El sentido de las palabras a 21 años de resistencia zapatista

04/01/2015
  • Español
  • English
  • Français
  • Deutsch
  • Português
  • Opinión
-A +A

 

Llega el 2015 y en una oficina, aguardan un grupo de palabras formadas en una larga fila de espera. Están ahí formadas a la espera de ser resignificadas. Son palabras como “democracia”, “autonomía”, “libertad”, “justicia”, “alimentación”, “conservación” o “bienestar”, cuya espera es tan larga como un cuarto de siglo de un régimen neoliberal inoperante, autómata, “inteligente” tecnológicamente hablando, pero estúpido y autista en sus finalidades. Un régimen incapaz de sostener a largo plazo la ecología del planeta y la existencia de una humanidad constituida por diversidades. La espera para que estas palabras tengan sentido es larga como los 21 años de opresión política y militar que postergan el reconocimiento de los acuerdos firmados. Larga como la demagogia de un aparato estatal-institucional que basa sus funciones en un clientelismo administrado por caciques políticos regionales y locales, por un corporativismo y corrupción que ya son conceptos normales, son herramientas de la cotidianidad que le dan a las palabras “derecho, solidaridad, respeto, dignidad”, un sentido aunque este sea completamente torcido.
 
Y es que tenemos en nuestro diccionario de palabras habituales algunas que se han manoseado mucho, y que siguen sin tener un sentido real. En la vida de los hombres y mujeres, trabajadores y trabajadoras, campesinos y campesinas, maestros y maestras, indígenas y jóven@s del país, estas palabras se escuchan en las campañas políticas y comerciales de la televisión, resuenan en las publicidades que regala el gobierno para justificar sus reformas, y se sueltan ya en cualquier momento, documento, y por cualquier personaje, ya sea funcionario, candidato, autoridad electa o autonombrada. Son palabras de uso tan recurrente, que resultan huecas como una referencia a un pasado lejano, o algo que refiere a una aventura contada que en definitiva habla de lo no vivido. Y no es casualidad este vacío del sentido, a fin de cuentas, ¿quiénes son los responsables de otorgarle sentido a las palabras?, ¿es el estado mexicano, o sus instituciones legislativas, judiciales, ejecutivas y mediáticas los responsables de otorgarle a la democracia y a la libertad algún sentido?, ¿cómo podrían dárselo, si lo único que han hecho es apostar por la imposición, la dependencia, la opresión, la injusticia y la impunidad?. Entonces, ¿qué legitimidad tiene el estado-nación mexicano cuya historia es la opresión, la obediencia-sumisión, y la privación de la vida o de cualquier libertad ganada, anteponiendo los intereses de un grupo por los de la mayoría ganados a base luchas que costaron miles de vidas.
 
El sentido de las palabras, es decir la condición lógica para que un signo lingüístico tenga alguna referencia con un objeto de la realidad está surgiendo desde hace tiempo en las cañadas, selvas y altos de Chiapas. Por ello no es casual que el zapatismo haya emergido en un rincón del país donde la expansión del estado y la modernización de la sociedad se basó en la desposesión constante de los bienes agrarios de las comunidades indígenas para transformarlas en peones o servidumbre sin ningún poder de decisión sobre sus recursos naturales, entes sometidos de por vida y sin vida por una casta latifundista de terratenientes que son el espejo de quienes gobiernan hoy el estado y al país. Finalmente, oligarquías políticas que nunca dudaron al insistir en que su proyecto de sometimiento y opresión social es ante todo un proyecto “revolucionario”, “democrático”, de “justicia social” y de “libertad”.
 
Usurpar lo usurpardo
 
Quizás a causa de la presencia del zapatismo es que se pueden observar hoy en el territorio procesos gubernamentales que utilizan al desarrollo, el progreso y la modernización para imponerse y apropiarse a través de la destrucción de los recursos y de la usurpación de los espacios. Un caso reciente es el desmantelamiento de los Centros de Desarrollo Comunitarios (CEDECOS) conocidos como “La Albarrada”, proyecto que originalmente fue creado en 1989 por organizaciones sociales ligadas a la antigua diócesis de San Cristóbal, quienes desarrollaron una infraestructura humana y física de talleres, invernaderos, chinampas, bosques para capacitar y crear opciones productivas que fueran dignas. Estos centros fueron usurpados con violencia y amenazas de muerte después de 1994 por el entonces gobernador de la entidad Patrocinio González. La usurpación quedó en las manos de la Secretaria de Desarrollo y Participación Social del Estado de Chiapas, institución que utilizaba a los CEDECOS como un medio de cooptación electoral pero que seguía al menos impartiendo talleres. Sin embargo con la llegada del gobierno de la mamá del actual gobernador, (el peor que ha sufrido Chiapas en términos incluso de dirección política, peor aún que el del sobrino del poeta), se ha decidido que los CEDECOS deben desaparecer para ser parte de la SAGARPA, por lo que vemos que incluso al interior del estado se dan las usurpaciones de espacios de por sí usurpados.
 
Cooptar con clientelismo
 
Pero, no es la única usurpación del gobierno estatal. Otras quizás más voraces han sido implementadas por el Estado en las comunidades aledañas a los zapatistas de los Altos de Chiapas. El caso más simbólico, ha sido el del Programa Especial de Seguridad Alimentaria (PESA) abanderado por la FAO, y cuyo padrón de beneficiarios ha sido nutrido por las agencias de desarrollo que participaron desde el 2007 en un programa de abastecimiento de insumos a los campesinos alteños denominado el Programa de Maíz Solidario (hoy denominado Programa de Maíz Sustentable). Lo interesante es que las comunidades beneficiarias de los programas de abasto de los municipios de Zinacantán, San Juan Chamula, Huixtán, San Pedro Chenalhó, San Pablo Chalchihuitán, San Juan Cancuc, Tenejapa, Amatenango son curiosamente las mismas por las que pasa la traza de la nueva super-carretera “San Cristóbal de las Casas – Palenque” que el gobierno estatal quiere imponer a costa de la violencia simbólica y paramilitar para concretar su proyecto narco-turístico-extractivista. Entonces: ¿Se puede pensar que hay en la dotación de insumos alimentarios y la planeación territorial una coincidencia? o ¿estamos hablando de una estrategia gubernamental perversa de quienes a escondidas maicean con minucias a las comunidades campesinas e indígenas, para evitar el rechazo a la carretera mediante las sabidas técnicas de clientelismo y el corporativismo caciquil común en la entidad?. Una anécdota chusca sobre este punto, fue el día que se presentó el gobernadorcito a inaugurar un foro de académicos diciendo que llegaba con una hora y media de retraso porque “venía de firmar un acuerdo contra la paz en los Altos”, sin darse cuenta de su inconsciente lo traicionó tuvo que salir por la puerta trasera ante la rechifla general.
 
Cooptar la plaza pública
 
Desde entonces como hasta ahora, el objetivo del gobierno es incorporar a las comunidades y a sus valiosos territorios en el modelo de desarrollo social que se ha impuesto a través de la utilización de eufemismos conceptuales: modernización, progreso social, responsabilidad, bienestar, buen vivir, siguen siendo las palabras que utilizan los pseudo-políticos. Pero, al no poder controlar el sentido de las palabras ahora apuestan a controlar los espacios en donde se pronuncian. Parece ya una estrategia generalizada en el país, tal y como sucede en San Cristóbal, que los espacios públicos como el zócalo denominado “Plaza de la Paz y de la Resistencia” (lugar históricos de un diálogo cada día más necesario ante la violencia, desaparición y masacre de estudiantes que vivimos) es hoy y desde hace meses un espacio cooptado completamente por el municipio. El sinsentido no puede ser más que el resultado de la inoperancia política de quien se ha dedicado a destruir las banquetas para reconstruirlas (usando así los recursos del ramo 33) sino que se traduce en la ocupación de escenarios para grupos musicales y ahora en una resbaladilla gigante y una pista de patinaje que traen como costumbre la publicidad partidista a favor del gobernador, quien no esconde el carácter electoral y político de tal apropiación pública mismo que constituye una inminente violación a la ley electoral que como se sabe seguirá sucediendo a todas luces impune.  
 
Estas palabras ya cansadas de esperan en la fila, tendrán que buscar su sentido en otro lado. No será a través de una legitimación notarial o jurídica, ni a través de los remaches o parches de una pobre constitución ultrajada que encontrarán algún sentido. Tampoco será en las declaraciones de derechos o tratados de comercio que alcanzarán algún reconocimiento. El sentido de las palabras vendrá a través de su aplicación práctica. Es por eso que el zapatismo a 21 años de aparecer públicamente en la escena nacional e internacional conlleva un replanteamiento que reformula el espíritu de estos términos y que ha dado un contenido a otros tales como “la igualdad”, “la diferencia”, “la resistencia”, “la autonomía”, “la libertad”, “la participación”, “la solidaridad”, “el autogobierno” entre tantos otros. En la práctica esto se ha dado a través de la construcción de una economía solidaria, en la reorganización productiva y colectiva basada en un modelo de soberanía política y alimentaria, pero también en un orden social que permite la formación y participación de todos los miembros de una comunidad en los diferentes niveles de autogobierno. El sentido de las palabras se da en el principio de la existencia de un mundo donde quepan otros, en la fórmula constante de vitalizar los sentidos semánticos que permite la introducción de conceptos que dignifiquen la resistencia campesina e indígena con nociones de desobediencia ante el estado implícitas en el “abajo y a la izquierda”, “la rabia digna” o en “el mandar obedeciendo”. El sentido se construye con un conocimiento más profundo del problema que enfrentan las comunidades indígenas y la humanidad: el modelo obsesivo de extracción y destrucción de la naturaleza, la globalización hegemónica del neoliberalismo salvaje, el estado demencial del capitalismo, y la imposición de un nuevo orden mundial.
 
La idea del aprendizaje y de la construcción constante de los conceptos, el reconocimiento del “otro”,  la reivindicación de nuestra capacidad para crear otro mundo posible, la resignificación de las palabras, son en conjunto una reafirmación de lo que existe pero no se ve, y de lo que no existe pero que ya comienza a verse. Estas aportaciones de los zapatistas y su capacidad ondulatoria para estar constantemente cambiando y adaptando su lucha a la lucha global por la dignificación del hombre y la mujer, es una referencia que le da sentido a las palabras, que por fin dejan de estar formadas en la fila de una oficina y se van caminando una a una en dirección a un caracol.
 
https://www.alainet.org/en/node/166491?language=en
Subscribe to America Latina en Movimiento - RSS