Gruñidos anacrónicos de la derecha testaruda
14/01/2013
- Opinión
Todavía en la década de los noventa varios presidentes electos en América Latina lo primero que hacían era alistar maletas para realizar el primer viaje como mandatarios rumbo hacia Washington; no podían visitar antes ningún otro país que no sea los Estados Unidos. Ese era un viaje obligatorio. Inclusive cuando estaban en campaña electoral, los candidatos acostumbraban ir al norte para recibir la ‘santa unción’ del inquilino de la Casa Blanca. La sumisión era sin límites. Por el contrario, Cuba era el último país que pensaban visitar o que sencillamente no visitaban; es más, evitaban tener buenas relaciones diplomáticas con el gobierno de la mayor de Las Antillas. El imperio tenía a esos países de rodillas y condicionaba las migajas a cambio de que adversaran a la revolución cubana. Esa actitud ha ido cambiando en los gobiernos en donde los presidentes han sido elegidos por los movimientos populares progresistas.
En 1959 al realizar Fidel una gira por los Estados Unidos para promover un mejor entendimiento hacia la revolución cubana, un periodista estadounidense le preguntó: “¿Pidió asistencia económica?”. El dirigente revolucionario respondió: “No. Aquí en los Estados Unidos están acostumbrados a que los gobiernos vengan a pedir dinero. Yo vine para buenas relaciones, para un buen entendimiento, para buenas relaciones económicas. Somos gente pobre, pero en un país rico. Queremos trabajar en nuestro país”. Así, Fidel, le estaba diciendo a los Estados Unidos -y en su propio territorio-, que la revolución cubana tenía dignidad; que Cuba no se amilanaba ni mendigaba nada. En esa misma gira, luego de tener una reunión con el Vicepresidente Nixon, este envió un informe al Presidente Eisenhower, en el que describía a Fidel como un comunista que debía ser derribado. La historia de los innumerables intentos frustrados por acabar con el líder cubano es conocida.
Han pasado varias décadas de aquél episodio con el que Fidel señaló cuál era la naturaleza de la revolución cubana. En los últimos lustros, algunos gobiernos dignos de América Latina no han temido al imperio ni han ido tras sus migajas; y como si fuera poco lo han desafiado al visitar la isla. Uno de esos actos valientes lo protagonizó el líder bolivariano Hugo Chávez cuando en 1994 -cuatro años antes de su primera elección como Presidente- visitó Cuba por primera vez y conversó ampliamente con Fidel Castro. Desde entonces ya mostraba autonomía y total independencia de lo que dijera la Casa Blanca.
En una entrevista a Fidel realizada por Frei Betto en 1985 el Comandante le explica: “no creas que cualquier jefe de Estado se atreve a visitar a Cuba, no creas que cualquier político se atreve a visitar a Cuba, puesto que jefes de Estado y políticos tienen que tomar muy en consideración lo que piensa Estados Unidos, y muchos de ellos tienen en cuenta eso, temen represalias económicas, políticas, temen disgustar a los Estados Unidos, o que necesitan alguna ayuda de ellos, o algún crédito en el Banco Mundial, en el Banco Interamericano, o deben negociar con el Fondo Monetaria Internacional…visitar a Cuba se convierte, realmente, en una manifestación de independencia”.
En los últimos diez años la prensa comercial y los políticos reaccionarios han gruñido desesperadamente porque no han sido poco los presidentes que han visitado varias veces Cuba, para fortalecer las relaciones bilaterales y firmar convenios en áreas de la salud, educación, deporte, ciencia y tecnología, etc., y ya Washington nada puede hacer contra ellos. Además la creación de organizaciones de integración política y económica como la Alianza Bolivariana para las Américas (ALBA), Petrosur, Petrocaribe, Petroandina, TeleSur, el Banco del Sur, la UNASUR, la CELAC, el MERCOSUR, entre otras, se han convertido en espacios significativos alternativos a la política y control de los Estados Unidos.
Pero a la satanización contra la revolución cubana, la dictadura mediática imperialista sumo también la demonización contra la revolución bolivariana. Hoy a los nombres de Fidel, Raúl y Hugo -verdaderos símbolos de resistencia y esperanza de nuestros pueblos-, se suman dirigentes como Evo Morales, Rafael Correa, Cristina Fernández, Dilma Rousseff, José Mújica entre otros. Sus países tienen excelentes relaciones políticas y económicas con Cuba y Venezuela, y sus gobiernos a diferencia de otras décadas, no priorizan viajar a Washington.
En días recientes a propósito de la visita de José Mujica, Evo Morales y Daniel Ortega a Caracas, y Cristina Fernández y Ollanta Humala a La Habana, cada uno expresando simpatía y solidaridad con el líder bolivariano, la prensa reaccionaria vociferó inútilmente. Esos aullidos ya no atemorizan a nadie, porque los pueblos continúan construyendo sus caminos y defendiendo sus derechos.
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