¿Quiénes son los muertos de Tlatelolco?
- Análisis
Parece una pregunta sencilla. ¿Quién, entre las miles de personas que se reunieron en la Plaza de las Tres Culturas la tarde del 2 de octubre de 1968, no llegó a casa esa noche? ¿Quién, en cambio, cayó en algún momento oscuro durante el fuego cruzado entre los agentes gubernamentales que disparaban desde los departamentos en el extremo de la plaza y los soldados que pululaban abajo? ¿Quién murió a causa de sus heridas, mientras una ambulancia de la Cruz Roja se abría paso por las calles de la Ciudad de México rumbo a una sala de emergencias? ¿Quién sucumbió días más tarde en una cama de hospital? ¿Quiénes son los muertos? ¿Cuáles eran sus nombres?
Hay preguntas que han acechado a México durante 38 años. Tal vez en otro lugar, en otra época, habrían sido contestadas en forma sencilla—con autopsias y certificados de defunción, reportes de policía, registros de hospital, películas, fotografías, y buen periodismo. Pero México no era ese lugar, y 1968 no era esa época. En 1968, México era una nación de secretos y mentiras, donde los rumores desvirtuaban a los hechos, la propaganda se enmascaraba como noticia y los funcionarios gubernamentales no le rendían cuentas a nadie.
Como consecuencia, actualmente no tenemos ni una versión oficial ni una extraoficial de la matanza de Tlatelolco, que pueda explicar sus persistentes misterios: ¿Qué órdenes dio el gobierno conducido por el PRI a sus militares, policías y servicios de inteligencia el 2 de octubre? ¿Qué altos funcionarios de la administración de Díaz Ordaz dieron esas órdenes? ¿Por qué empezó la balacera? Y, ¿quién murió? Ante la negativa del gobierno a explicar su papel durante los decenios que siguieron a 1968, otros lo intentaron: periodistas, escritores, ex dirigentes del movimiento estudiantil, historiadores, analistas políticos.
Una "comisión de la verdad" independiente, creada en 1993, fracasó al no llegar a una conclusión definitiva debido a una falta de recursos, tiempo y autoridad; la Comisión Especial del 68 que lo intentó de nuevo en 1998, se vio maniatada por falta de evidencias. En 1971, Elena Poniatowska escribió un recuento personal sin precedentes, basado en testimonios.
Líderes estudiantiles de la época, como Luis González de Alba, aportaron importantes testimonios presenciales de la matanza. Sergio Aguayo estableció nuevos hechos en su invaluable libro, 1968: Los Archivos de la Violencia. Su acceso sin precedentes a los documentos de la Secretaría de Gobernación (Dirección General de Investigaciones Políticas y Sociales) ayudó a que su análisis fuera el más definitivo de los que se han hecho hasta ahora. Y, sin embargo, nadie ha resuelto el problema de los muertos. ¿Quién murió? "…[U]no de los aspectos todavía pendientes de esclarecer es el número de muertos," escribió Aguayo en 1998. "En tanto no se cierre este aspecto, difícilmente podría decirse que Tlatelolco tiene un punto final." (Los Archivos de la Violencia, 250). Esperando a Fox Poco después de asumir su cargo en el 2000, el presidente Vicente Fox prometió esclarecer los acontecimientos de Tlatelolco. Al nombrar un Fiscal Especial para investigar la "guerra sucia"—empezando por la matanza de 1968—y abrir archivos secretos de inteligencia al escrutinio público, Fox parecía enviar una señal de que su gobierno no toleraría más el encubrimiento oficial. "Estamos dispuestos a llegar a sus últimas consecuencias en el esclarecimiento de estos hechos", dijo a una audiencia reunida en el Archivo Nacional, con motivo de la inauguración de una colección sobre la "guerra sucia". Eso fue hace cuatro años y medio. Conforme el 38º aniversario de Tlatelolco se aproxima, esperamos una aclaración; no ha habido ninguna hasta la fecha.
En diciembre pasado, el equipo de investigadores y analistas responsable de redactar para la Oficina del Fiscal Especial un informe definitivo, al estilo de una comisión de la verdad, completó su labor y turnó el documento al Dr. Ignacio Carrillo Prieto. Cuando Carrillo omitió presentarlo al Presidente, una versión en borrador fue filtrada a un puñado de prominentes escritores y reporteros.
El National Security Archive subió el borrador a su página Web con el fin de proporcionar un amplio acceso público a él, e impulsar a la administración de Fox a publicar la versión oficial. Fox respondió con la promesa de que el informe final sería divulgado el 15 de abril, pero la fecha llegó y se fue sin ningún comentario del Presidente. ¿Cuántos murieron en Tlatelolco? Archivos Abiertos decidió que debíamos abordar e investigar el asunto por nosotros mismos.Nombres y números ¿Fueron cientos? John Rodda, un reportero de deportes para el periódico británico The Guardian, estaba en México cuando ocurrió la masacre. Con base en lo que presenció y las entrevistas que realizó, Rodda originalmente reportó que 325 personas habían muerto en la Plaza de las Tres Culturas. Muchos de los que estuvieron presentes esa noche en la plaza llegaron a la misma conclusión. Estudiantes, transeúntes y residentes del complejo habitacional de Tlatelolco relataron haber visto cientos de cadáveres; tirados en lagunas de sangre, apilados contra las paredes de la iglesia, o aventados dentro de camiones de carga que llegaron después de que terminó la balacera a levantar el tiradero.
En los días, semanas y años que siguieron a la matanza, el rango de estimación del número de víctimas fluctuó sin control. El vocero del presidente Díaz Ordaz, Fernando Garza, calculó poco después de que parara el tiroteo que unas siete personas habrían muerto; horas después, elevó el número a veinte. El Día contó 30 cuerpos. Siempre! contó 40.
El 5 de octubre, el Consejo Nacional de Huelga, que había organizado la concentración en Tlatelolco, dijo que 150 civiles y 40 soldados habían resultado muertos. "Ninguno", dijo el general José Hernández Toledo a Proceso, cuando fue entrevistado en 1978. En 1993, Félix Fuentes -quien, como reportero de La Prensa en 1968, había escrito un estrujante recuento de primera mano de la masacre—sólo pudo especular. "El cálculo de víctimas fatales ha oscilado entre 200 y 1,500". De alguna manera, la estimación se estableció en 300.
El número aparece repetidamente: en libros, editoriales, artículos, memorias. Yo he utilizado este número en mi propio trabajo escrito sobre el tema. Pero, sin documentación, este número carece de sentido. "Es terrible haber llegado a una cifra de muertos por consenso", observó Aguayo (Los Archivos de la Violencia, 249). Y, al suponer números sin vincularlos con los nombres, confiscamos la verdadera identidad de las víctimas de Tlatelolco: sus rostros, sus familias, sus vidas antes de que éstas se perdieran. Archivos Abiertos decidió investigar los nombres de las víctimas de Tlatelolco. Pasamos alrededor de ocho meses revisando de forma exhaustiva los registros encontrados en las colecciones de la IPS, la DFS y la Sedena dentro del Archivo General de la Nación. A pesar de que consultamos muchos de los extraordinarios libros escritos sobre la matanza, estábamos decididos a basarnos únicamente en fuentes primarias para unir las piezas del rompecabezas. Por supuesto, los documentos pueden llevar a equívocos.
Los registros oficiales pueden contener errores y distorsiones, al igual que la memoria. Pero leídos colectiva y críticamente—y cotejados con fuentes secundarias y testigos presenciales—también pueden proveer la evidencia sólida que se necesita para la construcción de una historia precisa acorde con la verdad. Los documentos oficiales son las mejores armas que tenemos para desafiar décadas de silencio oficial acerca del pasado . También resuelven el problema de tratar de escribir la historia "por consenso"—lo que González de Alba criticó como un ejercicio de "supuestos de celda ociosa … sin datos, sin investigación, sin entrevistas a los contrarios, sin el trabajo detectivesco e histórico que los hechos merecían" (citado en Los Archivos de la Violencia, 13).
Nuestras fuentes
La decisión del gobierno de Fox de liberar millones de documentos militares, policiales y de inteligencia en 2002, constituyó un parteaguas para la apertura en México—y una ruptura radical con el pasado. Sin embargo, la realidad al intentar obtener esos documentos y utilizarlos en una investigación, resultó una tarea tremendamente difícil. Las colecciones no incluyen índices. Los archivistas se basan en reglas internas que no hacen de conocimiento público—y que parecen cambiar con frecuencia y sin previo aviso- para decidir qué puede ser desclasificado y qué no.
El proceso puede frustrar aún al más persistente de los investigadores, hasta el punto de la derrota. Hay tres distintos grupos de documentos en el AGN. La colección de la Dirección Federal de Seguridad (DFS) en la Galería 1 del AGN, incluye cientos de documentos que contienen información reunida por el departamento de inteligencia después de la masacre, y numerosas referencias a los muertos. Nos basamos preponderantemente en los regsitros de la DFS para integrar nuestra lista. La liberación de los registros, empero, es desquiciantemente arbitraria. Un día, se nos decía que el documento que queríamos leer estaba reservado y no podía ser liberado. Semanas después, obtendríamos el mismo documento, sin dificultad, de parte de un archivista diferente. A través de estos meses, reunimos varias versiones de los mismos documentos: algunos con páginas faltantes, otros con secciones borradas y, otros más, liberados en su totalidad. Las inconsistencias reflejan la falta de normas de archivo que regulen la apertura de información en la Galería 1.
El director de los archivos nacionales debería insistir en la creación de un conjunto de reglas claras y justificables, y en su publicación, de tal manera que tanto el equipo interno de archivistas como los investigadores externos entiendan cómo proceder. En la Galería 2, los documentos de la Dirección General de Investigaciones Políticas y Sociales (IPS) de Gobernación también proporcionaron evidencia de quienes murieron en Tlatelolco. Un importante informe elaborado por el entonces Procurador General, Julio Sánchez Vargas, titulado "Tlatelolco: 2 de octubre", contiene detalles de la autopsia de 15 personas identificadas como muertas en Tlatelolco, y otras diez adicionales que no fueron identificadas. Sin un verdadero índice, empero, la labor que se requiere para intentar revisar los registros de la IPS, es inmensa. Los investigadores no pueden solicitar documentos individuales, sino que tienen que revisar cajas enteras de papeles sin organizar, en busca de información relevante. Los registros de la Secretaría de la Defensa, en la Galería 7, no contienen nada pertinente a la matanza de Tlatelolco. A partir de una revisión a la documentación que se encuentran en esa galería, queda claro que la Sedena reservó una gran cantidad de documentos de la colección que turnó al AGN. Por ejemplo, "partes militares" que anuncian la muerte de dos soldados del ejército el 2 de octubre, no las encontramos en los archivos, sino en un libro publicado por Proceso en 1980.
El presidente Fox -quien ordenó al Ejército, lo mismo que a la Secretaría de Gobernación y a los servicios de inteligencia, turnar al AGN sus registros sobre la guerra sucia- debería exigir a las fuerzas armadas el cumplimiento de su propia orden ejecutiva, y requerir a la Sedena que estos documentos sean desclasificados. También consultamos el Informe borrador del Fiscal Especial, Que no vuelva a suceder, elaborado en 2005 con uso irrestricto de los archivos sobre la guerra sucia en el AGN. No resultó un documento útil. Aunque la sección que concierne a Tlatelolco es elocuente y detallada en lo que se refiere a la descripción del movimiento estudiantil de 1968, está plagada de errores, y no llega a ninguna conclusión definitiva sobre quién fue muerto el 2 de octubre. En el apartado de la lista de víctimas de Tlatelolco, por ejemplo, hay personas que murieron en protestas que ocurrieron antes del 2 de octubre (como Román Nájera Valverde, quien murió en agosto de 1968; ver p. 72, entre otros).
Algunos documentos están mal identificados, como el borrador del informe del Procurador General acerca de Tlatelolco, que se describe como un documento "aparentemente elaborado por el CNH [Consejo Nacional de Huelga]" (ver p. 60, nota al pie 216). Y, en varios casos, fue imposible verificar la información utilizada por los investigadores del Fiscal, porque los documentos habían sido resguardados por Agentes del Ministerio Público adscritos a la Fiscalía, y ya no estaban disponibles al público. Hasta que la versión final del informe del Fiscal Especial se haga pública, resulta imposible utilizar el borrador para una investigación sobre los acontecimientos en Tlatelolco. Esperamos la decisión del presidente Fox de que sea publicado, como se comprometió a hacerlo. Registro de los caídos en Tlatelolco Ocho meses después de que Archivos Abiertos emprendió su búsqueda de documentos oficiales, puede ahora publicar una lista inicial y definitiva de los nombres de aquellos que fueron muertos en Tlatelolco. El resultado es sorprendentemente bajo, pero no por ello menos poderoso en sus implicaciones. A la fecha, en los archivos de la "guerra sucia" hemos encontrado registros que confirman la muerte de 44 hombres y mujeres.
Treinta y cuatro están identificados por su nombre. Diez más se encuentran listados como "desconocidos". Puede haber otros, sin embargo no los encontramos ni en los archivos ni en ningún otro registro oficial. Continuaremos buscando nueva evidencia. Lo que sabemos, es que la muerte de cada uno de los 44 individuos encontrados en los documentos de la "guerra sucia", se encuentra documentada en más de un documento gubernamental desclasificado. Cada una de ellas fue cotejada con las fuentes secundarias que consultamos. Cada una, representa una vida perdida en el insensato ataque de las fuerzas gubernamentales al movimiento estudiantil—un ataque que mató no sólo a estudiantes, sino a soldados, trabajadores, un maestro, un ama de casa, una empleada doméstica de 15 años, un padre desempleado. Todos los documentos gubernamentales acerca de las 44 víctimas pueden encontrarse en la página Web del National Security Archive.
Con la esperanza de identificar a las diez víctimas de Tlatelolco que permanecen sin nombre, y a otras víctimas todavía no identificadas en los registros de la "guerra sucia", Archivos Abiertos está lanzando ahora un nuevo blog, en el que familiares y amigos pueden registrar información, documentación, fotografías y recuerdos de los seres queridos a quienes perdieron el 2 de octubre. Esperamos ser capaces, mediante esta "convocatoria ciudadana" electrónica, de lograr una lista más definitiva sobre las víctimas de Tlatelolco, y a la vez honrar su memoria. Para participar en el Registro de los Muertos de Tlatelolco, visite la página Web del Proyecto México del National Security Archive y accese el vínculo a nuestro blog sobre Tlatelolco. Juntos podemos construir una historia más precisa de los acontecimientos en Tlatelolco—una historia basada en hechos, al igual que en los dolorosos recuerdos que aún permanecen.
- Kate Doyle (kadoyle@gwu.edu) es analista con el National Security Archive en Washington, DC y colaboradora con el IRC Programa de las Américas en www.ircamericas.org. Este artículo forma parte de la serie Archivos Abiertos, del National Security Archive y la Revista Proceso.
La documentación se encuentra en www.gwu.edu/~nsarchiv/NSAEBB/NSAEBB201/index.htm#documents. Republicado por el Programa de las Américas del International Relations Center (IRC, online at www.irc-online.org). Recursos National Security Archive www.nsarchive.org/ Revista Proceso www.proceso.com.mx/ Blog Tlatelolco www.muertosdetlatelolco.blogspot.com Traducción: Lucía Luna, NSA
Fuente: Programa de las Américas del International Relations Center (IRC)
www.ircamericas.org
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