Tres abuelitas

30/11/2009
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Paseando con Florencia resonaba en mi memoria la canción de Víctor Jara con sus versos desordenados: corriendo a la fábrica, iba a encontrarse con él, donde trabajaba... Florencia con 18 años brincaba cada día por los caminos arenosos de su pueblo minero hacía la fábrica del cobre, en el Norte semidesértico de Chile. Cargaba, además de con su alborozo, una cazuelita de comida para su esposo. Cinco minutos con él. Ahora, en un trotar mucho más renqueante, me cuenta –con una sonrisa ancha- de un día de 1974. El Golpe había derrotado el proyecto del pueblo y eran años de represión.
 
“Me tomaron presa los Pacos, que así llamábamos entonces a los policías, junto con dos amigas. Ellos ya sabían de mí, de mi trabajo en el Sindicato, pero no tenían ningún motivo para detenerme. Dijeron que el día anterior habíamos querido quitarles la comida a los obreros. De camino a la Comisaría nos pasearon por el pueblo para asustar. A nosotras - que ya lo estábamos- y a todito el pueblo.
 
 “El aire que nos golpeaba al correr de la furgoneta llenaba de frío los tres pechos aterrados para expulsarlo después transformado en gritos. Durante todo el recorrido picábamos en los barrotes de la cabina exterior que parecía queríamos quebrar con nuestro pataleo. ¡Nos llevan presas! Aullábamos como lobas heridas. Todo el pueblo se enteró. Menuda escandalera.
 
“Nos empujaron hacia un rincón de la Comisaría mientras sus miradas escupían sobre nosotras. Con nuestras manos enlazadas ni un momento cesamos en nuestro griterío. ¡Es una injusticia! Sacudidas por aquellos cuerpos sarnosos nos obligaron a entregarles todas nuestras cosas, el bolso, el reloj, el dinero y ¡ah!, también mis lentes. ¡Pero yo no veo nada! –mentí- sin lentes no veo nada. Y tropezando con todo hacía que no veía nada. Conseguí poner nerviosos a esos dos carabineros que discutían entre ellos esperando al Capitán. 
 
“-Como las han tratado, nos preguntó con desaire nada más cruzar la puerta. –Con prepotencia -respondí yo, -pero eso es natural entre ustedes. Son todos unos prepotentes, le desafié.”
 
Florencia y sus amigas, fueron liberadas, dice ella que por escandalosas. Será. Porque desde entonces Florencia sigue clamando por el reconocimiento de sus derechos como mujer y campesina. 
 
Recién supe de ella. Al llegar a Chile le esperaba, junto a Pancha y Alicia, un premio del Gobierno por su trabajo en ANAMURI, una organización de mujeres campesinas que se enfrenta a la agroexportación de fruta que vacía de comida el campo y explota a las trabajadoras locales y a las mujeres inmigrantes, peruanas y bolivianas, que llegan para la temporada de la recolección. El representante del Ministerio de Agricultura dijo en su discurso “esta trilogía de mujeres activistas y luchadoras son lo mejor que tiene el movimiento rural y la espina mas grande del gobierno. Aunque ustedes tienen toda la razón, lamentablemente, no hay vuelta atrás”
 
Las tres abuelitas una vez más se dieron las manos y levantaron la voz: “Claro, nosotras tampoco queremos vuelta atrás, queremos futuro y para eso tenemos que cambiar el presente”.
 
- Gustavo Duch Guillot
https://www.alainet.org/en/node/138076

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