Desde el último hierofante a Fidel, pasando por Niemeyer

Fidel: el deber de ser consecuente hasta el final

19/02/2008
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Naturalmente no era comunista sino un interlocutor de los viejos dioses, aquellos que hablaban con los hombres. Allá por el 360, aproximadamente. El joven príncipe Flavio Claudio Juliano, luego emperador romano entre el 361 y el 363, visitó Eleusis, la sede del Telestereum, el templo más importante de la Antigua Grecia, y allí tuvo largos diálogos con él. El último descendiente de la familia Eumólpida, de la que surgía cada Hierofante, el interlocutor de la diosa Deméter, tuvo con el futuro emperador filósofo largas conversaciones.

Juliano (al que la historiografía cristiana calificó como “el Apóstata”, cosa falsa porque jamás había sido cristiano y por lo tanto no hizo apostasía alguna) mantuvo largas charlas con el Hierofante, según los relatos de aquella época. Era un joven idealista de unos veintitantos años que quería reconstituir el mundo antiguo que se derrumbaba y que buscaba el apoyo del principal sacerdote griego, pero se llevó un chasco. El Eumólpida le dijo que nada había que hacer y que los viejos templos iban a ser arrasados lo mismo que toda la vieja cultura.

Las versiones indican que el asombrado Juliano le preguntó extrañado que hacía él, entonces, continuando su tarea de Hierofante. La respuesta puede resumirse así: “Mi deber es seguir hasta el final”. El Hierofante murió en cumplimiento de su misión; lo sucedió un pseudos-Hierofante que no era de la familia Eumólpida y poco tiempo después el viejo mundo tuvo, efectivamente su final, acelerado con la muerte del propio Juliano en 363, en una batalla en Persia, probablemente asesinado por la espalda por un soldado romano cristiano.

Ayer Fidel Castro, que seguramente debe conocer la historia de Juliano, dijo algo parecido a lo que respondiera el Hierofante al emperador, pero no citó al interlocutor de la diosa de la agricultura, sino al viejo arquitecto brasilero Oscar Niemeyer, uno de los centenarios vivientes sobre este planeta. “Pienso como Niemeyer que hay que ser consecuente hasta el final”, señaló el jefe de la Revolución Cubana al anunciar que no seguirá al frente del estado insular pero que si continuará trabajando por sus ideales durante los tiempos de vida que le restan.

Niemeyer, seguramente, con el suizo Le Corbusier, el más grande de los arquitectos del Siglo XX. Padre de la ciudad de Brasilia creada a iniciativa del ex presidente Juscelino Kubitschek, fue toda su vida, y lo sigue siendo, un militante del Partido Comunista de Brasil. Fue perseguido por la dictadura del mariscal Humberto Castelo Branco y se tuvo que exiliar en París, pero siguió consecuente con sus ideas, aún después del derrumbe del socialismo real en la década de 1980, coronada en 1991 con la de la ex Unión Soviética.

A diferencia de la consecuencia del Hierofante, que era una obligación moral sin expectativas, la de Niemeyer es la del que aún, a pesar de todo, sigue teniéndolas. Fidel, un supérstite de aquel socialismo real, sigue creyendo en la victoria de sus ideas. Por eso, seguramente, eligió para citar al notable hijo de Río de Janeiro y no al antiguo sacerdote griego aunque, en el fondo, uno y otros coincidan en el valor final de la consecuencia en los principios. Precisamente hasta la consecuencia final.

Fernando Del Corro
Periodista, historiador, docente de la Facultad de Ciencias Económicas (FCE) de la Universidad de Buenos Aires (UBA).
https://www.alainet.org/en/node/125796?language=en
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