La sordidez de esta guerra genocida

31/03/2003
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En medio de tanta miseria humana y de tantas cobardes complicidades y silencios, creo que los aspectos más sórdidos, hipócritas y mezquinos de esta invasión genocida que desde hace ya once días llevan a cabo los Estados Unidos contra el heroico pueblo de Irak son tres: la manipulación y la mentira mediá­tica descaradas, la llamada ayuda humanitaria, y la conducta cobarde y cómplice del Consejo de Seguridad de las Nacio­nes Unidas y de la propia Unión Europea. I. La manipulación y la mentira mediática. La manipulación y la mentira mediática por parte del poder anglo- estadounidense y de quienes le sirven en todo el mundo han alcanzado esta vez niveles difícilmente supera­bles. El tema es inagotable y sólo vale la pena referirse a unas pocas cosas. La política del miedo y la mentira Me parece inútil detenerme a detallar los innumerables mecanismos empleados para esa manipulación: presión a los me­dios de comunicación, control de los mismos, expulsión y condena de periodistas, intelectuales y artistas críticos; creación de histerias patrioteras y belicistas a lo largo de los Estados Unidos y del mundo; fabricación de miedos patológicos entre los ciudadanos estadounidenses contra supuestos ataques terroristas por parte de Saddam Hussein y contra absurdos lanzamientos desde Irak contra el territorio yankee de misiles pro­vistos de armas químicas y bacteriológicas; uso descarado de informes falsos que hablan de armas biológicas ocultas que los inspectores de la ONU no encontraron nunca pero que Colin Powell sí sabe donde están; fabricación de supuestas conexiones entre Al Qaeda y el gobierno irakí sabiendo que aquélla es enemiga declarada de éste; apariciones del inefable Bin Laden, que vuelve de su tumba o de su escondite cada vez que su antigua empleadora la CIA lo necesita para crear más terror entre los manipulables y manipulados norteamericanos, etc. Lo que sí debe tenerse en cuenta es la creación por parte del Pentágono de una oficina de manipulación estratégica de la información, cuya siglas en inglés son ISO y cuya misión declarada es difundir mentiras a los medios de comunicación, a menudo con la abierta complicidad de éstos. Las mentiras han sido clasificadas por los estrategas del Pentágono en negras y blancas. Las negras ¿cómo iba a ser de otra manera en ese país racista? son las peores, las más sucias, las mentiras totales; y las blancas, por supuesto, aquellas más fácilmente creíbles porque combinan -como es más corriente- mentiras y medias verdades. El lenguaje mediático: complicidades y mentiras De cualquier modo lo principal, lo que todos vemos a diario, son las muestras de la complicidad asquerosa de las cadenas gringas de televisión, no sólo del deplorable canal de la FOX, que es una vulgar agencia del Pentágono y de la Fundación Heritage, sino de CNN, que con la mayor cara dura sigue pretendiendo ante el mundo ser ejemplo de profesionalismo y de objetividad. Hoy como nunca CNN es un apéndice del Pentágono y del Alto Mando Militar estadounidense, que sirve de intermediaria entre éstos y los demás canales del mundo para que éstos copien su señal; un canal cuyos periodistas, como loros amaestrados, repiten por horas y horas las manipulaciones y mentiras útiles a los invasores estadounidenses y que periódicamente, cuando dejan por un momento de mostrar en toda su prepotencia imperialista a esos genocidas que son Bush, Rumsfeld y Powell (y el primer mayordomo Blair), o a los generalotes del Pen­tágono o del Alto Mando gringo, con sus uniformes planchaditos e impecables, como si fueran para la celebración del triunfo final en la Casa Blanca, nos presentan entonces a algunos supuestos analistas que se autodefinen como 'independientes', latinos y gusanos casi todos, a los que lo único que les falta es que, en medio del discurso 'objetivo' que vomitan, se les caiga al suelo el carnet de la CIA que llevan oculto en el bolsillo. El lenguaje que usan esos corresponsales, y no sólo los de CNN sino también quienes los siguen o copian por doquier, incluso en Europa, es abiertamente manipulador y está dirigido a defender los patrones ideológicos y políticos impuestos por los Estados Unidos e Inglaterra y favorables a ellos y a sus intereses. Cuando mencionan a los invasores gringos e ingleses nos hablan siempre de los 'aliados' para hacernos digerir, igual que hicieron en la Guerra del Golfo, la idea de que se está recreando la alianza de la Segunda Guerra Mundial contra el nazifascismo, que en ese entonces encarnaba el mal, igual que hoy lo encarna entre otros Saddam Hussein. O si no, nos hablan de 'coalición' cuando no hay tal cosa, y en el plano dirigente y en el terreno militar ésta sólo la integran dos países, Estados Unidos y sus mayordomos ingleses, siendo estadounidenses la casi totalidad de las tropas. El resto es una triste colección de lamebotas. (Hoy por cierto se ha sumado otro país importante a la coalición, la isla de Tonga. Lástima que no se puso del lado de Irak, porque habría cambiado militarmente la correlación de fuerzas a su favor.) Sí, se trata de una colección de indignos comparsas. ¿O es que alguien piensa que los Estados Unidos consultan las decisiones a tomar con el pobre Aznar, con la Presidenta de Panamá, o con el reyezuelo de Tonga? ¿Se reunió alguna vez Bush a discutir el nuevo reparto del Medio Oriente con Taufa'ahau Tupou IV? Salvo Inglaterra, los otros miembros de la supuesta coalición no están presentes, ni hacen falta. Apenas hay unos soldaditos australianos de adorno mandados por el servil gobierno de su país. ¿Dónde están las tropas de Honduras, las de Etiopía o las de Uzbekistán? ¿se imaginan la falta que hacen? ¿por qué cuando los invasores anglogringos logran a duras penas conquistar una ciudad irakí izan la bandera de los Estados Unidos y no la de Tonga, la de Naciones Unidas, o la de República Dominicana? ¿Se acuerdan por cierto los gobernantes dominicanos de lo que hicieron los Estados Unidos en su país en 1965, o ya lo olvidaron? ¿Se acuerda la Presidenta de Panamá de la invasión estadounidense de 1989 y de la destrucción genocida del barrio de Chorrillos, o es que ésta fue obra de Saddam Hussein? Pero no es sólo la manipulación: es la mentira, la mentira cínica, vendida como información cotidiana. Los ejemplos sobran; y cada día se suman otros, sólo que como todas las mentiras, se las descubre algo después, de modo que las informaciones de hoy son las mentiras de mañana igual que las mentiras de hoy fueron las informaciones de ayer. Es pues impresionante cómo se oculta la verdad, cómo se miente, cómo se desinforma y confunde a la opinión pública. Quiero dar sólo unos pocos ejemplos y situaciones y hacer al respecto algunos comentarios acerca de cómo, gracias a lo que se filtra de fuentes irakíes, gracias a la labor de Al Jazeera, y sobre todo gracias a que los hechos son tercos y la verdad siempre se descubre, se ha ido desmoronando la mayor parte de esas mentiras. Castillo de naipes y guerra de liberación Bush, Cheney, Rumsfeld y el Alto Mando gringo le aseguraron al mundo que al llegar sus tropas a Irak el régimen de Saddam Hussein se derrumbaría como un castillo de naipes, y que la guerra iba a durar unos pocos días (razón de más para invadir a Irak al margen del derecho internacional y de las Naciones Unidas. Si los irakíes se rendían en unos días, éstas terminarían aceptando los resultados y tratando de entrar en el reparto del país). Le transmitieron ese optimismo imperialista al mundo rico: la guerra iba a ser un paseo militar y el pueblo irakí, que odiaba a Saddam Hussein, los iba a recibir cantando, con flores y banderitas yankees. La resistencia que encontraron, la lucha heroica de los irakíes, los dejó desconcertados. Hubo, sí, algunos casos en que la población los recibió con banderitas gringas. Pero era sólo una trampa: los soldados gringos o ingleses bajaron la guardia y apenas entraron al pueblo donde los recibían, soldados o resistentes ocultos abrieron fuego cerrado contra ellos. Lo ha denunciado el indignado Rumsfeld. Ahora, tanto él como Bush, dicen, con la cara dura de siempre, que 'algunos creían que la guerra sería corta', como si los primeros no hubiesen sido ellos. Hasta sus siervos de CNN, difusores de la optimista idea, han admitido que su patrón se equivocó. Dijeron que el pueblo irakí sólo esperaba que ellos, los 'libertadores', llegaran, para alzarse contra el régimen de Saddam Hussein, y que no se había alzado antes por el terror que inspiraba este último. Aquí acertaron a medias: el pueblo irakí se alzó, en efecto, pero no contra Saddam Hussein, sino contra ellos, contra los 'libertadores', contra los invasores que quieren colonizar su país y apoderarse de su petróleo. Para escándalo de los estrategas yankees, enceguecidos con su superioridad militar, en Irak hoy se está llevando a cabo una guerra popular en la que se combina lo convencional con lo no convencional, con la guerrilla, con la emboscada, en la que el ejército se confunde con el pueblo, única forma que tienen un pueblo y un ejército más débil de enfrentar en terreno propio a un invasor que tiene superioridad militar pero al que el pueblo invadido rechaza porque no es la primera vez que lucha contra los colonialistas que lo han ocupado y explotado. Y esto plantea una pregunta interesante: ¿qué clase de dictadura es la de Saddam Hussein? ¿cómo se explica que ese régimen supuestamente odiado por todos los irakíes haya repartido miles de armas al pueblo y que éste no las esté usando contra su gobierno sino contra los invasores gringos e ingleses? Extraña dictadura o extraña situación. ¿Se atrevería la dictadura de Arabia Saudita, o la de Pakistán, serviles aliados de Estados Unidos, a repartirle armas a sus pueblos? ¿cuántos de los gobiernos que se autocalifican de 'democráticos' se atreverían a hacerlo? ¿cuántas horas durarían en el poder? ¿por qué el pueblo irakí, armado como está, no dirige sus armas contra el gobierno dictatorial de Saddam Hussein sino contra sus supuestos libertadores? Esta pregunta es imposible de responder para quienes dirigen la política yankee y para quienes, como los estadounidenses corrientes, tienen el cerebro macerado y convertido en gelatina de neuronas como producto de la manipulación mediática. Nadie duda de que el régimen de Sad­dam Hussein sea una dictadura ni de que éste haya cometido crímenes contra su pueblo. No, el problema no es ese. El problema es que los irakíes han visto claro. Y que entre el régimen de Saddam Hussein y el protectorado colonial al que piensan someterlos los 'libertadores' anglosajones para robarles el petróleo, prefieren al primero. Quiéraselo o no, guste o no, Saddam Hussein encarna hoy la lucha para resistir al colonialismo anglosajón, para evitar que su país sea desintegrado y convertido en una colonia. Eso lo ha entendido el gobierno irakí y por eso ha dado armas al pueblo. Eso lo ha visto el pueblo irakí y por eso está luchando al lado de su ejército, el mismo que lo ha reprimido muchas veces, en contra de los invasores norteamericanos e ingleses. El fenómeno no es demasiado difícil de comprender, salvo para débiles mentales como Bush y Rumsfeld, intoxicados por su propia propaganda. También Stalin era un dictador y había reprimido duramente al pueblo soviético. Pero éste libró una guerra de liberación bajo su jefatura contra los invasores nazis. Y al producirse la invasión, muchos rusos pidieron salir de las cárceles o de los campos de concentración en que se hallaban para ir a combatir, armas en mano, al invasor. Aunque Bush y Rumsfeld no puedan entenderlo, para los irakíes, con toda razón por lo demás, hoy los Bush, los Rumsfeld y los Blair, por más que comparen a Saddam Hussein con Hitler, por más que se autocalifiquen de demócratas y de libertadores, se parecen mucho más a Hitler que lo que pueda parecérsele Saddam Hus­sein. Mentiras que se caen una tras otra La lista de mentiras que se han ido derrumbado una tras otra es larga. Una división entera del ejército irakí, la 51, integrada por cerca de ocho mil soldados, se rindió apenas los invasores se acercaron a Basora. Pero dos días más tarde, mientras Basora resistía, mientras Rumsfeld declaraba que la 'coalición' había capturado un total de mil irakíes (cuando deberían haber sido por los menos nueve mil), apareció la división capturada encabezada por su general y luchando contra los invasores. De haber estado cerca Don Luis Mejías, el personaje de Don Juan Tenorio, podría haberle dicho burlonamente al mentiroso Rumsfeld, a quien ya empezaba a crecerle la nariz como a Pinocho: 'los muertos que vos matáis gozan de buena salud'. Otra mentira similar fue la de la insurrección chiita. Se repitió por varios días que los chiitas de Basora se habían alzado contra el régimen de Saddam. Pero empezó a pasar el tiempo y como no aparecieron los chiitas rebeldes la mentira se fue disolviendo sola, mientras al mentiroso Rumsfeld le seguía creciendo la nariz. Lo mismo sucedió con las tomas de ciudades. Al principio, los primeros días, fueron cayendo en cadena las ciudades irakíes, sin resistencia: primero el puerto estratégico de Oum Qsar, luego Basora, y poco después las ciudades de Nassiriya y Najaf. Pero cuando ya los invasores parecían a las puertas de Bagdad, a la que venían bombardeando en forma implacable desde el mismo día del comienzo de la guerra, se descubrió que no habían tomado nada. Todo era mentira. En cada una de esas ciudades se libraba una feroz batalla y la encarnizada resistencia irakí había logrado pararlos. La falsa 'toma' de Basora se siguió proclamando día tras día, pero ahora, diez días más tarde, los invasores reconocen al fin que no la han capturado aún, aunque 'están cerca de lograrlo', y que apenas la tienen cercada, lo que está matando de hambre y de sed a sus habitantes. Al parecer los libertadores ingleses pretenden liberarlos de todo, comenzando por la vida, comenzando por estas mezquinas ataduras terrenales. El puerto de Oum Qsar fue capturado al fin, pero la resistencia continúa. Y en cuanto a Nassiriya y Najaf ha sido imposible tomarlos. La resistencia irakí es tan encarnizada que la ofensiva de los invasores ha debido detenerse por varios días mientras les llegan refuerzos (otra división gringa) y en espera de que se restablezca la logística. Mentiras y cinismo A menudo las mentiras de los jerarcas yankees se combinan con el cinismo más descarado, con una desvergüenza que supera todo límite. De los bombardeos masivos que han desencadenado las tropas invasoras contra Badgad han dicho de todo. Antes de comenzar la guerra, Rumsfeld y sus acólitos dijeron con la mayor naturalidad del mundo que en los dos primeros días del conflicto dejarían caer tres mil misiles inteligentes sobre la capital irakí (más que todos los que se lanzaron en la pasada Guerra del Golfo) a fin de que los bagdadíes "se sobrecogieran de miedo y de pavor", lenguaje del mejor estilo hitleriano, que no es terrorista sólo por ser el de ellos, los genocidas gringos, los 'libertadores', pero que de ser empleado por algún otro lo convertiría de inmediato en reo del Tribunal Penal de La Haya, el mismo que el gobierno yankee desconoce. Han arrojado sobre Bagdad hasta ahora, día tras día y noche tras noche, miles de toneladas de bombas. Han destruido buena parte de la ciudad y matado a varios miles, quizá decenas de miles, de personas, civiles en su mayoría. Pero en cuanto a aterrorizar a la población el resultado es más bien magro, porque los bagdadíes han resistido y siguen resistiendo, y los únicos aterrorizados son los niños, que, por supuesto, no cuentan para nada (¿no dijo acaso ha­ce unos años Madeleine Albrigh, entonces Secretaria de Estado de los Estados Unidos, que la muerte de medio millón de ellos a causa del bloqueo anglo-esta­dounidense contra Irak era el precio a pagar por mantener la paz en la región?). Esos bombardeos, por cierto, tienen un costo impresionante. Cada misil cuesta, según el Pentágono, un millón y medio de dólares. De modo que los casi seis mil misiles que han arrojado en los primeros ocho o nueve días de guerra sobre la ciudad equivalen a la increíble cifra de nueve mil millones de dólares. Esto es casi la mitad del presupuesto anual de Venezuela, que es un país petrolero. Sí, nueve mil millones de dólares derrochados en ocho días sólo para causar pavor y muerte. (La guerra, por supuesto, cuesta mucho más, esta es sólo una pequeña parte. Bush acaba de solicitarle al Congreso estadounidense setenta y cinco mil millones para financiarla y, dada la resistencia irakí, parece que va a quedarse corto.) Apenas comenzados los bombardeos, los genocidas del Pentágono dijeron no sólo que eran selectivos sino que estaban dirigidos 'a demoler los palacios de Saddam Hus­sein'. Algo realmente insólito, porque han lanzado hasta hace unos días seis mil misiles y siguen lanzando más. De modo que, si suponemos -por los incendios y explosiones tremendas que se aprecian a diario en las imágenes de la televisión- que los misiles son de alta potencia, entonces, o bien Saddam Hussein tenía cinco o seis mil palacios en Bagdad, más o menos uno por misil, es decir, que estamos en tiempos de Las Mil y una Noches, en una Bagdad abasida llena de palacios, y todavía quedan unos cuantos más por derribar, o bien los palacios son sólo unos pocos, que es lo que suena más probable, lo que equivale a decir que los misiles son técnicamente deplorables y que se requieren cientos de ellos para acertarle a un palacio. O, tercera posibilidad, la real, la original, la única que no es ridícula: que los misiles, que son de alta potencia, bien mortíferos, dignos del millón y medio de dólares que vale cada uno, están dirigidos a destruir la ciudad para causar terror, y que la cifra de muertos, heridos y mutilados civiles es en verdad monstruosa, la que corresponde a un terrible genocidio. Las impresionantes imágenes que nos ha hecho ver el canal qatarí Al Jazeera, de destrozos, de escombros humeantes y sobre todo de hombres, mujeres y niños bagdadíes muertos, heridos, descuartizados, todos civiles, no dejan ninguna duda a este respecto. Ejemplo impactante de este genocido que cometen fríamente los jerarcas del Pentágono dirigidos por Bush y Rumsfeld es lo ocurrido en los mercados de Bagdad en días recientes. En el primer caso, hace ya cinco días, en un mercado situado en una zona humilde de la ciudad, un par de misiles 'inteligentes' (que seguramente se copiaron en el examen o que por descuido confundieron el humilde barrio con uno de los palacios de Saddam Hussein) cayeron sobre unas calles de la zona dejando unos veinte civiles destrozados, volados literalmente en pedazos. El gobierno irakí denunció de inmediato el crimen y también lo hizo Al Jazeera. Pero Rumsfeld y sus generalotes desmintieron el hecho (es claro, ni ellos, que son dioses, ni sus misiles, que son su obra, pueden equivocarse). Y cuando ya no pudieron negarlo, ripostaron acusando a Saddam Hussein de haber disparado los misiles con el simple propósito de asesinar a su propio pueblo para culpar a los libertadores norteamericanos del horrible crimen. Nada de que asombrarse. Hace trece años, en tiempos de Bush I, padre del actual Presidente fraudulento de los Estados Unidos, en la misma Bagdad, durante la Guerra del Golfo, uno de esos misiles inteligentes disparados por el Comando militar yankee fue dirigido una noche contra un abrigo antibombas lleno de civiles, y al explotar mató cerca de doscientas personas, todas civiles: hombres, mujeres y niños. Cuando el gobierno irakí denunció el hecho, los estrategas del Pentágono, infalibles como siempre, viendo que no podían ocultar lo ocurrido, dijeron con el mayor desparpajo que el verdadero culpable era Saddam Hussein, porque el abrigo era en realidad un objetivo militar que el criminal gobernante irakí había llenado de civiles para hacer que murieran y así poder acusar a los Estados Unidos de su muerte. Al parecer la fijación del hijo con el padre, de Bush II con Bush I, es tal que no sólo hace la misma guerra y repite los mismos crímenes sino que al deber responder por ellos se escuda dando las mismas mentirosas y cínicas respuestas. Por suerte, en este caso, Robert Fisk, corresponsal del diario británico The Observer, que se encuentra en Bagdad reportando la guerra y que fue testigo del bombardeo y de sus resultados, nos ha dejado un espeluznante relato de lo ocurrido. Y en él las víctimas no son sólo víctimas anónimas, como es usual en los medios de comunicación occidentales cuando se trata de árabes o palestinos, o de afganos, sino seres de carne y hueso, que tienen historia, que tienen nombres y apellidos. Basándose en el testimonio de las gentes del lugar, Fisk pudo informarnos a qué seres humanos pertenecían los sesos regados o las manos o piernas dispersas por calles o por casas. Pero es que no hubo sólo un mercado sino dos. Hace tres días, el bombardeo diurno sobre Bagdad, entre los centenares de víctimas que produjo, mató alrededor de cincuenta personas, todas civiles, en un mercado de una zona residencial. Las imágenes de muertos y descuartizados fueron aún más impresionantes. En este caso los mentirosos profesionales del Pentágono, no sabiendo qué hacer, prefirieron dejar correr el hecho sin decir nada. Ni siquiera admitieron que era otro 'error'. En lugar de mentir, prefirieron callar. Ahora parece que están chequeando algunos de los tipos de misiles porque éstos se han 'desviado' varias veces en direcciones imprevistas y no sólo han caído 'por error' en Irán y en Siria, donde volaron un autobús civil de pasajeros, lo que es comprensible porque son países que están en la lista de próximas invasiones, sino también en Turquía y hasta en Arabia saudita, cuyos gobiernos son cómplices de la invasión. Todo esto sin contar los misiles que han tumbado aviones o helicópteros propios o ingleses mediante eso que de manera eufemística los brillantes estrategas del Pentágono llaman 'fuego amistoso', 'friendly fire'. De todos modos, el principio cada vez más desprestigiado es que los misiles 'inteligentes' no se equivocan. Los bombardeos no tienen fallas, son selectivos y van directo al blanco. El cínico genocida que es Rumsfeld, experto en dirigir guerras a control remoto, acaba de ratificarlo en estos días. Ha dicho sin parpadear que el bombardeo de Irak ha sido y es el bombardeo 'más selectivo de la Historia'. De nuevo el cinismo es ilimitado, de nuevo la contradicción es flagrante. Todos los informes señalan que se han producido hasta ahora miles, probablemente decenas de miles de muertos irakíes en esta invasión que se hace llamar guerra. Una buena parte de ese total es atribuible a los bombardeos 'selectivos' de que habla el inefable Secretario de Defensa yankee. Entonces, de dos una. O bien los bombardeos no han sido selectivos sino que han matado y destrozado gente, sobre todo civiles, a diestra y siniestra, por millares. O bien sí han sido selectivos y entonces los miles de muertos estaban incluidos en la 'selección', es decir, que el plan claramente consistía en masacrar en masa a la población civil irakí sin la menor piedad. Lo único que resulta indiscutible de todo esto es que se trata de un genocidio, que Bush y Rumsfeld son responsables directos del mismo y que si hubiera justicia en este planeta ambos deberían ser detenidos y juzgados por crímenes de guerra. Más cinismo y más mentiras: la guerra aséptica Las muestras del cinismo y de la capacidad de mentir que tienen los promotores yankees de este genocidio no parecen tener límite alguno. La idea que nos han vendido desde la pasada Guerra del Golfo -idea que va dirigida al único público que les importa, el estadounidense, pero que también a los demás nos afecta porque ellos son los dueños de la televisión mundial y por tanto la suya es la misma que nosotros recibimos- es la de que las guerras que ellos hacen no son tales guerras sino meros juegos de computadora: limpios, perfectos e impecables como éstos. Y por tanto sin errores, sin sangre, sin muertos, sin heridos. (Sin muertos y heridos del lado de ellos, por supuesto, aunque también los hay; y se trata justamente de ocultarlo. Los otros muertos, los del adversario, se cuentan por miles o decenas de miles, pero esos no importan. Son muertos del enemigo, de los malos, de los inferiores. Además la idea del juego de computadora es justamente no tener que mostrar muertos, no ensuciar la pantalla del televisor con su sangre.) Esas guerras parecen, pues, virtuales y no reales, y pueden ser vistas con toda tranquilidad por teleespectadores pasivos, acostumbrados a ver películas de guerra o matanzas urbanas en las que hay mucha más violencia; y que han perdido además toda capacidad de pensar o discernir, como producto de la manipulación diaria de que son objeto. Así ingieren junto con el almuerzo o la cena las mentiras que les venden los noticieros, todos ellos repetidores de CNN, que es a su vez una estación de repetición del Alto Mando gringo. Esos espectadores manipulados y descerebrados, sobre todo los estadounidenses, no tienen la menor duda de que la televisión les informa y les dice la verdad, y sobre todo de que el gobierno de los Estados Unidos es confiable, bueno y justo, y de que por principio nunca se equivoca. De hecho, los teleespectadores de estas guerras reales hechas virtuales, asépticas, limpiadas por la censura oficial de toda violencia, pueden disfrutar de ellas sin cargos de conciencia, en sus casas, con toda comodidad, porque ocurren en países lejanos y enemigos, descritos por la propaganda como peligrosos para su seguridad, y porque comparadas con la violencia diaria que muestra la televisión, en ellas no se ven muertos ni heridos, apenas imágenes de gentes y soldados, pero siempre lejos de los frentes de combate, y sobre todo muchos generalotes gringos con cara de triunfadores declarando y declarando en ruedas de prensa que siempre parecen ser la misma. Al cabo terminan aburriendo a los televidentes, que tras pocos días de interés prefieren su dosis diaria de violencia real y que ven esas guerras asépticas como frías y distantes, sin sangre, sin muertos, sin violencia. Las televisoras, siempre sensibles al rating, disminuyen la información sobre esa guerra nada interesante y vuelven a las series llenas de violencia real y a la mentira publicitaria cotidiana. El terreno queda entonces servido para que los estrategas del Pentágono puedan hacer lo que quieran, continuar ante la indiferencia de su público las masacres de pueblos distantes y débiles que la televisión ha ocultado cuidadosamente, e 'informar' de vez en cuando acerca del avance de una guerra que parece tener lugar en Marte o en Mercurio y que de todos modos carecía de interés porque ya estaba ganada desde el primer día. Es esta mentira de la 'guerra aséptica' la que, desde la reciente invasión de Afganistán, ha venido a desmontar la cadena televisiva qatarí Al Jazeera, verdadera contrapartida de CNN en alcance de difusión y en calidad de imagen. Las imágenes de Al Jazeera, que está presente en el terreno de los hechos, que quiere informar acerca de lo que ocultan CNN y el Alto Mando gringo junto con sus cómplices ingleses, y que no tiene el menor interés en censurar la crueldad genocida de esta guerra contra el pueblo irakí, le han echado a perder otra vez a los generalotes del Pentágono la burda mentira de su guerra impecable de computadora, de sus misiles inteligentes que no fallan y de sus bombardeos selectivos y quirúrgicos. La furia de los militares yankees e ingleses es tal que han intentado sabotearla por diversas vías. Han censurado sus imágenes para que no lleguen al telespectador estadounidense. Han obs­taculizado el trabajo de sus reporteros en las zonas militares que controlan. Hackers apoyados por el gobierno estadounidense y que se hacen llamar cínicamente "Freedom Hackers", esto es, 'Piratas Electrónicos de la Libertad', han saboteado su página de Internet y la han cubierto de banderas gringas. La furia ha llegado a tal punto que tropas inglesas dispararon hace unos días, en las cercanías de Basora, contra los vehículos y reporteros plenamente iden­tificados de Al Jazeera. Todo esto dentro de la mejor tradición democrática, como la que caracteriza al gobierno de Bush y al de su primer mayordomo Tony Blair. Algunos hipócritas por lo demás, todos serviles lamebotas de los Estados Unidos, todos defensores abiertos o solapados del genocidio actual, todos mudos ante la agresión estadounidense, se permiten en cambio criticar a la cadena qatarí en nombre de un rechazo de lo que ellos consideran como excesivo amarillismo. Sí, demasiados muertos, demasiadas imágenes chocantes de cuerpos despedazados, de niños y mujeres inocentes, muertos o agonizantes. Sí, eso desmonta la idea tranquilizadora e hipócrita de guerra aséptica, eso molesta, eso hace que la guerra incomode, que se vea fea, con esa multitud de cuerpos destrozados, de sesos desparramados, de niños llorando o muertos, de mujeres hechas pedazos. Como si la guerra fuera otra cosa, como si ocultar esta horrible realidad criminal no fuera hacerse cómplice de ella, convertirse en defensor de la idea de los genocidas yankees del Pentágono, que pretenden ocultar las masacres y los muertos para seguirle vendiendo al mundo -y en especial a sus conciudadanos- la idea de una guerra limpia y aséptica que no les genere cargos de conciencia ni les lleve a protestar mientras ellos bombardean ciudades, masacran civiles y destruyen países enteros que les estorban en el camino hacia el control de las fuentes de energía mundiales y hacia el dominio absoluto, imperialista e imperial, de este planeta. Pilotos derribados y Convención de Ginebra Es dentro de esa óptica que resulta comprensible el furor histérico de Rumsfeld y de Bush cuando la televisión irakí mostró hace casi una semana ante el mundo a los primeros prisioneros yankees capturados por las tropas de Saddam Hussein no lejos de la bombardeada Bagdad. Fue en ese momento cuando empezó a caerse bruscamente la mentira no sólo de la guerra aséptica, sin víctimas del lado estadounidense, sino también la del desmoronamiento como un castillo de naipes del régimen irakí. Todo en uno. Hay que imaginarse en ese momento al par de desesperados genocidas yankees. Un helicóptero derribado, el primero, y cuatro soldados presos. Por fortuna los soldados no eran rubios, eran vulgares negros del Sur, entre ellos una muchacha y un 'latino', todos ellos estadounidenses de segunda, de esos que tratan de ganarse en el campo de batalla la condición de ciudadanos plenos, siempre que sobrevivan a la guerra, de esos cuya captura o muerte les duele menos a sus jefes blancos. De haberse tratado de buenos chicos rubios la rabia habría sido mayor, y cualquiera de los dos genocidas habría podido sufrir un grave infarto. De todos modos la situación era insostenible. Y Bush y Rumsfeld, expertos manipuladores y fieles a aquello de que la mejor defensa es el ataque, saltaron furibundos a acusar a Saddam Hussein de crímenes de guerra, esta vez por haber mostrado prisioneros 'en forma humillante', en violación de la Convención de Ginebra. Es cierto que uno de los artículos de la Convención de Ginebra dice que los prisioneros de guerra deben ser protegidos de insultos y curiosidad pública. Pero las imágenes difundidas por la televisión irakí no muestran ningún trato humillante. Los prisioneros estaban atados pues acababan de ser capturados lue­go de que las gentes los persiguieran porque trataron de escapar tras ser derribado su helicóptero. Es cier­to que las gentes no se veían muy amistosas. Pero ¿qué esperaban los estadounidenses? ¿qué les tiraran flores? ¿qué pasaría si en el más que hipotético caso de un ataque aéreo de Irak a los Estados Unidos, los estadounidenses derribaran un avión y los habitantes de alguna ciudad capturaran a sus tripulantes? ¿no los lincharían de inmediato, de acuerdo a la vieja tradición norteamericana? ¿por qué rasgarse entonces las vestiduras? ¿es que de verdad esperan esos soldados que masacran a diario a poblaciones civiles desde el aire que éstas los reciban con flores y canciones? Es claro que el ejército irakí rescató a los soldados gringos de cualquier peligro de linchamiento. Pero también necesitaba mostrar al mundo que los invasores no eran invencibles, que podían ser muertos o capturados, y que no habían sido recibidos como libertadores. Por eso les preguntaban, en inglés con acento árabe, si se los había recibido con música y banderas yankees o con plomo. Y entonces el Presidente fraudulento de la Tierra estalla de indignación y reclama la condena del gobierno irakí por crímenes de guerra, mientras CNN sigue mostrando impunemente a sus tropas allanando casas y atando con cuerdas a soldados y a civiles sospechosos prisioneros. La situación es grotesca desde todo punto de vista. Los Estados Unidos exigiendo indignados a los invadidos irakíes que respeten la Convención de Ginebra, un texto que dice muchas otras cosas, y con el que ellos se han limpiado el trasero a cada paso, cada vez que les conviene. No hablemos del pasado. No hablemos de Vietnam, donde los Estados Unidos arrojaron napalm sobre las poblaciones civiles vietnamitas y donde sus soldados torturaban a prisioneros del Vietcong y se divertían ensartando por la vagina con sus bayonetas a las mujeres vietnamitas sospechosas de colaborar con éste. Hablemos del presente, de Afganistán y de Irak. Los Estados Unidos, que impunemente han exhibido por televisión, atados y encapuchados, arrastrados por el piso, a talibanes prisioneros capturados en Afganistán y a los que mantienen secuestrados en Guantánamo, pero que no son prisioneros de guerra porque -siempre juez y parte, siempre por encima de las leyes que les estorban- ellos de entrada deciden quiénes son prisioneros de guerra y quiénes no. Los Estados Unidos, que participaron en masacres de prisioneros al estilo nazi en ese mismo Afganistán y que han sido denunciados como cómplices por la horrible carnicería que tuvo lugar hace apenas año y medio en Kunduz, en el norte de Afganistán, promovida por su servidora la Alianza del Norte, carnicería en la que agentes de la CIA mataron a quemarropa y torcieron el cuello a prisioneros atados y en la que grupos armados dispararon hasta matarlos contra prisioneros de guerra que tenían días encerrados en contenedores y que morían de hambre y de sed. Así pues, los Estados Unidos, que están invadiendo ilegalmente un país, contra la voluntad del mundo, que están masacrando a su población civil, se permiten acusar de crímenes de guerra por mostrar unos prisioneros al gobierno del país invadido y masacrado, que no hace otra cosa que revelar al mundo que sabe defenderse de la invasión y la masacre. Pero es que esta historia repite una anterior con la que de nuevo Baby Bush intenta imitar a su papá. Quizá no sean muchos los que lo recuerden, pero en la pasada Guerra del Golfo, los irakíes derribaron varios aviones gringos que bombardeaban Bagdad. Los pilotos lograron eyectarse y al llegar a tierra, el ejército irakí los capturó, presentándolos luego ante la televisión, mostrando así al mundo que estaba en condiciones de derribar aviones y de capturar soldados enemigos. El indignado viejo Bush saltó de rabia, y ladrando de indignación acusó a Saddam Hussein de criminal de guerra por haber violado la Convención de Ginebra al mostrarlos por televisión. Lo usual entonces era mostrar por la televisión gringa a los exitosos pilotos que regresaban de bombardear las ciudades irakíes, impecables, sin un solo cabello revuelto, como el Santo cuando peleaba. Estos pilotos en cambio rompían el molde. No sólo porque estaban prisioneros sino porque sus uniformes estaban mal abrochados y ellos tenían algunos moretones en la cara. El ladrido del viejo Bush se oyó en el mundo entero: ¡los pilotos habían sido torturados! Actitud que no podía ser más hipócrita y torpe. Primero, porque ningún gobierno, a menos que esté dirigido por un imbécil (y Saddan Hussein no lo era ni lo es) puede ser tan tarado como para torturar a un prisionero y luego mostrarlo ante el mundo torturado, sabiendo que en todo caso, si es que pretende torturarlo, lo que tiene sentido es hacer exactamente lo contrario, mostrar primero y torturar después. Y segundo, como quedó en evidencia luego, porque los aviadores militares saben -y el mentiroso de Bush había sido aviador en la Segunda Guerra Mundial- que cuando un piloto se ejecta de su avión, y más ahora, con aviones más veloces, el cambio de presión le hace sufrir excoriaciones o moretones similares a los que tenían en la cara los pilotos gringos presos. Así pues, tenemos la misma historia repetida. Por favor, ¿no será capaz Bush II de decir algo original? ¿No será tiempo ya de que acuda a un buen psiquiatra que le ayude a vencer ese complejo de inferioridad y de servil admiración que tiene con su padre? Terrorismo y terrorismo No es posible seguir desmontando mentiras y manipulaciones. Son demasiadas y cada día aparecen muchas más. Pero hay una con la que quiero terminar de examinar esta primera dimensión de la sordidez de que hablaba en un comienzo: la que no podía faltar, la relativa al terrorismo. En realidad, es extraño, pero tardó demasiado en aparecer. Las acusaciones previas, las que han llenado muchas páginas de la prensa y muchas horas de televisión, no han ido más allá de las calumnias usuales y desprestigiadas por completo que desde el Pentágono y la CIA han tratado en vano de relacionar al gobierno irakí con Bin Laden y con la organización Al Qaeda, calumnias que Colin Powell trató de resucitar sin el menor éxito en su deplorable y mentiroso informe ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas a comienzos de este mes; informe dirigido a hacer aprobar por este organismo una nueva resolución que autorizara al gobierno de Bush a desencadenar la guerra contra Irak, porque a él, a Bush, el emperador del planeta, 'se le estaba acabando la paciencia'. Los jerarcas del Pentágono pasaron unos días antes de acusar a Irak de llevar a cabo contra ellos prácticas terroristas. Seguramente pensaron que no harían falta tales acusaciones. Total, los irakíes se rendirían en unos días y sería después de derrotados que podrían aparecer algunas reacciones armadas a las que se pudiera calificar cómodamente de terroristas. Pero la inteligente estrategia irakí les echó por tierra sus planes. Al evitar la confrontación directa contra un ejército técnicamente superior, al preferir armar al pueblo y mezclar buena parte de sus tropas con él para combinar así la guerra convencional con la guerra popular, suerte de guerra de guerrillas, la estrategia invasora fracasó en lo inmediato; y poco a poco, sin que los líderes militares gringos se atrevan a reconocerlo, ha tenido que ser reformulada. Y es entonces, al producirse por parte de los irakíes la lucha popular, las emboscadas y la guerra de guerrillas, que los invasores ponen el grito en el cielo y empiezan a hablar de terrorismo. Los ejemplos empiezan a acumularse y deben seguir creciendo en los próximos días porque ya hay voluntarios originarios de varios países árabes que se dirigen a Irak a luchar al lado de los irakíes por su país y por su independencia, recreando así una solidaridad que parecía olvidada y que hace vivir al mundo musulmán tiempos como los que otrora se han visto de este lado del planeta. Así, hace ya una semana, Rumsfeld empezó a quejarse de que no era posible conquistar Basora y hablaba enfurecido de que la toma de la ciudad se había visto entorpecida por 'la presencia de grupos terroristas' que combatían al lado del ejército irakí. Es decir, que los patriotas que luchan por defender su suelo y su independencia contra un invasor que quiere robarles el petróleo y convertirlos en protectorado gringo bajo la administración del jefe de las tropas invasoras, el tal general Myers, son calificados por el invasor de terroristas, en tanto que ellos se califican a sí mismos de libertadores; ellos, que están destruyendo el país, bombardeando sus ciudades, masacrando a su población civil, y repartiéndose sus puertos y sus pozos petroleros, como ya hicieron en Oum Qsar con la administración portuaria y en las cercanías de Basora con el control de los pozos, entregados una y otro a una filial de Halliburton, la empresa de Dick Cheney, el vicepresidente de los invasores. El terrorismo real se ha manifestado hace dos días. Terrorismo plenamente válido, porque no se ejecuta contra indefensa población civil, como el que están llevando a cabo a diario los estadounidenses, sino contra soldados invasores que ocupan y destruyen un país que no es el suyo y sobre el cual no tienen otro derecho que el repudiable derecho de conquista. En efecto, un oficial del ejército irakí, vestido de civil, en una operación suicida, se hizo volar en un puesto de control de los invasores junto con cuatro marines gringos. Bush y Rumsfeld saltaron otra vez de rabia rasgándose las vestiduras y denunciando el terrorismo. Pero los dos hipócritas son los mismos que dos días antes de iniciar la invasión de Irak dijeron ante el mundo por medio de su vocero oficial Ari Fleisher, que llamaban a los altos oficiales del ejército irakí a asesinar a Saddam Hussein, porque esta era la última oportunidad que les quedaba para evitar la invasión de su país. Los dos hipócritas son los mismos que por boca de los Jefes del Pentágono han reconocido también en estos días que han infiltrado en Irak agentes de la tenebrosa CIA vestidos de civil para intentar asesinar a altos oficiales del ejército irakí. Esto es, que una vez más el terrorismo es condenable cuando se ejerce contra ellos, pero es bueno, y cambia por supuesto de nombre, cuando son ellos los que lo practican. II. Las miserias de la ayuda humanitaria De todos modos, la manipulación mediática es componente usual de toda guerra. Se la denuncia y se lucha contra ella buscando la verdad, pero es difícil que no esté presente. Así ha sido siempre, aunque el dominio actual de los estadounidenses sobre los medios de comunicación y la creciente tendencia de Estados Unidos al autoritarismo militar y al pensamiento único reducen las posibilidades de hallar información alternativa que pueda servirle de necesario contrapeso a sus mentiras. Lo más sórdido y miserable en estas guerras desiguales y cínicas de hoy no me parece que sea la manipulación mediática sino la hipócrita política que ha dado desde hace años en llamarse 'ayuda humanitaria', que sirve a todas las complicidades y miserias, y que ha llegado últimamente al punto de que las guerras o invasiones genocidas que llevan a cabo las grandes potencias -y sobre todo Estados Unidos- contra pueblos inermes o débiles, con la complicidad abierta de esos medios de comunicación dóciles y manipulados, se califiquen a sí mismas de 'guerras humanitarias' o tengan como pretexto, como ocurriera no hace mucho en Somalia, el de llevarle a un pueblo hambriento 'ayuda humanitaria'. El progreso de los países que han recibido esa 'ayuda humanitaria' es notable, por cierto. Basta echar una mirada a Haití, a Etiopía, a Afganistán o a la propia Somalia. Lo que se oculta tras la 'ayuda humanitaria' Escudados en esas complicidades, los cobardes y los hipócritas, atrincherados como burócratas bien pagados en organismos internacionales de diverso signo que forman parte del poder mundial, jamás han condenado las guerras y las invasiones genocidas de estos últimos tiempos, dirigidas todas por los Estados Unidos, guerras e invasiones que provocan o aumentan de inmediato en los países invadidos el hambre, la enfermedad y la miseria, sino que se limitan a reclamar que se pongan en marcha de inmediato los planes dirigidos a llevar a esos pobres países 'ayuda humanitaria'. Y a menudo son los gobiernos y los ejércitos de los mismos países poderosos que invaden o destruyen a esos países pobres que les estorban, los encargados ­-tarea que se asignan ellos mismos- de llevarles 'ayuda humanitaria', de distribuirles las medicinas y alimentos que sus empresas producen y a las que se ofrecen jugosos contratos por distribuirlos, sabiendo todos que en la mayoría de los casos los recursos para pagar esa 'desinteresada ayuda' provendrán del subsiguiente saqueo del país sometido o conquistado. Así, empezamos ya a ver en el invadido Irak, en la zona cercana a Basora, cómo los invasores y genocidas ingleses se mostraban hasta hace unos días 'muy preocupados' porque no habían podido tomar el puerto de Oum Qsar (parece que al fin lo tomaron), para llevarle a los habitantes de Basora, a la que tienen sitiada, a la que han cortado el agua y la luz, a la que están matando de hambre y de sed, la impostergable 'ayuda humanitaria', 'ayuda'que viene por supuesto en barcos ingleses y que consiste en productos elaborados por empresas inglesas (o estadounidenses). De todos modos la 'ayuda' grande, la que está por llegar, es la que proveerán dentro de poco las empresas gringas. Así también, hace dos días, apenas empezó a llegar la 'ayuda', tuvimos ocasión de ver -CNN las mostró en forma reiterada- dos secuencias de imágenes muy propias de estos casos. En la primera se podía ver a un soldado británico en cuclillas, con casco y botas, armado hasta los dientes, ofreciendo un caramelo a un pobre y hambriento niño irakí, mientras desplegaba una sonrisa amistosa tratando de romper el hielo. Todo un poema. Sí, una bella imagen propagandística, tan falsa como esas secuencias que tantas veces nos mostraron en aquella serie televisiva llamada 'Pelotón', en la que los soldados gringos invasores de Vietnam parecían más bien auténticos miembros de la Cruz Roja vestidos de soldados, siempre salvando niños de los incendios, rescatando mujeres de los escombros o ayudando a pobres ancianos a levantarse. Si se dejaba de lado que no se trataba de una mera serie de ficción sino que los episodios se situaban en la Guerra de Vietnam, las imágenes parecían tan realistas y convincentes que los telespectadores podían olvidar fácilmente que esos simpáticos y humanitarios soldados no estaban ocupándose de víctimas de un terremoto en California sino de víctimas de una guerra causada por ellos mismos y en la que estaban invadiendo un país y masacrando a sus habitantes, y de que los incendios de la jungla no eran meros incendios forestales sino producto de bombardeos letales con napalm o con 'agente naranja'. En la otra, la más terrible, justamente porque era auténtica, porque no era como la del soldado una hipócrita pose para las cámaras del mundo, se veía a una multitud de irakíes, habitantes sin duda de Oum Qsar, o quizá refugiados venidos de Basora, todos pobres, sucios, hambrientos, apiñados, empujándose unos a otros, todos frente a un camión cargado de cajas pequeñas de alimentos que soldados ingleses les arrojaban con rapidez, como para salir rápido de la tarea, desde el interior del mismo; y que los desesperados irakíes se disputaban como perros hambrientos. Un hermoso espectáculo, verdadero modelo de ayu­da humanitaria, de trato humanitario, auténtico ejemplo del cruel, miserable e hipócrita pseudo-humanita­rismo de esta sucia guerra. Así pues, los invasores gringos e ingleses, los militares genocidas, que masacran a un pueblo heroico como el irakí, que le cortan la luz, el agua y la comida, que lo matan de hambre, le reparten después su 'ayuda humanitaria' arrojándole unos paquetes de comida, de comida gringa o inglesa (producida por empresas que quieren cobrarse de este modo su apoyo a la guerra). Esto es, convierten a ese pueblo digno en una masa de hambrientos mendigos, lo humillan, le hacen perder su dignidad, y frente a una cámara de televisión, para que el mundo entero disfrute del vergonzoso espectáculo, le arrojan comida como a perros. Y esto se hace cínicamente en nombre de los derechos humanos. Y esto no viola la Convención de Ginebra ni las Resoluciones de Naciones Unidas sobre esos mismos derechos humanos. Y esto satisface a un montón de cómplices hipócritas, quitándoles cualquier cargo de conciencia y permitiéndoles dormir tranquilos. ¿Quién paga la 'ayuda humanitaria'? Pero es que la ayuda no es gratuita: deben pagarla los propios irakíes. El pueblo irakí deberá pagar por esas cajitas de alimentos y de medicinas que los soldados invasores le arrojan desde camiones como a perros. Es decir, que las transnacionales gringas e inglesas que fabrican esos alimentos y esas medicinas cobrarán sus miserables limosnas a precio de oro. (En varias de esas transnacionales farmacéuticas, por cierto, tiene acciones Rumsfeld, que no quiere ser menos que Cheney, y va a sacar también del asunto su tajada.) Y lo que es aún más miserable y criminal, el pueblo de Irak deberá pagar también por la reconstrucción de su país destruido por las bombas de los invasores yankees. Ya dijo Bush hace unos días que en el plan de reconstrucción del país que se emprenderá inmediatamente después de concluida la guerra, Irak tendrá que pagar la 'ayuda alimentaria' con su petróleo. Y no sólo eso sino que tendrá que compartir con los Estados Unidos el pago de los gastos que al gobierno yankee le ha costado la guerra, la guerra criminal que los Estados Unidos están haciendo contra ellos para robarles el petróleo. (Esto es, que ahora, dentro de la doctrina militar e imperialista de Bush II, el que paga las reparaciones de guerra no es el país invasor sino el invadido. Lo cual no es nada sorprendente porque, dada la superioridad militar de los Estados Unidos, el invasor es el que gana; y la ley yankee es la ley del ganador, la ley de la rapiña.) Por eso los invasores tienen previsto montar una administración colonial yankee para gobernar el territorio irakí, y ya han designado al tal general Myers para asumirla. Entre sus primeras tareas está la de controlar el petróleo irakí para aumentar hasta el límite la producción de los pozos a fin de abaratar al máximo el precio del crudo y acabar de una vez por todas con la OPEP; y por supuesto está también la de apropiarse del ingreso generado por esa producción petrolera para imponer a Irak el pago de los costos de la guerra que ellos le hicieron. Por eso el genocida Bush advirtió a los gobernantes y militares irakíes inmediatamente antes de comenzar la guerra, es decir, la invasión, que no se atrevieran como arma defensiva a incendiar los pozos petroleros, porque de hacerlo serían acusados de crímenes de guerra y juzgados por los Estados Unidos como tales. El mensaje a los irakíes no podía ser más claro y más directo: -Señores irakíes, ese petróleo no es de ustedes, es nuestro, es estadounidense, y por tanto ustedes los irakíes deben respetarlo, no pueden tocarlo, ya que sólo a los Estados Unidos corresponde decidir sobre el mismo. En uno de sus inmejorables artículos, Galeano recordaba hace unas semanas el sarcástico texto que había visto escrito en una pancarta que sostenía durante una manifestación contra la guerra realizada en febrero pasado, en una ciudad estadounidense, un pacifista de esa nacionalidad: "Papá ¿por qué el pe­tróleo nuestro está bajo las arenas de ellos?" Sabiendo todas estas cosas, viéndolas a diario, viendo como los invasores anglobritánicos se reparten su país como en los mejores tiempos del imperialismo y el colo­nialismo, ¿cómo no entender que los irakíes luchen a muerte, al lado de Saddam Hussein, o de quien sea, contra sus 'libertadores', contra los invasores genocidas e imperialistas que destruyen sus ciudades, que masacran a su pueblo, y que quieren imponerles un protectorado para robarles el petróleo? III. La alcahuetería y complicidad cobarde de las Naciones Unidas Pero las complicidades y la hipocresía están en todas partes. Si en algo han tenido toda la razón los cinco genocidas que dirigen el gobierno actual de los Estados Unidos (Bush, Cheney, Rumsfeld, Powell y la señora Rice) ha sido en decir de la manera más franca y contundente que las Naciones Unidas, y en particular su Consejo de Seguridad, son un organismo inútil que no asume responsabilidades y que no sirve para nada. ¿Qué son las Naciones Unidas? En efecto, las Naciones Unidas son una institución deplorable, y lo más deplorable y vergonzoso, hoy como ayer, es su Consejo de Seguridad. Tenemos hoy un mundo carcomido por la injusticia social, la miseria y la exclusión de las grandes mayorías, dominado por pequeños grupos de empresas transnacionales y de países monopolizadores del poder y las riquezas, que manejan a su voluntad el planeta en beneficio de sus mezquinos intereses. Tenemos hoy un mundo amenazado por una superpotencia imperialista prepotente, belicista y genocida como son los Estados Unidos, dispuestos como nunca antes a ejercer su dominio pleno sobre la Tierra y a controlar sus fuentes de riqueza. Tenemos hoy un mundo en el que los pobres y los excluidos se niegan a seguir soportando su miseria y su exclusión, y el en que las interesadas, hipócritas y cómodas acusaciones de terroristas que puedan hacerles los grupos poderosos responsables de su situación, y los Estados practicantes contra ellos del terrorismo más feroz, no bastan para disuadirlos de su disposición a luchar contra ese poder que los aplasta. Tenemos hoy un mundo en el que a pesar de todo se perfilan nuevas luchas y nuevas esperanzas, en el que como nunca se tiene necesidad de verdadera democracia, de participación popular, de justicia social y de un auténtico orden internacional basado en estos principios, digno, y capaz de hacerse respetar, por basarse de verdad en el respaldo de las mayorías. En ese mundo de hoy resultaría más necesario que nunca disponer de una verdadera Organización de Naciones Unidas, de un organismo democrático que fuese capaz de jugar un papel esencial en la conquista de la democracia, de la justicia y la paz, del respeto a la autodeterminación de los pueblos y en la victoria contra la desigualdad y la pobreza. Pero lo que tenemos es un bodrio. Un bodrio temeroso y antidemocrático. Un organismo deplorable, como tantos organismos internacionales, que sólo sirve para que una multitud de burócratas cómodos y pusilánimes vivan como reyes complaciendo siempre a los países más ricos y poderosos, y cuya asamblea anual apenas es útil para que en forma periódica dirigentes mundiales y jefes de Estado den discursos que, por muy bien intencionados que sean a veces, lo cierto es que no sirven nunca para nada, ni nunca permiten cambiar nada. Y ese bodrio tiene a su cabeza un superbodrio, un llamado Consejo de Seguridad que no es sino una cúpula en la que se van rotando anualmente varios países comparsas, pero en la que tienen el control absoluto, como miembros permanentes, los mismos países que ganaron la Segunda Guerra Mundial, los únicos que tienen real poder de imponer su voluntad y que pueden incidir sobre la política planetaria ejerciendo su elitesco derecho de veto sobre decisiones que, así cuenten con el apoyo de la absoluta mayoría del mundo, resultan letra muerta sólo porque uno de esos países de primera categoría se opuso. El veto tendría que desaparecer y las decisiones mayoritarias de las Naciones Unidas tendrían que ser obligatorias para todos sus miembros. Para todos, empezando por los Estados Unidos e Israel, los países que tienen el record absoluto en violación de resoluciones del organismo mundial. La ONU actual es un organismo deplorable. No es más que un apéndice fiel de los Estados Unidos, que le dan por sede su propio territorio, que la tratan como amo a siervo, que se sirven de ella cuando quieren y que la dejan de lado en las escasas ocasiones en que no creen que haga falta utilizarla, o en que no pueden controlarla plenamente. Como ha ocurrido en esta ocasión, porque su guerra contra Irak es tan carente de argumentos y de justificación jurídica que hasta el dócil Consejo de Seguridad de la ONU ha vacilado en apoyarla; y algunos de los miembros permanentes del organismo, como Francia y Rusia, y hasta China, amenazaron con usar su derecho de veto para oponerse a la voluntad del gobierno estadounidense de declararle a Irak la guerra por su cuenta. Rivalidades y contradicciones interimperialistas en el caso de Irak Pero éstas no son posiciones de principio: son meras contradicciones interimperialistas, relacionadas con el poder y con el petróleo. Europa tiene relaciones privilegiadas con el Medio Oriente, relaciones que los Estados Unidos están decididos a perturbar en su propio beneficio. Los intereses petroleros de Rusia, de Francia y de Alemania las llevan a mantener relaciones cercanas con Irak y con Irán, integrantes (junto con Corea del Norte) del 'eje del mal' definido por Bush, y a financiar inversiones, sobre todo petroleras, en ambos países. El tema del euro, fortalecido frente al vacilante dólar, y al que han empezado a pasar sus reservas algunos de esos países del 'eje del mal', parece tener mucha importancia en el asunto. El gobierno de Bush ha amenazado claramente a Francia, a Alemania y a Rusia, diciéndoles que si no participan como apéndices suyos, a la manera inglesa o española, en su guerra contra Irak, van a quedar fuera del nuevo reparto petrolero que va a hacerse en ese país, lo que no deja de ser altamente preocupante para esos países europeos. Esto es lo único que cuenta, lo está en juego, lo demás son discursos para la galería. Por el momento, Estados Unidos, debido a su prepotencia y torpeza, no consiguieron su objetivo de sumarlos a la guerra, pero Bush y los suyos saben que tienen la sartén por el mango y que si aplastan al pueblo irakí y pasan a controlar su petróleo, a los europeos disidentes, lo mismo que a los rusos y a los chinos, no les quedará otro camino que venir a pedir con humildad su parte, porque el control de ese petróleo es la auténtica llave del mundo y ellos van por fin a tenerla. En fin de cuentas, a los Estados Unidos no les preocupa demasiado que las Naciones Unidas no se plieguen del todo, y durante un corto tiempo, a su voluntad. Ellos están en capacidad de actuar solos y tienen la decisión de hacerlo. Lo dijo de manera muy clara Madeleine Albright, Secretaria de Estado del ex Presidente estadounidense Bill Clinton, hace unos pocos años: "Iremos con la ONU cuando sea posible y solos cuando sea necesario". Es lo que hicieron hace tres años en el caso de los bombardeos masivos de Yugoslavia, cuando dejaron por fuera a la ridícula ONU sin que esta protestara,vvvvccc y se sirvieron para sus planes de la OTAN. Y esa vez no fue porque la ONU no quiso sino porque ellos no quisieron. (En esos bombardeos, por cierto, los Estados Unidos lanzaron contra el pueblo serbio, como antes habían hecho contra Irak en la Guerra del Golfo, esa sustancia humanitaria que se llama uranio empobrecido.) Además, los Estados Unidos saben muy bien que una vez concluida la guerra, no importa lo destructiva y masacradora que sea, las Naciones Unidas darán por cerrado el incómodo episodio y se integrarán gustosas bajo su égida al proceso de reconstrucción del país destruido, todo ello en nombre de los 'derechos humanos' y de la hipócrita 'ayuda humanitaria'. Y esto es exactamente lo que ya está ocurriendo. Servilismo e hipocresía cómplice del Consejo de Seguridad y de su Secretario General Lo que acabamos de ver en la reunión ampliada del Consejo de Seguridad el pasado 28 de este mes, hace apenas tres días, fue un espectáculo triste y deprimente, en el que se pusieron en evidencia la cobardía, la complicidad y el servilismo de casi todos los gobiernos presentes. La palma de la cobardía, de la complicidad y del servilismo rastrero se la llevó, como es usual en esos casos, su Secretario General, ese pequeño y gris personaje llamado Kofi Annan, pobre amanuense de los Estados Unidos, que de haber nacido en ese país en tiempos de la esclavitud se habría sentido realizado llegando a ser un eficiente mayordomo negro en una casa señorial del Sur, o un atento ayuda de cámara de un rico plantador sudista; y que todavía está a tiempo de alcanzar la inmortalidad interpretando el papel de Tío Tom (aunque es un poco enano para el mismo) en una nueva versión de la famosa novela de Harriett Beecher Stowe. En efecto, una vez que los Estados Unidos se lanzaron a la invasión de Irak desconociendo la autoridad del Consejo de Seguridad y poniéndose al margen del derecho y la legalidad internacionales, las Naciones Unidas, esto es, en este caso, el Consejo de Seguridad y su Secretario General, se desentendieron por completo del asunto, guardaron silencio, y no dijeron más 'esta boca es mía'. El mundo no pudo entender otra cosa en ese silencio sepulcral que complicidad, que cobardía. De haber sido cualquier otro país, el Consejo de Seguridad lo habría declarado fuera de la ley y habría aprobado en forma unánime o mayoritaria una condena, incluso con implicaciones militares y envío de cascos azules. Pero, justamente, los Estados Unidos no son cual­quier otro país. Los Estados Unidos son los Estados Unidos, los dueños del mundo, los que someten a los otros países por las buenas o por las malas, con balas o con billetes, el único país (junto con su protegido Israel) que puede ponerse al margen de las Naciones Unidas sin que le pase nada. Para eso son la única superpotencia militar, para eso dominan al organismo mundial, para eso compran, asustan o chantajean a todos los demás, para eso tienen allí como mayordomo o ayuda de cámara al Secretario General, al que ellos mismos impusieron hace siete años en el cargo, en contra de la voluntad colectiva, que favorecía entonces en forma unánime a un hombre con dignidad y criterio propio y al que por eso ellos rechazaban, al egipcio Boutros Boutros Gali. Preocupada por ese silencio y por las destrucciones causadas por la invasión, temerosa de las protestas de sus pueblos, la Liga Arabe, que acababa de aprobar una condena prácticamente unánime de la guerra, solicitó una reunión urgente del Consejo de Seguridad de la ONU para pedirle a ésta que aprobara la suspensión inmediata de la acción militar por parte de los Estados Unidos. El mayordomo accedió a convocar la reunión. Pero modificó el objetivo de la misma. Esta fue convocada entonces, no para pedir la suspensión del conflicto sino para 'mostrar la preocupación del organismo porque se había suspendido desde su inicio el programa Petróleo por Alimentos' y porque no estaba llegando a Irak la necesaria 'ayuda humanitaria'. La intervención inicial de Annan daba vergüenza ajena. Se lo veía más pequeño y gris que nunca, hipócrita, indiferente a las miserias del pueblo irakí, burócrata pusilánime, temeroso de lo que pudiera molestar a su amo estadounidense, pendiente sólo de cuidar su cargo, su buena vida, sus mezquinas prerrogativas. La respuesta del representante irakí lo puso en su sitio, los puso en su sitio a todos, a los hipócritas, a los cobardes, a los serviles. Estuvo solo, con un sobrio apoyo del delegado sirio. Pero mostró que puede haber dignidad y valor en organismos como esos y que por mayoritarios que sean los cómplices, los hipócritas y los cobardes en estos reducidos cenáculos, lo cierto es que su soledad y su pequeñez, ante un mundo que masivamente los rechaza, resultan inmensas, infinitas. De todos modos se aprobó reanudar el programa 'Petróleo por Alimentos', y poner en marcha, bajo la supervisión de la ONU, el envío de 'ayuda humanitaria'. El representante irakí expresó que era absurdo hablar de ayuda humanitaria sin decir antes que la crisis humanitaria de Irak era producto de la invasión y de la guerra. Y acusó en forma diplomática a Kofi Annan de que al omitir decirlo, estaba poniendo la carreta delante de los bueyes. Debió más bien decirle que estaba poniendo sólo la carreta y es­condiendo los bueyes. O que el único buey presente, el buey de los estadounidenses, era él, Kofi Annan. Nadie le hizo caso. Recordaba al pobre Haile Selassié en 1937 pidiendo justicia contra la invasión de su país por la Italia imperialista, en la antigua Sociedad de Naciones. Y las Naciones Unidas de hoy en nada se distinguieron hace tras días de esa cómplice y cobarde Sociedad de Naciones. En la resolución no se dice ni una sola palabra so­bre la invasión, sobre la guerra, sobre el genocidio causado por Estados Unidos en Irak. No, la catástrofe irakí no es producto del bloqueo ni de la guerra, ni de la destrucción provocada por los invasores gringos e ingleses. No, de acuerdo a la Resolución del Consejo General sólo cabe pensar que se trata de un drama natural y que el hambre del pueblo de Irak es producto de una larga sequía, de una gran inundación, de un fuerte terremoto. El programa 'Petróleo por Alimentos' se reanuda sin consultar al gobierno de Irak y usando para ello sus recursos. El gobierno irakí ha rechazado la decisión y ha acusado al Consejo de Seguridad de financiar el programa con recursos robados a su país. De nada vale tampoco su protesta. La decisión está tomada. ¿Quién se cree Irak para protestar o desobedecer? ¿se cree acaso Estados Unidos o Israel? El programa entra en ejecución, la ayuda empieza a salir en dirección del país, el cargo de mayordomo de los Estados Unidos en la ONU seguirá en poder del indigno Kofi Annan, y la conciencia de todos los hipócritas del mundo puede estar tranquila. Esa es la ONU. La ONU que tenemos y que tenemos que cambiar. Ahora, a esperar que los Estados Unidos ganen pronto la guerra, para empezar a colaborar con ellos en la reconstrucción del país. Ahora, a gritar todos, tomados de la mano: ¡Viva la complicidad!, ¡Viva la hipocresía!, ¡Viva la miseria humana! ¡Viva la ayuda humanitaria! Pero no. La guerra no va a ser fácil, no es nada fácil. No hay castillo de naipes, hay guerra popular. Los invasores se ven empantanados, desesperados, y la resistencia irakí no cede. Parecería que deben ganar, dada su superioridad militar, pero la cosa va a costarles. Hay un pueblo que lucha por su independen­cia y que enfrenta con coraje a un invasor. Su líder no es precisamente un demócrata, pero es el líder que tienen. Y está luchando. La guerra va a durar, la situación se complica día a día, el Medio Oriente todo comienza a estremecerse al calor de las protestas populares. Hoy como nunca la lucha por la información es clave, como lo es la presión de los pueblos en la calle protestando para tratar de lograr posiciones más firmes de sus gobiernos y para tratar de arrancar al pusilánime Consejo de Seguridad de Naciones Unidas una condena firme del genocidio que llevan a cabo los Estados Unidos contra Irak, o al menos una inmediata suspensión de la invasión y de los bombardeos. Caracas, 31 de marzo de 2003 * Vladimir Acosta es escritor, profesor universitario.
https://www.alainet.org/en/node/107262
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