Para Maduro sanciones de EE.UU. son prólogo de agresión militar
10/03/2015
La «orden presidencial» de Obama, anunciando la aplicación de sanciones a Venezuela, trae a la memoria las de Bush en vísperas de agresiones militares a Iraq, a Afganistán y Libia.
Ahora como entonces, el motivo seria la «violación de derechos humanos». Esta decisión, como otras similares de sus antecesores, fue transmitida con una agresividad transparente.
Obama, invoca, como los Bush, padre e hijo, “una amenaza a la seguridad de Estados Unidos».
En el documento, dirigido al Congreso y a la Administración, el presidente afirma que la situación existente en Venezuela configura «una amenaza no habitual y extraordinaria a la seguridad nacional y a la política externa de Estados Unidos».
La acusación es ridícula, tal como las sanciones. La negación de visa para entrar en EEUU abarca siete personalidades venezolanas cuyos bienes en el país fueron congelados. Entre ellas tres alto cargos militares: el comandante del Desarrollo Integral de las Fuerzas Armadas; el director de la Policía Nacional bolivariana; y el director general del Servicio de Inteligencia Nacional Bolivariano.
Obama exigió simultáneamente la liberación inmediata de Leopoldo López, líder de una tentativa de golpe, y de los alcaldes Antonio Ledezma y Daniel Ceballos.
Un senador, acompañando al presidente, exigió la dimisión del ministro de Defensa.
El presidente Obama ya nos acostumbró a decisiones peligrosas e irresponsables. Pero difícilmente se encuentra precedente para una actitud tan insensata como la declaración de «estado de emergencia nacional» al acusar un país soberano de amenazar la seguridad de Estados Unidos por (supuesta) «violación de derechos humanos».
Maduro respondió a la provocación amenazadora con un discurso sereno.
Recordó que desde hace 16 años sucesivos presidentes de los EEUU auspician y financian tentativas de golpes de Estado en Venezuela .Todas fracasaron.
Advirtió que el pueblo de Venezuela sabrá una vez más enfrentar y derrotar con coraje una intervención militar o golpista del imperialismo americano, promovida para destruir la Revolución bolivariana y recolonizar el país, imponiéndole un gobierno marioneta.
La primera respuesta a las sanciones fue nombrar para ministro de Interior el general Gustavo López, que dirigía el Servicio de Inteligencia.
Hace cuatro años que las relaciones diplomáticas entre los dos países, caracterizadas por una tensión permanente resultante de la agresividad estadunidense, son llevadas por encargados de negocios.
Venezuela expulsó el embajador de EEUU por actividades conspirativas y retiró el jefe de su misión diplomática de Washington.
Para el presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela, Diosdado Cabello, las sanciones y exigencias de EEUU serian el prólogo de un ataque militar.
Según esa versión, inconforme con la incapacidad demostrada por la oposición interna para derrocar a Maduro, y presionado por generales del Pentágono, el presidente habría decidido asumir la responsabilidad de una intervención militar directa de EEUU.
Observadores internacionales son de la misma opinión.
De un presidente como Barack Obama se puede siempre, sin sorpresa, esperar lo peor en lo que concierne a agresiones armadas a países que no se someten a la estrategia de dominación mundial del sistema. Pero deseoso de mejorar sus relaciones con el Congreso, controlado por el Partido Republicano, no desconoce que una agresión armada a Venezuela bolivariana, en vísperas de la Cumbre de Américas, provocaría una tempestad de indignación en América Latina, incluso en países gobernados por aliados suyos.
El sentimiento de aversión por EEUU asumiría proporciones gigantescas. El éxito de la operación militar seria además problemático.
El sistema de poder redujo progresivamente la capacidad de intervención del presidente Obama. Pero en la guerra no declarada que EEUU promueve contra la Venezuela bolivariana la última palabra –el recurso a las armas- seria suya.
El hombre y el político surgen, bien iluminados, en las sanciones, exigencias y amenazas que constan de su «orden presidencial». Actuó de acuerdo con su conciencia reaccionaria.
Sin embargo no me parece probable que, en esta crisis, ceda a los halcones del Pentágono, involucrando a EEUU en una guerra en América Latina.
Pero, cualquier que sea el desenlace de la escalada contra Venezuela, la responsabilidad del presidente de EE UU en la gravísima situación creada es inocultable.
Se impone por lo tanto la necesidad de un refuerzo de la solidaridad con la Venezuela bolivariana. Es un deber internacionalista para las fuerzas progresistas.
Vila Nova de Gaia, 10 de Fevereiro de 2015
https://www.alainet.org/en/node/168140?language=es
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