Humanizar el debate sobre la justicia digital
- Opinión
Artículo publicado en la Revista América Latina en Movimiento No. 542: Justicia social en un mundo digitalizado 14/06/2019 |
Las relaciones de género son el tejido de la sociedad, y lo son profundamente, porque la reproducción humana está implicada fundamentalmente en esas relaciones. No nos reproducimos como seres humanos, como sociedad humana, excepto en y a través de las relaciones de género (aunque se podría entrar en una discusión mucho más amplia acerca de cómo, por qué y si alguna vez llegaremos a producir bebés probeta y lo que sea...). Todavía no estamos en este punto, salvo de manera limitada.
Así que creo que es importante que reconozcamos que por ahora, y para un futuro previsible, si creemos que no puede haber consideraciones de justicia sin pensar en los seres humanos y en las relaciones humanas, entonces el género es parte de ello desde el principio. No podemos pensar en cómo los seres humanos vivimos, interactuamos, sobrevivimos y nos reproducimos, excepto en y a través de las relaciones de género.
Parte de nuestro problema es que, al menos con el capitalismo, una de las razones por las que el género siempre ha luchado desde los márgenes es porque la reproducción humana, en la que las relaciones de género son clave, también está en los márgenes. A la acumulación capitalista poco le importa lo que sucede con los seres humanos, excepto en formas muy limitadas y estrechas, y por eso la reproducción humana siempre se queda a un lado. Por lo tanto, sólo se lo aborda de manera limitada y marginal, no como algo central.
Lo que sucede como resultado de esa relegación, que es consustancial al sistema capitalista, es que cuando empezamos a pensar en el género, surgen inmediatamente tropos[1] de vulnerabilidad y victimización. Mujeres como víctimas, mujeres excluidas, mujeres marginadas. Tales tropos nos han acompañado, en el contexto del pensamiento de género, casi desde los inicios de la fase de la revolución feminista y de los movimientos sociales de mujeres, que datan aproximadamente de la década de 1970; y han estado con nosotros durante todo el proceso. La respuesta intuitiva de las feministas es decir no, no somos víctimas, somos agentes. Pero incluso eso es simplemente una respuesta por reflejo al tropo de ser víctima y decir "oh, pobres mujeres".
Luego están las mujeres, la niñez, las personas con discapacidades, indígenas en un tropo de victimización, marginalidad y opresión que está todo conectado y fluye de manera unilineal.
El canario en la mina
En mi propio trabajo, he estado tratando de reemplazar ese tropo de vulnerabilidad y victimización. No quiero decir que no haya víctimas, por supuesto que las hay, pero todo el mundo es una víctima en el sistema, –¡con excepción tal vez de Mark Zuckerberg! –; pero también hay todo tipo de víctimas y de victimización. No es específico de las mujeres.
Así que he estado tratando de reemplazar ese tropo con uno diferente, que es el del “canario en la mina”. Lo que les sucede a las mujeres, precisamente por su ubicación en el contexto de esta relación tan fracturada entre producción y reproducción, es a menudo una advertencia de lo que va a suceder en general.
Eso es muy importante, particularmente en esta discusión sobre la justicia digital, porque ya se puede vislumbrar de qué forma pudiera suceder. En las minas, el canario muere antes que los mineros, y se llevan los canarios a la mina justamente para que los mineros no mueran. Cuando el canario muere, ¡hay que salir de la mina!
Así que, en cierto sentido, ese tropo puede ser una forma más interesante de salir de la idea de víctima, para decir que las mujeres pueden ser las primeras en experimentar los impactos negativos del sistema. Entonces, ¿qué significa esto para reflexionar acerca de la igualdad de género en el contexto de la justicia digital?
No voy a hacer aquí una gran distinción entre la tercera y la cuarta revolución industrial; es decir, entre la era de la entrada de la gran informatización y lo que estamos experimentando ahora: la transformación de la arena digital, que amenaza con transformar toda la sociedad y la vida. Para el propósito de esta discusión, me deslizaré de una a otra, en parte porque una de las primeras cosas que ocurrió con la tercera revolución de la informatización fue la financiarización de la economía, que precedió a lo que estamos viendo en este momento. Ello es lo que conforma decisivamente la agenda más amplia, dentro de la cual ahora estamos hablando de relaciones, justicia y cómo avanzar hacia la igualdad de género.
Desigualdad de género: las conexiones digitales
¿Cómo veo las conexiones entre las relaciones desiguales de poder de género en las que han estado trabajando muchos de los movimientos feministas y de mujeres, y la justicia digital? Daré sólo algunos vistazos.
El primero es la macroeconomía. Las finanzas, el comercio y la justicia fiscal se ven ahora gravemente afectados por lo que ocurrió entre la tercera y cuarta revolución industrial.
La dominación sobre la economía real de producción, distribución y consumo de bienes y servicios por la actual globalización financiarizada, con sus burbujas, expansión y contracción, ha sido posible gracias a la tercera y cuarta revolución industrial. El impulso para abrir la economía mundial a la libre circulación de capitales significa que el espacio de políticas nacionales se ha reducido drásticamente, tanto en los países de ingresos altos como en los de ingresos bajos.
Las políticas económicas nacionales se ven obligadas a servir a los dioses de los mercados financieros, dejando poco o ningún espacio para las políticas y la financiación que apoyan la subsistencia y la reproducción humana. Estas últimas incluyen el "trabajo del cuidado" que realizan las mujeres, la provisión universal de protección social, garantías de empleo y trabajo decente, niveles decentes de educación y estándares de salud, o la protección del medio ambiente y el planeta. Las mujeres están entre las primeras víctimas (las canarias) y las más afectadas por la despiadada macroeconomía actual, como se ha investigado y documentado ampliamente.
El segundo son los medios de subsistencia, en los que las relaciones de género desempeñan un papel fundamental, debido a la cuestión de la reproducción. A la hora de la verdad, la responsabilidad de realizar el trabajo diario (a menudo no remunerado) de cuidar a las personas y asegurar su supervivencia recae en las mujeres. Son ellas las que tienen que alimentar y cuidar a las familias, a los niños y niñas, a las personas ancianas o enfermas, y velar por su supervivencia, no sólo biológica, sino también en lo cotidiano.
Eso nos lleva inmediatamente a áreas como la agricultura, la pesca y la producción de alimentos, donde lo digital está transformando los métodos de producción y consumo, generando desigualdad y concentración a escala mundial. El caso de la minería en aguas profundas, por ejemplo, y la llamada 'economía azul', que DAWN ha estado investigando en el Pacífico, proporciona un ejemplo directo y contundente[2]. Gran parte de la minería en aguas profundas se dedica a los minerales que se utilizan en la electrónica. Así que allí hay una conexión digital muy directa. Al mismo tiempo, la ‘economía azul’ está siendo promocionada por poderosos intereses corporativos como sustentable, a pesar de que la minería de los fondos marinos amenaza con reproducir la misma destrucción de las pesquerías tradicionales que lo que ha causado la pesca de arrastre depredadora.
El tercero es, por supuesto, el trabajo, y mientras seguimos hablando y estamos muy preocupados –como deberíamos estarlo– por lo que sucede en las fábricas, está también la cuestión del trabajo informal y la del trabajo no remunerado. Del trabajo no remunerado, del que las mujeres son responsables en su mayor parte, es del que se obtiene toda la reproducción humana y también es una de las razones por las que las mujeres se ubican abrumadoramente en el trabajo informal y mal remunerado.
Es ahí cuando las políticas macroeconómicas, impulsadas por la financiarización basada en tecnologías digitales, comienzan a convertirse en un asesino, ya que reducen los recursos públicos para la protección social y el trabajo del cuidado, imponiendo un impuesto oculto a las mujeres a través del trabajo no remunerado. Es lo que hace difícil y a menudo imposible que las mujeres puedan estar en los mercados laborales formales, o exigir una mayor remuneración y mejores condiciones de trabajo.
Por último, el cuarto es el de todos los sectores relacionados con el desarrollo humano, como la educación y la salud. En estos sectores, la digitalización está haciendo grandes avances, con algunos impactos positivos y muchos negativos. La invasión digital de la educación primaria puede hacer posible algunas mejoras en la calidad de la educación. Pero también abre la posibilidad de descalificar la enseñanza y de sustituir a los maestros de escuela más calificados, que a menudo son mujeres, por otros a tiempo parcial, menos calificados y peor remunerados.
Creo que, en nuestros debates sobre la justicia digital, la cuestión de cómo humanizar este debate es fundamental. Es esencial que no nos dejemos arrastrar por un mar de robots, luces parpadeantes y objetos brillantes. Desde ese punto de vista, la consideración de lo que significa el género en el contexto de la justicia digital tiene que formar parte de un discurso crítico y de una agenda progresista desde el principio.
(Traducción ALAI)
Gita Sen es miembro fundador y actualmente coordinadora general de DAWN (Alternativas de Desarrollo con Mujeres para una Nueva Era), una red feminista con sede en el Sur global. http://www.dawnnet.org.
Esta es una versión editada de una charla dada en el taller Equidad y Justicia Social en un Mundo Digital (Bangkok, marzo 2019).
[1] NdE: Tropo: figura literaria o recurso estilístico que utiliza las palabras o las frases en un sentido distinto del habitual.
Del mismo autor
- Humanizing the digital justice debate 24/07/2019
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