La deuda ecológica
20/01/2009
- Opinión
En mayo del 2007, Evo Morales envió a la Cumbre de los Pueblos que se realizaba de forma paralela a la reunión de presidentes de la Unión Europea y América Latina, un documento que llamó "Cambio Climático: 10 mandamientos para salvar el planeta, la humanidad y la vida". Era el discurso que pocos días después pronunciaría ante las Naciones Unidas.
En el magnífico manifiesto, el presidente de Bolivia señala claramente que para frenar el cambio climático debemos ser conscientes de que se trata de una lucha entre dos formas de entender el mundo, aquella de la muerte y la contaminación frente a la de la vida y la paz. Lo primero es la esencia del modelo capitalista depredador que en lugar de crear, mata, que en lugar de proteger, vende, que en lugar de promover el buen vivir, alimenta la voracidad de pocos. En las relaciones entre países del Norte y del Sur ha sido un proceso histórico que persiste hasta nuestros días. Ningún país mejor que Bolivia conoce esta realidad, desde Potosí en adelante. Pero el saqueo y las injusticias ambientales y sociales continúan. Como bien lo enfatiza Evo, esta realidad ha provocado que sea el "Norte 'desarrollado' el que tiene una deuda ecológica con el Sur y con el mundo entero". Los países del Sur, somos en realidad los acreedores de esta deuda y no como se tiende a pensar, que somos nosotros quienes debemos.
La deuda ecológica es, de acuerdo a la Alianza de los Pueblos del Sur Acreedores de la Deuda Ecológica, precisamente esta responsabilidad que tienen los países del Norte con los pueblos del Sur. Se la puede reconocer por diferentes factores.
Historia de saqueo
Uno de ellos es debido a la expoliación de recursos que se dio durante la invasión, conquista y colonización de Europa a las tierras americanas. Como parte de esta deuda histórica están los millones de toneladas de oro o plata que fueran extraídas y llevadas a España, Portugal, Inglaterra, y otros países europeos. Como parte del botín salieron riquezas culturales, de biodiversidad o de conocimientos. Durante siglos, se provocó la muerte de millones de indígenas, o de africanos que fueron diezmados por enfermedades, o trabajos forzados, o simplemente eliminados. Es muy importante que la deuda histórica de Europa con América y África sea reconocida en toda su dimensión, y resarcida en la actualidad. Y también con otros países, como Indonesia (con la colonización holandesa) y tantos otros lugares del mundo donde el saqueo prosigue. No solamente como un proceso de conocer la verdad, sino por una cuestión de justicia y reparación. El reconocimiento de esta deuda debería estar presente en todos los tratados internacionales y en los mecanismos de cooperación entre las naciones deudoras y acreedoras.
Agricultura
Otro factor que va generando una deuda ecológica es aquella que tiene que ver con la agricultura. Los países del Sur, por imposiciones de instituciones financieras internacionales y grandes capitales relacionados con la alimentación, en lugar de cumplir con el objetivo de satisfacer primero las necesidades internas, destinan tierras y otros recursos como el agua para establecer cultivos de exportación, muchos consumidos en países industrializados del Norte. De esta forma pone en riesgo la seguridad y soberanía alimentarias, y afecta considerablemente las economías campesinas. Especial afectación ocurre con el agua, pues se degrada o pasa a ser controlada por manos privadas. Estos monocultivos utilizan además paquetes tecnológicos basados en semillas "mejoradas" o transgénicas y agrotóxicos contaminando fuentes de agua, suelos y la salud humana. La nueva amenaza son los agrocombustibles, los cuales significarán un mayor incremento de la deuda ecológica.
De igual forma, los recursos marinos se ven diezmados por la demanda que se ejerce desde los países del Norte.
Biopiratería
Los países del Norte, la industria de semillas y farmacéutica, se han enriquecido por medio de la apropiación de la diversidad agrícola y silvestre y de su conocimiento vinculado, con fines comerciales. La biopiratería constituye una parte muy importante de la deuda ecológica pues se basa en la apropiación intelectual ilegal e ilegítima de conocimientos relacionados con el mejoramiento de las semillas, uso de plantas medicinales y otros sobre los que se sustenta la biotecnología y la agroindustria moderna, por las que tenemos que pagar regalías.
Industrias extractivas
Los megaproyectos como carreteras, hidroléctricas, puertos, hidrovías, entre otros, provocan un conjunto amplio de impactos sociales y ambientales. Al ser la mayoría de estos proyectos orientados hacia la exportación de recursos hacia el Norte los hace generadores de deuda ecológica del Norte con el Sur.
Las economías del Sur del mundo se sostienen gracias a la extracción de recursos naturales, muchos de ellos no renovables y con carácter extractivo a gran escala. Por ejemplo, la minería o la industria petrolera. Estas actividades, por esencia contaminantes, destruyen los ecosistemas en el lugar donde se realizan y afectan la vida de las poblaciones locales. El principal destino de estos minerales e hidrocarburos es la industria y el transporte del Norte. A veces son regiones internas (como Orissa, Jarkhand, Chhatisgarh en la India) las que se convierten en colonias exportadoras de materias primas para las zonas industriales. Lo mismo ocurre en Brasil.
La deuda del carbono
Otra causa de la deuda ecológica del Norte hacia el Sur es la quema desproporcionada de combustibles fósiles como el gas, el carbón o el petróleo, que causa el cambio climático y sus catastróficas consecuencias. Es así que también existe una deuda ecológica por el cambio climático, también llamada deuda de carbono, porque el CO2 es el principal gas con efecto invernadero. La deuda de carbono existe tanto por los impactos que causa el caos climático, como por las soluciones que se pretenden tomar para supuestamente frenarlo, como son los mecanismos de Kioto. A su vez, los planes de adaptación, en lugar de ser un alivio, podrán ser nuevas cargas para los pueblos del Sur.
Deuda ecológica y deuda externa
En este sentido, debemos mencionar la relación entre deuda ecológica y deuda externa. Los países de África, Asia o América Latina, sufren las cadenas de una deuda financiera. Deuda que fue adquirida en su mayor parte para llevar a cabo proyectos que significaron severos e irreversibles impactos, económicos, sociales y ambientales. En gran medida, a su vez, estos proyectos formaban parte de planes de construcción de infraestructura destinada a la exportación de recursos. Todo esto se justificó con el argumento de que debemos cumplir con el servicio de la deuda. La banca financiera internacional es en realidad un deudor gigantesco con los pueblos del Sur.
Si comparásemos el monto que reclaman de nosotros los países y bancos acreedores, con la suma de todas las deudas históricas, sociales y ambientales que hemos mencionado (quedando aún varias por detallar), vemos que es significativamente menor. Un ejemplo claro es el de la Texaco y el Ecuador. Cálculos de científicos serios apuntan a que lo que Texaco tendría que pagar al Estado ecuatoriano no sería menos de 27.000 millones de dólares para cubrir únicamente una parte de los daños (contaminación de aguas, suelos y enfrentar los problema de salud de la gente local), sin tomar en cuenta todas las demás externalidades que se produjeron durante las operaciones de Texaco.
Ahora bien, la deuda financiera pública externa del Ecuador, de acuerdo a las cifras de la Comisión de Auditoría Integral del Crédito Público (CAIC), alcanza cerca de 13500 millones de dólares, es decir la mitad de lo que debería Texaco al Ecuador.
Hablar de deuda ecológica en el contexto de la deuda financiera es útil y necesario, pues no solamente que permite efectuar comparaciones entre las deudas ecológica y financiera sino que el análisis de los impactos ambientales que pueden haber causado determinados proyectos permitiría tener más argumentos para la declaratoria de ilegitimidad de estos créditos.
Así fue que en Ecuador, a partir del Decreto Presidencial del 9 de julio del 2007, dictado por Rafael Correa se constituye la CAIC, cuyo objetivo fue realizar una Auditoría Integral y una acción fiscalizadora. La CAIC presentó sus resultados a fines del 2008, y abre el camino para una posterior declaración de ilegitimidad de créditos contraídos por el Ecuador basándose en consideraciones ambientales.
El gobierno del Ecuador ha dado algunos pasos importantes en cuanto al reconocimiento del Ecuador como un país acreedor de una deuda histórica, social y ecológica. Así lo mostró en su momento la ex canciller María Fernanda Espinosa, la constitución de la CAIC, o los discursos del presidente en diversos foros internacionales. Sin embargo, como dice el dicho, "lo que se hace con la mano no se puede borrar con el codo", y esto es lo que está haciendo Rafael Correa.
Hace pocos días, el lunes 12 de enero, fue aprobada la Ley de Minería por parte de la Asamblea Nacional, mientras que, tanto ecologistas en las afueras del Palacio legislativo, como dirigentes indígenas al Sur del país, sostenían una huelga de hambre en rechazo a la Ley Minera. La minería, así como la industria petrolera, es una de las más contaminantes y es generadora de una gran deuda ecológica. Los principales consumidores de estos minerales serán los países del Norte mientras en el Ecuador quedarán los daños sociales y ambientales. Hace poco también Correa anunció la licitación del Bloque ITT Yasuní, dando la espalda a miles de voces que apoyaban su propuesta inicial de dejar el crudo en el subsuelo. Esperemos que la baja del precio de las materias primas no lleve a los países exportadores a exportar todavía más para intentar vanamente mantener los ingresos.
Correa está perdiendo una oportunidad histórica, de ser reconocido como el presidente que iniciara un camino distinto, semejante al que Evo Morales señala en sus 10 mandamientos. Un camino hacia el buen vivir, hacia un Ecuador que respete la vida y el bienestar de sus habitantes. Reconocerse acreedor de una deuda ecológica y al mismo tiempo echar al traste propuestas como la de salvar el Yasuní o acuñar la Ley de Minería es una gran contradicción e inconsecuencia. A los viejos economistas (aunque sean de izquierda) les cuesta mucho entender el valor de lo ecológico y de lo humano que no se expresa en precios.
- Ivonne Yánez es Cordinadora Regional de Oil Watch Sudamérica. Miembro de la Alianza de los Pueblos del Sur Acreedores de la Deuda Ecológica. sudamerica@oilwatch.org / www.deudaecologica.org
- Joan Martínez Alier es catedrático de economía e historia económica en la Universidad Autónoma de Barcelona, y autor de varios libros. Miembro fundador de la Sociedad Internacional de Economía Ecológica.
https://www.alainet.org/en/node/141129?language=en
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