Década "prodigiosa"?
29/02/2008
- Opinión
La evolución del mundo y del contenido de los Encuentros Internacionales sobre Globalización y Problemas del Desarrollo en estos diez años, ofrece para quienes hemos sido testigos y protagonistas de este empeño intelectual, un saldo a todas luces muy positivo.
Cada uno de los nueve encuentros anteriores se ha propuesto entender en toda su significación y trascendencia los fenómenos que en el contexto de las relaciones económicas internacionales han tenido lugar, y ante ellos, reflexionar sobre las alternativas que pudieran implementarse para contribuir a su encauzamiento o modificación, si constituyen obstáculos al desarrollo.
De modo que al llegar a esta décima edición, el análisis de los aspectos novedosos podríamos verlos desde dos planos:
Primero el examen de la evolución de los fenómenos objeto de atención durante estos diez años y, en segundo lugar, lo nuevo que ha transcurrido en la arena internacional a partir del IX Encuentro.
La peculiaridad más notable de estos eventos académicos ha sido sin dudas la confluencia en La Habana de economistas y otros científicos sociales que provienen de diferentes escuelas de pensamiento. Por tanto la riqueza del debate que ha tenido lugar ha contribuido de modo inobjetable a la evolución de esas mismas ideas.
Mucho hemos avanzado desde aquellos primeros años, cuando eran más las interrogantes que las respuestas disponibles. Sin embargo, para la mayoría de los participantes nunca hubo dudas en cuanto a que era preciso trabajar activamente para modificar las acuciantes realidades ya palpables: la acentuación de los efectos diferenciadores, de marginación y de exclusión sociales asociados al modelo neoliberal instituido a escala nacional e internacional.
Aún cuando se reconocían las oportunidades que pudieran derivarse de la Globalización y existiese cierta ambigüedad en los criterios acerca de la eficacia de algunas de las transformaciones instauradas, se convenía mayoritariamente , ya desde esos momentos iniciales, en que el contexto político y económico internacional convertía a ese fenómeno en un instrumento aprovechado por los principales centros del poder mundial y, especialmente por los Estados Unidos, para modelar un orden internacional acorde con sus intereses.
En consecuencia, primó la idea de la necesidad de avanzar, cuando menos, en el diseño de proyectos nacionales a corto y mediano plazos que permitieran a los países del Tercer Mundo, sin perder la utopía del cambio sistémico, avanzar por la senda del desarrollo.
Así emergieron numerosas propuestas orientadas a la construcción de proyectos locales, nacionales y regionales que aglutinasen y movilizasen a las fuerzas populares y progresistas, sin distinción de ideologías, credos, género y etnias, en defensa de un mundo de equidad y justicia social.
En los eventos subsiguientes se evidenció el logro de una mayor claridad no solo en lo concerniente a los mecanismos de transmisión de los efectos económicos y sociales perniciosos del "nuevo orden", sino también con respecto a las transformaciones que se precisaba realizar para mitigar o suprimir aquellos efectos y avanzar en el desarrollo.
Emergió como criterio mayoritario la necesidad de transformaciones estructurales endógenas que propiciasen una integración e inserción internacional productiva a largo plazo de las economías. Otra lección trascendental fue que resultaba inconcebible emprender procesos serios de desarrollo sin un Estado fuerte, que lograra la salvaguarda de los intereses nacionales frente a los desafíos de la globalización, y que fuese capaz de regular la acción y el alcance del mercado, cuyos mecanismos, no obstante, no podían ser obviados.
Ya a la altura del V encuentro se constató que se habían producido transformaciones en las tendencias prevalecientes del pensamiento económico mundial, tales como el incuestionable fracaso del neoliberalismo para estimular el progreso socioeconómico, el reconocimiento de la diversidad de fórmulas para avanzar hacia el desarrollo y el imperativo de rescatar la responsabilidad del Estado en la conducción del desarrollo.
Y así se llegó el IX foro, el cual se pronunció con fuerza respecto a que la prioridad hacia el crecimiento económico debía ser sustituida por un mayor énfasis en la calidad de vida del pueblo, con especial alusión al ámbito social. De la inteligencia colectiva brotó la certeza de que una población que carezca de buena salud y educación básica no puede contribuir significativamente a la economía y que son los ciudadanos el recurso económico más valioso de cualquier país.
La lógica propuesta supondría transitar hacia un desenvolvimiento económicamente eficiente, socialmente equitativo y ambientalmente sustentable, propiciador de la reducción de las brechas entre el Sur y el Norte y desde la perspectiva del desarrollo económico nacional.
Ahora arribamos al X encuentro con nuevas ideas sobre el desarrollo, que ya se materializan en nuestra región: los cambios ocurridos evidencian la posibilidad y la necesidad de llevar a vías de hechos lo que tanto se ha debatido. Ahí están Venezuela, Bolivia, Ecuador, Argentina, Brasil, con sus diferencias de enfoque, pero empeñados en construir una sociedad diferente.
Se dan pasos integracionistas inéditos como la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA), se construye un proyecto confederativo plasmado en la Unión de Naciones del Sur (UNASUR), y en la construcción de la entidad financiera que ya agrupa a Argentina, Bolivia, Brasil, Ecuador, Paraguay, Uruguay y Venezuela, con Chile como observador.
El proyecto del Banco del Sur reafirma el predominio en la América meridional de una corriente política adversa al Consenso de Washington, la cual, aunque heterogénea, articula acciones que desafían el orden hegemónico y que hace solo una década parecía imposible.
No obstante, nuevos riesgos se ciernen sobre la economía mundial, que pudieran tener efectos devastadores sobre los países más pobres. La crisis inmobiliaria surgida en Estados Unidos y que ha derivado en una crisis financiera con repercusiones globales, el descalabro del dólar y sus consecuencias, el alza indetenible de los precios del petróleo y la escasez de alimentos que pudiera generar el uso indiscriminado de los agrocombustibles, son nuevos temas, entre otros muchos, para esta confrontación de ideas que cerrará una década de cierta manera "prodigiosa", en el plano de la discusión científica de la realidad económica y social de nuestros pueblos.
* X Encuentro Internacional de Economistas Sobre Globalización y Problemas del Desarrollo. La Habana del 3 al 7 de marzo de 2008
http://www.eleconomista.cubaweb.cu/globalizacion/2008/dia1_8/decada-prod...
Cada uno de los nueve encuentros anteriores se ha propuesto entender en toda su significación y trascendencia los fenómenos que en el contexto de las relaciones económicas internacionales han tenido lugar, y ante ellos, reflexionar sobre las alternativas que pudieran implementarse para contribuir a su encauzamiento o modificación, si constituyen obstáculos al desarrollo.
De modo que al llegar a esta décima edición, el análisis de los aspectos novedosos podríamos verlos desde dos planos:
Primero el examen de la evolución de los fenómenos objeto de atención durante estos diez años y, en segundo lugar, lo nuevo que ha transcurrido en la arena internacional a partir del IX Encuentro.
La peculiaridad más notable de estos eventos académicos ha sido sin dudas la confluencia en La Habana de economistas y otros científicos sociales que provienen de diferentes escuelas de pensamiento. Por tanto la riqueza del debate que ha tenido lugar ha contribuido de modo inobjetable a la evolución de esas mismas ideas.
Mucho hemos avanzado desde aquellos primeros años, cuando eran más las interrogantes que las respuestas disponibles. Sin embargo, para la mayoría de los participantes nunca hubo dudas en cuanto a que era preciso trabajar activamente para modificar las acuciantes realidades ya palpables: la acentuación de los efectos diferenciadores, de marginación y de exclusión sociales asociados al modelo neoliberal instituido a escala nacional e internacional.
Aún cuando se reconocían las oportunidades que pudieran derivarse de la Globalización y existiese cierta ambigüedad en los criterios acerca de la eficacia de algunas de las transformaciones instauradas, se convenía mayoritariamente , ya desde esos momentos iniciales, en que el contexto político y económico internacional convertía a ese fenómeno en un instrumento aprovechado por los principales centros del poder mundial y, especialmente por los Estados Unidos, para modelar un orden internacional acorde con sus intereses.
En consecuencia, primó la idea de la necesidad de avanzar, cuando menos, en el diseño de proyectos nacionales a corto y mediano plazos que permitieran a los países del Tercer Mundo, sin perder la utopía del cambio sistémico, avanzar por la senda del desarrollo.
Así emergieron numerosas propuestas orientadas a la construcción de proyectos locales, nacionales y regionales que aglutinasen y movilizasen a las fuerzas populares y progresistas, sin distinción de ideologías, credos, género y etnias, en defensa de un mundo de equidad y justicia social.
En los eventos subsiguientes se evidenció el logro de una mayor claridad no solo en lo concerniente a los mecanismos de transmisión de los efectos económicos y sociales perniciosos del "nuevo orden", sino también con respecto a las transformaciones que se precisaba realizar para mitigar o suprimir aquellos efectos y avanzar en el desarrollo.
Emergió como criterio mayoritario la necesidad de transformaciones estructurales endógenas que propiciasen una integración e inserción internacional productiva a largo plazo de las economías. Otra lección trascendental fue que resultaba inconcebible emprender procesos serios de desarrollo sin un Estado fuerte, que lograra la salvaguarda de los intereses nacionales frente a los desafíos de la globalización, y que fuese capaz de regular la acción y el alcance del mercado, cuyos mecanismos, no obstante, no podían ser obviados.
Ya a la altura del V encuentro se constató que se habían producido transformaciones en las tendencias prevalecientes del pensamiento económico mundial, tales como el incuestionable fracaso del neoliberalismo para estimular el progreso socioeconómico, el reconocimiento de la diversidad de fórmulas para avanzar hacia el desarrollo y el imperativo de rescatar la responsabilidad del Estado en la conducción del desarrollo.
Y así se llegó el IX foro, el cual se pronunció con fuerza respecto a que la prioridad hacia el crecimiento económico debía ser sustituida por un mayor énfasis en la calidad de vida del pueblo, con especial alusión al ámbito social. De la inteligencia colectiva brotó la certeza de que una población que carezca de buena salud y educación básica no puede contribuir significativamente a la economía y que son los ciudadanos el recurso económico más valioso de cualquier país.
La lógica propuesta supondría transitar hacia un desenvolvimiento económicamente eficiente, socialmente equitativo y ambientalmente sustentable, propiciador de la reducción de las brechas entre el Sur y el Norte y desde la perspectiva del desarrollo económico nacional.
Ahora arribamos al X encuentro con nuevas ideas sobre el desarrollo, que ya se materializan en nuestra región: los cambios ocurridos evidencian la posibilidad y la necesidad de llevar a vías de hechos lo que tanto se ha debatido. Ahí están Venezuela, Bolivia, Ecuador, Argentina, Brasil, con sus diferencias de enfoque, pero empeñados en construir una sociedad diferente.
Se dan pasos integracionistas inéditos como la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA), se construye un proyecto confederativo plasmado en la Unión de Naciones del Sur (UNASUR), y en la construcción de la entidad financiera que ya agrupa a Argentina, Bolivia, Brasil, Ecuador, Paraguay, Uruguay y Venezuela, con Chile como observador.
El proyecto del Banco del Sur reafirma el predominio en la América meridional de una corriente política adversa al Consenso de Washington, la cual, aunque heterogénea, articula acciones que desafían el orden hegemónico y que hace solo una década parecía imposible.
No obstante, nuevos riesgos se ciernen sobre la economía mundial, que pudieran tener efectos devastadores sobre los países más pobres. La crisis inmobiliaria surgida en Estados Unidos y que ha derivado en una crisis financiera con repercusiones globales, el descalabro del dólar y sus consecuencias, el alza indetenible de los precios del petróleo y la escasez de alimentos que pudiera generar el uso indiscriminado de los agrocombustibles, son nuevos temas, entre otros muchos, para esta confrontación de ideas que cerrará una década de cierta manera "prodigiosa", en el plano de la discusión científica de la realidad económica y social de nuestros pueblos.
* X Encuentro Internacional de Economistas Sobre Globalización y Problemas del Desarrollo. La Habana del 3 al 7 de marzo de 2008
http://www.eleconomista.cubaweb.cu/globalizacion/2008/dia1_8/decada-prod...
https://www.alainet.org/en/node/126084
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