Construir un proyecto propio
- Opinión
Artículo publicado en la Revista América Latina en Movimiento No. 509: A 10 años de la derrota del ALCA 17/11/2015 |
A diez años de la III Cumbre de los Pueblos de América, donde derrotamos al ALCA, por la lucha continental de los movimientos sociales y la decisión política de tres presidentes (Chávez, Lula y Kirchner) de no acordar el proyecto ALCA en la Cumbre de presidentes de la OEA. Resulta imprescindible el análisis crítico sobre nuestra responsabilidad en cuanto a la actual realidad de estancamiento y hasta de retroceso en los procesos de Integración político social en América Latina.
Tenemos el reciclaje político de la derecha, con la clara definición de volver a la “agenda neoliberal imperialista de Estados Unidos y las corporaciones”, expresada electoralmente; con Capriles en Venezuela, presente en las elecciones en Brasil y Uruguay; y, ahora también en la Argentina, con la peor expresión neoliberal capitalista: Macri (un Berlusconi, mucho más mediocre aún). Analizar este escenario político social nos exige una valoración autocrítica de la construcción de la “integración de los movimientos sociales, de los trabajadores” hacia el interior de cada país de Nuestra América. En un escenario que reconocíamos como de oportunidad para la construcción de Alternativas, justamente al sistema sustentado por el neoliberalismo del imperio y las corporaciones.
Toda construcción alternativa al orden sistémico requiere de transformaciones sistémicas. Sostuvimos, y aún lo hacemos, que la actual crisis del capitalismo es una crisis de múltiples dimensiones: financiera, alimentaria, productiva - climática, del agua, energética y político-ideológica; es decir, una crisis civilizatoria que amenaza la vida del capitalismo como tal, pero también de la humanidad y del planeta.
Civilización construida por dominios imperiales en el sometimiento de pueblos, ocupando territorios, apropiación de riquezas, de recursos naturales y productos a través de la explotación del trabajo; de la esclavitud al asalariado. La disputa entre la clase dominante y la clase sometida tiene la historia de la construcción misma de la “civilización”. En Nuestra América esta disputa histórica es clarísima, aunque compleja. Así lo expresó Bolívar en su discurso en Angostura: Estamos en un momento extraordinario, pero complicado. Porque, “No somos indios ni europeos, sino una especie media entre los legítimos propietarios del país y los usurpadores españoles: en suma, siendo nosotros americanos por nacimiento y nuestros derechos los de Europa, tenemos que disputar éstos a los del país y que mantenernos en él contra la invasión de los invasores”.
Está claro, la unidad en la lucha de liberación contra el imperio, pero la “complicación” es la construcción de la nueva identidad política ante nuestra diversidad cultural. La construcción de soberanía de los pueblos exige identidad de los pueblos.
Nosotros, en la III Cumbre de los Pueblos de América, en Mar del Plata, definimos que para derrotar definitivamente al proyecto de dominación imperialista debíamos construir un proyecto político, social y económico, propio. Y que, los procesos de integración latinoamericana nos ponían ante la gran oportunidad de hacerlo. Pero, reafirmábamos que el gran desafío de la integración de los pueblos es hacerlo desde los pueblos.
La revolución no se hace desde el Estado, este es el instrumento de disputa de todo proceso revolucionario. Pero, la revolución como proceso de transformación política es la transformación soberana del propio pueblo. He aquí, la vieja discusión no resuelta y que hoy a diez años de haber logrado la mayor (única) unidad de acción política de los movimientos sociales de todo el continente nos pone en cuestión, ante el reciclaje de la derecha de la clase dominante neoliberal capitalista en nuestros países desde una ofensiva imperialista.
No es que el imperio ha logrado superar la crisis sistémica, por el contrario, ésta se profundiza. Hasta el Papa, pidiendo perdón por la responsabilidad de la iglesia en la civilización impuesta, plantea que de seguir así no queda mucho tiempo de vida. El reciclaje viene de la mano de nuestra propia crisis de construcción democrática, entendiendo a la democracia como el ejercicio de la soberanía popular. Por eso, planteamos que lo que se abrió con la derrota del ALCA fue retomar el camino de la revolución democrática en América Latina.
Esta necesidad revolucionaria popular fue claramente expuesta por el Comandante Che Guevara, siendo Ministro de Industria de Cuba, al expresar a los trabajadores que: “La transformación de la producción debe ser simultánea a la transformación del hombre. Debemos ser productores del hombre nuevo”.
Disputa cultural
Está claro que la revolución no se hace por decreto, es necesaria la intervención del Estado para liberar, para generar las condiciones necesarias para que los pueblos decidan su construcción cultural.
La disputa con el sistema está en la “cultura del consumo”. El poder cultural del sistema capitalista está en el consumismo. Aquí radica la base de esta civilización en crisis. Y es por ello que el eje que pone en cuestión el sistema es la Soberanía Alimentaria.
Una primera cuestión a recordar lo imposible que resultó unificar en un mismo espacio de discusión a los tres grandes sujetos en disputa cultural: los trabajadores sindicalizados, los campesinos y organizaciones de pueblos originarios.
Pero, la disputa cultural que estamos perdiendo es la del consumismo en la clase trabajadora. El “progresismo” fue desarrollado en base al consumismo del sistema. El progreso en cuanto al tránsito de clase media baja a clase media y de allí a ser clase media alta, es lo que define el aburguesamiento de la clase trabajadora. Pero es este consumo el que nos enferma y nos mata; y por ello, nosotros somos los reproductores del sistema en crisis.
Existe una sola forma de poder resolver: es democratizándonos, construir espacios comunes a discutir y resolver. La acción unificada del enemigo nos hizo construir una Alianza Social Continental exitosa para la resistencia. Pero, debemos con urgencia unificar espacios de construcción democrática de nuestra diversidad.
En este sentido, la mayor responsabilidad está en la clase trabajadora sindicalizada, es la sostenedora del sistema, tanto por ser quien trabaja para el sistema productivo de la civilización en crisis, como por ser también, el sujeto del consumismo que rompe el concepto de igualdad de clase.
Una plataforma sindical
La Confederación Sindical de Trabajadores y Trabajadoras de las Américas (CSA) presentó una Plataforma de Desarrollo de las Américas (PLADA) donde asume este proceso del que transcribo los párrafos que expresan esta realidad.
“El sindicalismo de las Américas lanza con esta Plataforma un nuevo ciclo de iniciativas sociales y políticas. Su objetivo es avanzar por el camino del bienestar social con sustentabilidad ambiental y ampliación de la democracia participativa, respondiendo a desafíos inéditos de una época singular que vive nuestra región.
Veinte años atrás los trabajadores enfrentaban el punto más alto de la ofensiva neoliberal, que se expresaba internacionalmente en la creación de la Organización Mundial del Comercio (OMC) y, en nuestro hemisferio, por la implementación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y el inicio de las negociaciones del Acuerdo de Libre Comercio de las Américas (ALCA). Eran tiempos de resistencia del movimiento sindical contra altas tasas de desempleo de larga duración, las políticas de supresión de derechos laborales, de reducciones de los salarios, etc. medidas ésas acicateadas por las aperturas comerciales indiscriminadas.
Diez años atrás el cuadro había cambiado drásticamente en nuestra región, gracias a la resistencia sindical y popular, y a las victorias electorales en varios países de múltiples expresiones políticas que se comprometían a la búsqueda de alternativas. Así, el ALCA fue derrotada”.
“El alza de precios de los productos de exportación de la región revirtió en políticas sociales para retirar a grandes contingentes de la pobreza extrema. Volvió el empleo formal y retrocedieron las tasas de desempleo, mejoraron los niveles salariales.
La integración regional latinoamericana se impuso nuevos desafíos: ampliar el Mercosur, construir UNASUR, innovar con la ALBA, crear la CELAC, avanzando en la cooperación Sur-Sur y estableciendo nuevos parámetros para la relación Norte-Sur.
La clase trabajadora de nuestra región está mejor hoy que hace veinte años y eso se debe al ciclo político progresista que ya dura más de 15 años. Pero desde el sindicalismo y los movimientos sociales populares consideramos que los avances no son suficientes y no están consolidados, por lo que sufren amenazas de reversión, sobre todo desde la eclosión de la crisis del capitalismo mundial del 2008”.
“Constatamos que no se ha avanzado suficientemente en una profundización de la democracia con mecanismos de participación social.
Cuestionamos que parte los beneficios sociales obtenidos se han logrado sobre la base de un modelo productivo ambientalmente predatorio. Verificamos que los avances en la integración regional no han sido suficientes para proteger a nuestros países del chantaje de los mercados financieros internacionales.
La Plataforma que aquí presentamos recoge las resistencias de décadas contra el neoliberalismo y recupera los arduos procesos de construcción de alternativas políticas y sociales progresistas para identificar y sistematizar los desafíos que debemos enfrentar si queremos que esas conquistas no retrocedan, si queremos avanzar hacia una región donde el desarrollo sea sustentable, socialmente inclusivo, políticamente democrático y basado en el derecho inalienable de los pueblos a decidir su futuro.
La PLADA es la continuación de la tarea iniciada en 2005 con el lanzamiento de la Plataforma Laboral de las Américas y con la fundación, en 2008, de la Confederación Sindical de Trabajadores y Trabajadoras de las Américas (CSA), como un amplio espacio unitario del sindicalismo hemisférico. Pero la PLADA es más que una continuación, porque es el resultado de un diálogo continental del sindicalismo reunido en la CSA sobre una agenda amplia y también un proceso de construcción junto con organizaciones ambientalistas, campesinas y de mujeres de América Latina.
La CSA propone extender ese diálogo a nuevos ámbitos, como parte de una agenda de construcción colectiva de Otra América Posible”.
He subrayado lo que me parece clave en esta presentación de la PLADA de la CSA. El primero, sobre la democracia. La democracia no se pide se construye y allí tenemos la mayor crisis de construcción del sindicalismo, la no-democracia participativa. La segunda, es en el mismo sentido, la construcción con organizaciones ambientalistas, campesinas y de mujeres deberían incorporar pueblos originarios y jóvenes; y que la construcción sea democrática participativa que debe expresarse en el desarrollo territorial.
La realidad es que estamos en una crisis de construcción democrática y se resolverá solo con la profundización democrática de las organizaciones en los movimientos populares. Este planteo no es de crítica hacia los movimientos sociales sino de autocrítica, es lo que nos pasa en la Argentina. Desde una organización de trabajadores que se construyó democráticamente y generó el mayor movimiento popular de confrontación al neoliberalismo y hoy se encuentra en absoluta crisis democrática. Decía un gran compañero, Germán Abdala: “Hay que terminar con el infantilismo de la lucha por la hegemonía de la representación que todo fractura, que no permite proyectar a largo plazo, porque todo divide por dos”.
Juan González es Secretario de Integración Regional de la CTA (Central de Trabajadores de Argentina).
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