País surrealista

19/04/2016
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 surrealista chile
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Surrealista, de seguro, pero lo mejor es que compite con el humor y la creatividad de un surrealista como Boris Vian en su “Otoño en Pekín”:

 

“Mujeres de obesos deseos emolientes aparecían en el umbral de las puertas, su bata abierta sobre una gran ausencia de virtud, y vaciaban sus basuras delante de ellas…”

 

“Según la sombra de la farola roja del gran seis, en donde vivían agentes de policía camuflados (era en realidad una comisaría; y para desviar las sospechas, el burdel de al lado tenía una lámpara azul), se acercaba, aproximadamente, a las ocho horas y veintinueve minutos. Le quedaba un minuto para llegar a la parada: eso representaba exactamente sesenta pasos de un segundo, pero Amadís hacía cinco cada cuatro segundos y el cálculo demasiado complicado se disolvía en su cabeza; más tarde fue normalmente expulsado por sus orinas, haciendo toc en la porcelana. Pero mucho después.”

 

Nuestro surrealismo es más cercano a la comedia realista italiana que sucedió al neorrealismo de los años 1940-1950. Frecuentemente me recuerda una de las numerosas obras maestras de Etore Scola, su película Brutti, sporchi e cattivi (1976).

 

Feos, sucios y malos –fue el título en español– fue rodada casi enteramente en Roma, en el barrio de Monte Ciocci, desde el que se puede ver la Basílica de San Pedro. Feos, sucios y malos cuenta la vida de una familia picante cuyo comportamiento parece copiado de la conducta de nuestras elites: avaricia, inmoralidad, irresponsabilidad, egoísmo, ansias de dominación, violencia. La familia vive del hurto y la prostitución bajo la autoridad tiránica de un patriarca tuerto. En la jerga nuestra se diría que la familia vive “de ilícitos y errores bajo el liderazgo de un empresario con discapacidad visual”.

 

Todo lo que precede a propósito del agua. Agua que cae, agua que corre, agua que desborda, agua que no sale de los grifos, agua que inunda, agua salida de un Diluvio en plan lavaseco, de una lluvia ordinaria de cuatro gotas que consigue poner a todo un país al borde del colapso.

 

Un noticiario televisivo de la mañana, amenizado por el infaltable “experto”, informaba que el Canal Santa Marta había desbordado en Maipú, pero que, afortunadamente, había llegado una patrulla de Carabineros. Surrealista.

 

En el entorno del Costanera Center, anegado, navegaban numerosos vehículos del GOPE. Uno –que es asopado– se pregunta para qué, y afortunadamente el “experto” entrega la luminosa explicación: “esos vehículos son 4*4 y están habilitados para andar en el agua”. Surrealista te digo.

 

Más tarde, la Radio Cooperativa le informaba a quién quisiera escucharla que la Superintendencia de Valores y Servicios Financieros estaba monitoreando el sistema frontal (sic). ¿Surrealismo? ¿Comedia?

 

Monitorear es tendencia. Así, la radio Biobío –LA radio– declaró monitorear la lluvia. Orrego Intendente, como siempre, monitoreaba todo para no hacer nada. No le culpes: es el presidente surrealista de una Región que no existe. De ahí que Orrego Intendente prometa que el MOP hará lo que debiese hacer él. Surrealismo puro.

 

Un tal Undurraga, dizque ministro de Obras Públicas (vista la realidad del país surrealista debiese ser ministro de Obras Privadas), monitoreaba el desastre. Justamente, el vocero de Aguas Andinas declaró muy suelto de cuerpo: “lo primero es lo primero, hay que decir que lo que ocurre es un desastre”. El desastre es Aguas Andinas, no te jode.

 

Según las cuentas de unos y otros, el pinche aguacero provocó la interrupción del servicio de agua potable a más de 4 millones de penitentes. De lo que se agarraron alcaldes y urbanistas para hacer la declaración de rigor: “Falta infraestructura para garantizar la continuidad del servicio.” ¿En serio?

 

Otra radio, o tal vez la misma, recomendaba “tener paciencia”, y lo suyo es de perdonar por la sencilla razón que contra ese tipo de periodismo al pedo y contra una autoridad incompetente no podemos nada, o más bien no intentamos nada que no sea, justamente, la paciencia.

 

El dueño de una torre en plan monumento fálico, indignado por la inundación de los subsuelos de su edificio, alzó los brazos y exigió responsabilidades. ¿Responsabilidades aquí? Surrealismo.

 

Como un eco, Undurraga, el dizque ministro de Obras Privadas, amenazó con un sumario que debe determinar las responsabilidades de un par de empresas. Tal vez acojonado de su propia osadía agregó en un soplo de voz: y las que pudiese haber en el sector público por falta de fiscalización. El que monitorea y fiscaliza es él mismo, no sé si mides el grado de surrealismo.

 

Bachelet, que se entera por la prensa, convocó una reunión ministerial y como siempre la montaña parió una laucha: “Las responsabilidades se verán cuando resolvamos los problemas que hoy día persisten”, declaró. Ahora no se ven, no se distinguen, se ven como surreales. Y si encuentra responsables: ¿qué les va Sacyr?

 

En fin que, como un Piñera cualquiera, grupos de solidarios repartieron plásticos entre los miserables, para ayudarles a proteger sus rucas. Pero, ¿a quién le importan los miserables? La TV sólo muestra la calle Andrés Bello, Costanera Norte, Costanera Sur, los barrios pijos.

 

La modernidad sigue haciendo de las suyas en este, nuestro inundado país miembro de la OCDE, –¿Somos jaguares o somos jureles, weón? pregunta mi buen amigo el cantautor Joaquín Figueroa–, lo que constituye, sin lugar a dudas, una prueba irredargüible de surrealismo.

 

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