Electores franceses no votan… Ou là là!

Lo que le importa e interesa a la población no depende de los elegidos, sino del mercado. Y, hasta nuevo aviso, en el mercado no se vota.

23/06/2021
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De la desgana de votar
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Pocas semanas después de la abstención chilena, se abstuvieron los electores galos.

 

¿Se parecen en algo los dos fenómenos? La distancia geográfica, histórica, cultural, política, económica, social, cívica, institucional, etc., hace osada cualquier comparación. Sin embargo…

 

Las elecciones francesas eligen un parlamento regional del cual emana un presidente de Región. Cada región tiene competencias bien definidas y presupuestos significativos que suman decenas de miles de millones de euros. He ahí algunas grandes diferencias con sus homólogos chilenos.

 

Las encuestas –una vez más– se equivocaron ampliamente. No solo en cuanto a la abismante abstención que alcanzó un máximo histórico, sino también en lo que toca al respaldo atribuido a la extrema derecha. Los institutos de encuestas anunciaron que la derecha radical disputaría al menos seis de las trece regiones metropolitanas (existen otras cinco de ultramar). Finalmente el voto neofascista disminuyó en casi un 10% con relación a las elecciones precedentes, y es poco probable que en la segunda vuelta los partidarios de Le Pen ganen alguna región.

 

En cuanto al partido 'virtual' de Emmanuel Macron, ese conejo sacado sorpresivamente de una chistera cuando las últimas presidenciales, no calificó en ninguna de las 18 regiones. Macron, presidente del riquerío, de cara al pueblo de Francia es un mandatario hidropónico.

 

La abstención gala superó el 66%, pero es preciso señalar que entre los electores jóvenes esa proporción fue mucho mayor: un 87% para los ciudadanos de 18 a 24 años, y un 83% en los electores de 25 a 34 años. Del mismo modo, la abstención masculina fue del 59%, mientras la abstención femenina alcanzó un 72% (no hay cifras disponibles para la comunidad LGBTIQYZ). Por otra parte, un 73% de electores ultraderechistas se abstuvo. Del lado de la izquierda, esa cifra fue de un 67% para la Francia Insumisa de Jean-Luc Mélenchon.

 

Tal parece, como comenta un periodista de Blast, TV digital autónoma, que buena parte de la ciudadanía ya se divorció de un régimen en crisis: “Por pacífica que sea esta ruptura exige una reconstrucción completa de las instituciones de la República. Si se tarda demasiado… se producirá una ruptura violenta”.

 

Cualquier parecido con lo que ocurre bajo otros cielos no es pura coincidencia.

 

Constatando la insoportable cacofonía de un debate en la TV (France 2) a propósito de los resultados, el conocido periodista que lo animaba no se retuvo: “Escuchándoles –dijo– comienzo a comprender cada vez más a los ciudadanos”. Hace ya tiempo que el cacareo insustancial de los políticos profesionales hizo entrar en crisis todas las emisiones políticas que hace unas décadas convocaban audiencias que se medían en decenas de millones de ciudadanos.

 

A eso hay que sumarle la privatización de un espacio mediático controlado por siete grandes fortunas, que propone temas según el índice de audiencia esperado: la publicidad se cobra en función de la audiencia. De ese modo los genios de la TV, que “venden espacio de cerebro libre” según su propia definición, privilegian temas que profundizan la división, el racismo, la confrontación y la agresión. El resultado es el que tenemos ante nuestros ojos, amenizado por la crisis de una TV que la juventud abandona a cambio de otros canales de comunicación.

 

El ya citado analista de Blast expone también una reflexión que toqué en mi ensayo “De la desgana de votar” difundido en el año 2013: les enjeux, il n’y a pas d’enjeux… En otras palabras, en las elecciones hay poco o nada en juego, sino lo que en Chile llamaríamos “el pituto”, y en España el enchufe, o sea el cargo que obtiene quien carece de méritos propios.

 

Lo que le importa e interesa a la población no depende de los elegidos, sino del mercado. Y, hasta nuevo aviso, en el mercado no se vota. Conscientes -y responsables- de ello, hay políticos que exponen sus propuestas como "una oferta programática". La cuestión sería pues... ¿quien da más?

 

Emmanuel Todd, reputado demógrafo, historiador y sociólogo, subraya otro elemento que también expuse en mi mencionado ensayo: la ausencia de toda posibilidad de influir en las decisiones políticas por parte de la población, particularmente del sector más desfavorecido por el sistema.

 

En el año 2005 Francia llevó a cabo un Referéndum para adoptar o rechazar la Constitución europea que consagraba el libre mercado (Tratado de Roma). Los electores galos rechazaron esa formulación con el 54,68% de los votos. Lo mismo hicieron los electores de los Países Bajos. ¿Te sorprendería saber que los poderes políticos aprobaron mañosamente la Constitución haciendo caso omiso de la voluntad ciudadana?

 

A pesar del recurrente ridículo que hacen los institutos de sondeos de opinión –fabricantes de encuestas a título oneroso–, no tardaron en volver a la carga intentando explicar el porqué de la crítica abstención. “Hacía un lindo día”, dijeron algunos, “la gente prefirió salir a pasear”. “Los candidatos no eran muy conocidos”, arguyó otro, sugiriendo que solo Lady Gagá y Brad Pitt podrían postularse. Las explicaciones propuestas por los políticos no fueron mucho más “científicas”. No faltó quien sugiriese obligar a los ciudadanos a votar: en vez de ciudadanos libres, habría ciudadanos obligados.

 

Curiosamente, poco a poco se va realizando el sueño de Platón, quien atacó la democracia arguyendo que no es justo que un montón de ignorantes voten y decidan de lo que no conocen (Platón escondió la mano y puso tal razonamiento en boca del pobre Sócrates).

 

Pronto votarán solo los “expertos”, los políticos profesionales, los dueños de la prensa, de la TV, de las radios, de los institutos de sondeos de opinión y de los políticos, y los grandes inversionistas, que son quienes sí saben lo que nos conviene.

 

Para continuar con las imágenes de la Grecia Antigua, probablemente ocurra lo mismo que con el quinto de los doce trabajos de Heracles que tal vez conoces como Hércules. Confrontado al desafío de limpiar en un día los Establos de Augias, que habían acumulado bosta durante demasiado tiempo, Heracles desvió el curso de un torrentoso río, desatando una cataclísmica corriente de agua que sacó toda la mierda de un solo envión.

 

Eso, los franceses lo hicieron más de una vez: 1789, 1792, 1830, 1848, 1871, 1968… esperando la próxima.

 

El caso de Chile es muy diferente: nosotros somos capaces de producir una prodigiosa cantidad de candidatos-cocineros que cagan en tiempo récord, -en el aislamiento y la soledad de sus letrinas-, programas gubernamentales signados con el sello de “La medida de lo posible”.

 

O al menos eso creen los candidatos-cocineros…

 

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