Perú: Excluidos de la educación y otros derechos en tiempos de COVID
- Opinión
Los que “sobran”, en el actual proceso educativo, son los analfabetos digitales y quienes no cuentan con electricidad para prender una radio o televisión, o simplemente, deben privilegiar trabajar antes de estudiar para sobrevivir.
Acceder a unos cuantos “megabytes” para aprender y/o comunicarse, es toda una proeza en plena era digital, con un costo extremado en el acceso al Internet, el Perú hoy muestra más que nunca su desigualdad. Millones de niños y niñas no estudiarán o lo harán a medias este año porque, hay que ver si compras más “megas” o comprar comida. Esto, al mismo compas que las empresas que venden el acceso al internet, el más caro de América Latina con una velocidad de descarga de 15 Mbps[1], ven aumentada su ganancia de una forma sorprendente, sin presentar la mínima vergüenza, una de ellas en un largo juicio de más de 10 años con el Estado, recién concluido el 2019, obligándola a pagar sus impuestos[2].
¿Dónde está la responsabilidad social empresarial? Más aún, ¿dónde está el Estado y la ley? ¿Quién manda realmente en este contexto? El espectro radial, de tv y el internet mismo, en un espacio soberano, está bajo la tutela del Estado que la cede a privados a cambio de un pago. Si el pago no se da, o se da a medias, y estando en una emergencia. ¿Cómo es posible la situación que vivimos hoy en día?
Para aumentar el problema, los programas formativos que van saliendo, necesitan ser más accesibles. Cientos de vídeos y audios con personajes que no están contextualizados para la diversidad de nuestro país, no solamente en idioma, también en modos de ver, dialogar y presentar ejemplos y modelos. Necesitamos re-pensar nuestras pedagogías en tiempos de COVID, el Estado y autoridades sí, hacen lo que pueden, pero, necesitamos sistemas de creación más colaborativos. Así como los científicos comparten avances para crear una cura contra una enfermedad, igualmente, los educadores están llamados más que nunca a intercambiar propuestas para un escenario como el actual.
La educación debe llegar para apoyar al sector salud a resignificar este proceso de crisis, debemos levantarnos luego de la pandemia con una nueva mirada en nuestras prácticas educativas, pero, también en nuestras prácticas culturales, nuestra propia visión del Estado y su rol. Al sector educación como el sector salud les urge mayor presupuesto, mayor personal y mayor profesionalización; eso significa mayor inversión, no la habrá si seguimos pensando igual.
El COVID 19 seguro no será la única gran pandemia de nuestro siglo, tenemos que adaptarnos rápidamente y mejorar la educación a todo nivel es urgente. Seguir relegándola no generará si no una mayor condena y postergación de esta y la próxima generación.
El informe 2019 sobre Desigualdad en América Latina preparado por las Naciones Unidas nos indica que la desigualdad sigue siendo muy discriminadora, es decir, ataca principalmente a poblaciones de nuestros pueblos originarios y rurales. También recalca, “En primer lugar, pese a los progresos realizados, de permanecer el ritmo actual, el mundo no conseguirá erradicar las privaciones extremas en la salud y la educación para 2030, cuando se espera que todavía mueran anualmente 3 millones de niños menores de 5 años (lo que representa al menos 850.000 muertes por encima de la meta mínima fijada en los Objetivos de Desarrollo Sostenible) y que 225 millones de niños se encuentren fuera de las escuelas”[3]. Esta cifra de hecho será aún mayor considerando el actual escenario y los que están por venir.
En Perú hay más de 10 millones de niños, un tercio de la población, de la cual, la mayor parte vive en zonas que son considerados en quintiles de pobreza que no corresponden con su situación. ¿Por qué? Porque se generalizan cifras y no se cruzan todos los supuestos, hay distritos muy “ricos” en el país pero, producto de una economía artificial, lo mismo que hay grandes instituciones educativas y centros de salud en algunas provincias, pero, a ellos no pueden acceder miles de personas dedicadas al comercio, agricultura y que viven en comunidades de nuestros pueblos originarios, la razón, sus espacios no les son accesibles, su personal no alcanza y menos aún hay especialistas que comprendan cabalmente la cultura y contexto de nuestro país tan diversos.
Nuestro país como América Latina es diverso, en grandes inversiones y también en grandes desigualdades, la mayoría ocultas detrás de cifras económicas que condicen el acceso a derechos tan básicos como salud y educación. Esta exclusión hoy es más visible, penosamente alrededor de la enfermedad y la muerte de miles de personas. Eduquemos, generemos más salud, transformemos nuestros Estados.
Jorge Arboccó
Antropólogo peruano
[3] Informe de Desarrollo Humano 2019. Naciones Unidas. Pág. 8-9.
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