Los holobiontes
- Opinión
Nos lo explicó hace unos días el poeta-filósofo Jorge Riechamm, “debemos saber que los seres humanos somos holobiontes”. Es decir, estamos hechos de seres vivos.
Estamos hechos de seres vivos, somos un fabuloso zoológico donde junto a nuestros 30 millones de células conviven unos cien billones de microorganismos que representan más de un 2% de nuestra masa corporal, uno o dos kilos de nuestro peso total, que no es poco. La flora intestinal, un buen rebaño de bacterias en el estómago que colaboran en la digestión, es bien conocida, pero otros microbios y seres vivos como ácaros nos habitan en los ojos, en la piel y en cualquier otro rincón de nuestro cuerpo. Conocer nuestro contenido es fundamental para tener cuidado del continente. Tiene mucho que ver con las miradas sanitarias holísticas muy diferentes a la superespecialización con la que muchas veces se abordan los desafíos frente a la pérdida de salud.
La tierra nutricia, ese manto de pocos centímetros de profundidad donde brotan nuestros alimentos, no es solo un acúmulo de minerales. Es otro holobionte. Como explica Francesc Font en su libro Arrelats a la terra si tomamos con una cucharadita de postre una porción de tierra, estaremos recogiendo, al menos, unos cien millones de bacterias, un millón de hongos y algunas decenas de protozoos, nemátodos o insectos que, exactamente como nuestra flora bacteriana, tienen un papel fundamental para mantener el mágico y caótico equilibrio de la vida. Este microbioma en la tierra, por ejemplo, asociado a las raíces de los vegetales es quien permite su alimentación y crecimiento y por lo tanto el pilar de toda la cadena trófica.
Pero que la tierra cultivable es un holobionte parece que la gran industria agroalimentaria lo ignora. Como esa medicina que todo lo trata con antibióticos matando lo perjudicial y lo beneficiario, este modelo predominante de agricultura trabaja agresivamente aplicando todo tipo de venenos, incluso de forma preventiva. Como esa alimentación que solo piensa en que ganemos peso y energía a base de dietas hipercalóricas, el modelo predominante de agricultura mantiene dopada a la tierra a base de fertilizantes sintéticos. De hecho la metodología del monocultivo es el mayor exponente de la ignorancia agraria que nos rodea. Y acabando con la biodiversidad y su armonía, la aparición de plagas está servida.
Y acabando con la biodiversidad y su armonía, la aparición de pandemias está servida.
Porque nos falta un último elemento para entender esta realidad holobióntica. Quizás el más difícil de interiorizar en nuestra sociedad antropocéntrica, de “homus deus”, de únicos sujetos sobre la Tierra con derechos y sin obligaciones… pero seguro que él más importante. El ser humano no es solo continente. Somos contenido de un ser vivo mayor, global al que podemos llamar Tierra o Gaia pero que debemos sentir. Lo dijo poéticamente Konrad Lorenz, “La ruindad ética y estética de la sociedad actual se debe al alejamiento de la Naturaleza”.
- Gustavo Duch Guillot es autor de Alimentos bajo sospecha y coordinador de la revista Soberanía Alimentaria, Biodiversidad y Culturas.
http://gustavoduch.wordpress.com/
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