La sociedad de consumo
18/05/2004
- Opinión
El desarrollo económico y político actual se caracteriza,
según el último informe del Worldwatch "La Situación del
Mundo 2004" (Icaria/FUHEM), mas que por la victoria del
capitalismo y la democracia sobre el comunismo, por el
consumismo. El consumismo hoy domina la mente y los
corazones de millones de personas, sustituyendo a la
religión, a la familia y a la política. El consumo
compulsivo de bienes es la causa principal de la
degradación ambiental. El cambio tecnológico nos permite
producir más de lo que demandamos y ofertar más de lo que
necesitamos. El consumo y el crecimiento económico sin
fin es el paradigma de la nueva religión, donde el
aumento del consumo es una forma de vida necesaria para
mantener la actividad económica y el empleo. El consumo
de bienes y servicios, por supuesto, es imprescindible
para satisfacer las necesidades humanas, pero cuando se
supera cierto umbral, que se sitúa en torno a los 7.000
euros anuales por persona, se transforma en consumismo.
1.700 millones de consumidores, 2.800 millones de pobres
En el mundo la sociedad de consumo la integran 1.728
millones de personas, el 28% de la población mundial: 242
millones viven en Estados Unidos (el 84% de su
población), 349 millones en Europa Occidental (el 89% de
la población), 120 millones en Japón (95%), 240 millones
en China (apenas el 19% de su población), 122 millones en
India (12%), 61 millones en Rusia (43%), 58 millones en
Brasil (33%) y sólo 34 millones en el África subsahariana
(el 5% de la población). En total en los países
industrializados viven 816 millones de consumidores (el
80% de la población) y 912 millones en los países en
desarrollo (sólo el 17% de la población del Tercer
mundo).
Mientras los 1.700 millones de consumidores gastan
diariamente más de 20 euros, hay 2.800 millones de
personas que tienen que vivir con menos de 2 euros
diarios (lo mínimo para satisfacer las necesidades más
básicas) y 1.200 millones de personas viven con menos de
1 euro diario en la extrema pobreza. Mientras el
estadounidense medio consume cada año 331 kilos de papel,
en India usan 4 kilos y en gran parte de África menos de
1 kilo. El 15% de la población de los países
industrializados consume el 61% del aluminio, el 60% del
plomo, el 59% del cobre y el 49% del acero. Cifras
similares podrían repetirse para todo tipo de bienes y
servicios.
Consumismo y pobreza conviven en un mundo desigual, en el
que no hay voluntad política para frenar el consumismo de
unos y elevar el nivel de vida de quienes más lo
necesitan. La clase de los consumidores comparte un modo
de vida y una cultura cada vez más uniforme, donde los
grandes supermercados y centros comerciales son las
nuevas catedrales de la modernidad. Si los hábitos de
consumo de los 1.700 millones de consumidores se
extendiesen a toda la población mundial (6.300 millones
de personas), la situación sería completamente
insostenible, a causa del consumo de agua, energía,
madera, minerales, suelo y otros recursos, y la pérdida
de biodiversidad, la contaminación, la deforestación y el
cambio climático.
Entre 1950 y 2002 el consumo de agua se ha triplicado, el
de combustibles fósiles se ha quintuplicado, el de carne
creció un 550%, las emisiones de dióxido de carbono han
aumentado un 400%, el PIB mundial aumentó un 716%, el
comercio mundial creció un 1.568%, el gasto mundial en
publicidad creció un 965%, el número de turistas que
salieron de sus fronteras creció un 2.860%, el número de
automóviles pasó de 53 millones en 1950 a 565 millones en
2002 y el consumo de papel creció un 423% entre 1961 y
2002. Las importantes ganancias en eficiencia se ven
rápidamente absorbidas por el aumento del consumo. Las
viviendas son cada vez mayores y los automóviles cada vez
más potentes. Pero la solución no puede ser un nuevo
apartheid, que limite el consumo a esa minoría del 28% de
la población mundial. La población crece, pero cada vez
menos, y probablemente se estabilizará en las próximas
décadas en unos 9.000 millones, como ya ha sucedido en la
mayoría de los países industrializados. Pero el consumo
sigue creciendo, y las necesidades, como demuestra
cualquier manual de economía, son infinitas.
¿Cuánto consumo es suficiente?
El consumo, a partir de cierto umbral (13.000 euros
anuales por persona, según las encuestas), no da la
felicidad. El consumidor trabaja demasiadas horas para
pagar el consumo compulsivo, y el poco ocio lo pasa en el
automóvil (el estadounidense emplea 72 minutos detrás del
volante) o delante del televisor (más 240 minutos diarios
de promedio en las sociedades actuales). Cada vez se ve
más atrapado en una espiral de consumo, endeudamiento
para consumir y trabajar para pagar un endeudamiento
mayor. El consumo se hace a consta de hipotecar el
futuro, como en el auge del ladrillo en la España actual.
Hoy es necesario un nuevo paradigma basado en la
sostenibilidad, lo que supone satisfacer todas las
necesidades básicas de todas las personas, y controlar el
consumo antes de que éste nos controle. Entre las medidas
más inmediatas hay que eliminar las subvenciones que
perjudican el medio ambiente (850.000 millones de dólares
anuales que incentivan el consumo de agua, energía,
plaguicidas, pescado, productos forestales y el uso del
automóvil), realizar una profunda reforma ecológica de la
fiscalidad, introducir criterios ecológicos y sociales en
todas las compras de bienes y servicios de las
administraciones públicas, nuevas normas y leyes
encaminadas a promover la durabilidad, la reparación y la
"actualización" de los productos en lugar de la
obsolescencia programada, programas de etiquetado y
promoción del consumo justo. Y todo ello dentro de una
estrategia de "desmaterialización" de la economía,
encaminada a satisfacer las necesidades sin socavar los
pilares de nuestra existencia.
* José Santamarta es director de World Watch.
https://www.alainet.org/en/node/109944
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