Entrevista a Jean Robert

Los dos tipos de movimientos al interior del zapatismo

17/01/2015
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  • Opinión
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·        ° La autonomía es lo que puede hacer la gente por sí misma… por ejemplo: caminar
·        ° Este es el año del desvelamiento de lo que son realmente las autoridades políticas
·        ° Las cosas efectivas tienen que empezar por cosas pequeñas
·        ° Los zapatistas supieron proponer una iniciativa: La autorganización
 
Jean Robert es arquitecto e investigador de la historia de las percepciones. Nació en Suiza en 1937 y vive en México desde hace 43 años. Es autor de La traición de la opulencia y Los cronófagos, La crisis: el despojo impune, Cómo evitar que el remedio sea peor que la enfermedad (JUS, 2010) entre otras obras. Fue miembro del consejo de redacción de la revista Ixtus y colaborador de la revista Conspiratio. Ha participado en la reflexión de los aprendizajes de la escuelita zapatista, y es un intelectual activo sobre el tema de la libertad.
 
Entrevistador (E): Cuando hablo de Jean Robert hablo de un seguidor de las ideas de Ivan Illich en México…
 
Jean Robert (JR): Amigo, seguidor es mucho decir.
 
E: ¿Cuáles son los aprendizajes que deja una vida de lucha?
 
JR: Pues, yo empecé a luchar en la calle a principios del año 2000 con el movimiento en defensa del Casino de la Selva en Cuernavaca. Antes, mis luchas de primera juventud habían sido de apoyo a los objetores de conciencia, los “pacifistas”. Nunca antes hice cosas que me llevaran a la cárcel. Nunca hice cosas heroicas. Hablo de mis años en Holanda, porque yo abrí los ojos a muchas cosas viviendo en Holanda a principios de los años sesenta, cuando estalló un movimiento muy interesante en las calles para tratar de impedir la invasión vehicular. Ámsterdam en 1960 era todavía una ciudad de peatones y bicicleteros. El presidente municipal de esos años, un señor van Hall, quería absolutamente introducir coches. Eso provocó una resistencia de un grupo de jóvenes que empezaron a pensar el urbanismo del punto de vista de los peatones. Eso es lo que me marcó porque luego ya nunca pude tomar el urbanismo en serio, porque el urbanismo de aquellos años era una cosa de hacer autopistas. Eran los años 60’s en los cuales comenzaron a perderse muchas ciudades históricas. Un caso particularmente absurdo es el caso de Albi, una ciudad medieval en el sur de Francia, destrozada por una autopista que la atraviesa. Los jóvenes activistas de Ámsterdam – se llamaban los “Provos” - lograron en parte evitar este tipo de destrucción. Eso me fortaleció en una actitud hacia el urbanismo que determinó mucho de mi vida ulterior. Tenía que resistir el urbanismo dominante, que da la preferencia a los coches. Mi resistencia fue más bien conceptual. Sin embargo, me he asociado a veces con movimientos de calle. 
 
E: Entonces ¿Cuáles son los tabiques conceptuales con los que construyes tu manera de pensar después de estas experiencias?
 
JR: Para mí tiene mucha importancia la autonomía, lo que puede hacer la gente por sí misma y el paradigma de la autonomía durante muchos años fue para mí el caminar. La gente fuera de excepciones tiene las mismas habilidades de caminar y la industria de los transportes niega esa habilidad y pretende que el hombre no se puede desplazar sin motores. Entonces se crea el sistema de circulación motorizada moderno donde alcanzamos un promedio de velocidad en ciudades como México, París o Londres de casi la misma velocidad de la bicicleta cuando va lenta. El promedio de velocidad vehicular en esas ciudades sobre el día es de 15 a 16 km por hora, usando vehículos construidos para circular a 100 o 150 km por hora. Es una absurdidad. La caminata y la bicicleta se vuelven muy peligrosas e ineficientes porque las distancias crecen tanto que con tus propios pies o sobre tus propias piernas ya no llegas a dónde quieres ir en plazos aceptables…
 
E: ¿Y esto es una metáfora de nuestro contexto actual?
 
JR: Yo muchas veces decía que el transporte motorizado es como una radiografía de la contra-productividad de las instituciones de servicios de la sociedad moderna. Es decir que si entiendes lo que pasa con el trasporte - porque ahí las cosas se ven en términos muy concretos: la movilidad autónoma contra la movilidad heterónoma (no autónoma) – tienes un esquema de lo que sucede con el sistema de salud, los hospitales por ejemplo. Por eso digo que el transporte motorizado es como una especie de radiografía de lo que pasa con otras instituciones de servicio, como los hospitales y las escuelas. 
 
E: Hablando de instituciones: En el caso del contexto actual de México, ¿cuál es el destino que nos ves como sociedad?
 
JR: Yo pienso que México está en una encrucijada. Pienso que este año va a ser muy decisivo y vamos a ver. No me gusta decir eso pero vamos a ver si las cosas van para mejor o para peor porque yo creo que este es el año del desvelamiento de lo que son realmente las autoridades políticas. Hay cada vez menos gente que se va con la finta. Yo hablo mucho con la gente –porque no tenemos vehículo motorizado- y siempre converso con los taxistas de Cuernavaca, donde vivo. Creo que no hay un solo taxista que esté a favor del gobierno. O sea el gobierno ha perdido legitimidad. Entonces es una encrucijada porque las cosas pueden ir por un lado o por otro. No sabemos por dónde puede ir eso. Puede ir por una especie de reflexión colectiva y una realización de que realmente hay que tomar las cosas en nuestras manos y que lo que queremos lo tenemos que hacer.
 
E: Sobre ese punto, ¿cómo podemos colectivizar las propuestas que vienen desde el abajo y la izquierda?
 
JR: Pues yo no sé lo que quieres decir por colectivizar. Contrariamente a los que dicen que hay que crear un solo movimiento, creo en una multiplicidad de movimientos comunitarios entre los que pueden tejerse coaliciones. Hubo algunos brotes de demanda de unificación en la mañana: “hay que crear una unión de uniones”, dijo alguien. Yo creo que las cosas efectivas tienen que empezar pequeñas: en barrios por ejemplo. Entonces los distintos casos se podrían fecundar por el valor del ejemplo. En Cherán, hacen tal cosa. Ahora, los mismos de Cherán a lo mejor se inspiraron en los zapatistas. Yo creo en influencias mutuas, no creo en una organización global. Al menos no en una cosa sistematizada.
 
E: ¿Y este trabajo tiene que ser pacífico? Desde ayer se oyen voces que el poder hay que combatirlo con el poder.
 
JR: Sí. Esta es una cosa que discutimos a la hora de la comida con Jérôme Baschet y Noemí, su esposa. Por un lado, a mí me cuesta alejarme de mi pacifismo atávico porque yo siempre milité en movimientos pacíficos y me cuesta justificar las armas, pero lo que nos decía Jérôme y en cierta forma lo comparto, es que el hecho de tener armas y el hecho de usarlas son dos cosas diferentes. Lo que decía Jérôme es que si los zapatistas no tuvieran armas, los hubieran agredido hasta destruirlos. Pero el arte especial que han demostrado en los últimos años es que tienen armas y no las usan. Pero entonces, ¿para qué sirven? Las tienen como algo que detiene las agresiones. No quisiera formular recetas. Entiendo eso. Mantengo sin embargo mi posición pacifista o mejor dicho no violenta, porque un peligro de las armas es precisamente la tentación de tomar la iniciativa de usarlas. Bajo la amenaza de los drones americanos de la potencia de vigilancia del gobierno, sería además suicida. La vigilancia electrónica es capaz de detectar brotes de violencia antes de que estallen. Y si encuentra motivos de presentar un brote naciente como una amenaza de violencia general, pues el Estado se siente autorizado a todo. Esta dispuesto a “usar la artillería para matar una mosca”. Entonces yo tengo mucho cuidado al hablar de esto. Se podría decir que evado el caso. Más bien lo evito.
 
E: Bueno, ya has mencionado a los zapatistas y ahora estamos cumpliendo 21 años del surgimiento público del EZLN. ¿Qué reflexiones te deja este movimiento?
 
JR: Trataré de resumir lo que estoy observando desde que tengo contacto con ellos. En 1996, vine a Chiapas y empecé a conocer el movimiento desde más cerca. Lo que yo veo es que hay una alternancia entre dos tendencias de los zapatistas. Una hacia fuera, que casi podemos comparar con una expansión, y otra que podemos considerar como un repliegue a las posiciones internas y la organización. Los zapatistas han jugado con mucho talento y muy hábilmente con esta alternancia. El evento de 1996 que llamamos el “intergaláctico” fue un movimiento abierto al mundo para que todos se percataran del proyecto. Lo que ha tenido de extraordinario es que, desde el principio, los zapatistas tuvieron la intuición de que tenían que decir algo a y en un mundo en descomposición o por lo menos en cambio. Se hablaba del mundo bipolar que se derrumbaba y se perdía la fe en los socialismos. Los zapatistas supieron proponer una iniciativa: la autorganización. Luego después de la traición de los acuerdos que había aceptado el gobierno, hay un movimiento, no propiamente dicho de repliegue, pero sí de organización interna. Vino la creación de los caracoles y admiro mucho lo que lograron.
 
E: ¿Qué papel juegan nuestras propias limitantes personales, como por ejemplo “el ego”, para poder organizarnos ante un proyecto colectivo?
 
JR: Yo creo que tenemos que aceptarnos con nuestras limitaciones y actuar lo que somos. A veces me siento también egoísta. Yo creo que hay que aceptar las limitaciones en sí de nosotros. No se trata de ser perfectos, se trata de tener un proyecto de acción.
 
 
 
 
 
 
 
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