Gobiernos en la encrucijada
- Opinión
Optar: numerosos indicios anuncian el agotamiento de un ciclo iniciado con el siglo, durante el cual hubo nuevamente espacio para que gobiernos de corte progresista pudieran conciliar perentorias demandas de masas y voracidad del capital. Estudios futuros dirán si efectivamente durante esa fase hubo redistribución positiva del ingreso, o si las sensibles mejoras fueron sólo expresión de la reactivación después de brutales caídas en el giro económico. Mientras tanto, está a la vista que varios gobiernos latinoamericanos afrontan la insoslayable necesidad de asumir la lucha de clases o plegarse nuevamente a los dictados imperiales.
A punto de culminar la primera década de este siglo XXI, y mirando en retrospectiva qué han hecho los llamados gobiernos progresistas de la región, se revelan algunas peculiaridades, que explican las derivaciones políticas hoy previsibles. La mirada no es ociosa: sugiere qué debe cambiarse, qué vacíos deben cubrirse, y en paralelo, cuánto sirven de alerta ante el supuesto avance de la derecha en esta zona del mundo. A tales efectos será útil el siguiente inventario de patrones comunes en la conducta de estas experiencias político gubernamentales: 1- Probablemente la más trascendente es que a diferencia de lo que comúnmente se cree o dice, en los años 2002-2003 estos gobiernos auspiciaron o toleraron, no importa ahora las razones, un nuevo ciclo neoliberal, que a diferencia del anterior, mostró una mayor atención a la deuda social que heredaban, en parte causante del colapso del ciclo anterior; es decir, con una retórica muy crítica de dicha herencia y sus responsables locales y en general con algunas políticas que apuntaron a cierta mejoría en materia de redistribución de la riqueza generada.
2- A pesar de estos rasgos menos ortodoxos, el nuevo ciclo respetó firmemente e incluso profundizó aquellos que le dieron el sentido neoliberal, en especial la extendida transnacionalización de las economías locales, marcadas por una globalización cada vez más despiadada, a veces grosera, que no mellaron a pesar de la mencionada retórica pretendidamente nacional y popular, o por cambios menores como el caso de las políticas monetarias más proteccionistas; pero el hecho indiscutible es que no pueden mostrarse iniciativas o acciones gubernamentales que horadaran realmente esos intereses transnacionalizados.
3- Por el contrario, los principales beneficiarios de las altas tasas de crecimiento “asiáticas” y de la notable recuperación de estas economías fueron en primer orden los grandes capitales locales subordinados a las transnacionales de los países centrales, que aprovecharon hábil y codiciosamente las nuevas fortalezas financieras, la garantía de crecientes y abultadas reservas en los respectivos Bancos centrales y los generosos flujos de capitales o precios artificialmente abultados de las exportaciones, que se expandían al calor de las burbujas financieras del momento o del festín crediticio imperante.
4- Bajo estas condiciones, en un clima de prosperidad económica recuperada, puede admitirse como un mérito que estos gobiernos, más allá de lo limitado de su alcance, hayan tenido la decisión para, vía impositiva u otras más creativas, implementar políticas redistributivas e intentar combatir las peores secuelas de la pobreza, la insalubridad y la ignorancia. El propio poder económico pareció entender estas iniciativas, apoyándolas o permitiéndolas, visto el enfoque que los grandes medios de comunicación hacían de ellas y de sus precursores.
5- El plan Hambre Cero, los subsidios a jefes y jefas de hogar, o el denominado Manos a la obra, así como otros enfocados a temas de salud, educación y vivienda, en su mayoría de corte asistencialista, conforman un paquete que caracterizaron la gestión social, pero también marcaron el límite de hasta dónde querían llegar las autoridades.
6- El estallido de la llamada burbuja inmobiliaria, con su correspondiente secuela de crisis sistémica en el primer mundo, puso fin de forma abrupta a este círculo virtuoso en que los gobiernos alentaron la imagen de que se podía quedar bien con todos los sectores sociales, al extremo que algunos se preguntaban si aún era válido el viejo concepto de la lucha clases, y se ufanaban con la utopía de la construcción de un capitalismo más humano, mirando con desdén el llamado del líder venezolano Hugo Chávez y del presidente boliviano Evo Morales, quienes en solitario se animaron a proclamar la necesidad de la sustitución del régimen capitalista y de un cambio genuinamente revolucionario.
7- De modo que la primavera socioeconómica, con su correlato político, duró más bien poco y hacia fines de 2007 y principios de 2008 entraba en una etapa confusa, plagada de incertidumbres y reacciones en ocasiones sobreactuadas de los grandes capitales locales. Como era de esperar, las autoridades que se auto calificaron de progresistas enfrentan ahora el dilema de que los excedentes cada vez se reducen más, el fantasma del déficit fiscal primario vuelve sobre sus pasos (era el común denominador en los años 1990) y con ello, las posibilidades objetivas de mantener el doble y en adelante contradictorio esquema de garantizar pingües ganancias y crecientes utilidades a las transnacionales y, por el otro, reducir la pobreza, el desempleo o atender viejas y nuevas deudas en materia de educación y salud.
8- Con la fuerza que la gravedad de la situación impone, algunos de estos gobiernos salientes o en retirada, con aspiraciones de dejar una continuidad de sus políticas con figuras o fuerzas de igual color en el próximo gobierno, objetivamente tendrán que experimentar decisiones que en algunos casos los llevarán a contradicciones con el gran capital o parte de él, tendrán que tomar el camino de la rendición política y electoral. Profundizar o conceder parecen ser las dos únicas alternativas que les quedan.
En resumen, los pueblos latinoamericanos enfrentan en adelante el desafío de que regresen a los gobiernos alternativas de derecha desembozada, arrogante en muchos casos por la extracción social elitista de sus líderes, tocados de cierto espíritu mesiánico de salvar al capitalismo de los “desvaríos retóricos” de los progresistas locales, quienes en última instancia y dada las limitaciones arriba apuntadas, crearon las condiciones de su propia y eventual derrota electoral. Existe un debate si estas fuerzas derechistas triunfantes se verán compelidas a respetar algunos de los avances sociales, en definitiva inocuos para los grandes intereses que representan. Pero lo que sí está claro es que intentarán modificar los progresos en las respectivas agendas internacionales que permitieron madurar en América Latina niveles sin precedentes de independencia a los dictados imperiales.
¿Qué harán los pueblos y las fuerzas políticas y sociales de izquierda? ¿Deberán apoyar las propuestas electorales de los progresistas en retirada, empujándolas y presionándolas desde ahora para que se radicalicen y puedan salir airosas del convite electoral gracias a un mayor apoyo popular? ¿Será posible una alternativa genuina y claramente más radical que gane las elecciones? O fatalmente el camino que queda es prepararse para la resistencia... La respuesta no es fácil; pero no por ello menos urgente.
Fuente: http://www.americaxxi.com.ve/numeros/0060/noticias0060/tapa02.html
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