Georgescu-Roegen y entropía: los abandonados en la lucha contra el cambio climático
“El principal problema en las medidas para contener el cambio climático es la falta de compromiso práctico por parte de los gobiernos para construir agendas hacia la transición energética”.
- Opinión
Durante los últimos años el mundo ha sufrido las severas consecuencias del daño ambiental. De acuerdo con el informe de la World Meteorological Organization (2019) las consecuencias del cambio climático se intensificaron durante el período 2015-2019, considerándose el quinquenio más cálido en la historia de la civilización humana (Lindsey y Dahlman, 2020).
En respuesta, los gobiernos a nivel internacional han venido ratificando sus compromisos ambientales a partir de la firma de diversos acuerdos supranacionales. A partir del Informe Brundtland el año de 1987, donde se concibe por primera vez la noción del desarrollo sustentable[1], las reuniones en materia ambiental dirigen las políticas de mitigación hacia este objetivo.
El primer gran referente fue la Conferencia de las Naciones Unidas Sobre el Medio Ambiente y Desarrollo efectuada en Rio de Janeiro en 1992. Los principios derivados de esta congregación se manifiestan en la urgencia de disminuir las emisiones de efecto invernadero y la promoción del desarrollo sustentable. Sin embargo, al ver pocos avances en el corto plazo para disminuir los ejes de la problemática, se volvió a considerar el papel de las naciones frente a su compromiso ambiental. Por ello, en diciembre de 1997 se aprobó el Protocolo de Kyoto que introdujo objetivos de corto y largo plazo vinculantes de reducción de emisiones[2]: para el periodo 2008-2012 se esperaba al menos la reducción del 5% de emisiones contaminantes en relación a su nivel de 1990 mientras para 2020 se proyectó el 15%. Nuevamente, debido a la falta de resultados, en 2015 se realizó un nuevo plan climático para evitar el incremento de la temperatura mundial en 2 grados Celsius plasmado en el Acuerdo de París, considerándose como el paso para la disminución gradual de las emisiones de efecto invernadero, entrando en vigor en noviembre de 2016.
Hasta el momento, la operatividad de los acuerdos no se ha concretado. En efecto, como señala Alejandro Nadal Egea, a pesar de la ratificación en 2016 del Acuerdo de París, aún no entra en vigor pues el libro de reglas operativas sigue negociándose. A 5 años de su ratificación siguen debatiéndose los procedimientos para homologar los informes nacionales sobre reducción de emisiones, las reglas de cooperación financiera, la forma en que un país podrá cumplir sus metas de reducción de emisiones al mismo tiempo que ayuda a otras naciones a disminuir las suyas, las modalidades que deben regir las transacciones en los mercados de carbono y los mecanismos de compensación de emisiones.
El principal problema en las medidas para contener el cambio climático es la falta de compromiso práctico por parte de los gobiernos para construir agendas hacia la transición energética. Los esfuerzos parecieran buscan aminorar la euforia social más no ofrecer soluciones sostenibles y pragmáticas en el tiempo. Descansan en principios homogéneos para cada país sin especificar su entorno social, económico y cultural. Como se ha señalado de manera amplia en “La trampa del desarrollo sustentable” y “Límites y debilidades del Green New Deal”, los instrumentos de financiamiento siguen una lógica de mercado; por ejemplo, los mercados de carbono relegan a términos monetarios la naturaleza, siendo el dinero un mecanismo de compensación por el costo de contaminar de las naciones industrializadas hacia las naciones de ingreso bajo y medio. Por otro lado, se le atribuye la mayor culpa del actual estado de crisis energética al ciudadano en sus prácticas cotidianas, minimizando el papel de las grandes corporaciones y su comportamiento predatorio contra el ambiente.
Otra controversia en cuanto a los propósitos del desarrollo sustentable y de la agenda ambiental, además de la ausencia de factores específicos y espaciales de cada nación, es su tratamiento académico. En particular, es la falta de teorías que permitan aportes sustanciales en la comprensión de los fenómenos económicos y su impacto en términos físicos sobre los ecosistemas.
Desde la economía, la corriente que domina la realización de la política económico-ambiental es la neoclásica. Esta construcción teórica se desarrolla sobre un marco analítico axiomático cerrado de tal forma que los problemas de contaminación se consideran una externalidad al proceso de producción. En efecto, no existe una consideración acerca de los balances físicos y energéticos que necesita la producción para realizarse. Desde esta perspectiva, todo ciclo productivo depende de la disponibilidad del trabajo y capital, al tiempo que no existe un límite a razón de los bienes naturales. En todo caso, la tecnología puede considerarse un sustituto perfecto de la energía. Esta noción conduce hacia la idea acerca de que la producción puede realizarse de manera infinita y que la tecnología puede remediar cualquier límite natural y energético.
Bajo esta consideración, los planes internacionales contra el cambio climático ven al desarrollo tecnológico como la salida a la crisis ambiental pues permitiría continuar con el nivel actual de producción sin preocupaciones. ¿Cómo es posible arribar a este tipo de aseveraciones frente a una realidad convulsa? En gran medida, el esquema convencional de la economía, al seguir en su génesis con el método de la física clásica, vive en un mito económico. La noción del sistema es como si funcionara bajo la primera ley de la termodinámica. De esa manera, dentro un sistema cerrado todo trabajo aplicado se convierte en energía térmica en la misma proporción: toda materia prima de la producción se convierte totalmente en mercancías y el sistema no genera residuos.
En esta visión, los flujos materiales que utilizan productores y consumidores con el fin de maximizar su utilidad dejan inalterado el equilibrio energético. Se utilizan insumos en el proceso de producción y se obtiene la misma cantidad de energía (expresada en producto) dejando inalterado el balance de recursos ambientales. Por esta razón, el cuadro analítico neoclásico abandona la preocupación por el medio ambiente debido a que los procesos económicos no producen ningún tipo de residuos al hacer uso de la totalidad de la materia.
La falta de comprensión de la economía y los plantes internacionales contra el cambio climático sobre las variaciones de flujos energéticos y materia derivados del proceso económico e impactos físicos sobre la naturaleza está conduciendo al sistema civilizatorio hacia una crisis energética mayor.
Las herramientas analíticas que ofrece el esquema tradicional de la profesión generan la idea sobre la posibilidad de conciliar la dinámica económica actual y el bienestar social a través de cambios en comportamientos diarios de consumo energético siguiendo los propósitos del desarrollo sustentable. Desde ora postura, considerar al sistema económico como un proceso sujeto a las leyes naturales significa un estado de conflicto constante donde los beneficios de algunos implican forzosamente pérdidas para otros, además de la inminente inviabilidad del sistema en su conjunto.
En contraparte a la visión tradicional, existe un aporte que se intenta rescatar proveniente de un pensador desterrado por el consenso académico por no seguir los ortodoxos caminos del pensamiento económico. Nicholas Georgescu-Roegen nació Rumania en 1906. Con altas cualidades en las matemáticas, cursó su doctorado en estadística por la Sorbona de París recibiendo su tesis la máxima distinción en 1930. Crítico férreo, durante su estancia en la University College de Londres, de la visión mecanicista de todos los fenómenos naturales, denuncia la mitología mecánica de los economistas neoclásicos, incluso atribuyéndoles la etiqueta de economistas corrientes por encaminar su trabajo intelectual dentro de marco teórico sin mayor relevancia práctica.
Georgescu-Roegen perteneció a esa corriente de espíritus innovadores con clara conciencia de ser un científico revolucionario. Su entusiasmo intelectual disidente lo condujo por la lógica, la filosofía de la ciencias y epistemología, generando controversias con la forma tradicional de crear ciencia económica.
Su formación en el campo de la física le permitió retomar los trabajos de Sadi Carnot sobre el segundo principio de la termodinámica -la entropía- y el teorema de John Von Neumann -sobre la irreversibilidad en la mecánica cuántica- como fundamentos rectores de su obra célebre The Entropy Law and the Economic Process (1971) y con ello proporcionar aspectos epistemológicos distintos para la reconstrucción de la teoría económica.
El pensamiento occidental presentó el proceso económico como un movimiento mecánico entre la producción y el consumo en un sistema cerrado ignorando totalmente la metamorfosis de la ciencia con las aportaciones del mencionado Carnot y Charles Darwin: el descubrimiento de la entropía y la evolución.[3]
Fundado sobre el dogma mecanicista, cada vez más anacrónico, el esquema analítico de la economía neoclásica niega la dimensión ambiental de la actividad humana. El científico rumano advierte que la existencia de entropía en los procesos económicos condiciona la restructuración y reorientación del sistema en su conjunto. A diferencia de la primera ley de la termodinámica, la entropía señala que los sistemas abiertos que interactúan con su entorno están sujetos a la pérdida en la cantidad de energía. Por lo cual, si se aplica µ de trabajo, se transforma en γ cantidad de energía (siendo µ>γ). Es decir, un proceso productivo que utiliza cierta cantidad de insumos inevitablemente generará una cantidad de mercancías menores debido a la pérdida de energía.
Georgescu- Roegen señala en su obra que el universo está constituido por dos tipos de entropía: i) baja entropía, se refiere a los recursos ambientales que se encuentran a fácil alcance de los individuos. Su naturaleza ha incitado un uso excesivo mayor a la tasa natural de regeneración. Las actividades humanas han provocado que la baja entropía disminuya haciendo más difícil su búsqueda (un ejemplo de baja entropía es el petróleo de baja profundidad). Por un lado, la disminución de baja entropía, es decir, la energía en forma práctica para el uso de las personas, tiene en contraparte el incremento de la entropía global del sistema, en otros términos utilizados en la física, incrementa el nivel de caos. La cantidad de energía disponible para el sistema en su conjunto reduce. La materia pasa de un estado a otro perdiendo sus cualidades físicas originales propicias para el uso inmediato de los seres humanos.
La energía sigue presente en el sistema, pero desaparecieron sus atributos convirtiéndose en residuos, bienes manufacturados y contaminación. Esta nueva “apariencia” de los recursos se conoce como alta entropía. Dada la retroalimentación del sistema económico con el sistema ambiental y natural, la disminución de baja entropía genera efectos al sistema. ii) alta entropía es el resultado del uso excesivo de la energía y materia natural. Se refiere a la cantidad de energía dispersa en el ambiente sin una forma específica. Al agotarse las fuentes primarias de energía con ciertas características que facilitaban su consumo, la materia pierde sus propiedades, pero no desaparece del sistema. El nivel de caos incrementa en el sistema porque las fuentes tradicionales de recursos ambientales expresados en sus atributos físicos desaparecen a grandes velocidades y la cantidad de energía que libera su transformación ronda los circuitos del sistema, principalmente, como se mencionó, en forma de mercancías y contaminación.
La existencia de entropía en los procesos económicos exige un cambio en el escenario analítico que sigue trabajando bajo la primera ley de la termodinámica aplicables para sistemas cerrados. Más aún, se necesita cambiar radicalmente la visión del individuo racional que maximiza su utilidad de manera mecánica y que la contaminación es una falla de mercado. La economía y sus efectos sobre la naturaleza deben tener como base la irreversibilidad energética de cualquier proceso, sin embargo, los planes de acción gubernamental en materia ambiental y el desarrollo sustentable no consideran estos elementos al menos en su agenda práctica, basando sus esperanzas en la tecnología como el sustituto energético de la vida humana. Si las acciones de los gobiernos dejan de lado las elementales leyes de la naturaleza como la entropía, la crisis energética seguirá gestándose en mayores magnitudes.
Esta breve reflexión intenta reflejar la preocupación sobre el medio ambiente en una época donde los discursos presidenciales subestiman o ignoran el problema y la retórica sobre el desarrollo sustentable se ocupa más por los procesos de negociación que su viabilidad práctica. Existen vacíos enormes en estos programas, además de sus dificultades políticas y económicas, en su fragilidad científica al no considerar las leyes naturales a las que cualquier sistema social está sujeto. La economía en su dimensión física es inseparable de las leyes que guían la materia.
Rescatar las ideas de Georgescu-Roegen, además de brindar una alternativa científica y ética de la ciencia económica hacia la búsqueda de un nuevo paradigma energético, es además una deuda que la disciplina económica y sus miembros le deben a este gran pensador. De ninguna manera este trabajo pretende ser un escrito acorde a su altura, sólo busca ofrecer elementos distintos para una mejor comprensión de nuestra realidad y una posible salida a la crisis ecológica. Se trata de un académico que se preocupó por la sobrevivencia de la especie humana y de los habitantes de la tierra, fundando un espectro formal y epistemológico de una ciencia económica interdisciplinaria en el corazón del pensamiento ecológico. Sus ideas plantean un frente de ataque válido y robusto dentro del consenso científico económico y a su vez de conciencia intelectual disidente.
Como el célebre economista mexicano Leopoldo Solís mencionó en su discurso de ingreso a El Colegio Nacional, el economista actual transita al filo de la navaja: por un lado, dedicar su obra intelectual a construir marcos teóricos que aludan a sofisticadas estructuras abstractas que validen su consistencia matemática, por otro lado, dedicar su trabajo a solucionar de manera científica los problemas que afectan el cotidiano. La presente coyuntura necesita urgentemente romper con la hegemonía de los esquemas tradicionales que han demostrado su incapacidad para afrontar los grandes malestares sociales.
Bibliografía referenciada:
Georgescu-Roegen, N. (1971). The entropy law and the economic process. Harvard University Press.
Georgescu-Roegen, N. (1975). Energía y mitos económicos. El trimestre económico (42): 779-836.
Georgescu-Roegen, N. (1979). La décroissance : entropie, écologie, économie. Éditions Sang de la Terre.
Georgescu-Roegen, N. (1986). The entropy law and the economic process in retrospect, en Eastern Economic Journal, No. 12, pp. 3-25.
Lindsey, R., y Dahlman, L. (2020). Climate Change: Global Temperature. National Oceanic and Atmospheric Administration. Disponible en https://www.climate.gov/news-features/understanding-climate/climate-change-global-temperature
World Meteorological Organization (2019). The Global Climate in 2015–2019: Climate change accelerates. Disponible en: https://public.wmo.int/en/media/press-release/global-climate-2015-2019-climate-change-accelerates
Gabriel Alberto Rosas Sánchez cursa el Doctorado en Ciencias Económicas de la Universidad Autónoma Metropolitana (México) en colaboración con la Université de Reims Champagne-Ardenne (Francia) y es miembro de la Sociedad Mesoamericana y del Caribe de Economía Ecológica. Se especializa en bioeconomía, sistemas complejos adaptativos aplicados a la economía ecológica, ecología industrial y epistemología de la economía. Correo electrónico: rosassanchezgabriel@gmail.com
[1] Se define como la satisfacción de las necesidades de la generación presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades.
[2] Cuyo segundo periodo de operación transcurre de 2013 a 2020.
[3] Es importante mencionar la influencia del pensamiento Joseph Schumpeter en su formación. Georgescu-Roegen fue discípulo del gran economista en su estancia en Harvard, considerado el máximo referente de las ideas de Darwin en la economía, aunque varios pensadores le otorgan este lugar primordial a Karl Marx en ciertos pasajes de El Capital y en referencias epistolares.
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