerte les
duele menos a sus jefes blancos. De haberse tratado de buenos chicos
rubios la rabia habría sido mayor, y cualquiera de los dos genocidas
habría podido sufrir un grave infarto. De todos modos la situación
era insostenible. Y Bush y Rumsfeld, expertos manipuladores y fieles
a aquello de que la mejor defensa es el ataque, saltaron furibundos a
acusar a Saddam Hussein de crímenes de guerra, esta vez por haber
mostrado prisioneros 'en forma humillante', en violación de la
Convención de Ginebra.
Es cierto que uno de los artículos de la Convención de Ginebra dice
que los prisioneros de guerra deben ser protegidos de insultos y
curiosidad pública. Pero las imágenes difundidas por la televisión
irakí no muestran ningún trato humillante. Los prisioneros estaban
atados pues acababan de ser capturados luego de que las gentes los
persiguieran porque trataron de escapar tras ser derribado su
helicóptero. Es cierto que las gentes no se veían muy amistosas.
Pero ¿qué esperaban los estadounidenses? ¿qué les tiraran flores?
¿qué pasaría si en el más que hipotético caso de un ataque aéreo de
Irak a los Estados Unidos, los estadounidenses derribaran un avión y
los habitantes de alguna ciudad capturaran a sus tripulantes? ¿no los
lincharían de inmediato, de acuerdo a la vieja tradición
norteamericana? ¿por qué rasgarse entonces las vestiduras? ¿es que de
verdad esperan esos soldados que masacran a diario a poblaciones
civiles desde el aire que éstas los reciban con flores y canciones?
Es claro que el ejército irakí rescató a los soldados gringos de
cualquier peligro de linchamiento. Pero también necesitaba mostrar
al mundo que los invasores no eran invencibles, que podían ser
muertos o capturados, y que no habían sido recibidos como
libertadores. Por eso les preguntaban, en inglés con acento árabe,
si se los había recibido con música y banderas yankees o con plomo.
Y entonces el Presidente fraudulento de la Tierra estalla de
indignación y reclama la condena del gobierno irakí por crímenes de
guerra, mientras CNN sigue mostrando impunemente a sus tropas
allanando casas y atando con cuerdas a soldados y a civiles
sospechosos prisioneros.
La situación es grotesca desde todo punto de vista. Los Estados
Unidos exigiendo indignados a los invadidos irakíes que respeten la
Convención de Ginebra, un texto que dice muchas otras cosas, y con el
que ellos se han limpiado el trasero a cada paso, cada vez que les
conviene. No hablemos del pasado. No hablemos de Vietnam, donde los
Estados Unidos arrojaron napalm sobre las poblaciones civiles
vietnamitas y donde sus soldados torturaban a prisioneros del
Vietcong y se divertían ensartando por la vagina con sus bayonetas a
las mujeres vietnamitas sospechosas de colaborar con éste. Hablemos
del presente, de Afganistán y de Irak. Los Estados Unidos, que
impunemente han exhibido por televisión, atados y encapuchados,
arrastrados por el piso, a talibanes prisioneros capturados en
Afganistán y a los que mantienen secuestrados en Guantánamo, pero que
no son prisioneros de guerra porque -siempre juez y parte, siempre
por encima de las leyes que les estorban- ellos de entrada deciden
quiénes son prisioneros de guerra y quiénes no. Los Estados Unidos,
que participaron en masacres de prisioneros al estilo nazi en ese
mismo Afganistán y que han sido denunciados como cómplices por la
horrible carnicería que tuvo lugar hace apenas año y medio en Kunduz,
en el norte de Afganistán, promovida por su servidora la Alianza del
Norte, carnicería en la que agentes de la CIA mataron a quemarropa y
torcieron el cuello a prisioneros atados y en la que grupos armados
dispararon hasta matarlos contra prisioneros de guerra que tenían
días encerrados en contenedores y que morían de hambre y de sed. Así
pues, los Estados Unidos, que están invadiendo ilegalmente un país,
contra la voluntad del mundo, que están masacrando a su población
civil, se permiten acusar de crímenes de guerra por mostrar unos
prisioneros al gobierno del país invadido y masacrado, que no hace
otra cosa que revelar al mundo que sabe defenderse de la invasión y
la masacre.
Pero es que esta historia repite una anterior con la que de nuevo
Baby Bush intenta imitar a su papá. Quizá no sean muchos los que lo
recuerden, pero en la pasada Guerra del Golfo, los irakíes derribaron
varios aviones gringos que bombardeaban Bagdad. Los pilotos lograron
eyectarse y al llegar a tierra, el ejército irakí los capturó,
presentándolos luego ante la televisión, mostrando así al mundo que
estaba en condiciones de derribar aviones y de capturar soldados
enemigos. El indignado viejo Bush saltó de rabia, y ladrando de
indignación acusó a Saddam Hussein de criminal de guerra por haber
violado la Convención de Ginebra al mostrarlos por televisión. Lo
usual entonces era mostrar por la televisión gringa a los exitosos
pilotos que regresaban de bombardear las ciudades irakíes,
impecables, sin un solo cabello revuelto, como el Santo cuando
peleaba. Estos pilotos en cambio rompían el molde. No sólo porque
estaban prisioneros sino porque sus uniformes estaban mal abrochados
y ellos tenían algunos moretones en la cara. El ladrido del viejo
Bush se oyó en el mundo entero: ¡los pilotos habían sido torturados!
Actitud que no podía ser más hipócrita y torpe. Primero, porque
ningún gobierno, a menos que esté dirigido por un imbécil (y Saddan
Hussein no lo era ni lo es) puede ser tan tarado como para torturar a
un prisionero y luego mostrarlo ante el mundo torturado, sabiendo que
en todo caso, si es que pretende torturarlo, lo que tiene sentido es
hacer exactamente lo contrario, mostrar primero y torturar después.
Y segundo, como quedó en evidencia luego, porque los aviadores
militares saben -y el mentiroso de Bush había sido aviador en la
Segunda Guerra Mundial- que cuando un piloto se ejecta de su avión, y
más ahora, con aviones más veloces, el cambio de presión le hace
sufrir excoriaciones o moretones similares a los que tenían en la
cara los pilotos gringos presos. Así pues, tenemos la misma historia
repetida. Por favor, ¿no será capaz Bush II de decir algo original?
¿No será tiempo ya de que acuda a un buen psiquiatra que le ayude a
vencer ese complejo de inferioridad y de servil admiración que tiene
con su padre?
Terrorismo y terrorismo
No es posible seguir desmontando mentiras y manipulaciones. Son
demasiadas y cada día aparecen muchas más. Pero hay una con la que
quiero terminar de examinar esta primera dimensión de la sordidez de
que hablaba en un comienzo: la que no podía faltar, la relativa al
terrorismo.
En realidad, es extraño, pero tardó demasiado en aparecer. Las
acusaciones previas, las que han llenado muchas páginas de la prensa
y muchas horas de televisión, no han ido más allá de las calumnias
usuales y desprestigiadas por completo que desde el Pentágono y la
CIA han tratado en vano de relacionar al gobierno irakí con Bin Laden
y con la organización Al Qaeda, calumnias que Colin Powell trató de
resucitar sin el menor éxito en su deplorable y mentiroso informe
ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas a comienzos de
este mes; informe dirigido a hacer aprobar por este organismo una
nueva resolución que autorizara al gobierno de Bush a desencadenar la
guerra contra Irak, porque a él, a Bush, el emperador del planeta,
'se le estaba acabando la paciencia'.
Los jerarcas del Pentágono pasaron unos días antes de acusar a Irak
de llevar a cabo contra ellos prácticas terroristas. Seguramente
pensaron que no harían falta tales acusaciones. Total, los irakíes
se rendirían en unos días y sería después de derrotados que podrían
aparecer algunas reacciones armadas a las que se pudiera calificar
cómodamente de terroristas. Pero la inteligente estrategia irakí les
echó por tierra sus planes. Al evitar la confrontación directa
contra un ejército técnicamente superior, al preferir armar al pueblo
y mezclar buena parte de sus tropas con él para combinar así la
guerra convencional con la guerra popular, suerte de guerra de
guerrillas, la estrategia invasora fracasó en lo inmediato; y poco a
poco, sin que los líderes militares gringos se atrevan a reconocerlo,
ha tenido que ser reformulada. Y es entonces, al producirse por
parte de los irakíes la lucha popular, las emboscadas y la guerra de
guerrillas, que los invasores ponen el grito en el cielo y empiezan a
hablar de terrorismo.
Los ejemplos empiezan a acumularse y deben seguir creciendo en los
próximos días porque ya hay voluntarios originarios de varios países
árabes que se dirigen a Irak a luchar al lado de los irakíes por su
país y por su independencia, recreando así una solidaridad que
parecía olvidada y que hace vivir al mundo musulmán tiempos como los
que otrora se han visto de este lado del planeta. Así, hace ya una
semana, Rumsfeld empezó a quejarse de que no era posible conquistar
Basora y hablaba enfurecido de que la toma de la ciudad se había
visto entorpecida por 'la presencia de grupos terroristas' que
combatían al lado del ejército irakí. Es decir, que los patriotas
que luchan por defender su suelo y su independencia contra un invasor
que quiere robarles el petróleo y convertirlos en protectorado gringo
bajo la administración del jefe de las tropas invasoras, el tal
general Myers, son calificados por el invasor de terroristas, en
tanto que ellos se califican a sí mismos de libertadores; ellos, que
están destruyendo el país, bombardeando sus ciudades, masacrando a su
población civil, y repartiéndose sus puertos y sus pozos petroleros,
como ya hicieron en Oum Qsar con la administración portuaria y en las
cercanías de Basora con el control de los pozos, entregados una y
otro a una filial de Halliburton, la empresa de Dick Cheney, el
vicepresidente de los invasores.
El terrorismo real se ha manifestado hace dos días. Terrorismo
plenamente válido, porque no se ejecuta contra indefensa población
civil, como el que están llevando a cabo a diario los
estadounidenses, sino contra soldados invasores que ocupan y
destruyen un país que no es el suyo y sobre el cual no tienen otro
derecho que el repudiable derecho de conquista. En efecto, un
oficial del ejército irakí, vestido de civil, en una operación
suicida, se hizo volar en un puesto de control de los invasores junto
con cuatro marines gringos. Bush y Rumsfeld saltaron otra vez de
rabia rasgándose las vestiduras y denunciando el terrorismo. Pero
los dos hipócritas son los mismos que dos días antes de iniciar la
invasión de Irak dijeron ante el mundo por medio de su vocero oficial
Ari Fleisher, que llamaban a los altos oficiales del ejército irakí a
asesinar a Saddam Hussein, porque esta era la última oportunidad que
les quedaba para evitar la invasión de su país. Los dos hipócritas
son los mismos que por boca de los Jefes del Pentágono han reconocido
también en estos días que han infiltrado en Irak agentes de la
tenebrosa CIA vestidos de civil para intentar asesinar a altos
oficiales del ejército irakí. Esto es, que una vez más el terrorismo
es condenable cuando se ejerce contra ellos, pero es bueno, y cambia
por supuesto de nombre, cuando son ellos los que lo practican.
II. Las miserias de la ayuda humanitaria
De todos modos, la manipulación mediática es componente usual de toda
guerra. Se la denuncia y se lucha contra ella buscando la verdad,
pero es difícil que no esté presente. Así ha sido siempre, aunque el
dominio actual de los estadounidenses sobre los medios de
comunicación y la creciente tendencia de Estados Unidos al
autoritarismo militar y al pensamiento único reducen las
posibilidades de hallar información alternativa que pueda servirle de
necesario contrapeso a sus mentiras.
Lo más sórdido y miserable en estas guerras desiguales y cínicas de
hoy no me parece que sea la manipulación mediática sino la hipócrita
política que ha dado desde hace años en llamarse 'ayuda humanitaria',
que sirve a todas las complicidades y miserias, y que ha llegado
últimamente al punto de que las guerras o invasiones genocidas que
llevan a cabo las grandes potencias -y sobre todo Estados Unidos-
contra pueblos inermes o débiles, con la complicidad abierta de esos
medios de comunicación dóciles y manipulados, se califiquen a sí
mismas de 'guerras humanitarias' o tengan como pretexto, como
ocurriera no hace mucho en Somalia, el de llevarle a un pueblo
hambriento 'ayuda humanitaria'. El progreso de los países que han
recibido esa 'ayuda humanitaria' es notable, por cierto. Basta echar
una mirada a Haití, a Etiopía, a Afganistán o a la propia Somalia.
Lo que se oculta tras la 'ayuda humanitaria'
Escudados en esas complicidades, los cobardes y los hipócritas,
atrincherados como burócratas bien pagados en organismos
internacionales de diverso signo que forman parte del poder mundial,
jamás han condenado las guerras y las invasiones genocidas de estos
últimos tiempos, dirigidas todas por los Estados Unidos, guerras e
invasiones que provocan o aumentan de inmediato en los países
invadidos el hambre, la enfermedad y la miseria, sino que se limitan
a reclamar que se pongan en marcha de inmediato los planes dirigidos
a llevar a esos pobres países 'ayuda humanitaria'. Y a menudo son
los gobiernos y los ejércitos de los mismos países poderosos que
invaden o destruyen a esos países pobres que les estorban, los
encargados -tarea que se asignan ellos mismos- de llevarles 'ayuda
humanitaria', de distribuirles las medicinas y alimentos que sus
empresas producen y a las que se ofrecen jugosos contratos por
distribuirlos, sabiendo todos que en la mayoría de los casos los
recursos para pagar esa 'desinteresada ayuda' provendrán del
subsiguiente saqueo del país sometido o conquistado.
Así, empezamos ya a ver en el invadido Irak, en la zona cercana a
Basora, cómo los invasores y genocidas ingleses se mostraban hasta
hace unos días 'muy preocupados' porque no habían podido tomar el
puerto de Oum Qsar (parece que al fin lo tomaron), para llevarle a
los habitantes de Basora, a la que tienen sitiada, a la que han
cortado el agua y la luz, a la que están matando de hambre y de sed,
la impostergable 'ayuda humanitaria', 'ayuda'que viene por supuesto
en barcos ingleses y que consiste en productos elaborados por
empresas inglesas (o estadounidenses). De todos modos la 'ayuda'
grande, la que está por llegar, es la que proveerán dentro de poco
las empresas gringas.
Así también, hace dos días, apenas empezó a llegar la 'ayuda',
tuvimos ocasión de ver -CNN las mostró en forma reiterada- dos
secuencias de imágenes muy propias de estos casos.
En la primera se podía ver a un soldado británico en cuclillas, con
casco y botas, armado hasta los dientes, ofreciendo un caramelo a un
pobre y hambriento niño irakí, mientras desplegaba una sonrisa
amistosa tratando de romper el hielo. Todo un poema. Sí, una bella
imagen propagandística, tan falsa como esas secuencias que tantas
veces nos mostraron en aquella serie televisiva llamada 'Pelotón', en
la que los soldados gringos invasores de Vietnam parecían más bien
auténticos miembros de la Cruz Roja vestidos de soldados, siempre
salvando niños de los incendios, rescatando mujeres de los escombros
o ayudando a pobres ancianos a levantarse. Si se dejaba de lado que
no se trataba de una mera serie de ficción sino que los episodios se
situaban en la Guerra de Vietnam, las imágenes parecían tan realistas
y convincentes que los telespectadores podían olvidar fácilmente que
esos simpáticos y humanitarios soldados no estaban ocupándose de
víctimas de un terremoto en California sino de víctimas de una guerra
causada por ellos mismos y en la que estaban invadiendo un país y
masacrando a sus habitantes, y de que los incendios de la jungla no
eran meros incendios forestales sino producto de bombardeos letales
con napalm o con 'agente naranja'.
En la otra, la más terrible, justamente porque era auténtica, porque
no era como la del soldado una hipócrita pose para las cámaras del
mundo, se veía a una multitud de irakíes, habitantes sin duda de Oum
Qsar, o quizá refugiados venidos de Basora, todos pobres, sucios,
hambrientos, apiñados, empujándose unos a otros, todos frente a un
camión cargado de cajas pequeñas de alimentos que soldados ingleses
les arrojaban con rapidez, como para salir rápido de la tarea, desde
el interior del mismo; y que los desesperados irakíes se disputaban
como perros hambrientos. Un hermoso espectáculo, verdadero modelo de
ayuda humanitaria, de trato humanitario, auténtico ejemplo del
cruel, miserable e hipócrita pseudo-humanitarismo de esta sucia
guerra.
Así pues, los invasores gringos e ingleses, los militares genocidas,
que masacran a un pueblo heroico como el irakí, que le cortan la luz,
el agua y la comida, que lo matan de hambre, le reparten después su
'ayuda humanitaria' arrojándole unos paquetes de comida, de comida
gringa o inglesa (producida por empresas que quieren cobrarse de este
modo su apoyo a la guerra). Esto es, convierten a ese pueblo digno
en una masa de hambrientos mendigos, lo humillan, le hacen perder su
dignidad, y frente a una cámara de televisión, para que el mundo
entero disfrute del vergonzoso espectáculo, le arrojan comida como a
perros. Y esto se hace cínicamente en nombre de los derechos
humanos. Y esto no viola la Convención de Ginebra ni las
Resoluciones de Naciones Unidas sobre esos mismos derechos humanos.
Y esto satisface a un montón de cómplices hipócritas, quitándoles
cualquier cargo de conciencia y permitiéndoles dormir tranquilos.
¿Quién paga la 'ayuda humanitaria'?
Pero es que la ayuda no es gratuita: deben pagarla los propios
irakíes. El pueblo irakí deberá pagar por esas cajitas de alimentos
y de medicinas que los soldados invasores le arrojan desde camiones
como a perros. Es decir, que las transnacionales gringas e inglesas
que fabrican esos alimentos y esas medicinas cobrarán sus miserables
limosnas a precio de oro. (En varias de esas transnacionales
farmacéuticas, por cierto, tiene acciones Rumsfeld, que no quiere ser
menos que Cheney, y va a sacar también del asunto su tajada.) Y lo
que es aún más miserable y criminal, el pueblo de Irak deberá pagar
también por la reconstrucción de su país destruido por las bombas de
los invasores yankees. Ya dijo Bush hace unos días que en el plan de
reconstrucción del país que se emprenderá inmediatamente después de
concluida la guerra, Irak tendrá que pagar la 'ayuda alimentaria' con
su petróleo. Y no sólo eso sino que tendrá que compartir con los
Estados Unidos el pago de los gastos que al gobierno yankee le ha
costado la guerra, la guerra criminal que los Estados Unidos están
haciendo contra ellos para robarles el petróleo. (Esto es, que
ahora, dentro de la doctrina militar e imperialista de Bush II, el
que paga las reparaciones de guerra no es el país invasor sino el
invadido. Lo cual no es nada sorprendente porque, dada la
superioridad militar de los Estados Unidos, el invasor es el que
gana; y la ley yankee es la ley del ganador, la ley de la rapiña.)
Por eso los invasores tienen previsto montar una administración
colonial yankee para gobernar el territorio irakí, y ya han designado
al tal general Myers para asumirla. Entre sus primeras tareas está
la de controlar el petróleo irakí para aumentar hasta el límite la
producción de los pozos a fin de abaratar al máximo el precio del
crudo y acabar de una vez por todas con la OPEP; y por supuesto está
también la de apropiarse del ingreso generado por esa producción
petrolera para imponer a Irak el pago de los costos de la guerra que
ellos le hicieron. Por eso el genocida Bush advirtió a los
gobernantes y militares irakíes inmediatamente antes de comenzar la
guerra, es decir, la invasión, que no se atrevieran como arma
defensiva a incendiar los pozos petroleros, porque de hacerlo serían
acusados de crímenes de guerra y juzgados por los Estados Unidos como
tales. El mensaje a los irakíes no podía ser más claro y más
directo: -Señores irakíes, ese petróleo no es de ustedes, es nuestro,
es estadounidense, y por tanto ustedes los irakíes deben respetarlo,
no pueden tocarlo, ya que sólo a los Estados Unidos corresponde
decidir sobre el mismo. En uno de sus inmejorables artículos,
Galeano recordaba hace unas semanas el sarcástico texto que había
visto escrito en una pancarta que sostenía durante una manifestación
contra la guerra realizada en febrero pasado, en una ciudad
estadounidense, un pacifista de esa nacionalidad: "Papá ¿por qué el
petróleo nuestro está bajo las arenas de ellos?" Sabiendo todas
estas cosas, viéndolas a diario, viendo como los invasores
anglobritánicos se reparten su país como en los mejores tiempos del
imperialismo y el colonialismo, ¿cómo no entender que los irakíes
luchen a muerte, al lado de Saddam Hussein, o de quien sea, contra
sus 'libertadores', contra los invasores genocidas e imperialistas
que destruyen sus ciudades, que masacran a su pueblo, y que quieren
imponerles un protectorado para robarles el petróleo?
III. La alcahuetería y complicidad cobarde de las Naciones Unidas
Pero las complicidades y la hipocresía están en todas partes. Si en
algo han tenido toda la razón los cinco genocidas que dirigen el
gobierno actual de los Estados Unidos (Bush, Cheney, Rumsfeld, Powell
y la señora Rice) ha sido en decir de la manera más franca y
contundente que las Naciones Unidas, y en particular su Consejo de
Seguridad, son un organismo inútil que no asume responsabilidades y
que no sirve para nada.
¿Qué son las Naciones Unidas?
En efecto, las Naciones Unidas son una institución deplorable, y lo
más deplorable y vergonzoso, hoy como ayer, es su Consejo de
Seguridad. Tenemos hoy un mundo carcomido por la injusticia social,
la miseria y la exclusión de las grandes mayorías, dominado por
pequeños grupos de empresas transnacionales y de países
monopolizadores del poder y las riquezas, que manejan a su voluntad
el planeta en beneficio de sus mezquinos intereses. Tenemos hoy un
mundo amenazado por una superpotencia imperialista prepotente,
belicista y genocida como son los Estados Unidos, dispuestos como
nunca antes a ejercer su dominio pleno sobre la Tierra y a controlar
sus fuentes de riqueza. Tenemos hoy un mundo en el que los pobres y
los excluidos se niegan a seguir soportando su miseria y su
exclusión, y el en que las interesadas, hipócritas y cómodas
acusaciones de terroristas que puedan hacerles los grupos poderosos
responsables de su situación, y los Estados practicantes contra ellos
del terrorismo más feroz, no bastan para disuadirlos de su
disposición a luchar contra ese poder que los aplasta. Tenemos hoy
un mundo en el que a pesar de todo se perfilan nuevas luchas y nuevas
esperanzas, en el que como nunca se tiene necesidad de verdadera
democracia, de participación popular, de justicia social y de un
auténtico orden internacional basado en estos principios, digno, y
capaz de hacerse respetar, por basarse de verdad en el respaldo de
las mayorías. En ese mundo de hoy resultaría más necesario que nunca
disponer de una verdadera Organización de Naciones Unidas, de un
organismo democrático que fuese capaz de jugar un papel esencial en
la conquista de la democracia, de la justicia y la paz, del respeto a
la autodeterminación de los pueblos y en la victoria contra la
desigualdad y la pobreza.
Pero lo que tenemos es un bodrio. Un bodrio temeroso y
antidemocrático. Un organismo deplorable, como tantos organismos
internacionales, que sólo sirve para que una multitud de burócratas
cómodos y pusilánimes vivan como reyes complaciendo siempre a los
países más ricos y poderosos, y cuya asamblea anual apenas es útil
para que en forma periódica dirigentes mundiales y jefes de Estado
den discursos que, por muy bien intencionados que sean a veces, lo
cierto es que no sirven nunca para nada, ni nunca permiten cambiar
nada. Y ese bodrio tiene a su cabeza un superbodrio, un llamado
Consejo de Seguridad que no es sino una cúpula en la que se van
rotando anualmente varios países comparsas, pero en la que tienen el
control absoluto, como miembros permanentes, los mismos países que
ganaron la Segunda Guerra Mundial, los únicos que tienen real poder
de imponer su voluntad y que pueden incidir sobre la política
planetaria ejerciendo su elitesco derecho de veto sobre decisiones
que, así cuenten con el apoyo de la absoluta mayoría del mundo,
resultan letra muerta sólo porque uno de esos países de primera
categoría se opuso. El veto tendría que desaparecer y las decisiones
mayoritarias de las Naciones Unidas tendrían que ser obligatorias
para todos sus miembros. Para todos, empezando por los Estados
Unidos e Israel, los países que tienen el record absoluto en
violación de resoluciones del organismo mundial.
La ONU actual es un organismo deplorable. No es más que un apéndice
fiel de los Estados Unidos, que le dan por sede su propio territorio,
que la tratan como amo a siervo, que se sirven de ella cuando quieren
y que la dejan de lado en las escasas ocasiones en que no creen que
haga falta utilizarla, o en que no pueden controlarla plenamente.
Como ha ocurrido en esta ocasión, porque su guerra contra Irak es tan
carente de argumentos y de justificación jurídica que hasta el dócil
Consejo de Seguridad de la ONU ha vacilado en apoyarla; y algunos de
los miembros permanentes del organismo, como Francia y Rusia, y hasta
China, amenazaron con usar su derecho de veto para oponerse a la
voluntad del gobierno estadounidense de declararle a Irak la guerra
por su cuenta.
Rivalidades y contradicciones interimperialistas en el caso de Irak
Pero éstas no son posiciones de principio: son meras contradicciones
interimperialistas, relacionadas con el poder y con el petróleo.
Europa tiene relaciones privilegiadas con el Medio Oriente,
relaciones que los Estados Unidos están decididos a perturbar en su
propio beneficio. Los intereses petroleros de Rusia, de Francia y de
Alemania las llevan a mantener relaciones cercanas con Irak y con
Irán, integrantes (junto con Corea del Norte) del 'eje del mal'
definido por Bush, y a financiar inversiones, sobre todo petroleras,
en ambos países. El tema del euro, fortalecido frente al vacilante
dólar, y al que han empezado a pasar sus reservas algunos de esos
países del 'eje del mal', parece tener mucha importancia en el
asunto. El gobierno de Bush ha amenazado claramente a Francia, a
Alemania y a Rusia, diciéndoles que si no participan como apéndices
suyos, a la manera inglesa o española, en su guerra contra Irak, van
a quedar fuera del nuevo reparto petrolero que va a hacerse en ese
país, lo que no deja de ser altamente preocupante para esos países
europeos. Esto es lo único que cuenta, lo está en juego, lo demás
son discursos para la galería.
Por el momento, Estados Unidos, debido a su prepotencia y torpeza, no
consiguieron su objetivo de sumarlos a la guerra, pero Bush y los
suyos saben que tienen la sartén por el mango y que si aplastan al
pueblo irakí y pasan a controlar su petróleo, a los europeos
disidentes, lo mismo que a los rusos y a los chinos, no les quedará
otro camino que venir a pedir con humildad su parte, porque el
control de ese petróleo es la auténtica llave del mundo y ellos van
por fin a tenerla. En fin de cuentas, a los Estados Unidos no les
preocupa demasiado que las Naciones Unidas no se plieguen del todo, y
durante un corto tiempo, a su voluntad. Ellos están en capacidad de
actuar solos y tienen la decisión de hacerlo. Lo dijo de manera muy
clara Madeleine Albright, Secretaria de Estado del ex Presidente
estadounidense Bill Clinton, hace unos pocos años: "Iremos con la ONU
cuando sea posible y solos cuando sea necesario". Es lo que hicieron
hace tres años en el caso de los bombardeos masivos de Yugoslavia,
cuando dejaron por fuera a la ridícula ONU sin que esta
protestara,vvvvccc y se sirvieron para sus planes de la OTAN. Y esa
vez no fue porque la ONU no quiso sino porque ellos no quisieron.
(En esos bombardeos, por cierto, los Estados Unidos lanzaron contra
el pueblo serbio, como antes habían hecho contra Irak en la Guerra
del Golfo, esa sustancia humanitaria que se llama uranio
empobrecido.) Además, los Estados Unidos saben muy bien que una vez
concluida la guerra, no importa lo destructiva y masacradora que sea,
las Naciones Unidas darán por cerrado el incómodo episodio y se
integrarán gustosas bajo su égida al proceso de reconstrucción del
país destruido, todo ello en nombre de los 'derechos humanos' y de la
hipócrita 'ayuda humanitaria'. Y esto es exactamente lo que ya está
ocurriendo.
Servilismo e hipocresía cómplice del Consejo de Seguridad y de su
Secretario General
Lo que acabamos de ver en la reunión ampliada del Consejo de
Seguridad el pasado 28 de este mes, hace apenas tres días, fue un
espectáculo triste y deprimente, en el que se pusieron en evidencia
la cobardía, la complicidad y el servilismo de casi todos los
gobiernos presentes. La palma de la cobardía, de la complicidad y
del servilismo rastrero se la llevó, como es usual en esos casos, su
Secretario General, ese pequeño y gris personaje llamado Kofi Annan,
pobre amanuense de los Estados Unidos, que de haber nacido en ese
país en tiempos de la esclavitud se habría sentido realizado llegando
a ser un eficiente mayordomo negro en una casa señorial del Sur, o un
atento ayuda de cámara de un rico plantador sudista; y que todavía
está a tiempo de alcanzar la inmortalidad interpretando el papel de
Tío Tom (aunque es un poco enano para el mismo) en una nueva versión
de la famosa novela de Harriett Beecher Stowe.
En efecto, una vez que los Estados Unidos se lanzaron a la invasión
de Irak desconociendo la autoridad del Consejo de Seguridad y
poniéndose al margen del derecho y la legalidad internacionales, las
Naciones Unidas, esto es, en este caso, el Consejo de Seguridad y su
Secretario General, se desentendieron por completo del asunto,
guardaron silencio, y no dijeron más 'esta boca es mía'. El mundo no
pudo entender otra cosa en ese silencio sepulcral que complicidad,
que cobardía. De haber sido cualquier otro país, el Consejo de
Seguridad lo habría declarado fuera de la ley y habría aprobado en
forma unánime o mayoritaria una condena, incluso con implicaciones
militares y envío de cascos azules. Pero, justamente, los Estados
Unidos no son cualquier otro país. Los Estados Unidos son los
Estados Unidos, los dueños del mundo, los que someten a los otros
países por las buenas o por las malas, con balas o con billetes, el
único país (junto con su protegido Israel) que puede ponerse al
margen de las Naciones Unidas sin que le pase nada. Para eso son la
única superpotencia militar, para eso dominan al organismo mundial,
para eso compran, asustan o chantajean a todos los demás, para eso
tienen allí como mayordomo o ayuda de cámara al Secretario General,
al que ellos mismos impusieron hace siete años en el cargo, en contra
de la voluntad colectiva, que favorecía entonces en forma unánime a
un hombre con dignidad y criterio propio y al que por eso ellos
rechazaban, al egipcio Boutros Boutros Gali.
Preocupada por ese silencio y por las destrucciones causadas por la
invasión, temerosa de las protestas de sus pueblos, la Liga Arabe,
que acababa de aprobar una condena prácticamente unánime de la
guerra, solicitó una reunión urgente del Consejo de Seguridad de la
ONU para pedirle a ésta que aprobara la suspensión inmediata de la
acción militar por parte de los Estados Unidos. El mayordomo accedió
a convocar la reunión. Pero modificó el objetivo de la misma. Esta
fue convocada entonces, no para pedir la suspensión del conflicto
sino para 'mostrar la preocupación del organismo porque se había
suspendido desde su inicio el programa Petróleo por Alimentos' y
porque no estaba llegando a Irak la necesaria 'ayuda humanitaria'.
La intervención inicial de Annan daba vergüenza ajena. Se lo veía
más pequeño y gris que nunca, hipócrita, indiferente a las miserias
del pueblo irakí, burócrata pusilánime, temeroso de lo que pudiera
molestar a su amo estadounidense, pendiente sólo de cuidar su cargo,
su buena vida, sus mezquinas prerrogativas. La respuesta del
representante irakí lo puso en su sitio, los puso en su sitio a
todos, a los hipócritas, a los cobardes, a los serviles. Estuvo
solo, con un sobrio apoyo del delegado sirio. Pero mostró que puede
haber dignidad y valor en organismos como esos y que por mayoritarios
que sean los cómplices, los hipócritas y los cobardes en estos
reducidos cenáculos, lo cierto es que su soledad y su pequeñez, ante
un mundo que masivamente los rechaza, resultan inmensas, infinitas.
De todos modos se aprobó reanudar el programa 'Petróleo por
Alimentos', y poner en marcha, bajo la supervisión de la ONU, el
envío de 'ayuda humanitaria'. El representante irakí expresó que era
absurdo hablar de ayuda humanitaria sin decir antes que la crisis
humanitaria de Irak era producto de la invasión y de la guerra. Y
acusó en forma diplomática a Kofi Annan de que al omitir decirlo,
estaba poniendo la carreta delante de los bueyes. Debió más bien
decirle que estaba poniendo sólo la carreta y escondiendo los
bueyes. O que el único buey presente, el buey de los
estadounidenses, era él, Kofi Annan. Nadie le hizo caso. Recordaba
al pobre Haile Selassié en 1937 pidiendo justicia contra la invasión
de su país por la Italia imperialista, en la antigua Sociedad de
Naciones. Y las Naciones Unidas de hoy en nada se distinguieron hace
tras días de esa cómplice y cobarde Sociedad de Naciones.
En la resolución no se dice ni una sola palabra sobre la invasión,
sobre la guerra, sobre el genocidio causado por Estados Unidos en
Irak. No, la catástrofe irakí no es producto del bloqueo ni de la
guerra, ni de la destrucción provocada por los invasores gringos e
ingleses. No, de acuerdo a la Resolución del Consejo General sólo
cabe pensar que se trata de un drama natural y que el hambre del
pueblo de Irak es producto de una larga sequía, de una gran
inundación, de un fuerte terremoto. El programa 'Petróleo por
Alimentos' se reanuda sin consultar al gobierno de Irak y usando para
ello sus recursos. El gobierno irakí ha rechazado la decisión y ha
acusado al Consejo de Seguridad de financiar el programa con recursos
robados a su país. De nada vale tampoco su protesta. La decisión
está tomada. ¿Quién se cree Irak para protestar o desobedecer? ¿se
cree acaso Estados Unidos o Israel? El programa entra en ejecución,
la ayuda empieza a salir en dirección del país, el cargo de mayordomo
de los Estados Unidos en la ONU seguirá en poder del indigno Kofi
Annan, y la conciencia de todos los hipócritas del mundo puede estar
tranquila. Esa es la ONU. La ONU que tenemos y que tenemos que
cambiar. Ahora, a esperar que los Estados Unidos ganen pronto la
guerra, para empezar a colaborar con ellos en la reconstrucción del
país. Ahora, a gritar todos, tomados de la mano: ¡Viva la
complicidad!, ¡Viva la hipocresía!, ¡Viva la miseria humana! ¡Viva la
ayuda humanitaria!
Pero no. La guerra no va a ser fácil, no es nada fácil. No hay
castillo de naipes, hay guerra popular. Los invasores se ven
empantanados, desesperados, y la resistencia irakí no cede.
Parecería que deben ganar, dada su superioridad militar, pero la cosa
va a costarles. Hay un pueblo que lucha por su independencia y que
enfrenta con coraje a un invasor. Su líder no es precisamente un
demócrata, pero es el líder que tienen. Y está luchando. La guerra
va a durar, la situación se complica día a día, el Medio Oriente todo
comienza a estremecerse al calor de las protestas populares. Hoy
como nunca la lucha por la información es clave, como lo es la
presión de los pueblos en la calle protestando para tratar de lograr
posiciones más firmes de sus gobiernos y para tratar de arrancar al
pusilánime Consejo de Seguridad de Naciones Unidas una condena firme
del genocidio que llevan a cabo los Estados Unidos contra Irak, o al
menos una inmediata suspensión de la invasión y de los bombardeos.
Caracas, 31 de marzo de 2003
* Vladimir Acosta es escritor, profesor universitario.
https://www.alainet.org/en/node/107262
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