Sur, el convidado de piedra
- Opinión
Introducción
¿Es factible pensar y analizar la Política Internacional en clave de los Tratados de Integración y Cooperación? ¿Cuáles serían las consecuencias para América Latina y el Sur global?
Podríamos abordar la Política Internacional desde todas las dimensiones posibles, desde la perspectiva financiera, por ejemplo, como señaló el presidente panameño a raíz de los Panamá Papers; también, desde la dimensión ambiental entre otras, como lo sucedido en el Acuerdo de París sobre Cambio Climático: ambas situaciones nos permitirían explicar cómo funciona el mundo, pero aproximarnos desde la mirada de los Tratados de Integración nos habilitaría un análisis integrado en función de la lógica globalización/regionalización con todas las dimensiones.
A partir del proceso iniciado por la Europa de la II postguerra con el firma del Tratado del Carbón y del Acero (1951), se dio origen a la máxima experiencia de integración vigente aunque no menos compleja y las consecuencias continentales como extra continentales fueron ostensibles: años posteriores América Latina, suscribía la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (1960) para reemplazar los mercados perdidos a manos del proteccionismo estructurado a partir del diseño de la Política Agrícola Común (1957); claro está que está decisión se enmarcaba en un contexto de Guerra Fría, lo que implicaba el alineamiento de la región (a excepción de Cuba) con Estados Unidos y Occidente. Por tanto, esos Tratados incluían las variables político-ideológicas como económico-comerciales.
Y actualmente, la Asociación Trasatlántica de Comercio e Inversiones (TTIP), ¿acaso, no implica el relanzamiento, una vez más, del eje euro-estadounidense? El Tratado Unión Europea-MERCOSUR, ¿puede interpretarse como un intento anacrónico de disputar la hegemonía de EEUU en su inmediata esfera de influencia? Y el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP), ¿podría pensarse como la reedición de la contención Kennan pero en vez de la ex URRSS, con CHINA como destinatario?
Algunas de estas inquietudes orientarán el presente artículo, aunque más allá de los acuerdos regionales, entendemos que, y muy probablemente, es el Acuerdo en Comercio de Servicios (TISA-50 países), la mayor a apuesta hacia la reestructuración y consolidación del nuevo orden mundial interpretado en clave de los Tratados de Integración y Cooperación.
TISA y algo más…
Iniciado en 2012 y en secreto, siendo corrido el velo a su existencia por Weakileaks, el TISA viene a constituir el vórtice de los Tratados de Integración y Cooperación que determinaría la posición dominante de los Países Desarrollados; sin ser un esquema de desgravación arancelaria ostenta la vocación directriz de disciplinar el resto de los acuerdos ya que en él se apoyan las explicitas políticas de liberalización global a nivel servicios, principal sector de la economía internacional que aporta alrededor de las dos terceras partes del PIB mundial: la salud, la educación, las comunicaciones, los transportes y las finanzas constituyen algunos de ellos. Si la conformación de la Organización Mundial de Comercio (OMC) logró establecer las bases de la liberalización de bienes y productos primarios en el Acuerdo GATT (a pesar de la resistencia ostensible de los Países en Desarrollo), el Acuerdo General sobre Comercio de Servicios (AGCS) resultó insuficiente para las aspiraciones de las potencias; el fracaso posterior y actual de la Ronda de Doha para el Desarrollo, dio lugar a una nueva embestida a partir de la negociación secreta de la liberalización de los servicios, por fuera de la OMC, pero con basados en sus principios fundamentales: la cláusula de Nación Más Favorecida y Trato Nacional o No Discriminación.
Como decíamos anteriormente, este Tratado marca el camino de los demás ya que, a instancias de él, se negocian dos Acuerdos de vital importancia en la liberalización comercial, perfilándose la constitución de dos Zonas de Libre Comercio: el TTIP (2012) y el TPP (2008); el primero corresponde al acuerdo europeo-estadounidense con 800 millones de consumidores-ciudadanos y el segundo, al acuerdo transpacífico de cooperación económica suscripto en 2016 y a ratificar por los Congresos nacionales; es pertinente aclarar que ambas incluyen entre otros ítems, la propiedad intelectual, el ambienta y el litigio laboral, obviamente, en favor de las corporaciones, por citar algunos.
Para América Latina las implicancias de estos esquemas liberalizadores se manifestarían en dos acuerdos, uno extra-continental MERCOSUR-UE y otro a nivel subregional, la ALIANZA DEL PACIFICO, conceptualizado como neo-regionalista abierto, otrora competidor del MERCOSUR, UNASUR, CELAC y ALBA, inscriptos en los criterios del regionalismo autonómico y posliberal. Es dable recordar que el esquema continental, ALCA, precursor en los tempranos ’90 e impulsado por Estados Unidos, fue abortado por el MERCOSUR en la Cumbre de Mar del Plata en 2005, a partir del cual Estados Unidos comenzó a promover acuerdos bilaterales con los países de la región.
Algunas preguntas retóricas
Acaso, ¿qué es la historia moderna sino el sustrato desde donde emergen la puja y la tensión permanente por el liderazgo en el Sistema Internacional, que dará origen a nuevas configuraciones de órdenes mundiales?
¿Se está produciendo un nuevo reacomodamiento del capital, cómo la restauración neoconservadora de los `80 bajo el liderazgo de Reagan y Tatcher? O más acá en el tiempo, con el pírrico fin de la Historia y el Consenso de Washington?
¿Qué esperar acaso, de esta matriz liberalizadora que intenta, eufemismo mediante, integrar regionalizadamente, el Norte y el Sur? ¿Cómo no visualizar la ostensible estrategia de continuar profundizando la nueva-vieja división internacional del trabajo, aggiornada con los servicios y las inversiones, a legitimar por la juridicidad global?
Lejos de promover modelos de desarrollo respetando las epistemologías y pensamientos situados, perviven y se acentúan las lógicas de la especialización basadas en la provisión de bienes comunes: en este sentido se abrirían dos situaciones en tensión para América Latina: 1) la negociación con la UE en la cual debería ceder en el terreno de las materias primas, que viene resistiendo desde hace veinte años; 2) la compulsa entre dos esquemas que priorizan intereses divergentes, MERCOSUR/UNASUR/CELAC/ALBA y la ALIANZA DEL PACÍFICO; los primeros, intentando el desarrollo regional autónomo (con sesgos extractivistas); el segundo, continuando la inserción de la mano de los commodities, de concepción extractivista y con el horizonte puesto en el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP). La firma de acuerdos de libre comercio significaría el fin de los proyectos de desarrollo autónomo e industrial generados en América Latina en la última etapa caracterizada por un regionalismo autonómico y posliberal.
Reflexiones finales (y transitorias)
Retomamos la pregunta inicial, ¿es factible pensar y analizar la Política Internacional en clave de los Tratados de Integración? Decididamente los Tratados de Integración y Cooperación internacional han devenido en la expresión de la configuración que estaría tomando el actual rumbo de la Política Internacional; los estados nacionales, legalidad mediante aunque vaciando la legitimidad de sus acciones a través del secretismo de sus negociaciones, acuerdan soto voce, cual diplomacia de la era del Congreso de Viena.
Se renuevan las alianzas, resabios del proyecto atlantista, promovido por Gran Bretaña de la mano de la Asociación Europea de Libre Comercio (EFTA), fracasado tras la consolidación del proyecto europeo continental de la Comunidad Económica Europea (1957). El eje atlantista estaría marcando la vigencia de la alianza y el triunfo británico de una integración europea más laxa como también, subordinadas al proyecto hegemónico estadounidense; ergo, China y Rusia, constituirían los contendientes a neutralizar, política, mercados e hidrocarburos mediante.
En idéntica lógica cual rémora de la guerra fría, el Acuerdo de Cooperación Transpacífico relanzado desde la participación norteamericana promueve la convergencia económico-comercial liberalizadora del Pacifico americano y asiático del sur, al tiempo que Estados Unidos diseña las estrategia de contención chino como antes lo había hecho con la URSS.
Y nuevamente se plantea que los acuerdos efectuados con criterios político-económicos responden a la dinámica de la desregulación y privatización de la economía global de la mano de las corporaciones, el verdadero poder por detrás de los Estados, rostros visibles de los acuerdos de Integración y Cooperación.
El tiempo abierto hacia el fin de la Guerra Fría, abrió la posibilidad de una resignificación de la Cooperación Internacional bajo la creación de la OMC; casi, simultáneamente, la crisis mexicana, luego asiática, rusa, brasileña, venezolana y argentina, explicitaban secuencialmente los límites de esta estrategia liberalizadora; pero esas crisis eran nacionales, nunca globales porqué el epicentro se hallaba en los Países en Desarrollo. Un cuarto de siglo después, la crisis es global, claro está, a partir de estallido de la hipotecas basuras en Estados Unidos y luego, cruzando el charco, instalándose en el corazón de la Unión Europea.
Y la salida vuelve a ser la misma, recurrentemente idéntica, agregándose ahora el vital sector servicios, configuración actual donde el Sur, vuelve a ser una vez más, el convidado de piedra; en este contexto, Integración y Cooperación riman con liberalización y en el Sur, “aquí abajo, abajo cerca de las raíces es donde la memoria ningún recuerdo omite y hay quienes se desmueren y hay quienes se desviven y así entre todos logran lo que era un imposible que todo el mundo sepa que el Sur, que el Sur también existe”(sic). Y no rima con liberalización.
- Por Mg. Claudio L. TOMAS, coordinador Observatorio del Sur de la Universidad Nacional de Rosario, www.observatoriodelsur.edu.ar y docente de Política Internacional e Integración y Cooperación de la Universidad Abierta Interamericana, sede Rosario.
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